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Noche de estreno

en Hetero: Infidelidad

El jueves pasado estrenaban en el cine Detective Pikachu, para los que no saben sobre eso es una peli de Pokemon. Mi novio y su mejor amigo son unos nenes de mama super fanáticos de Pokemon, tienen en el celular descargado el juego y todos los sábados salen a “cazar” pokemon. A mi novio lo conozco desde hace 6 años y, si bien ahora está un poco disperso, es un chico con mucho sentido de responsabilidad. Les comento como es el juego: caminas por todos lados en la ciudad, te aparecen bichitos de la serie que tenés que atrapar en unas bolitas, luchás en gimnasios con tus amigos e “incubás” huevos de esos bichos cuantos más kilómetros camines. Si algo no voy a negar es que gracias a ese jueguito al menos mi novio toma aire libre, desde que se compró la Play lo único que logra convencerlo de salir a pasear es la posibilidad de jugar.

Quizás ustedes dirán que si no me gusta con quien ando debería dejarlo, pero tenemos tanto tiempo de pareja que no voy a dejarlo solo por una adicción a una app. Aprovecho sus excursiones para hacerme tratamientos de belleza, ver una película, mimarme un poco como corresponde. Vivimos en un monoambiente por lo que tener la casa sola para mí es digno de aprovecharse. Aunque mantengo mi postura de que tanto mi novio y su mejor amigo son muy inmaduros para su edad. ¡Es que los 3 tenemos 28 años!

El jueves fue el estreno mundial de la película y era un evento imperdible para los muchachos. Decidí acompañarlos para salir un poco de casa y porque la publicidad me generaba curiosidad. Llegamos al cine sobre la hora y tuvimos que correr para que no nos dejara afuera. Encontramos unos asientos y nos sentamos apresurados, yo quedé en el medio de los dos sosteniendo un balde gigantesco de pochoclos dulces. Nuestra regla es empezar a comer cuando apagaban las luces, sentí las manos de ambos zambullirse en el balde ni bien arranco la película.

No sé cuándo comenzó pero yo lo note a mitad de la función. Ariel, el mejor amigo de mi novio, cada vez que estiraba su brazo para agarrar pochoclos rozaba mi pezón izquierdo. No lo estaba imaginando, no uso corpiños así que el tacto de sus brazos velludos en mi pecho era inequívoco. La primera vez me pareció un descuido, la segunda vez lo miré medio sorprendida el me devolvió la mirada y miró mi pezón que ya estaba endurecido. Que cuerpo delator, sentí vergüenza en intente moverme en el asiento para alejarme o para que la tela que apenas cubría mi escote se despeara de mi pezón. En vano fue mi intento porque  a la tercera vez ya eran los dedos de Ariel los que me rozaban antes de tomar un puñado de pochoclos. Miré a mi novio pero parecía muy concentrado en la película, las siguientes veces ni lo miré a Ariel. Supuse que se iba a cansar de molestarme cuando viera que ni me inmutaba pero el pezón erecto y delator demostraba lo mucho que sentía su tacto.

Sin spoilear nada les cuento que en determinado momento de la película en que toda la sala se rió Ariel aprovechó y con discreción pellizcó mi pezón. Esa era la gota que colmaba el vaso, cubriéndome con el balde y rogando porque mi novio no mirara para nuestro lado estiré mi mano y manotee su bulto. Lo sentí reclinarse en la silla y suspirar de satisfacción. El resto de la película la pasé con mi mano acariciando su pene por encima de la ropa, lo sentía endurecerse cada vez más. Hasta llegué a notar una partecita húmeda en donde se encontraba el glande. Cada tanto miraba a mi alrededor rogando porque nadie nos esté viendo, rogando porque mi novio no notara lo que estaba yo haciendo. Ariel, en cambio, no tenía reparos en suspirar, quejarse si yo dejaba de tocarlo e incluso de vez en cuando gemir si yo presionaba un poco más fuerte.

Al finalizar la función la propuesta era ir a cenar alguna cosita a un bar que abrió en la esquina de casa, yo me sentía tan apenada por lo que acababa de cometer que les dije que comieran solos que me sentía algo mal del estómago (“Comí demasiado pochoclo”). Ver la cara sonriente de mi novio no hacía más que atormentarme, incluso más viendo la cara aún más sonriente de Ariel. En el departamento no encontré más tranquilidad donde veía había cosas de mi novio y en mi mano todavía recordaba el calor de su amigo. Fui a darme una ducha y busqué entre los azulejos mi paz.

