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Tragica acampada

en No Consentido

Ramón trabajaba en unos grandes almacenes. Tenía 40 años y una familia a la que adoraba: Paqui, su esposa, y sus dos hijos, Gema de 15 y Alejandro de 13 años.

Después de una semana agotadora tras las ventas navideñas, y aprovechando 3 días seguidos de libranza y aunque el tiempo no era muy bueno, decidieron ir a una playa del sur, donde por estas fechas se disfruta del mar en total silencio sin el bullicio de los turistas de otras épocas. A pesar de las protestas de Gema, que ya empezaba a no gustar de las salidas familiares y prefería salir con su pandilla, muy pronto tenían preparada su autocaravana con todo lo necesario para una acampada de 3 maravillosos días y se ponían en marcha.

Tal y como tenían previsto, poco antes de la hora de comer, estaban ya en una maravillosa playa, junto a un pinar, donde aparcaron su caravana y donde no se oía otro ruido que el de las olas del mar. La casa habitada más cercana debía estar a unos cuantos kilómetros de allí, pero no necesitaban nada. Habían traído provisiones suficientes para pasar los 3 días en completo aislamiento y disfrutando del entorno.

Tenían suerte, incluso el clima les acompañaba y, tras la comida, pudieron tomar el sol en la arena bajo una agradable temperatura. Como estaban solos, a Paqui no le dio el mínimo pudor despojarse se su parte de arriba del bikini y poner sus pechos al sol, cosa que nunca hacía ante más gente. A pesar de sus 36 años, sus pechos eran aun firmes y bonitos. La niña sin embargo, por el habitual pudor adolescente por la presencia de hombres, aunque estos fueran su padre y su hermano, tomaba el sol con el bikini completo.

Ellos se creían solos pero, a lo lejos, entre los pinos, alguien con unos prismáticos les observaba.

Empezó a caer el sol y Ramón se apresuró a preparar unos focos junto a la caravana, mientras la familia entró dentro a cambiar sus bañadores por otra ropa. Hacía buena noche y ¿por qué no aprovecharla para cenar en el exterior?. Aunque la caravana era grande, ya tendrían tiempo de estar dentro de ella. La noche era tan agradable que incluso aún podían mantenerse en pantalón corto y camiseta.

Terminaron de cenar y el cansancio del viaje comenzó a hacerles mella. Eran apenas las 11 de la noche pero sus cuerpos pedían irse a descansar, así que enseguida estaba toda la familia dentro de la caravana y el sueño se apoderó de ellos con rapidez.

Sería la 1 de la madrugada cuando 3 motos se acercaban a la aislada playa, con los motores apagados deslizándose por la cuesta abajo. Muy pronto unos golpes despertaron a Ramón. Alguien llamaba a la puerta de la caravana con insistencia y con voz de desesperación gritaba: ¡¡ Por favor, ayúdenme, necesito ayuda, por favor !!.

Ramón no se lo pensó dos veces y se dispuso a abrir la puerta. Enseguida se imaginó que algún pobre hombre había sufrido un accidente en la estrecha carretera sin iluminación que había cercana.

Nada más abrir la puerta, una pistola se colocó sobre su frente y sin que pudiera pronunciar palabra, fue obligado a salir de la caravana. En ese momento se dio cuenta de la situación. Tres hombres de unos 30 años, con no muy buen aspecto, estaban fuera esperándole. Enseguida pensó que había caído en la trampa y que iban a robarles.

Siempre a punta de pistola, le acercaron a un árbol a unos 4 metros de la caravana y de pie y apoyando su espalda contra el árbol, le ataron las manos al tronco.

Estaban aún atando a Ramón cuando Paqui, que también se había despertado, asomó la cabeza fuera del vehículo. De inmediato corrió la misma suerte y encañonada fue llevada a otro árbol junto a su marido, atándola del mismo modo.

Fue Paqui la primera que habló y muy asustada dijo: Por favor, no nos hagan daño, cojan lo que quieran, no tenemos mucho pero no nos hagan nada.

Los 3 hombres se miraron y comenzaron a reirse abiertamente. La estampa que se presenciaba era patética. Ramón descalzo y atado, vestido con su bañador rojo y su camiseta y con gesto de pánico, mientras su esposa, también atada y descalza, vestida con una camiseta blanca larga que le cubría hasta medio muslo y únicamente debajo sus braguitas que quedaban ocultas por la camiseta.

Bueno, vamos a ver, ¿qué teneis en vuestra casa rodante que podamos llevarnos?. Les dijo uno de ellos.

En el cajón de la mesa está el dinero. No tenemos más cosas. Cójanlo y suéltennos, por favor. Hablo Ramón.

