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Seis pies y 30 deditos (1)

en Fetichismo

Hola a todos, ya estoy grande para jugar al caballito en los pies de las chicas así que me dedico a otras cosas, como por ejemplo, mirar, acariciar, besar y chupar pies y de ser posible, tener sexo con ellos, previa satisfacción a las dueñas con métodos usuales.

Siempre pensé porqué me gustan los pies descalzos o con hawaianas, las piernas cruzadas, los deditos, la visión tipo giantesses y los pies limpios. Bueno, algunas respuestas las tuve de las memorias infantiles con mi tía Olga y la negrita Baión, algo que les relato en entregas anteriores bajo el mismo seudónimo, deditos. El punto de vista desde un poco abajo y frente, cosa que se vean los deditos y parte de la planta, debe ser de cuando se me fijó la afición por los pies, ya que ese debe haber sido el punto de vista del pie que estaba viendo cuando tuve la primera sensación placentera. Esto es casi cierto en una teoría psicológica, ya que leí ejemplos de fetichistas a los que les gustaban cosas parecidas a las mías, por ejemplo, porque tenían mucha diferencia de edad con hermanas mayores y sus fijaciones fueron con los pies de ellas. Otro cuenta que su fetichismo por los zapatos de tacón fue cuando pequeño, bajo la cama, espiaba a su la mucama, y justo cuando sentía su primera erección, la mujer pisó sin querer su mano con ese calzado. Y así otras experiencias que les contaré más adelante.

Ahora un relato de experiencias personales de grandecito

Una vez, hace algunos años fui por negocios a la capital de mi país y al llegar allí empecé a buscar clasificados sexuales referidos a mi fijación, los incomparables pies femeninos. Después de pensar en varios, me decidí por uno que decía "Gozá de mis pies" y un teléfono. Con una perversa idea en mente llamé y pregunté por "la chica de los pies", una agradable risa me contestó del otro lado de la línea y una voz alegre dijo:

- Yo soy una de esas chicas, me llamo Ana.

- Bueno, que bien, ¿y tus pies se dejan besar?

- Una vez que estás conmigo los podés besar, mirar, tocar, acariciar, lamer, rendirles honores, lo que vos quieras, rico... contestó la agradable voz.

Seguimos en contacto un par de minutos más, me contó que eran cuatro chicas, dos para atender a fetichistas y otras dos a los pedidos normales de sexo variado.

Quedamos de acuerdo con la dirección y para allá fuí.

Cuando llegué llamé al departamento que me había dicho y la misma voz del teléfono me preguntó quien era, dije que venía por el aviso y me dijeron que esperara. Del pasillo de la planta baja se abrió una puerta y una agradable mujer de unos 40 años, rubia, de pelo corto ondulado, delgada, con blusa, pantalones y unos elegantes zapatos cerrados me franqueó la entrada al edificio.

- Hola yo soy Ana, y me dio un beso en la mejilla.

Me tomó de la cintura y me hizo entrar. Cuando entré al departamento vi una sala muy agradable, con plantas dispuestas con gusto, sillones y a dos mujeres jóvenes, una contestanto el teléfono, de jean y zapatillas y otra sentada en uno de los sillones, de minifalda, medias negras con liguero y sandalias abiertas en la puntera que dejaban entrever unos muy bien formados deditos, con las uñas pintadas de oscuro. Ana me las presentó; Marilú la del teléfono y Gloria la de sandalias. La cosa pintaba bien.

Ana me preguntó que servicio quería, y le dije:

- Soy fetichista y me gustan los pies descalzos, pero tengo una fantasía que quiero hacer realidad...

Marilú había terminado de hablar por teléfono y me dijo:

- ¿Cuál, rico?

- Gozar de los pies de las tres, dije, bien convencido de que era mi oportunidad...

- Pero yo no hago fetichistas - dijo Marilú - sólo ella y Belén...

- Pero vos seguramente tenés dos pies muy lindos y estás desocupada ahora, además no creo que ignores lo que ellas dos hacen con los pies ¿o no?, dije yo.

