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Mi iniciación en el sexo

en Gays

   Mi despertar sexual, ocurrió cuando tenía 18 años, de aquella iba al instituto (instituto Masculino, así se le llama al instituto Salvador de Madariaga). Por supuesto de La Coruña, que es donde pasó lo que relato.

   Los primeros días no paraba de pajearme, me masturbaba hasta la extenuación, vamos que ya no salía nada por mi pobre polla, solo salía una espumilla, que más que semen, parecía nata batida a punto de nieve. Luego pasé a las pajas grupales, o sea con los amigos; solo eran eso, pajas y nada más. Pero poco a poco las cosas van sucediendo.

   Esto ocurrió un domingo que salíamos el grupo de amigos. Solíamos ir al centro de la ciudad a pasear, otras veces al cine, alquilar bicicletas, y otras como la que voy a contar, a alquilar lanchas de remo en el puerto de La Coruña.

   Donde íbamos a alquilar dichas lanchas, era en la dársena, justo pegado al hotel Finisterre y el complejo deportivo de la Solana. Ahí había un viejo marinero que alquilaba lanchas de remo. Ya habíamos ido en varias ocasiones. Nunca nos había sucedido nada, pero aquel domingo, después de pasar la hora de alquiler, cuando fuimos a devolver la lancha, el viejo marinero me pidió a mí, que le ayudara a amarrar el bote. Tus amigos no, tu solo, dijo el viejo marinero. Ellos te pueden esperar aquí o en otro sitio, mientras me ayudas.

   Mis amigos dijeron que ellos seguían la ruta, y que me esperaban en los columpios que había junto a la dársena, que, si tardaba mucho, cogerían el autobús para el barrio.

   yendo con el viejo marinero a hacer lo que me pedía, nos subimos ambos al bote, me pidió que remase yo, mientras el amarraba los demás botes. Me estuvo alabando todo el tiempo, que, si remaba muy bien, etc. Etc. Etc. Luego me dijo si me interesaba ayudarle todos los días que pudiera ir. Solo era hacer lo que terminábamos de hacer, y que por supuesto me pagaría.

   Yo quedé encantado, y le dije que sí al momento.

   Después de estar por lo menos una hora ayudando al viejo marinero, cuando íbamos devuelta en el bote para el muelle; este lo amarraba en la dársena de La Coruña; me iba hablando de sexo, de que, si había que tener cuidado al hacerlo, que hacerlo con mujeres era peligroso, que se podía contraer muchas enfermedades, que hacerlo entre nosotros no nos contagiábamos, y bla bla bla. Vamos que me iba contando auténticas barbaridades, cosa que yo en aquellos momentos no entendía, tampoco le daba mayor importancia; la ignorancia sobre esos temas te hacía ser demasiado ingenuo y atrevido.

  Por supuesto que yo era muy jovencito, y no sabía mucho de las cosas de que me hablaba, pero no era tonto, y enseguida me percaté que estaba tratando de hacer el viejo marinero, y que no era otra cosa más que tratar de camelarme y hacer algo conmigo.

   Yo por morbo, y sobre todo curiosidad y sin ninguna experiencia, me dejaba llevar. Estaba deseando que me agarrara la polla y me pajeara, que me hiciera pajearlo a él, yo que sé las cosas que se me pasaron por la cabeza. Lo que deseaba era que me metiera mano, me desnudara, vamos que quería que hiciera algo, el morbo y sobre todo la curiosidad que había despertado en mí me había puesto caliente.

   Cuando llegamos a la dársena a amarrar el bote, ya había empezado a anochecer, como estábamos a mediados de agosto; yo le calculo que serían alrededor de las 10 de la noche; antes de subir por la escala que había, estando rodeado de otros barcos que había amarrados, el viejo marinero sacó la polla, poniéndose a mear delante mía, sin ningún reparo; hoy me doy cuenta de que el viejo me estaba tanteando y viendo como reaccionaba. Yo no dejaba de mirarle la polla. Quería tocársela, deseaba que me ordenara que se la cogiera y me hiciera masturbarlo.

   Pero el viejo marinero, no hizo nada de eso, solo se fijaba en mi cara y veía como yo no le quitaba el ojo a su polla, quedándome hipnotizado mirando aquella verga. Ya estaba, ya me tenía en sus manos, ya me tenía como él quería y había planeado.

   Ahora que ya sabía que me tenía en sus redes, ahora solo era cuestión de llevarme a donde tenía pensado y hacer conmigo lo que estaba deseando.

   Cuando subimos al muelle de la dársena, con la disculpa de ayudarme a subir, aprovechó a tocarme el culo y las piernas, mientras yo subía por la pequeña escala que había. Tienes un buen culito y unas buenas piernas, me dijo aprovechando a sobarme. A mí aquello me calentó aún más, deseando que siguiera haciéndolo.

   Pero el ya tenía todo planeado, y aquello solo era una toma de contacto y aproximación a mí, y ver como yo iba reaccionando.

