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Descubriendo por primera vez los aseos públicos

en Gays

   Ya había comenzado la liga de futbol ese año, y en unos días comenzarían de nuevo las clases en el instituto. Ese primer domingo de liga, había acudido al futbol con mi padre, a ver en Riazor, a nuestro equipo el Deportivo de La Coruña.

   El partido como solía ser costumbre en aquella época, empezaba a jugarse a las 4:30 de la tarde, por lo que a las 6:15 más o menos, estábamos saliendo del estadio, estadio de Riazor, en La Coruña. Caminaba junto a mi padre hacia la plaza de Pontevedra, en la plaza de Portugal, cruzamos hacia el Playa Club, bajamos las escaleras que llevan al paseo de la playa de Riazor. Allí nada más bajar las escaleras, están los aseos públicos de la playa.

   Mi padre como otros muchos que salíamos del fútbol tuvo que entrar en los aseos a orinar. Mientras el entraba a mear, yo me quedé esperándolo en la puerta de los aseos, debía haber mucha gente porque tardó un poco en salir.

   Mientras estaba esperando a que saliera mi padre, un señor de más o menos su misma edad, desde la puerta se puso a hacerme insinuaciones para que entrara, eran insinuaciones de carácter sexual, o al menos así las interpreté yo, y es que no dejaba de echar mano a su entrepierna, tocando aquel paquete que se le abultaba, y con la cabeza señalaba hacia los retretes, y me decía que entrara. Ven, no tengas miedo.

   Yo que desconocía que allí en los aseos sé pudiera hacer aquellas cosas, además de ponerme rojo de vergüenza, aquellas insinuaciones, me estaban empezando a excitar de tal manera, que mi pobre polla no paraba de crecer, notándose el abultamiento en mi pantalón.

   Como era posible que estuvieran haciéndome insinuaciones de carácter sexual, allí a la puerta de los aseos, mientras esperaba a que saliera mi padre. Estaba alucinando y no terminaba de dar crédito a aquello.

   En esos precisos momentos en los que el hombre aquel terminaba de volver a hacerme las claras insinuaciones, salía mi padre.

   Vamos, dijo mi padre, saliendo y encaminándonos ambos hacia la plaza de Pontevedra. Al llegar a dicha plaza, el tomaba rumbo hacia la calle de los vinos, quedándome yo allí en la parada del autobús, de la plaza de Pontevedra.

   ¿No quieres venir? Me preguntó.

   No, le contesté, me están esperando los amigos.

   Bueno, pero no llegues tarde a casa, ¿eh?    

   Sí, le contesté moviendo la cabeza en señal de afirmación.

   Reanudó la marcha en dirección a la calle de los vinos, mientras yo quedaba allí en la parada. Mientras esperaba el autobús, la cabeza me daba vueltas y más vueltas, lo que me había pasado en los aseos públicos, mientras esperaba a que saliera mi padre, no me salía de la cabeza, aquello me había excitado de tal manera, que me había revolucionado las hormonas. Cada momento que pasaba, estaba más empalmado.

   Viendo como mi padre ya llegaba a la calle San Andres, cogí y volví a ir hacia la calle Rubine, encaminándome de nuevo hacia los aseos de la playa, donde hacía un momento, aquel hombre me había hecho aquellas claras insinuaciones.

   Todavía venía mucha gente del estadio cuando yo caminaba rumbo a los aseos públicos. Iba nervioso y sin siquiera saber lo que iba a hacer cuando llegase allí.

   Al llegar, con unos nervios que me atenazaban el estómago, empalmado y con una clara excitación, hice entrada en los aseos. Nada más entrar, fui directo hacia uno de los urinarios.

   No había nadie, por lo que algo más tranquilo, desabroche el pantalón, aflojándome primero el cinturón, sacándome luego la polla que la tenía tiesa y dura y poniéndome a mear.

  Miraba para todas partes mientras intentaba mear, cuando aún sin haber terminado de hacerlo, entraba en los aseos, el mismo señor que me había hecho las insinuaciones sexuales, cuando estaba esperando a que saliera mi padre.

   Nada más entrar, ya vino hacia donde estaba yo. Se arrimó a mí llevando su mano a mi culito, empezó a apretarme los cachetes mientras me decía, tenías ganas y no te atrevías, ¿eh putito?

   ¿Quién era el hombre con el que te fuiste? Me preguntó sin dejar de apretarme el culo.

   Giré la cabeza mirándole a la cara, le contesté que era mi padre.

   Vaya vaya, y has vuelto por esto, me decía sacándose la polla enseñándomela.

   Cogió mi mano llevándola a su polla, diciéndome, toma, anda cógela, no tengas miedo.

   Agarré con mi mano aquel falo que se mostraba tieso e hinchado, empezando a acariciarlo con mi mano.

   ¿Te gusta? Me decía sin dejar de apretarme los cachetes del culo.

   Sí, le contesté moviendo afirmativamente la cabeza.

   Ven me dijo, mientras tiraba sujetándome por el brazo.

   Sujetándome los pantalones con la otra mano, me fue llevando hacia uno de los retretes que había. Se metió llevándome con él, una vez dentro, cerró la puerta, me pegó de espaldas a la pared, quedando delante de él.

   Llevó sus manos a mi polla, empezando a descapullarme mientras me pajeaba y me decía, estás caliente ¿eh putito?

