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Mi cuñadita (I: La iniciación de la piba)

en Amor filial

            No viene al caso la forma en que mis cuñadas y yo vinimos a parar juntos a la cama. Hépziba era una chiquilla apenas, inexperta y angelical. Sin embargo a sus 13 años ya ha desarrollado un cuerpo exquisito: sus nalgas y sus senos casi han alcanzado las enormes proporciones que los de sus hermanas mayores.

            La cosa es que a esta edad a Hépziba ya le picaba la curiosidad por saber del sexo y probablemente ya se lo había comentado a Petro, pues era ésta última quien me la había traído a mi casa.

            Fue en una casa que tienen en la ciudad donde quedamos de reunirnos un día martes. Mi novia estaba en la capital y Petro (mi cuñada mayor) había ido a traer a Piba al cantón donde vivía con la familia. Le había dicho a su madre que quería que la chiquilla le acompañara a “hacer unas compras” y mi suegra, sin desconfiar nada le había permitido venir. Bueno, yo llegué como quince minutos después de la hora convenida. Toqué la puerta metálica de afuera unas tres veces y casi al mismo tiempo se escuchó adentro la voz de ambas que dijeron al unísono:

            -¿Quién es?

            -Yo, Hans -dije.

             Las dos corrieron a la puerta (pienso yo) porque quien abrió fue Petro y detrás de ella, bien cerquita estaba Piba. Como que ambas había salido a encontrarme.

            Me hicieron pasar y sentarme en una silla de la sala que era lo único que tenían en ese momento en aquella casa que la ponían en alquiler eventualmente.

            - Buenas tardes -dije.

            Petro apenas me saludo con una leve inclinación de cabeza, pero Piba sólo agachó la cabeza mientras un intenso rubor empezó a encender sus mejillas descoloridas y su mirada osciló entre el suelo y mi vista, haciéndome saber con ello que ella estaba totalmente enterada de la razón por la que los tres estábamos ahí.

            Me ofrecieron una bebida. Habían llevado del super una serie de cosas, víveres más que todo. Me dieron una gaseosas enlatada y se sirvieron ellas una también. Platicamos por un espacio de tiempo que me pareció largo.

            Al final fue Petro quien rompió el hielo.

            -Y... bien.¿Recordás porque te dije que viniéramos aquí? -me dijo.

            - Sí -contesté secamente.

            - ¿Qué tal si... pasamos al cuarto... ya...

-         Muy bien como quieran.

 Petro se levantó del suelo donde se habían sentado y se limpió la parte trasera del jeans golpeándolo suavemente con las palmas de las manos y dio unos pasos. Yo me levanté de la silla y me dirigía a la habitación también, pero la voz de Petro me hizo volver la mirada:

            - ¡Vamos, Piba! No te quedés allí, vení con nosotros.

            La Piba se había quedado sentada, sin saber qué hacer cuando Petro se había levantado. Desde ese momento me di cuenta que aleccionar a la niña iba a tomar tiempo. Pero ni modo, sería una tarea muy, muy agradable.

 

            Llegamos y nos sentamos en la cama. Petro sin decir muchas palabras comenzó a quitarle la ropa a su hermanita. De “tres patadas” como se dice aquí en El Salvador, la hermana mayor dejó al descubierto el espléndido cuerpo de su hermanita. Blanquita toda ella, lo único que resaltaba era el color de la vergüenza de sus mejillas y sus pezones poco pigmentados.

 

            Para entonces yo ya me había quitado toda mi ropa. Piba no podía disimular el asombro que le causaba el enorme trozo de carne que se erguía de mi entrepierna como una serpiente lista a atacarla.

            Nerviosa le dijo algo al oído a su hermana mayor y ésta se dio una risita por las palabras de ella.

            - Dice que si tiene que comerse todo eso.

            - No, Piba -le dije- Sólo hasta donde aguantes.

            - ¡Ah, vaya! Menos mal -dijo con un dejo de alivio la chiquilla.

 

Ya estábamos desnudos Hépziba y yo, mientras Petro la adiestraba:

            -Mira, Piba -le decía - tomas el garrote por la base y luego te lo introduces a tu boca así...