   Allí pegado a la dársena, estaban los columpios, donde supuestamente deberían estar esperando mis amigos. Pero no había rastro de ellos, había pasado mucho tiempo, y seguramente cansados de esperarme, cogieron el autobús, marchándose para el barrio. Hoy estoy casi seguro de que el viejo marinero, había hecho tiempo a posta, esperando que mis amigos se cansaran de esperarme y se fueran sin mí. Y bueno eso es lo que había sucedido.

   No están tus amigos, dijo el viejo marinero.

   No, le contesté, seguro que ya se fueron para el barrio le dije.

   Bueno pues si quieres ven conmigo, así sabrás donde encontrarme, para cuando vengas a ayudarme, si no estoy donde alquilo las lanchas, vienes a buscarme.

   Bueno le contesté, esperando que ocurriera algo más.

   Fuimos caminando hacia puerta real, allí antes de entrar a la plaza de María Pita, entramos en un pequeño bar que había, el viejo marinero dejó unas llaves que llevaba, pidió un baso de leche caliente, invitándome a beber a mí lo que quisiera, pedí una Coca-Cola, y una vez terminamos de beber ambos, seguimos el camino a donde me iba a llevar.

   Entramos en la Plaza de María Pita, subimos por las escaleras que hay al fondo a mano izquierda, llegando a la plaza de Millán Astray, seguimos hasta el fondo de la calle, cogiendo una calle estrecha, era la calle de las Atochas bajas. Allí en una pequeña casa de 2 plantas, el viejo marinero abrió la puerta, entramos ambos, cerrando la puerta con llave, una vez hube entrado yo.

   Al entrar lo que allí se podía ver, además de unas escaleras al fondo, era un pequeño vestíbulo, donde había toda clase de herramientas. Allí era donde trabajaba el viejo marinero además de vivir, sirviéndole también de almacén donde arranchar los pertrechos.

      Aquí es donde vivo, y donde trabajo cuando hace mal tiempo, me decía acercándose a mí, el viejo marinero.

   Ven, me decía empujándome hacia un rincón de aquel vestíbulo. Llevaba sus manos sobre mi espalda e iba empujándome hacia la pared de aquel rincón. Bajó las manos a mi culo apretándolo, mientras me decía que tenía un culito muy bonito. Tu tranquilo me decía sobándome el culo y empezando a desabrocharme el cinturón. Luego fue desabotonando el pantalón, hasta que tiró de ellos bajándomelo a los tobillos.

   Empezó a acariciarme con sus manos el culo por encima del slip, mientras me lo iba bajando poco a poco hasta dejarlo junto al pantalón.

   Dios que bueno estás, me decía acariciándome el culo con sus manos.

   Llevó sus manos a mi polla, teniéndome así de espaldas a él, empezando a acariciármela mientras me trataba de ir descapullando la polla.

   Ay mariconcito, aún estás sin descapullar, me decía tratando de descapullar el glande de mi verguita, me acariciaba los huevos y poco a poco me iba descapullando.

   Yo quieto como una estatua, dejaba que el viejo marinero me fuese desvistiendo, a la vez que me iba metiendo mano. Me gustaba las caricias que me daba, y como me estaba tratando. Me tenía de espaldas a él, con la polla tiesa y dura, mientras me acariciaba los huevos y me iba bajando la piel del prepucio, haciendo que la cabeza de mi polla se fuese descubriendo.

   Cuando consiguió descapullarme por completo la polla sin que yo no hubiese protestado nada, tiró de mi nique subiéndomelo hacia mi cabeza, sacándomelo por completo. Lo tiró encima de una especie de baúl que allí tenía, luego se bajó él los pantalones y calzoncillo, y pegándose a mi espalda, empezó a restregarse por mi culito.

   Me arrimaba a él todo lo que podía, sujetándome con sus manos por mis ingles, y tirando de mi para que me pegara todo lo que podía a él.

   Yo notaba como su polla se iba restregando por mi culito, y como sus manos tiraban por mi hacia él, me mantenía con una mano pegado a él, mientras con la otra me iba acariciando por todo el cuerpo. Aquello que era nuevo para mí, me estaba gustando y me hacía desear más. Me gustaba la sensación que sentía al notar su polla restregándose por mi culito, y el calor que me daba su cuerpo pegado al mío.

   El viejo marinero, no paraba de jadear mientras me mantenía pegado a él e iba restregándose la polla y huevos por mi culito, teniéndome completamente desnudo.

   Agachó su cabeza poniéndomela sobre el hombro, empezando a besarme el cuello y lamerme las orejas, mientras me susurraba lo bueno que estaba y lo mucho que le gustaba.

   ¡Ay mariconcito que bueno estás! ¡Ay que gusto! ¡Ay que gusto! Gritaba sin dejar de restregarse a mí.

   Así me tuvo un buen rato, hasta que me dio la vuelta, me colocó su polla entre mis piernas y ordenándome que las apretara, empezó a mover su pelvis, simulando una supuesta cogida.

