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La Espada de Aviondore (4)

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La Espada de Aviondore (IV)

original en Inglés por Colleen Thomas

"¿Has tenido muchos? Quiero decir, amantes", preguntó T’larin.

"Tuve un montón con las hermanas de sangre", dijo Tess desganadamente. Como T’larin no respondió la joven continuó. "La hermandad era más que una simple formación militar T’larin, era una familia. Nuestras jerarquías estaban compuestas por mujeres que habían sido violadas o raptadas de sus poblados y villas. La hermandad nos brindaba a todas una familia y un lugar seguro. Es cierto que algunas aún tienen amantes varones, pero la mayoría de nosotras sólo amábamos a las de nuestro grupo."

T’larin se sentó en silencio e intentó pensar en esto. La sociedad humana era tan diferente de la suya. El amor entre elfos se demoraba décadas en florecer y el acto real era raro incluso entre las parejas casadas. La mayoría tenía desde luego amantes a lo largo de las largas eras y algunos, como el Capitán Farseer tenían muchas, pero eran excepciones. T’larin nunca había contemplado el amor entre dos mujeres, al menos no hasta que conoció a esta joven. Mientras más lo pensaba más ansiosa sentía que se ponía. ¿Cómo consumarían el amor dos mujeres? Su experiencia con los varones era muy limitada y no había encontrado agradable el acto.

Tess pareció interpretar su silencio como desaprobación y suspiró profundamente. "Lo siento," dijo por fin. Su voz trajo de vuelta la mente de T’larin de sus pensamientos.

"¿Por qué?"

"Por decirte eso. Estoy acostumbrada a despreciar y odiar, simplemente me atreví a ansiar...". rompió las palabras y casi corrió hacia la escalera. Se había ido antes de que T’larin pudiera hallar las palabras para expresar lo que sentía. T’larin iba a llamarla, pero decidió no hacerlo. En vez de eso dijo al elfo que bloqueaba el camino de la joven con la espada desenvainada que estaba bien y que ella era libre de ir a donde quisiera.

T’larin no estaba segura de sus sentimientos y no supo qué debía decir, necesitaba tiempo para pensar. Agitando la cabeza se desnudó rápidamente y se sumergió en el agua caliente. Como siempre, el agua le lavó de sus preocupaciones y empezó a pensar en todo mientras tomaba un sorbo de su hidromiel.

***********

T’larin yacía en su cama descansando la cabeza sobre sus manos. Estaba medio despierta y plena de una energía sin nombre que no podía explicar, ni siquiera para sí. Escuchó crepitar la escalera al subirla alguien con lentitud. Silenciosamente Tess se movió hasta el borde de la chimenea y observó atentamente los carbones encendidos.

T’larin había usado el tiempo para pensar y decidir sobre todo lo que sentía y sabía. Así como los sentimientos eran nuevos y extraños, eran también maravillosos y se sentía en paz. Incluso entonces le resultó difícil hablar.

"¿Dónde has estado Tess?"

"Estuve con Ral. Es un hombre ... quiero decir, elfo, muy extraño. Me ha dicho mucho sobre ti. Sobre todo lo que hiciste para salvarme la vida. Debí ser aún más agradecida si lo hubiera sabido. Tal vez no te habría contado tan fácilmente de mi pasado si hubiera sabido todo lo que sé ahora. Sabía que los elfos eran arrogantes y orgullosos, pero no sabía lo bajo que piensan de nosotros. Has arriesgado mucho albergándome."

"¿Ser menos honesta me habría mostrado mayor gratitud?"

"No. No puedo ocultar lo que siento por ti. Saber que mañana puede ser el último amanecer que vea no lo hace menos."

"¿Tess?" dijo T’larin incorporándose sobre la cama.

"¿Sí?" dijo la joven sin voltearse.

"¿Me mostrarás?"

"¿Que te muestre qué?" dijo la joven ahora girándose para ponerse frente a T’larin.

T’larin tomó profundamente aire, "¿me mostrarás cómo consuma su amor una mujer por otra?"

A la suave luz del fuego su rostro era un conjunto de contrastes, esperanza, miedo, confusión, todo dibujado sobre sus rasgos hermosos tan fácilmente legibles a T’larin como cualquier libro de la biblioteca de su padre. Empezó a hablar, pero no salió ninguna palabra. Pasó saliva e intentó de nuevo, "T’larin".