Inconscientemente mi mano presionaba más de lo común cuando me enjabonaba, sentía el agua correr por mi cuerpo. Mis dedos presionaban mi clítoris con fuerza, el dolor se sentía agradable se sentía como un dulce castigo a mis deseos tempestuosos a ser infiel. Debajo de la lluvia de la ducha el agua golpeaba suavemente mi cabeza, recorría mi cabello empapado, se deslizaba sin frenos por mi espalda e incursionaba en mis nalgas, mis muslos, se perdía en mi cuerpo y llegaba hasta lo más íntimo de mí. Mi mano bajó y, obedeciendo a las gotas de agua, mis yemas presionaron entre mis labios y conocieron otra humedad muy diferente a la que había afuera. Todo era caliente, baboso y placentero, cerré mis ojos y vi me encontré con Ariel de nuevo en el cine. Le sonreí y subí encima de él, nadie nos miraba, a nadie le importaba, dirigí su pene hacia mi vulva y lentamente empujé hasta llegar al fondo. Subí, baje, subí, baje, lo miraba fijamente mientras me sostenía de sus hombros, él me sujetaba de la cadera. Acercó sus labios a uno de mis pezones y comenzó a lamer con delicadeza. Lo vi alimentarse de mí, de mi cuerpo, retorcerse de placer en la butaca al mismo tiempo en que su miembro entraba y salía. La intensidad aumentaba y sentía un calor dentro de mi ser que me prometía el mayor de mis alivios, mis dedos no dejaban de moverse en mi interior y me abrí aún más de piernas para sentir lo que venía.

¡Briiiiiing!

El sonido del timbre me despertó en la realidad, la ducha perdió su sensualidad. Un poco aturdida me envolví en la toalla y corrí al portero eléctrico. ¡Briiiiiing! “¿Si?” “Mi amor, sube Ariel que quiere tomarse un ibuprofeno” “Dale” Tssss. ¿Ariel? La tortura no acababa, corrí a ponerme una bata para tapar mi desnudez justo a tiempo para oír los golpecitos en la puerta.

-          ¿Y por qué el boludo de tu amigo no sube y te abre? – Me quejé en cuanto lo vi.

-          Sigue caminando, tenemos que abrir unos huevos en el Pokemon Go así que me dijo que le escriba cuando esté abajo.

¿Sola con Ariel? Me sentía nerviosa, no dejaba de pensar lo que habíamos hecho. Lo miraba y se me venía a la mente la fantasía que me calentó cuando me toqué en la ducha. – Ibuprofeno. Murmuré y me dirigí al botiquín. Volví con el blíster, jugueteaba con las pastillas intentando no pensar en la situación que estaba viviendo, me sentía absolutamente culpable.

-          Los dos sabemos que no es eso lo que quiero – dijo Ariel a la vez que me quitaba con suavidad el blíster de la mano, metió su mano dentro de mi bata y sujetó firmemente mi pecho izquierdo.

-          Mmmm… - Lo mire a los ojos intentando decidir si quitarle la mano o no, pero me había quedado con tantas ganas de que me tocara que solo pude mantenerme quieta.

Aprovechando mi pasividad él comenzó a desatarme el cinturón de la bata y la bajó un poco de mis hombros, quedé al descubierto y sentí que el aire me envolvía con un manto de seguridad. La infidelidad ya estaba cometida, en el cine comenzó a resquebrajarse la promesa que le hice a mi novio, en este momento no estaba tan segura sobre si estaba más o bien que el mejor amigo de mi novio me viera desnuda pero sabía que la fidelidad era un fino límite que ya había cruzado

-          ¿No tenés miedo de que tu amigo nos agarre?

-          Para nada, hermosa – con las dos manos recorrió mi figura de arriba abajo – Seguro está caminando buscando Pokemon, no entiendo por qué salís con alguien tan boludo tiene una chica desnuda en su casa y no está aprovechándolo.

-          ¿Y vos no sos boludo? También tenés ese jueguito.

