Estaban las luces apagadas, solo se veía el fulgor del fuego de la chimenea y de las velas que habíamos colocado. El me estaba esperando.
Cada vez que leía los relatos escritos por los demás, me imaginaba a mi misma como protagonista de alguno de ellos, solo de leerlos mi piel se erizaba, y un pequeño escalofrío recorría mi piel.