"No hables. Has despertado en mí un deseo ardiente como nada que haya conocido antes. Nosotros los elfos nos movemos muy despacio en los asuntos del corazón. Creo que tu raza no es así. No pretendía que sintieras que no te quería. Te he conocido por tan poco tiempo que me resulta difícil creer que sientas algo por mí. Después de pensar las cosas me doy cuenta que tengo sentimientos hacia ti. Cómo es eso no lo puedo decir, pero sé con el corazón que es cierto. Si aún lo quieres, puedo aprender sobre la pasión humana".

Tess rió de gusto y de un salto se lanzó hacia el regazo de T’larin acostando a la delgada mujer contra la cama mientras temblaba fuertemente. T’larin luchó contra el impulso de intentar lanzar lejos a la joven. Había pedido una lección de pasión humana y se dio cuenta que estaba a punto de recibirla. Sonrió y se preguntó si la sobreviviría.

Tess relajó su presión y se apoyó en sus codos, sonriéndole a T’larin.

"Tu primera lección es que cuando yo abrazo, tú me devuelves el abrazo", dijo y sonrió. T’larin debía tener una expresión perpleja porque Tess inspiró a fondo y se separó de ella girando.

"¿Hice algo mal?", preguntó T’larin.

"No, no, claro que no. Es sólo que, bueno, no estoy segura de qué hacer contigo. Es cierto que tuve muchas amantes, pero siempre tenían más experiencia que yo y ellas eran quienes lo iniciaban todo. Ahora yo soy la de la experiencia, pero nunca he estado entre los Elfos y no sé nada de ellos".

T’larin sonrió y se estiró para tocar la mano de Tess, "Entonces aprenderemos juntas".

Tess le devolvió la sonrisa y se llevó la mano de T’larin a los labios. Suavemente besó la palma de la elfo y luego se metió un dedo a la boca. Tess separó los labios y chupó mientras pasaba la lengua sobre el dedo de T’larin. Ésta por su parte nunca había sentido algo así, tan suave, tan sensual; sintió que su pelvis se contraía y sus pezones se endurecían. Tess se metió todo el dedo a la boca y entonces lo sacó lentamente, deslizando los labios por toda su extensión. Un estremecimiento pasó a través del cuerpo de T’larin cuando la punta se deslizó fuera de la boca.

"Bueno, parece que te gustó eso".

"Mmm, sí ... no sé qué decir, las sensaciones son ... extrañas".

"No digas nada, sólo relájate y disfruta. Si algo no se siente bien, o si esto se vuelve incómodo para ti sólo dímelo. No te mentiré, nunca he deseado a nadie como te deseo y tiendo a ponerme ... muy entusiasta cuando hago el amor. Tienes que decirme si voy demasiado lejos o demasiado rápido".

T’larin asintió y observó cercanamente a Tess. Los ojos verdes de la joven brillaban y viajaban por cada curva del cuerpo de T’larin. Los hombres la habían visto antes de esa manera, con la misma hambre, pero siempre eso le había causado repulsión. Ahora, las sensaciones no eran de repulsión sino de excitación y una creciente necesidad de algo, que empero no conocía. Tess se acercó a T’larin y movió los hombros hacia atrás adelantando los pechos.

"He visto cómo los observas, ¿te gustaría una ojeada más cercana?"

De repente la boca de T’larin estaba seca y se sentía muy estúpida. No pudo encontrar su voz y al final asintió en silencio con la cabeza. El pesado lino de la camisa que llevaba Tess estaba muy estirado para mantener cautivos sus pechos y T’larin se estiró hacia adelante dubitativa. Tess la miraba y cuando T’larin empezó a alejar la mano Tess le tomó de la muñeca y la haló hacia su pecho. El seno era firme si bien suave, deliciosamente flexible si bien maravillosamente resiliente. T’larin lo masajeó suavemente y fue recompensada por un largo suspiro de Tess.

Mientras la mano de T’larin siguió explorando sintió que el pezón se endurecía bajo su palma. La otra mano se movió al pecho de Tess y agarró los senos de la joven, sintiendo su peso y el suave ascenso y descenso de ellos al respirar. Las manos de Tess habían estado ocupadas desatando la camisa en la garganta y muñecas. Miró a T’larin y sonrió. La expresión de rapto en el rostro de la mujer elfo era algo que valía la pena observar. Mirando de cerca a T’larin tomó el borde de su camisa y se la sacó por sobre la cabeza. Los ojos de T’larin se abrieron de par en par y ganaron un tono luminoso, pero alejó las manos como si se las hubiera quemado.