   Yo notaba como la polla del viejo marinero no paraba de babear, pringándome toda aquella parte, y como su polla resbalaba metida entre mis piernas.

   Cuando se cansó de tenerme así el viejo marinero, empezó a morderme las tetillas, haciéndome gemir por primera vez, luego fue bajando hasta llegar a mi polla, se la llevó a la boca, metiéndola toda. Joder, menuda boca que tenía el viejo se había tragado toda mi polla de una atacada, y no se metía los huevos por que no le daba la gana, porque sacaba la lengua teniendo mi polla dentro, y la llevaba hasta el perineo, lamiéndome los huevos.

   Joder que gusto me estaba dando aquello, el viejo marinero con toda mi polla dentro de su boca, una mano sobre la base de mi polla, y con la otra tocándome el esfínter anal.

   Estuvo así un rato chupándome la polla, hasta que, levantándose, me cogió por los hombros haciéndome agachar, llevó su polla hacia mi cara, ordenándome que abriera la boca mientras acercaba su polla a ella.

   Anda mariconcito, abre bien la boca y chúpala como hice yo. Abrí la boca como me pedía, y con un poco de asco y repelús, fui dejando que aquella polla entrara en mi boca. Era la primera vez en mi vida que tenía una polla en mi boca, y por encima estaba toda pringosa de líquido preseminal.

   Al principio sentí un poco de asco, abriéndome en arcadas, pero poco a poco fui chupando, hasta que aquella verga que entraba y salía de mi boca, me iba dejando agradables sensaciones. Hasta el liquido seminal que soltaba me estaba gustando.

   Lo que no esperaba, es que el viejo marinero, descargase toda su leche dentro de mi boca, y eso fue lo que sucedió.

   El viejo marinero sujetándome la cabeza sin dejar que me apartase, empezó a jadear fuertemente, gritando que se corría.

   ¡Ohhh me corro! ¡ooohhh me corro! Gritaba empezando a soltar su leche dentro de mi boca, sin que yo pudiera apartarme.

   Al principio noté como su polla se hinchaba más dentro de mi boca, y como de repente, empezaba a expulsar un líquido espeso y templado con un olor muy fuerte, Casi me hace devolver, pero como no me quedaba otra opción, tragué aquello, pudiendo luego saborear el semen que me había largado el viejo en la boca. 

   Bueno no es que fuera algo exquisito, pero al final no sabía mal, por lo que me terminó gustando, chupé la polla del viejo marinero, dejándola limpia y sin ningún resto de semen.

   Aquella era la primera vez en mi corta vida que chupaba una polla, y que probaba el semen, y no me había desagradado.

   Ahora el viejo fue el que se apoderó de mi polla, y llevándosela a la boca, la estuvo chupando hasta que consiguió su premio.

   Claro que el viejo era mucho más experto, e hizo que me corriera en su boca muy pronto. Con su lengua me lamía los huevos y perineo, mientras mantenía toda mi polla dentro de su boca, luego chupaba el glande, como si fuese un ordeñador profesional. Además, que con su mano hurgando en mi esfínter hizo que me corriera en su boca enseguida.

   Me agarré a la cabeza del viejo marinero, y moviendo mi pelvis como una locomotora a toda velocidad, empecé a correrme en su boca, dando fuertes alaridos.

   Me corro, me corro, gritaba soltando todo mi esperma sobre la boca del viejo marinero. ¡Oh! Me corro, me corro, ¡ohhh ooohhh! Me corro. Había descargado todo mi esperma en la boca del viejo marinero.

   Sujetado a la cabeza del viejo marinero, con las piernas temblándome, iba recuperando la respiración, mientras el viejo, seguía exprimiendo mis huevos, sin desperdiciar ni una gota de semen.

   Una vez recuperada la respiración, y sin gota de semen que el viejo pudiera saborear, me subí el slip y pantalón, me puse la camiseta, y después de despedirme del viejo marinero, me marché hacia la parada del autobús, e irme para casa.

   Aquel día no pude volver a ver a los amigos, por supuesto que nada les conté de lo sucedido entre el viejo marinero y yo, cuando volvimos otras veces a alquilar lanchas, actué como si nada hubiera ocurrido entre el viejo y yo.

   Por supuesto que había ocurrido, fue esa vez y otras 2 veces más las que estuve con él. Siempre me chupó la polla hasta hacerme correr en su boca, y el correrse en la mía, haciéndome tragar su leche.

   Ese domingo fue la primera vez que tuve una relación sexual, la siguiente fue el lunes, ya que estábamos en las vacaciones de verano, y volví a acudir a la cita del viejo marinero, donde me volvió a chupar la polla hasta hacerme correr en su boca, y la última fue el miércoles de esa misma semana, donde me volvió a chupar la polla hasta correrme en ella, además de ese día correrse él también en la mía, haciéndome tragar toda su leche.

   Luego no recuerdo el porqué, pero no volví a quedar con él.

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