miprimita.com

En cabina

en Voyerismo

En cabina

por A. S. Anaya

¿Listo para levitar?

Ingrese usted a la cabina, tome asiento y cierre correctamente, a fin de que no puedan meterse polizones. Está solo y con su alma. Póngase cómodo, aunque el espacio que tiene para mover los pies es ciertamente estrecho. Relájese. Piense bien en todo lo que va a hacer.

No... no se distraiga ahora con todos esos pensamientos lúdicos que siempre suele tener, o con extrañas visiones de mujeres sensuales que se desnudan delante suyo para provocar que se libere su descocada imaginación... Tómese la cosa en serio, pues.

¿Listo? Ahora alce la vista y compruebe que su visibilidad sea positiva, observe si su monitor se encuentra en buenas condiciones (posiblemente, sea un Panasonic de buena resolución). Vea si la luz de su tablero está encendida, si todos los controles y accesorios se encuentran en su sitio y en función activa. Compruebe si el ventilador que está sobre su cabeza está girando y si la luz interior se haya en su modalidad tenue.

¿Todo bien? Ahora, a su izquierda, debe haber una gran tecla iluminada en color rojo, que lleva la inscripción "push", y a su derecha, un especie de hueco cóncavo, dentro del cual se encuentra enganchado un cilindro plástico con sendas patitas provistas de resortes en los extremos. Asegúrese si dentro de este importante cilindro se encuentra incorporado un rollo de papel y, si junto a éste, existe el correspondiente cesto.

¡No toque nada... por ahora!

Antes, lleve su vista al extremo superior derecho y vea que la ranura correspondiente se encuentre libre --que no tenga un chicle, por ejemplo--, a fin de que pueda usted depositar el conjunto de discos metálicos --fichas-- que le permitirán elevarse, descender y ensoñarse con todo lo que quiera y durante el tiempo que aguante; todo al ritmo de la película erótica que previamente ha elegido, mediante la tecla: "selection".

--¡Ohooo, ohooo...! --escuchará los quejidos de esas mujeres hermosas que, efectivamente, no ha podido usted quitarse de la cabeza, ya que... no, por fortuna no es usted de esas personas que se toman la vida tan en serio.

Ah, pero si el volumen de los quejidos --y rechinidos de colchón-- le parece excesivo, quizá molesto para sus vecinos de otras cabinas --con todo y que quizá todos ellos se encuentren haciendo lo mismo que usted-- puede bajarle un poco, mediante el potenciómetro --perilla-- que tiene usted a su mano izquierda.

Todo está aquí, al alcance de su mano... en este conjunto de cabinas eróticas de las calles de Génova --incorporadas a una de las muchas "sex-shop" que en los últimos años se han venido sumando al paisaje de la ciudad--, donde cinéfilos que no sufran de claustrofobia pueden presenciar las películas más recientes del género.

¿Ya vio el lector Indiana Mack? Se trata --dice la caja del vídeo-- de un joven y rico aventurero, quien conoce a una guapa arqueóloga que esta buscando un medallón mágico que, según la leyenda, da un enorme poder a quien lo lleva. "Aventuras, intrigas y pasiones se sucederán en este filme, que transcurre en Santo Domingo, donde todo es sexo explosivo en un escenario exótico", se agrega.

¿Qué opina de La Academia? No lo comente con gente de Televisa, porque: "ssh... es un secreto: ¿donde encontrarías tantas chicas hermosas dispuestas a practicar un sexo tan morboso? La respuesta se encuentra en esta escuela privada, donde se prepara a las actrices porno y se les enseña las tablas del oficio..."

¿Le interesan cosas más sonoras y cálidas... digamos: Campanas del infierno? Esta cinta contiene "tres historias exclusivas del maestro del morbo Frank Tring": Viajero tórrido, Los ricos son todos pervertidos y Jefe de jefes. En la primera de ellas, "Laura es una hermosa joven con gustos morbosos que se dedica a volar y a volar" --como usted mismo, quizá, lo hace ahora--. En la segunda, "Cristina conoce a una pareja de condes con secretos sucios", y en la historia final, "una secretaria de grandes senos le vuelve las tornas (¿?) a su jefe y no tarda en conseguir que éste se arrastre como un perro a sus pies, ataviados con botas". Interesante, ¿no? Puede usted también adquirirla y llevarla a su propia oficina.

Elija, pues, la cinta que guste --¡de entre 5 mil parecidas!-- y véala en la privacidad de su cabina. Sabe usted lo que quiere y nadie tiene por qué cuestionar sus gustos peliculescos. Sepa además que no acuden ahí --que se sepa-- ninguno de esos aburridísimos críticos de cine: De Luna, Carro, García, Turrent, Cárdenas, etcétera. Ande, pase usted, ciérrele bien la puerta... eso sí, y gócelo. Total, ¡Ya es viernes!