Tess apretó los labios y se preguntó qué debía hacer luego. T’larin era tan extraña, al parecer dispuesta un segundo y al siguiente perdida en sus pensamientos. Ya estaba muy excitada y luchaba contra el impulso de simplemente abalanzarse sobre T’larin y arrancarle la ropa. Tess nunca había sentido tal deseo devorador. Le habían dicho muchas veces acerca de la hechizante belleza de los elfos, pero nunca creyó en las historias. Ahora estaba completamente encantada con T’larin. Se sentía incómoda y torpe en comparación con la gracia de la elfo y junto a la forma delicada de T’larin se sentía casi vulgar y entorpecedora.

Aún se sorprendía de que esto estuviera pasando y desesperadamente deseaba que fuera más allá, pero no podía decidirse sobre qué hacer luego. Miró una vez más a T’larin y decidió que tomaría una aproximación más directa. Se quitó las botas y luego se puso de pie, agarrando con los dedos la cintura de sus mallas. La elfo la observaba con la cabeza hacia un lado.

"Aquí va", pensó mientras deslizaba las mallas por su cuerpo y se deshacía de ellas.

Los ojos de T’larin quedaron adheridos a su entrepierna y Tess sintió el familiar cosquilleo en sus miembros. La mujer elfo se le acercó tentativamente y acarició su vello púbico con caricias tan suaves que eran una tortura. Tess había estado desnuda ante muchas mujeres, había visto miradas que iban desde el hambre hasta el mero interés, pero nunca había visto a nadie tan fascinado. Si no lo supiera pensaría que T’larin estaba en un trance.

T’larin sentía la lujuria bajo sus dedos, recordó cuando vio por primera vez el pubis de Tess y cómo quería tocarlo ya entonces. Siguió acariciando suavemente, inconsciente de las sensaciones que producía en la joven. Tras un corto rato T’larin notó una humedad y que sus dedos estaban pegachentos. Retrocedió su mano, lo que hizo que la mujer gimiera suavemente. T’larin junto cuatro dedos y se los pasó por el pulgar asombrándose de lo fácil que su pulgar resbalaba sobre los otros. Se llevó los dedos a la nariz e inhaló profundamente. El aroma era sobrecogedor, un fuerte y puro almizcle que hacía su cabeza dar vueltas.

T’larin sentía la lujuria bajo sus dedos, recordó cuando vio por primera vez el pubis de Tess y cómo quería tocarlo ya entonces. Siguió acariciando suavemente, inconsciente de las sensaciones que producía en la joven. Tras un corto rato T’larin notó una humedad y que sus dedos estaban pegachentos. Retrocedió su mano, lo que hizo que la mujer gimiera suavemente. T’larin junto cuatro dedos y se los pasó por el pulgar asombrándose de lo fácil que su pulgar resbalaba sobre los otros. Se llevó los dedos a la nariz e inhaló profundamente. El aroma era sobrecogedor, un fuerte y puro almizcle que hacía su cabeza dar vueltas.

Las piernas de Tess temblaban, casi se había corrido con la suave caricia de T’larin. Se estiró y tomó la camisa de la Elfo y la quitó rápidamente por sobre su cabeza antes que T’larin pudiera siquiera protestar. Tess siempre había asumido que T’larin tenía una piel extremadamente bella, pero lo que le dio la bienvenida a sus ojos era incluso más delicioso e intrigante. Los senos de T’larin eran pequeños y firmes con pezones muy grandes, pero en cambio del rosa o pardo que Tess esperaba eran de un azul muy llamativo. La piel era impecable y se veía sedosa pero sólo ahora a la luz suave del fuego Tess apreció realmente el tinte azul pálido. No obstante, no pudo alejar los ojos de aquellos pezones. Las aureolas eran rudas y arrugadas, mostrando la excitación de T’larin, pero ese color era más que fascinante, un tono profundo de azul que no podía describir.

Su mente hizo el salto a preguntarse qué color encontraría cuando quitara las mallas a T’larin. Sus manos parecían haber tomado esa decisión antes que su mente. Puso las manos en los hombros de T’larin y suavemente la empujó hacia atrás. Tomando las increíblemente largas piernas de T’larin se las puso sobre sus hombros y luego enroscó los dedos en la cintura de las mallas. T’larin protesto entre murmullos pero Tess ya no la escuchaba. Haló las mallas sobre las caderas delgadas de T’larin y por sus piernas.

Si T’larin había estado fascinada con el coño de Tess, la humana entró en un trance igual con el de la elfo. El coño de T’larin era tan calvo como el de una bebé y su monte era muy prominente. Una vez más, la forma era correcta, pero el color era simplemente divino. Desde el azul casi traslúcido de su piel el color se oscurecía en su monte hasta algo como del color de un huevo de petirrojo. Los labios eran de un azul más oscuro y Tess se contuvo de separarlos para ver el color que tenían los pliegues interiores. T’larin aún observaba atentamente la conchita de Tess y esto le dio una idea a la humana.