- Sí, lo sé muy bien, pero nunca lo hice, además alguien tiene que atender el teléfono, siempre una debe quedar libre...

- Pero, ¿no son cuatro? pregunté.

- Sí, pero Belén está atendiendo un cliente, dijo Ana.

- ¿Puedo esperar? - pregunté - les pago a las tres por dos horas juntos, cuando salga Belén nos vamos los tres a un dormitorio, y yo te explico lo que me gusta.

Me dijeron que no se acostumbraba, pero, que bueno, les había caído bien y recién estaba empezando el día. Nos pusimos a charlar de mis gustos y lo que Ana y Belén sabían hacer, y a todas luces muy bien. Marilú se descalzó un pie y cruzó las piernas, tenía las uñas pintadas de rojo y un pie muy pequeño y gracioso, con deditos delicados y muy apetecibles. Ana hizo lo propio, pero me colocó un hermoso pie con las uñas pintadas de azul oscuro sobre uno de mis muslos, deslizándolo desde la rodilla hacia la entrepierna y volviendo, acerqué mi mano y empecé a acariciar los deditos uno por uno. Eran suaves, firmes y muy tentadores. Me empecé a poner como una moto y se me subieron los arreboles.

Al rato se escuchó otra puerta vecina y al segundo apareció la tal Belén. Casi me caigo del sillón donde estaba sentado, era una bestia vestida con un enterito negro brillante y una sandalias rojas con tiritas finitas que dejaban ver uno exquisitos deditos, largos, delgados y con esa graciosa forma que tienen de arquearse al estar su dueña sobre tacos muy altos. La sandalia tenía una pulsera que rodeaba el tobillo y tenía las uñas pintadas de rojo oscuro. Se acercó a Gloria, y se sentó en el apoyabrazos del sillón cruzando las piernas y levantando los deditos hacia arriba.

Yo ya no daba más, esa visión me llevó a que casi me empalara por la garganta...

- Hola precioso, parece que venís por pies, ¿sos fetichista?

- ¿se nota? - dije con la voz pastosa por la calentura.

Ana le explicó lo que yo quería y Belén aceptó.

Fuimos a uno de los cuartos, allí me desnudaron y me hicieron acostar sobre una alfombra al lado de una cama, Belén y Marilú se sentaron sobre la cama una lado de otra, Ana acercó una silla y descalzándose se colocó detrás de mi cabeza. Yo descalcé a Belén con mucha delicadeza, sin dejar de acariciar esos espectaculares deditos, las plantas, los talones y el empeine. Mientras tando Marilú apoyó sus pies descalzos sobre mis piernas y por instrucción de Belén empezó a acariciar mis muslos y cintura con sus deliciosos piececitos. Mientras tanto Ana comenzó a frotarme con suavidad la frente, las mejillas, el cuello, y también deslizaba sus plantas desde las axilas hasta la palma de mis manos, en definitiva todos los lugares inervados con abundancia. Realmente sabía hacer muy bien su trabajo. Belén me acariciaba desde el cuello, me pellizcaba las tetillas con los deditos y bajaba con suavidad hasta el vello de mi pubis y bajaba hasta los testículos, pero ni ella ni Marilú me tocaban el miembro, que parecía la torre Eiffel. La calentura me estaba quitando la respiración, seis pies hermosos, 30 deditos recorriendo mi cuerpo de arriba abajo. Ana metió sus deditos entre mis labios y yo abrí mi boca ávida para chupar deseperadamente esos deditos deliciosos, con un muy suave aroma a piel, a cuero y al perfume embriagadoramente femenino que seguramente se había puesto en la depresión del tobillo.