            Y comenzó a mamarlo deliciosamente y a chuparlo de una forma frenética. Lo soltó un momento y tomándole una manita a Hépziba hizo que lo asiera. La muchachita lo tomó por el tallo y se lo embutió en la boquita, abriendo al máximo sus labios y pudo, con esfuerzos apresar la cabeza y dar unas chupaditas inocentes. La succión casi infantil poco placer me proporcionaron y quizás Petro se dio cuenta y poniendo una mano sobre la cabeza de su hermana asiendo el miembro con la otra comenzó a dirigirla...

            -No. Así..-dijo Petro al mismo tiempo que su mano obligaba a la cabeza de la Hépziba a bajar más y zambullirse el pene más profundamente dentro de su boca. Ahora la nena imitó a su hermana casi perfectamente. Aunque era la primera vez que lo hacía, no lo ejecutaba tan mal. Su lengua inexperta aprisionaba mi pene contra su paladar sabrosamente mientras ejercía una suave succión. Pero, por tener boquita pequeña, no todo el miembro entraba en ella. Petro corrigió esa situación abarcando lateralmente mi miembro y entre ambas me procuraban un enorme placer.  Momentos después puse a Hépziba a gatas e iba a penetrarla en ese momento cuando Petro me detuvo:

            -¡No!, espera...

            -Qué..? -pregunté sorprendido.

            -Te voy a ayudar. La Piba nunca lo ha hecho y no quiero que la vayas a desgarrar..

            ¡Vaya noticia! Claro que estaba virgen, se le notaba a leguas. Con gusto me la hubiera cogido salvajemente, pero como estaba la hermana mayor, desistí de ello y consentí que fuera ella quien me guiara para no lastimar a Hépziba. Ya habría oportunidad más adelante de hacer con esa putita lo que yo quisiera.

            Así, Hépziba en cuatro, Petro le separó las nalgas y tomó mi pene por el tronco, dirigiéndolo a la pequeña hendidura escasamente velluda.

            -¡Vaya! -dijo- ahora métete con cuidado.

            Afirmé a Hépziba por las caderas y empujé despacio, hacia dentro de las tripas de la chiquilla. Chilló y se retorció cuando mi órgano carnoso invadió sus cavidades nunca antes exploradas. Petro colocó una mano sobre mi abdomen para detener la incursión y dijo:

            -Hasta ahí no más vas a llegar... Piba, ¿estás bien?

            -S...sí -dijo Hépziba a penas.

            Entonces Petro me dio el aval para proseguir, pero a condición que no iba a penetrar más allá de donde me había señalado.  Teniendo a la niña en esa pose, no pude evitar acercar más mi mano derecha a la línea media de sus nalgas y hundir con fuerza pero lentamente,, mi pulgar dentro de su anito.  Piba gritó.

            -¿Qué pasó? -dijo Petro.

            - ¡Mi culo! - alcanzó a gemir la Piba.

            Petro reparó entonces en lo que yo me entretenía y me dijo.

            -¡No!, ¡Sacalo!

            Intenté hacer caso omiso de lo que me pedía, pero Petro, al ver que no le obedecía me tomó la mano y la retiró con gran esfuerzo. Estaba furiosa.

            -¡Puta! -masculló- ¡Trátala bien, que es mi hermana la que te estás cogiendo, no una puta!

            En realidad me chocaba estar con tantas limitaciones; yo sabía que aquello le dolía a la chamaca, pero también sabía que su vagina daba para tragarse un miembro completo y algo más, aunque esa fuese su primera vez. . Me estaba perdiendo un placer monumental por hacerle caso a Petro. Pero ni modo, ahí estábamos y bajo su conducción. En esa ocasión no pude enterrar si no sólo la mitad de mi virilidad dentro de la niña. ¡Maldita Petro! Pero sabía que después de la niña, ella iba a querer que me la empalmara, y entonces me desquitaría en ella toda las barbaridades que quería hacerle a su hermana menor.

            Empujando poquito, despacio, con calma logré que la cavidad de la Piba se amoldara a  mi instrumento. La chiquilla gemía, chillaba y se sacudía con violencia a cada movimiento mío, era lógico si la estábamos estrenando. Su cuerpecito blanco y pletórico parecía desmembrarse por los movimientos convulsivos y la verdad, no sé si tuvo o no un orgasmo esa vez. La cosa es que la Petro consideró que cinco minutos de penetración eran suficiente para ser la primera vez.

            -¡Basta! Por ahora es suficiente.

            Y me empujó de manera que mi garrote salió desterrado del refugio húmedo y caliente de su hermanita.