-          Pero yo estoy acá, tocándote – sonrió y se inclinó para succionar uno de mis pezones al mismo tiempo que pellizcaba el otro.

Si tenía alguna duda sobre mi capacidad de ser fiel, tenía constancia de que ya había superado esa barrera. Sentía la lengua de Ariel juguetear con mi pezón y un cosquilleo me recorría el cuerpo, sus manos me tomaban de la cintura a la vez que comenzó a darme besos por todo el vientre. Con ternura fue bajando hacia mi pubis, se arrodilló y hundió su rostro en mi partecita. El placer me consumía y la culpa se disipaba, abrí mis piernas un poco para facilitar el acceso y de inmediato sentía la ávida lengua de Ariel aventurándose en mis labios. Lo oía sorber y llegar a todo mi cuerpo, con una mano investigaba ese lugar tan preciado descubriendo lo mojada que estaba. Sentí un dedo ingresar en mi cuerpo y se me escapó un gemido, lo sentía hurgar buscando darme más placer.

Ahí, parada en medio de la habitación mirando la puerta me descubrí sosteniendo el pelo oscuro de Ariel impidiendo que abandone su puesto. Otro gemido se me escapó cuando sentí un segundo dedo ingresar a mi vagina. Ahora esos dedos jugaban, se separaban y curvaban, en cada movimiento un suspiro abandonaba mis labios. Quise gritar de placer, pero tenía miedo de que mi novio llegara en cualquier momento. Mi novio, recordé a mi novio y me tensé. ¿Qué estaba haciendo? A mi alrededor se encontraba la pequeña vida que había construido con él, nuestros muebles, nuestra cama, ese monoambiente era un perfecto reflejo de lo bien que nos llevábamos, de lo bien que nos complementábamos. Y yo estaba manchando todo con mi traición.

-          Divina, ¿qué te pasa? ¿No te gusta lo que hago? – Ariel se incorporó pero no quitó su mano de mi entrepierna, aún lo sentía moverse dentro mío.

-          ¿Qué estamos haciendo? Es mi pareja, ¡es tu mejor amigo!

-          ¿Me vas a decir que no querés que te toque? En el cine me di cuenta lo mucho que me deseas, no intentes esconderlo. Y yo te deseo a vos – acompaño estas palabras con profundos besos en el cuello, me derriten los besos en el cuello cada vez que me los dan me cuesta pensar. – Además, ¿dónde está tu novio ahora? Se fue y te dejó sola así de caliente, me di cuenta que esa conchita ya estaba mojada de antes.

No podía pensar, su respiración en mi cuello se llevaba mi poca voluntad. Ariel tenía algo de razón en que la adicción de mi novio me provocaba soledad, nunca lo había pensado pero quizás sí pasaba demasiado tiempo sola. Sosteniéndome de la cadera, sin quitar su mano derecha de mi entrepierna, avanzó unos pasos llevándome a la cama. Los besos volvieron a envolverme en un halo de sensualidad y deseo que me abstraía de todo. Sentí el borde del sommier hacer contacto con mis piernas. Ese era el momento de la verdad, el punto sin retorno de lo que estaba por suceder.

-          Hermosa, no voy a obligarte a nada – dijo Ariel al mismo tiempo que se separaba de mí, ponía una distancia de unos centímetros. Lo vi ahí parado, con el pelo revuelto, la cara enrojecida de placer, con el claro bulto de su pantalón ya manchado por su líquido y tomé una decisión.

-          No me siento obligada.

Me senté en la cama que compartía con mi novio y comencé a desvestir a Ariel. Le desabroché el cinturón al mismo tiempo que hacía lo mismo con el botón de su jean, si bien le quitaba los pantalones a una velocidad impresionante para él no debió ser lo suficiente puesto que tomó su camisa y en vez de desabotonarla la abrió haciendo saltar todos los botones. Con los pantalones abajo dejé que él continuara desvistiéndose para dedicarme a comer ese pedazo de carne que deseé durante toda la noche.