"Parece que las dos hemos encontrado algo que ha captado nuestro interés", empezó en un susurro sensual, "si quieres, conozco una forma en que las dos podemos investigar al mismo tiempo".

T’larin asintió pero no dijo una palabra; era como si ver el cuerpo desnudo de Tess la hubiera dejado muda. Tess sentía que su corazón martilleaba en su pecho mientras ayudaba a T’larin a reclinarse en la cama. Ahora venía la parte que le preocupaba. Había planeado en algún momento sólo abrazar y tocar, pero el fuego en sus muslos estaba saliéndose de control ahora. Era un poco avanzado para una principiante, pero Tess lo deseaba demasiado como para contenerse. Rápidamente pasó una pierna sobre el cuerpo de T’larin y rodó encima de la elfo. Sus rodillas quedaron apenas tocando los hombros de T’larin y sus codos estaban a cada lado de las delgadas caderas de la elfo. Sus brazos se enrollaron por debajo y entonces separó suavemente los muslos de T’larin.

T’larin se encontró con su rostro apenas a unos centímetros del coño de la joven que se encontraba suspendido sobre su cara. Los muy afinados sentidos de T’larin fueron casi su muerte. Primero, estaba ese aroma embriagador, su cabeza empezó a volar con su intensidad. Fuerte, almizclado, exigente, sentía que su pecho se contraía y su respiración se hacía más difícil. Por si eso no fuera suficiente también estaba el verlo, tan cerca que podía observar cada vello que constituía el triángulo púbico de Tess. Los delicados labios rosa se asomaban fuera y revelaban un fragmente de los pliegues internos más oscuros. Estos eran de un rosa profundo, casi rojo, pero sutilmente menos que rojo. También había un ligero líquido blanco, que daba una apariencia perlada a cualquier parte a la que se adhiriera.

Tess no tenía idea de lo que T’larin estaba pensando y realmente ni siquiera era importante en sus pensamientos. Toda su mente estaba enfocada en la flor delicada ante sus ojos. Los muslos de T’larin eran tan delicados como la seda más fina y tan suaves como la mejor sábana. Su valle era plano y carnoso, pero parecía totalmente proporcional a sus muslos. Sus labios exteriores estaban bellamente formados y eran de un azul claro que Tess sólo podía comparar con el huevo de un petirrojo. Tess no podía detectar ningún olor ni ver ningún signo de que T’larin estuviera excitada. Más que decepción esto sólo servía para hacerla querer llevar aún más a esta mujer al éxtasis.

T’larin aún intentaba controlar su respiración cuando sintió que los dedos de Tess dulcemente separaban sus labios. Podía sentir la punta de los dedos de la mujer masajeando su lugar más secreto y esto le enviaba descargas eléctricas por todo el cuerpo. Estas descargas se tornaron en un fuego al rojo vivo cuando los dedos fueron reemplazados por la suave y tibia lengua de Tess. T’larin quedó sin aire con el cambio de textura y de presión. Ese órgano increíble se deslizaba por sus labios externos, dando suaves vueltas sin prisa. T’larin empezó a sacudirse, pero los brazos de la joven la sostuvieron firmemente en su sitio. Cuando esa suave lengua excavó entre sus labios para acariciar los pliegues internos T’larin gimió.

A medida que la lengua de Tess se esforzaba por entrar entre los labios de T’larin, notó por qué no había visto ninguna señal externa de excitación. El cuerpo de T’larin no producía ningún olor en absoluto excepto por una leve aroma de enredaderas. Tess nunca encontraría palabras en toda su vida para describir el sabor de los jugos de T’larin. Era como beber de la fuente de una fría montaña, limpia y refrescante. Sólo cuando tomó su tiempo para saborearla puedo degustar el sutil tono oculto de una dulzura que era mucho mayor que la de la miel. Los jugos de T’larin también producían una peculiar sensación de cosquilleo en su boca, un cosquilleo que parecía crear un hambre por tener más.

No contenta con solamente incitar, Tess enderezó su lengua y empezó a frotar con fuerza contra la raja de T’larin, limpiando toda la dulzura que encontraba allí. Lamía como un gato y mientras más fuerte lo hacía más encontraba. Desplazándose hacia la entrada a la cueva de T’larin encontró más y lentamente el sabor empezó a cambiar. Mientras más excitada se ponía la elfo sus jugos se volvían más dulces y pronto Tess encontró el sabor casi insoportablemente maravilloso. Se preguntó brevemente si algo podía saber tan dulce otra vez.

