Deslizó hacia atrás la piel de mi polla, dejando el capullo totalmente al descubierto y empezó a chuparmela de una forma brutal. Sentía como llegaba a su garganta. Sus labios apretaban firmemente mi polla, su lengua la lamía con placer.
Era una de esas tediosas tardes otoñales de domingo. Estaba en mi casa, recostado en el sofá, dormitando levemente y pensando en algo que hacer.