Quiroga, de una manera amena y sarcástica, nos muestra recovecos y tropos para desarrollar el culingulesco arte de narrar cuentos.
Julieta jamás imaginó que en plena selva húmeda tropical, encontraría la más descomunal esencia de la sagrada Ceiba... portada por un anciano.
Los pecados de la carne suelen quebrantar la inocencia y la castidad de aquellas mujeres que, pese a su fidelidad, se ven arrastradas a ciertas circunstancias que las desquician y las hacen entonces presa fácil de algo que se les vuelve inevitable.
Aprendemos a amar la transgresión, porque la asociamos indisolublemente a la exquisita sensación del placer prohibido y a la aún más excelsa experiencia de burlar esa prohibición y degustar los manjares de los frutos prohibidos.