Dos de los hombres entraron en la caravana mientras Ramón y Paqui se miraron pensando: Con un poco de suerte ni siquiera se despertarán los niños y se evitarán el susto.

Pero estaban equivocados. Al momento aparecieron aquellos hombres, cada uno llevaba agarrado del pelo a los dos muchachos, y dijeron:

¿Con que no teníais nada eh?, ¿y esto que es?.

Por favor, dejen a los niños en paz. Si quieren iremos a buscar mas dinero, pero suéltenles a ellos por favor. - Suplicó Paqui desesperadamente.

Los chicos, recién despertados, aún no eran muy conscientes de la situación que estaban viendo. Rápidamente los dos hombres se apresuraron a ponerles en los pies unas esposas metálicas a cada uno como las que usa la policía habitualmente que les unía sus tobillos y les impedía andar. Y allí quedaron de pie frente a sus padres, Alejandro o Alex como le llamaban, descalzo y vestido únicamente con una camiseta oscura y calzoncillos blancos, y Gema, también descalza sobre el suelo, con una camiseta larga roja y, al igual que su madre, únicamente con sus braguitas debajo que la camiseta ocultaban.

Uno de ellos se acercó al coche y conecto a la batería los cables de las luces que horas antes había instalado Ramón.

Aquellos hombres pararon un momento su actividad y sentados en el suelo se limitaban a contemplar a sus rehenes, clavándose sus ojos sobre todo en las dos mujeres.

La madre era un mujer guapa y apetecible, y Gema, su hija, había salido a ella. Tenía una melena rubia preciosa y una carita aún de niña angelical por la que empezaba a asomar ya alguna lágrima. Con sus 15 años, tenía ya un pecho bien formado aunque no abundante y lo que se podía ver de sus piernas alucinaba a aquellos hombres.

Bueno, vamos a jugar un rato, - dijo uno de los hombres.

Agarró a Gema por los pelos y casi arrastras la llevó delante de su padre. La chica gritó por el dolor que los tirones de pelo le produjeron y a saltitos llegó hasta allá.

Bájale el pantalón a tu padre. ¡¡Vamos, rápido!!. Bájalo a los tobillos.

La chica aterrorizada tomó el bañador de su padre con ambas manos y tiró de él hacia abajo totalmente. Mientras tanto, el hombre agarró la camiseta y se la sacó por el cuello de Ramón, de forma que le quedó con las mangas puestas y enganchada a su cuello.

Aquel hombre cogió la mano de la muchacha y la llevó hasta los genitales de su padre, obligándola a tocarlos. La polla de Ramón, muy a su pesar, aumentó su tamaño con las caricias de Gema, aunque sin llegar a la erección. Ramón se sentía culpable por ello pero al sentir los roces, su sexo había reaccionado.

Tras un ratito así, el otro hombre acercó allí también al muchacho, le quitó completamente la camiseta y cogiéndole también por su mano, le obligaron a tocar a su padre.

Nenita, ahora que ya has aprendido a bajar calzones, bájaselos a tu hermano.

Alex inmediatamente se llevó las manos a sus calzoncillos para sujetarlos, mientras decía incesantemente que no. Pero Gema, aún sujeta por los pelos, llorando y muerta de miedo, no dudó un instante y a la vez que el otro hombre agarró las manos de Alex, Gema cogió su calzoncillo y lo bajó hasta los pies, donde topó con las esposas de sus tobillos.

Por vergüenza Alex se tiró al suelo tapándose e intentando subirse de nuevo sus calzones, pero uno de los hombres aprovechó para arrancárselos de un tirón seco y agarrándole por el pelo le hizo ponerse en pie de nuevo. El muchacho avergonzado se cubrió sus testículos con las manos pero enseguida el hombre la agarró por atrás sus manos dejando a la vista unos genitales que, con sus 13 años habían empezado ya a desarrollarse y tenían ya algo de vello.

Igual que antes, cogieron la mano de Gema y la acercaron a los testículos de su hermano y sin tener que insistir, presa del pánico comenzó a acariciarlos. La polla del chico también muy pronto comenzó a reaccionar a los estímulos que recibía.

Entonces, agarrando a Gema por el pelo, la obligaron a agacharse e introdujeron la polla de su hermano en su boca, moviéndola la cabeza convenientemente hacia atrás y adelante. El pene de Alex creció aún más y los gestos del chico no eran ya de desagrado. A pesar de lo desagradable de la situación, aquello le estaba excitando mucho.

Cuando mejor lo estaba pasando, apartaron a Gema y obligaron a Alex a inclinarse delante de su padre y a que chupara su polla. Aquello ya no le gustó tanto pero lo peor vendría ahora.