Me asombran los penes, lo digo de verdad, los veo erectos, duros, enfrentándose a la gravedad. Me excita verlos, me excita recorrer con mis dedos y descubrir la suavidad del tronco. Me gusta ver su forma, ver como se hinchan, me gusta pensar que se hinchan solo para mí. Regio e imponente se encontraba el pene de Ariel, era cabezón y desde ese momento ya estaba chorreando fluidos, el tronco era pálido y surgía de una maraña de pelos públicos negros. Apoyé mis labios en su glande y los presioné, cuidando de alejar los dientes de su cuerpo presioné hasta que la cabeza entró en mi boca. Apretaba fuerte con mis labios para que lo sintiera todo, mi lengua se pegó a lo largo del pene abarcando todo lo que entraba en mi boquita. Lo oí gemir, me mojaba pensando en su placer. Con mi lengua dibujé arabescos en su pene y lo escuché suspirar, no se cuento tiempo estuve haciéndolo pero me interrumpí cuando sentí su mano en mi cabeza y la suave presión para que intentara tragar todo su pene, lo intenté y llegué lejos pero su miembro es bien grande y me costaba. Bajé y subí dejando mi saliva en cada parte, con cada movimiento mi garganta se relajaba un poco más y llegaba un poco más abajo. Tenía los ojos cerrados por lo que me asombré al sentir sus pelos en mi cara, eso significaba que estaba tragando ese pedazo enorme y casi sin esfuerzo.

Tirándome del pelo húmedo Ariel me quitó de su entrepierna y me empujó a la cama, caí de espaldas mientras lo veía quitarse lo que le quedaba de ropa, yo seguía con mi bata puesta. Tomó mis pies y los puso a la altura de sus hombros abriendo mis piernas y exhibiendo todo mi ser, mi cola estaba en el borde de la cama por lo que sin inclinarse sobre mí apoyó su glande en la entrada y comenzó a empujar. Su cabeza era grande y costaba que entre, si bien yo la había dejado bien ensalivada hizo falta de unos cuantos empujones para que entrara. En el mismo momento en que entró sentí el calor de su cuerpo abrasando mi vagina, nuestros gemidos se volvieron moneda corriente en un mundo dónde solo existíamos nosotros.

El mejor amigo de mi novio comenzó a bombearme sin parar, su ceño se fruncía, su boca entreabierta gemía. Estaba totalmente abierta para él, me retorcía un pezón a la vez que presionaba mi clítoris. Lo vi inclinarse sobre mí, rodeándome con sus fuertes brazos, yo lo imité rodeándolo con mis piernas y esa posición logró que llegara aún más profundo en mi cuerpo. Los movimientos eran cada vez más intensos, el fluido y el calor en nuestros cuerpos nos elevaban a un placer que jamás sentí. Pude estar un siglo en esa posición, sentía que mi cuerpo fue creado solo para combinar con el de Ariel.

-          Siiiiii, mi vida. – Murmuré extasiada.

Ariel se detuvo en ese instante, yo seguí moviendo mi cadera para darle a entender que quería más. – Yo no soy tu vida. -  dijo muy serio.

Salió de mi cuerpo y tomándome de las piernas me dio vuelta de un movimiento, quedé en la cama arrodillada con la cola arriba y mi cabeza apoyada en la cama. Sus manos levantaron mi bata hasta dejar mi intimidad al descubierto, se subió a la cama para posicionarse detrás de mí. No supe el motivo de su seriedad solo me digné a sentir como su pene volvía a ingresar a mi cuerpo, a donde pertenecía.

-          Yo no soy tu vida – repitió, me tomó del pelo y dirigió mi vista a un retrato que había en la mesa de luz. – Él es tu vida, yo solo soy el tipo que te coge.

-          Si, claro. – y pensé “pero dale, cógeme y deja de creértela”.

-          ¿Quién soy yo? – dijo, sacando por completo su pene.

-          El tipo que me coge.

-          ¿Y quién sos vos?

-          La putita que se deja – la respuesta fue correcta porque reanudo el bombeo de inmediato.