.

            -Pero para que no te quedes con las ganas... cógeme a mí...

            Y se quitó la ropa en un dos por tres. En verdad su cuerpo tenía poco atractivo comparado con el de su hermanita. Todo bien proporcionado, sí, pero me gustaba más el de la chiquilla definitivamente.

            Tampoco iba a despreciar el cogerme a mi cuñada mayor, porque aparte de todo estaba muy buena. Se puso a gatas sobre la cama y yo apunté mi pene en dirección a su hendidura vellosa y se la enterré hasta lo más profundo. A los primeros movimientos, Petro como que se fue de este mundo y tensaba y encorvaba la espalda y gemía palabrotas que no alcancé a entender. Ambos nos habíamos olvidado por completo de Hépziba, hasta que su vocecita nos sacó del éxtasis sobre el cual volábamos:

            -Y yo,  qué hago?.

            Petro se echó una risotada por el humor de sus palabras y le dijo:

            -Ven acá, abre las piernas.

            Hépziba se acercó y abrió sus piernas blanquitas, en el sitio que le había  indicado Petro, muy cerca de la boca de esta última. Los labios de la mayor se posaron con delicadeza sobre el sexo de Hépziba y lenta y bondadosamente su lengua comenzó a explorarle la vagina, adentrándose con suavidad en la cavidad, hasta hace unos mementos virginal.

            Hépziba no atinaba qué hacer o decir con la nueva sensación y como por instinto, comenzó a mover sus caderas en círculo, exponiendo a la lengua de su hermana los puntos donde sentía más placer. Mientras, yo continuaba entrado y saliendo de la vagina de Petro, habíamos hecho una especie de "trencito", del cual yo empujaba hacia dentro de Petro y ésta hacia su hermanita. ¡qué excitante era escuchar los rugidos de Petro, entremezclados con los gemiditos apagados de la muchachita.

            Petro me dijo que nunca se la habían tirado por detrás y que si yo podía complacerla con eso. Obvio es que no me negué. Ella se puso en pie en el suelo, manos sobre el colchón y yo detrás de ella, listo para complacerle sus gustos. así pues, comencé a penetrarla por su orificio trasero, con mucha dificultad al principio.

            -Ven, Piba. -dijo al llamar a la nena- ahora vas a probar algo delicioso.

            Hépziba se puso arrodillada bajo ella y a su indicación empezó a lamerle el sexo mientras mi pene grueso y duro se embutía a escasos milímetros de él. La mayor gritaba y se retorcía cada vez que mi miembro se le clavaba en el recto y crispaba los dedos como queriendo enterrarlos en el colchón. Por supuesto el dolor de la penetración poco usual le hizo implorar:

            -Espérate... no te muevas, dejame a mi encargarme de todo.

            Así pues, solté sus caderas y ella empezó a revolverlas como un torbellino desordenado en círculos, produciéndose y produciéndome una sensación tan placentera.

            Yo casi acababa y se lo dije.

            -Abre la boca, Piba -dijo Petro en un momento de escasa lucidez. Mientras, Hépziba sólo abría la boquita, esperando algo que aún no sabía qué era, Petro alcanzaba un orgasmo enorme, que la envió fuera de sí instantáneamente. Casi en el momento me sentí reventar y saqué el falo del culo de Petro y Ésta cayó desvanecida sobre la cama y quedó sólo Hépziba, aún sentada y esperando... de pronto, de mi verga salió disparado un chorro de semen que golpeó violentamente las mejillas de la nena. El segundo proyectil le roció directamente el paladar y ella volteó la cabeza al sentir el sabor extraño. Yo la tomó por la cabeza y le indiqué que lo mamara hasta vaciarlo totalmente.

            -Vamos, Piba. Hazlo -le ordenó Petro.

            La nena, quizás con un poco de asco o de vergüenza, lo tomó entre sus manitas y lo chupó hasta el final. Petro la haló donde ella y con sus manos le limpió el rostro.

            -Ve a vestirte que ya nos vamos.

            Hépziba salió de mi habitación y Petro me dijo, mientras se vestía:

            -Me gustó mucho. Quiero más de eso, pero vendré mañana. ¿OK?.

            -Está bien -dije.

            -No le digas a “tu novia” nada de esto...

            Petro salió de la habitación sin decir ni siquiera adiós. Así es mi cuñada

mayor: mujer de pocas palabras...