   Andas bien salido, maricón.

   ¿Qué te gusta? ¿Quieres Que te de por el culo, o prefieres chuparla? Me decía sin dejar de pajearme.

   Me encogí de hombros, sin saber que responderle. Nunca me habían dado por el culo, por lo que por ahí era virgen, y chuparla, solo lo había hecho un par de veces, lo había hecho con el viejo marinero que alquilaba lanchas a remo en el puerto.

   ¿Ya te abrieron el culo? Me preguntaba bajándome los pantalones y slip, dejándomelos sobre los tobillos.

   No, le contesté.

   Vaya vaya, o sea que aún no te han dado por el culo, ¿eh maricón?

   No, le volví a contestar, cada vez más nervioso y excitado.

   Bueno, pues vamos a ver que podemos hacer, contestó aquel hombre, subiéndome el nique a los hombros y haciéndome que pasara la cabeza por él, dejándome el nique en los hombros y sobre la nuca.

   Empezó a morderme los labios y saborearme toda la boca, para poco a poco ir bajando por mi cuerpo chupándome con la lengua y dándome suaves mordiscos.

   Yo me retorcía de placer, mientras con mi mano agarraba su polla y la acariciaba, dejando que me fuera lamiendo y mordisqueando todo el cuerpo. Gemía como una gatita en celo esperando que me hiciera suyo desvirgándome con aquella polla que tanto deseaba.

   El siguió torturándome con su lengua y dientes, hasta que llegó a mi polla, se la metió a la boca, empezando a chuparla.

   ¡Ohhh! Gemí agarrándome a la cabeza de aquel hombre, ¡ooohhh! Volví a gemir mientras me abría de piernas todo lo que podía, notando como su mano acariciaba mis huevos y sus dedos hurgaban en mi orificio.

   ¡Ufff! Pues sí que es verdad maricón, aun eres virgen, decía aquel hombre sacando mi polla de su boca y escupiendo en su mano. Volvió a meter mi polla en su boca, llevó su mano a mi ojete, la pasó lubricándome con su escupitajo, intentando de nuevo meter un dedo en mi orificio.

   Yo gemía agarrado a sus hombros abriéndome las piernas todo lo que podía, mientras él me chupaba la polla y intentaba abrirme el culito con su dedo. Tanto era el gusto que estaba sintiendo, que nada más entrar en mi orificio la punta de su dedo, soltando un grito empecé a descargar todo mi semen, eyaculando dentro de su boca.

   ¡Ohhh! ¡ooohhh! Me corro, me corro, gritaba vaciando el esperma que contenían mis huevos sobre la boca de aquel hombre que intentaba desflorarme.

   Cuando terminé de descargar todo mi semen, intenté subirme el slip y pantalón, pero aquel hombre no me dejó. Espera putito, espera, no tengas tanta prisa, al menos deja que me corra yo, me decía.

   Me agarró por los hombros, haciendo que me agachara. Anda abre al menos la boca y chúpame la polla, ya que no quieres que te desvirgue, y te preñe el culito con mi leche, te la vas a tragar por la boca, maricón.

   Nervioso y muerto de miedo, abrí la boca, dejando que metiera su polla en ella, y me follara hasta correrse dentro de ella.

   Ya había probado el semen, y aunque no es que me encantara, tampoco era algo que me desagradaba.

   Mientras le chupaba la polla de la mejor manera que sabía y podía, con una mano le acariciaba los huevos peludos que tenía. Así maricón, así, chupa, gritaba el hombre metiendo y sacando la polla de mi boca.

  ¡Ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! Gritaba mientras yo le chupaba la polla.

   Los ojos me lloraban y por la comisura de mis labios me caían incesantemente las babas de mi saliva.

   De pronto empezó a gritar que se corría. Abre bien la boca maricón, que ya me voy a correr. Ya, ya me corro, ¡ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto! Gritaba soltando trallazos de leche sobre mi boca y cara.

   Así, traga maricón, traga. Trágate toda mi lechita, me decía metiendo su polla en mi boca dejando que terminara de soltar toda su leche, mientras yo con una mano le iba pajeando la polla.

  

   Cuando ya no salía nada por su polla, y después de dejarle bien limpio y reluciente el nabo a aquel hombre, pasó su mano por mi cara y cuello, recogió el semen que me había caído, llevando luego sus dedos pringados en su semen a mi boca, me hizo limpiarlos, luego me pasó un trozo de papel, me dijo que me limpiara, nos vestimos y salimos de allí.

   Al salir por la puerta de los aseos públicos, tocándome el culo, me dijo, es una pena que te vayas así, pero cuando quieras que te lo desvirguen, puedes venir por aquí, solo tienes que preguntar por pedro, en aquel bar, ves, es aquel, allí puedes preguntar por mí cuando quieras.

   Ya verás que rico se va a sentir cuando te desvirgue este culito.

   Me despedí de él, y caminando hacia la plaza de Pontevedra, ahora sí, ahora cogí el autobús, yendo a junto mis amigos. Iba con la polla y huevos relajados, la boca con sabor a semen, y en el estómago llevaba el semen de aquel hombre que me había hecho insinuaciones en los aseos públicos, mientras esperaba a mi padre.

   A partir de ese día siempre que me atrevía iba a los aseos públicos a desahogarme, y espiar.

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