Con cierto disimulo, levanté la falda, desplacé la braga a un lado y me toqué la vagina, llenando mis dedos de jugos.
Alicia se volvió, se situó de rodillas delante de mí y puso un pecho en mi boca que lo lamí con desesperación mientras metía mi mano para acariciarle el culo.
Nunca me pereció tan bello un 69. Boca contra sexo, las piernas abrazándose el cuello mutuamente, impidiendo que se despegaran un solo segundo.
Pequeño Hiro, notando las palpitaciones de tan largo tronco, presagiando la inminente corrida, le pidió a su hombre que le dejara chapársela.
Mis pechos erguidos, mis pezones salían de la aureola, tensos. Mi sexo parecía cantar por los leves chasquidos que producían sus palpitaciones.
Creo que era una nube donde me encontraba cuando sentí su miembro frotar mi clítoris, antes de abrirse camino hacia mi interior.
Ni que decir tiene que me quedé extasiada, mojada, sintiendo mis jugos atravesar la fina tela de mis braguitas, cayendo por mis muslos. Qué extraña sensación, ni con un hombre me había puesto así jamás, sin que existieran tocamientos previos.