Mientras chupaba de mala gana, uno de los hombres se había sacado su verga, ya bastante excitada, y colocándose detrás del chico intentó metérsela, pero un grito de Paqui, que contemplaba todo horrorizada, hizo ponerse en alerta a Alex que se puso de pie y se apartó.

Pero de poco le sirvió, con sus tobillos esposados, fue cogido por dos de aquellos tíos por sus brazos y obligado a la fuerza a inclinarse o la presión que ejercían le partiría los brazos. En aquella posición de culo en pompa, y a pesar de las súplicas del crío y de sus padres, el otro tío se colocó detrás de él y con toda la tranquilidad del mundo busco su ano, primero con un dedo y luego con su polla que apuntó al agujero. Con gran esfuerzo y enormes alaridos de Alex, la polla fue entrando a base de bruscas acometidas. A cada apretón la cara de Alex se desencajaba y gritaba más fuerte. Tanto fue el dolor, que perdió el conocimiento, pero aquel hombre no paró y siguió follando aquel cuerpo inerte, sujetado por sus dos amigos, ante la desesperación y súplicas de sus padres. No paró hasta quedar bien satisfecho, dejando al muchacho tirado en el suelo y abundante sangre corría por sus piernas.

Bueno, ahora les toca a las chicas. No os preocupeis que también hay para vosotras. Dijo uno de los hombres burlónamente.

Tu, niña. Enséñanos las tetitas de tu madre. Levántale esa camiseta que se ha puesto.

Gema, después de contemplar lo de su hermano, estaba paralizada de terror. Ramón gritaba constantemente que dejaran a su familia, pero era como si las voces no las escuchara nadie. Los hombres no le prestaban la más mínima atención. Por su parte, la cara de Paqui era de resignación, como conociendo lo que vendría ahora.

La niña, agarrada a un árbol como estaba, no movió ni un músculo. Entonces aquel hombre se acerco a ella muy despacio y cuando estaba junto a ella, le dio un sonoro bofetón y con tal fuerza que, unido a que tenía sus tobillos amarrados, la hizo perder el equilibrio y cayó al suelo. Debido a la caída, por primera vez aquellos hombres la vieron sus braguitas blancas que la chica en el suelo se apresuró a tapar de nuevo con su camiseta.

El mismo hombre que la había abofeteado, la agarró del pelo y media arrastras la llevó ante su madre y volvió a repetirle la orden:

Levántale la camiseta a tu madre.

Paquí, ante el temor de que pegaran más a Gema, la dijo:

Hija, haz lo que te digan, no te preocupes por mi. Levántame la camiseta.

Gema rompió a llorar sonoramente a la vez que empezaba a levantar la camiseta a su madre, poco a poco, hasta que quedaron a la vista sus pechos. Al igual que a su marido, le sacaron la camiseta por el cuello, enganchándola en sus hombros.

Ahora bájale las bragas.

La chica también lo hizo, dejándolas en sus tobillos.

De un empujón retiraron a Gema, que volvió a caer al suelo, y los tres hombres estuvieron contemplando a Paqui que avergonzada permanecía atada al árbol y ahora completamente desnuda, mirando al suelo.

Cuando se cansaron de mirarla, los tres hombres se acercaron a ella y comenzaron a manosearla, besarla y tocarla por todo su cuerpo, metiéndole uno de ellos sus dedos por sus partes íntimas, hasta que a uno se le ocurrió una idea que los demás celebraron con risas y entusiasmo.

¡Vamos a desatar a su marido y veamos como se la folla!.

Y enseguida se acercaron a Ramón, lo desataron del árbol y le colocaron delante de su esposa atada. Mientras los otros dos hombres agarraron a Gema y a Alex, poniéndoles una navaja al cuello y acercándoles también a donde estaban sus padres. Y uno de los hombres dijo:

Ahora mismo te vas a follar a la putita de tu esposa, que lo vean tus hijos como lo haces o les cortaremos el cuello.

Ante aquella amenaza Ramón no lo dudó y sin oposición alguna de Paqui, intentó penetrarla aunque sin éxito porque su pene no tenía suficiente erección por la tensión del momento.

A la vista de ello, uno de los hombres acercó a su hija ante su polla y la obligó a chupársela y muy pronto alcanzó una aceptable erección. Entonces, retirando de nuevo a Gema, uno de los hombres le dijo:

Venga, inténtalo ahora y si no lo consigues, la joderemos nosotros.

