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De visita en casa de mi amiga

en Autosatisfacción

Después de un día de diversión, lleno de emociones en el parque de diversiones, después de sentir el viento rozando mis mejillas sonrojadas por la adrenalina de la montaña rusa, llegamos a casa de mi amiga, su mamá entro exhausta por la risa del camino al recordar nuestras caras en los juegos mecánicos.

 Entró corriendo a la cocina, mientras nos decía que prepararía la cena, en lo que llegaba el papá de mi amiga del trabajo, subimos a su habitación estuvimos comentando el día por algún rato, cuando de repente, su papá se paró en la puerta tocando suavemente, pusimos la mirada ahí, ¡había llegado!, un hombre de mediana edad, con ropa casual para la oficina, nos dijo que bajáramos a cenar.

 Sin más, bajamos al comedor ya estaba la mesa lista, cenamos tranquilamente entre risas y anécdotas; a ratos veía como se miraban los papás de mi amiga, con esas miradas profundas, con deseo y pasión, algo que me inspiraba pensamientos que no podía realizar esa noche, me contuve, y pasada la media noche subimos todos a dormir, había dos camas en la habitación de mi amiga así que cada una se tumbó en su correspondiente y dormimos.

 Después de un par de horas de dormir, una necesidad fisiológica bastante fuerte me despertó, así que me levante sigilosamente, fui al baño, de regreso al pasar por la puerta de la habitación de los padres de mi amiga, escuche un ruido, extraño pero al mismo tiempo tan familiar, me quede quieta escuchando ese delicado gemido y sin darme cuenta, Comenzaron a correr por mi mente esos pensamientos que tuve cuando estábamos sentados en la mesa a la hora de la cena, pero… ¿Cuánto de mis pensamientos era realidad?

 Al parecer lo que pasaba en aquella habitación era más de lo que había pensado, porque ese grito de placer, era de una intensidad que me helaba la piel.

 Giré hacia la puerta  y vi que estaba entreabierta, di dos pasos de puntillas para no hacer ruido, aunque si lo hubiera hecho en ese momento nadie se habría dado cuenta, acerque la cara a la rendija…

 Estaban ahí, en la cama, ella con las manos atadas a cada lado de la cama, y él con la cabeza entre tan hermosas piernas, bien torneadas, lamiendo suave y constante, metiendo de vez en vez un dedo, saboreando, tocando por momentos sus pechos, con pezones bien firmes de tanta excitación…

 Siguió besando sus piernas, comenzó a subir, besando alrededor de su ombligo, comenzó a lamer hasta llegar a sus pechos, ella atada moviéndose incansablemente de tanta excitación.

 Él comenzó a dar pequeños besos hasta llegar a su pezón, comenzó a lamer, lentamente, succionando, saboreando su cuerpo, después de estar observando éstos hechos, me encontraba mojada y muy caliente, sin darme cuenta metí mi mano en el pantalón y comencé a tocarme.

 Seguí viendo todo lo ocurrido en aquella habitación que de momento, parecía el paraíso, él  subió rápidamente a su cuello y al mismo tiempo, penetraba con fuerza esa vagina mojada que esperaba con ansias su llegada, comenzó a meterlo… sacarlo… suavemente… varias veces, ¡hasta que lo metió con fuerza! lo saco lentamente, metió la mitad suavemente… lo sacó y, ¡lo metió al fondo con fuerza!, con un ritmo como si se tratara de una armoniosa melodía que interpretaba ella con cada gemido.

 La desató de la cama y por fin, ella pudo rasguñar su espalda, señal del placer que le causaba, siguió cambiando el ritmo hasta que los dos llegaron al momento cumbre, a la gloria de placer, sus gemidos se entrelazaban, y ambos llegaron al final, y yo con una mano dentro del pantalón y otra debajo de la blusa, sentí una explosión en mi cuerpo Como nunca antes, terminaron se separaron y corrí a la habitación  me metí bajo las sabanas y comencé a tomarme una y otra vez, recordando el perfecto espectáculo que acababa de presenciar…   

 Al día siguiente, mientras ayudaba a la mamá de mi amiga con el desayuno, en un momento en que nos quedamos solas, me preguntó si lo que había visto la noche anterior me había gustado, me quedé helada…