No pudo apartar la vista de tan maravilloso y deseable cuerpo, como tampoco logró impedir la tremenda erección que hacía crecer su pene en forma desmesurada; para colmo, ella comenzó a acariciarse los pechos y pellizcarse suavemente los pezones que se erguían bajo las caricias de sus dedos.
Yo me tocaba como ella me había enseñado separando los labios con los dedos índice y anular y rozando suavemente el pequeño bultito que se advertía en la comisura de mi sexo...
Contemplé la expresión del rostro de mi hermano Oscar, convulsionado por el goce que mis labios y mi lengua le estaban proporcionando...
Cumplo el sueño de participar a los lectores mis experiencias sexuales; comienzo por las vividas con mi hermano Oscar, con quién aún hoy mantenemos una maravillosa relación