Miré el retrato al mismo tiempo que sentía los empujones de Ariel, la pareja de la foto me parecía totalmente ajena no me reconocía, ya no era esa dulce chica que apoyaba el mundo de su novio. Lo vi a él abrazándome y recordé el día que tomaron la foto, nuestro quinto aniversario, él siempre quiso lo mejor para mí y me priorizó en todo. Me sentía sucia por lo que había hecho, traicioné la confianza del que era mi mejor amigo. La culpa se hizo presente y no pude quitármela de la cabeza, me molestaba el placer que venía del miembro de Ariel porque no quería sentirlo. Pero mi egoísmo no me dejaba dar marcha atrás, no podía dejar de disfrutar la atención del mejor amigo de mi novio. Lo oí resoplar con dificultad detrás mío, las embestidas se volvían más rápidas y cortas. Estiré el brazo para traerlo hacia mí, se recostó sobre mi espalda y gimió de placer. Lo sentí endurecido en lo más profundo de mi cuerpo, me arquee para facilitarle el acceso, me tomó el cuerpo volcando todo su peso y de alguna forma ese sentimiento de asfixia me excitó. El tenía una mano en mi clítoris y otra en mi pezón, yo tomaba su rostro a la vez que lo besaba. Lo sentí hincharse dentro mío, miré el retrato y me avergoncé de lo que sucedía, pero no podía frenar esa sensación, quería más, lo quería todo.

Sentí el calor de mi orgasmo recorrer toda mi vagina, vibrando por todo mi cuerpo temblé de placer mientras veía en la foto el rostro de quien amaba y sentía en mis entrañas el cuerpo de quién me cogía. Ariel se quedó quieto para sentir mis espasmos, mi hambrienta vagina presionaba sus paredes queriendo succionar su pene y entonces sucedió: con 3 embestidas violentas lo oí gritar de placer y llenarme con su jugo sexual. Ahora me tocaba sentirlo temblar, me llenó de besos el cuello acompañando con suaves movimientos de penetración, sentí como su pene volvía a su tamaño habitual.

-          Bueno, supongo que ya terminaron, ¿no?

Esa voz me sacó del trance sexual en el que estaba sometida, me giré y lo vi a mi novio apoyado en la puerta. Se separé inmediatamente de Ariel pero el daño ya estaba hecho, ¿cómo podía inventar una excusa? ¿Desde hace cuánto estaba mirándonos mi novio? Ariel, en cambio, estaba tranquilo; comenzó a vestirse con calma.

-          Listo. Lo prometido es deuda – tomó su celular y escribió algo – ese es el usuario y contraseña, vas a ver que ahora vas a ser el más poronga de la región.

-          Q… qu.. ¿Qué…?

-          Ah, cierto que no sabías – Ariel me miró – Le vendí a “tu vida” mi usuario de Pokemon Go a cambio de estar con vos – Se inclinó y me dio un largo beso en la boca que yo correspondí sin pensar, intentando entender lo que me había dicho. – Estuviste muy rica, ojalá se repita.

Agarró su camisa, saludó a mi novio y salió. Yo me quedé sentada en una punta de la cama, envuelta por mi bata pero me sentía al desnudo. ¿Le vendió un usuario? ¿Qué? ¿Mi novio sabía lo que iba a pasar cuando dejó que Ariel suba al monoambiente?

-          No me mires así – mi novio se sentó al lado mío – yo solo le di una hora para que intente hacer lo que quiera con vos. Le dije que te gustaba que te bese el cuello, nada más.

-          ¡Sos un hijo de puta! ¿Qué soy? ¿Una cosa? ¿Un objeto que cambias para tu satisfacción?

-          No, chiquita -  Sonrió al mismo tiempo que me bajaba la bata y dejaba mis senos descubiertos – Podías negarte, podías decirle que se vaya. Acá la putita que se entrega a cambio de unos besos sos vos y ni se te ocurra negarme lo que hiciste en el cine porque los vi.

Tiró la bata al piso y comenzó a desnudarse. – ¡A MI NO ME TOCÁS! ¿Te pensás que podés intercambiarme y cogerme así como a vos te place? ¡Estás loco! ¡Estás enfermo!

Me dio vuelta la cara de una cachetada, jamás vi en sus ojos tanto enojo. Nunca lo vi con ese aire violento que volvía oscura toda la habitación, de golpe no reconocí a mi novio. Ya no me reconocía a mí, no lo reconocía a él. No quise tener el tiempo de conocerlo pero eso ya no estaba en mis manos, y una larga noche me hizo entender cómo iban a ser las cosas de ahora en adelante.

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