T’larin no estaba segura de estar en el cielo o en el infierno. Las intensas sensaciones de placer bombardearon su mente, estremeciendo todo su ser hasta las raíces. Siglos de barreras y defensas internas se derrumbaban bajo el gentil asalto como cáscaras ante el viento del oeste. Muy por dentro la chispa que ardía tan lentamente en los Elfos ardió en un fuego que era devastador. Toda una vida de supuestos falsos, prejuicios y costumbres sociales hondamente enclavados se fundieron en esa llama, dejando sólo la esencia de la mujer. En ese momento diáfano, la esencia de esa mujer sólo quería dar y recibir placer de la mujer que yacía sobre ella.

T’larin gimió con un sonido que era musicalmente claro y penetrante, pero definitivamente diferente a cualquier cosa que Tess hubiera escuchado antes. Se detuvo en lo que hacía y empezó a girar la cabeza para ver si había hecho algo mal, pero sintió que los brazos de T’larin rodeaban su cintura y la halaban hasta que su coño se asentó en el rostro de la elfo. Segura ahora de que era placer y no dolor, redobló su ataque sobre el inflamado sexo de T’larin.

T’larin estaba ahora perdida en un mundo que Tess llenaba completamente. Sentía la piel sobre la suya propia, el peso de su cuerpo y los pechos suaves sobre su vientre además del embriagante aroma de su excitación y ahora el increíble sabor. Era poderoso, un gusto almizclado con matices dulces y salados. Más fuerte que el vino más añejo de las vetas de su padre, llenaba su boca y hacía que tambalearan sus papilas gustativas. Tess estaba muy mojada y pronto los labios y lengua de T’larin estaban llenos de sus líquidos. La elfo lamió frenéticamente intentando tener más. No lo hacía ya a un nivel consciente y no intentaba hallar los sitios que le gustaban a su amante. Simplemente tenía que tener más y cada sabor sólo aumentaba su sed más que apagarla.

Tess rió audiblemente de felicidad. Podía sentir la lengua de T’larin en ella, y la urgencia era plana si faltaba la técnica. Se obligó a no pensar en la ola en aumento de su propia excitación, intentó ignorar las sensaciones de su propio coño empapado y se concentró ahora en enloquecer a T’larin. Separando los labios de la elfo, Tess empezó a lamer su clítoris henchido, primero con largos movimientos de su lengua, luego con caricias suaves como una pluma. Varió el ritmo, la presión y el ángulo siempre manteniéndose alejada de la habilidad de la elfo para ajustarse.

Las caderas de T’larin giraban ahora, saltando y estremeciéndose, pero Tess se aferró fuertemente a sus muslos y continuó el asalto. Cuando sintió que el tiempo era el correcto, empleó un dedo en la estrecha cueva y empezó a entrarlo y sacarlo. T’larin era muy estrecha, pero el interior era suave y resbaloso. Comparadas con T’larin sus otras amantes habían sido ásperas y abrasivas. El delicado cuerpo de la elfo y su constitución ligera la hacían muy estrecha y Tess se preguntaba si podía incluso meterle un segundo dedo sin causarle dolor.

El placer asoló la cordura de T’larin con ondas rojas que subían cada vez más lato. Músculos de los que apenas era consciente que poseía, tenían espasmos muy dentro de su cuerpo. No podía controlar el encogimiento y relajación rítmica, ni podía esperar contener la tensión que aumentaba. El dedo entrando y saliendo de ella parecía llenarla más de lo que cualquier varón que hubiera conocido. La lengua se enfocaba en un punto del que difícilmente tenía conocimiento hasta este momento, un punto que parecía estar conectado directamente con su columna vertebral. Cada latigazo de la lengua de Tess producía un espasmo ahora, cada caricia enviaba una nueva ola que chocaba contra el sobrecargado cerebro de T’larin. Su cuerpo estaba rígido y se sentía segura de que moriría si no la detenía, pero era impotente de resistir la arremetida.

Cuando había llegado al final de su cuerda, cuando se sentía tan bien que estaba segura que moriría con otra caricia, algo sucedió para lo que no estaba preparada. Un choque la recorrió, empezando en su coño inflamado y se dispersó por todo su cuerpo. Llevaba con él un placer eufórico y una deliciosa sensación ondulante. A su contacto sintió que su cuerpo se relajaba, pero sólo por un segundo antes que otra onda la atravesara. Gimió buscando aire como un pez fuera del agua mientras las olas, algunas más débiles, algunas otras más fuertes rompían contra ella. El placer era insoportable y con la siguiente contracción poderosa cayó en un negro abismo.