Era tan bello, tan tierno. Estaba obligado a dejarme llevar, y me dejé llevar.
Abrazados, besándonos encima de la cama y sólo vistos por un dulce amanecer rojo que filtrado por una gran cristalera, nos iluminaba. Permanecimos lo que pareció sólo un pequeño instante de mi vida.
Sus manos acariciaban mi trasero de una forma lenta y sensual, yo la miraba y sonreia, me dejaba llevar, era como un juego con un final que parecía prometer...
Estabamos hablando cuando todo quedó en silencio. Sentados en el sofá ella me miraba con esos grandes y oscuros ojos negros que siempre me cautivaron...