Ayudándose con la mano, apuntó bien su pene en la vagina de Paqui y, aunque con esfuerzo, consiguió introducírsela. Paquí emitió un lamento dado que aquella brusca entrada le había producido dolor en su vagina seca. A partir de ahí, los hombres contemplaron con risas y obligando a los niños a mirar como su padre follaba a su madre.

Ramón se tomó tan en serio el papel que eyaculó y todo dentro de su esposa. Entonces le retiraron de allí y volvieron a atarle al árbol.

En cuanto estuvo de nuevo atado, volvieron donde Paqui, la desataron y tirándola al suelo y sin contemplaciones la penetraron por su vagina y por su ano. La mujer chilló y lloró, lo cual hizo también perder los nervios a su esposo atado y a sus hijos que también lloraban con sus tobillos esposados.

Cuando se cansaron de perforar sus orificios, la volvieron a atar al árbol y se sentaron en el suelo, mientras uno de ellos se metía en la caravana y salía con algo de comida y bebida.

Los tres hombres comieron y bebieron alegremente durante más de una hora, mientras toda la familia permanecía allí atados y horrorizados. Tenían frío ya que todos, excepto Gema, estaban completamente desnudos.

Finalmente uno de los hombres, mirando a Gema, dijo:

Bueno preciosa, ahora te toca a ti.

Toda la familia temía que aquel momento llegaría, porque Gema era el bocado más apetecible de todos y lo habían dejado para el final.

Uno de los hombres se levantó y agarró a Gema por su melena rubia, haciéndola ponerse de pie, con los tobillos aun esposados.

El hombre se pudo detrás de ella y agarrándola la camiseta larga que le llegaba hasta la mitad de sus muslos, comenzó a subírsela.

Gema al principio intentó tímidamente sujetar con sus manos la camiseta pero, por miedo, no puso mucho empeño.

El hombre la levantó la camiseta hasta la altura del ombligo enseñando a los otros dos hombres las braguitas blancas de la chica.

Y dejándola así, se sentó junto a los demás mirándola.

Queremos que te vayas desnudando tu solita. Venga, súbete más esa camiseta.

Gema estaba paralizada de miedo y ni se movía.

Obedece !!!!, grito uno de ellos

Entonces, uno de ellos se levantó y se acercó a Paqui, la madre. La metió la mano entre las piernas y agarrando su vello, dio un fuerte tirón, quedándose en las manos con un buen matojo de pelo, a la vez que Paqui dio un enorme alarido de dolor.

Se acercó a Gema y tirándola los pelos a la cara la dijo:

O haces lo que te decimos o la próxima vez será peor

La chica rompió a llorar y empezó a levantarse la camiseta pero al llegar a sus pechos, la vergüenza le hizo detenerse de nuevo. Aquello suponía enseñar sus pechos, que hasta ahora ningún hombre había visto, no sólo a aquellos tres hombres sino también a su propio padre que contemplaba todo horrorizado.

Esto hizo perder la paciencia a aquellos sádicos que se abalanzaron sobre su hermano Alex y se oyó un enorme grito. Le habían cortado una oreja y, aún goteando sangre, se la mostraron ante su cara a Gema, mientras Alex no paraba de llorar angustiosamente.

Quítate la camiseta, volvieron a repetir los hombres

Ahora si que Gema empezó a levantar su camiseta y sacándola por su cabeza, se cubrió con ella en las manos sus pechos.

De un tirón, arrancaron la camiseta de las manos de Gema, que seguía tapando sus pequeñas tetitas con sus manos.

En estos momentos, Ramón perdió los nervios y comenzó a gritar. La visión de su mujer violada ante sus ojos, su hijo llorando con la cara ensangrentada y ahora su hija siendo despojada de sus ropas, le habían hecho enloquecer y gritaba desesperado que dejaran a su hija en paz. Uno de los hombres se acercó a él y propinándole un fuerte puñetazo en el estómago, le hicieron callar a la vez que perder la respiración. Volviendo frente a la niña, le ordenaron:

Quita las manos de ahí !!!. Queremos ver tus tetas, dijeron riendo.

Gema, presa del pánico, quitó temblorosamente las manos del pecho, juntando sus manos delante de su ombligo, mientras sus lágrimas corrían por su cara.

Los 3 hombres no lo dudaron y se abalanzaron sobre ella, manoseando su mordisqueando sus pezones hasta que se aburrieron. Entonces volvieron atrás, se sentaron en el suelo y la ordenaron:

Date la vuelta.

Gema, se giró quedando de espaldas a aquellos hombres. Incluso se sintió aliviada al perderlos de vista, pero entonces volvieron a decir:

Ahora ve bajándote las bragas lentamente.