De pronto, hubo un cambio, sentí mi tieso miembro recorido muy suavemente por unos deditos traviesos y me imaginé a Belén haciéndolo, era una sensación maravillosamente placentera. Por otro lado, Ana y Marilú intercambiaron sus lugares. Ana se sentó en la cama al lado de Belén, y mientras ésta seguía con sus caricias localizadas, Ana empezó a acariciarme y pellizcarme suavemente los testículos y la base de mi hinchado y muy bien atendido pene con sus pies hábiles y suaves. Marilú siguió con la tarea de Ana y me recorrió la cara, las axilas y los brazos con esos pies tan pequeñitos y delicados, luego se movió hacia un costado e introdujo los deditos de un piecito en mi boca, riéndose un poco porque le provocó alguna cosquilla. Su otro pequeño pie se apoyó en mi cuello y me comenzó a recorrer el pecho, intercambió los pies alternativamente entre el interior de mi boca y el resto de mi cara y brazos. Mientras, bajo mi cintura, Ana y Belén se dedicaban a lo que tan bien publicitaban en el periódico. Yo quería mirar, entonces Marilú se detuvo un momento, me colocó un almohadón bajo la cabeza para que pudiera tener una buena visión del trabajo de las otras dos chicas, y al mismo tiempo se corrió un poco más hacia mi cintura, entonces acercó uno de sus exquisitos piececitos a la zona de trabajo de las otras dos, y colocó el pie derecho sobre mis labios, así es que mi lengua ávida comenzó a lamer y lamer esos deliciosos deditos.

La verdad es que ya no daba más, estaba al borde de explotar, con diez deditos subiendo y bajando a lo largo de mi miembro duro como una piedra, otros diez masajeando mis testículos, cinco más acariciando mi vello púbico en la base del pene, yendo y viniendo hasta el ombligo y otros dos o tres, y a veces los cinco, ya que los pies de Marilú eran pequeñitos, entrando y saliendo de mi boca o dejando que mi lengua ávida y entrenada vagara entre cada dedito, o llegara hasta la planta rosadita y suave.

Las chicas se dieron cuenta de que ya estaba al borde, así que Belén tomó un pie de Marilú y le hizo apoyar los lindos dedos en la base de mi hirviente pene, Ana siguió sobando mis testículos con un pie y con el otro se acopló a Belén en el masaje de vaivén, luego, ya a punto de explotar, Belén se dedicó a masturbarme la cabeza del miembro con sus maravillosamente hábiles deditos, el tronco y la parte media estaban sostenidos desde atrás por un pie de Ana y desde adelante por uno de los menuditos de Marilú, mientras Belén aceleraba sus ardientes movimientos y Ana me sobaba cada vez con más fuerza los testículos, pasados unos maravillosos segundos sentí una explosión de placer que me venía desde las entrañas y revennté en un orgasmo brutal, no sólo genital sino de todo el cuerpo, Ana y Belén siguieron con su trabajo localizado hasta que el miembro empezó a ablandarse y a dejar de latir, mientras que Marilú me acariciaba el torso y la cara con sus pequeños piececitos. Por fin el cuerpo se me relajó, después de un último espasmo, y las chicas me acariciaron todo el cuerpo con sus pies desnudos. Cuando me recuperé, vi que sólo había pasado una hora y veinte desde que habíamos entrado a ese espacio de placer pédico. Pero no me importaba haber pagado, porque lo que las chicas muy profesionalmente me habían hecho no lo pagaba la mayor fortuna del mundo. Eso es lo bueno de las cocottes, sólo una buena explicación y tenés lo que querés hecho cobn dedicación y esmero.

Con pañuelitos perfumados limpié y sequé los pies de las chicas y besé cada dedito, planta y talón, charlamos un rato y me preparé para irme, al salir a la sala, vimos a Gloria, con cara de aburrida y sentada en un sillón, comentándonos al pasar que no había llamado nadie. Tenía las piernas cruzadas, así que le tomé un pie y le besé los deditos a través de la seda de la media y le dije, mañana vas a participar vos. Me despedí de las chicas y prometí volver, ya que mi trabajo en aquella ciudad me iba a insumir una semana.

Esta es la primera parte, porque efectivamente, a los dos días volví, mañana se los cuento...

deditos