Como Gema no hizo la mínima intención de empezar, uno de los hombre cogió una estaca de madera que allí había y propinó un enorme palo a la chica en su trasero, que emitió un enorme alarido a la vez que con sus manos se tocaba su culete dolorido por encima de sus braguitas.

Ante la amenaza de recibir otro azote así, comenzó a tirar del elástico de su braguita hacia abajo.

Muy lentamente fue bajando su braguita hasta dejar al descubierto su hermoso culete y mientras los 3 hombres lo celebraban riéndose de ella. LLegado a ese punto, Gema se paró y uno de los hombres se levantó y agarrando sus braguitas se las bajó más, dejándolas un poco por encima de sus rodillas y, aprovechando también la ocasión para tocarla y pellizcarla su trasero.

El hombre volvió a sentarse en el suelo junto a los otros dos, a metro y medio detrás de la chica que seguía de pie y de espaldas con sus bragas bajadas.

Ahora pon tus manos sobre la cabeza, la ordenaron.

Ella, lentamente obedeció la orden.

Y ahora, date la vuelta, queremos ver tu chochete.

La chica, ya desesperada, empezó a girarse y con enormes sollozos y sus manos sobre su cabeza, dejó ver su pubis, mientras mantenía sus piernas lo más juntas que podía, amarradas aún por sus tobillos esposados. Muy poco vello y de color clarito cubría su sexo aún virgen.

Y ahí empezó una brutal fiesta.

Los tres hombres se abalanzaron sobre ella, quitaron las esposas de sus pies y se las pusieron en sus manos y manosearon todo su cuerpo, especialmente su entrepierna.

Uno de ellos se sentó en una banqueta y sentó sobre sus piernas a Gema sujetándola a la vez que manoseando sus pechos. Otro se agachó ante sus piernas y abriéndoselas, comenzó a acariciar sus partes más intimas, primero con sus manos y luego con su boca.

Al cabo de un rato, la pusieron de nuevo de pie y uno de ellos agarró su cabeza bajo el brazo y bajando su cabeza, la hicieron inclinar su espalda hasta que su culito quedó en pompa. Enseguida empezó a notar como un dedo presionaba su entrada trasera y pronto como estaba dentro de ella. Sin tardar mucho, una enorme polla estaba intentando taladrar aquel agujerito.

Gema había dejado ya de suplicar y de su boca sólo salían gritos de dolor y llantos. Las únicas palabras que se oían eran las súplicas de sus padres que atados frente a su hija, estaban contemplando toda la escena.

Los esfuerzos del hombre para introducÍrsela eran en vano. Su culito era muy estrechito, pero insistía una y otra vez. Los chillidos de Gema eran desgarradores. Por fin, el inicio de su polla había conseguido entrar y ya fue más fácil abrirse camino a la vez que el ano de Gema se desgarraba y la sangre empezaba a gotear. Pero el hombre no se cortó y entraba y salía violentamente de aquel culito virgen al son de los gritos de la chica.

Cuando terminó de taladrar su culo y satisfecho habiéndose corrido dentro, se retiró y dejó vía libre a sus dos compañeros, quienes tumbaron a Gema sobre el suelo boca arriba y abriéndola las piernas, uno de ellos se dispuso a penetrar su también virginal sexo.

La chica estaba fuera de si y, aunque trataba de resistirse, con las manos atadas y tras el brutal castigo ya sufrido, apenas acertaba a controlar los movimientos de sus piernas.

No le fue difícil a aquel hombre situarse entre sus piernas e introducir el dedo en su agujerito, provocando una mueca de terror en Gema. Durante un rato, disfrutaron contemplando el precioso chochito de la niña, casi sin pelo y penetrándolo con sus dedos. La cara de Gema mostraba muy a las claras como quería morirse ante la humillación que estaba pasando.

Pero enseguida, una polla estaba iniciando su entrada en su vagina. También violentamente fue penetrada y de dos fuertes empujones, aquel hombre rompió su himen y la perforó a fondo. Gema volvía a llorar desesperada mientras el hombre entraba y salía de ella, hasta que depositó su leche dentro de su cueva.

Pero aún quedaba el otro hombre, quien la volvió a penetrar con fuerza y violencia a la vez que la besaba en la boca, hasta que tras más de 5 minutos de follarla, descargó también dentro.

Gema estaba destrozada, tanto física como psiquicamente. Los hombres empezaron a vestirse y procedieron a quitar las esposas a la chica, largándose de allí apresuradamente, mientras Gema, aunque libre en el suelo, no tenía fuerzas para levantarse.

Aquel fin de semana marcaría la historia de aquella familia para toda su vida.

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