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Después de mis tíos

en Sexo Anal

CONOCIENDO DE LA VIDA

Como les contaba en mis anteriores relatos (buscarme en la lista de autores y ordenar cronológicamente mis historias para "ponerse al corriente"), mis tíos me habían enseñado desde los 7 años los placeres del sexo anal. A pesar de sus constantes consejos y sugerencias de que ese era "nuestro secreto", mi curiosidad fue más grande que mis miedos y empecé a explorar otras posibilidades.

Tanto mi tío Pedro como su hermano menor, Pablo, me daban regularmente mi ración de verga nocturna, pero ¿y durante el día? ¿Por qué debía mi hoyito estar vacío hasta la noche? La verdad es que no lo pensaba así, pero al final de cuentas es lo que pasaba. Me preguntaba si a mis compañeritos les ocurría algo similar o si yo era un caso único… y esa curiosidad me hacía ser arriesgado. Por ejemplo, al estar en el baño, haciendo "pis", no perdía oportunidad para ver de reojo el tamaño de las pijas de quienes estaban junto a mí; una de esas veces, uno de ellos me dijo como en broma,

-¿te gusta mi vergota?-, a lo que le contesté con algo de malicia y mucho de conocimiento de causa:

-no está mal, pero he visto algunas verdaderamente enormes-

Obviamente que Chava –ese era el nombre de mi amigo-, se sorprendió y me preguntó con mucha curiosidad que en donde había yo visto vergas grandotas. Le dije que en unas revistas de mis tíos, pero cuando me pidió que se las mostrara, no supe qué decirle. Él siguió insistiendo una y otra vez, hasta que le dije que la verdad, a quien le había visto que tenía una vergota fue a mis tíos. De ahí se desprendieron más preguntas: que cuándo, que cómo, que si en verdad eran grandes, etc. Le dije que se las había visto al orinar, pero eso no lo convenció; yo insistí en que esa era la forma en que se las había visto, hasta que lo convencí… o eso creí.

Un par de días después, Chava me volvió a preguntar que cómo es que les había visto la reata a mis tíos; le dije que ya le había dicho y que no insistiera más, pero vaya que insistió!!! Finalmente, le dije que ellos me la enseñaban y que se acariciaban enfrente de mí y que les salía lechita cuando lo hacían. Chava me dijo que a él ya le salía leche también. Chava estaba en sexto grado y debía tener unos 12 años.

Su confesión me llamó la atención y decidí que debía confirmar si era verdad su dicho, así es que una tarde en que ambos nos habíamos quedado a jugar hasta las 5 o 6 p. m., le pregunté que si de verdad le salía leche; inmediatamente me dijo que si no le creía, que me lo podía demostrar. Le dije que no le creía, así que me invitó a que fuéramos al monte –mi pueblo está en una zona maicera y es muy pequeño- y que me mostraría que no mentía.

No me hice del rogar y empezamos a caminar. No muy lejos de las orillas del pueblo, nos metimos por un canal que tenía bastantes guayabos, los cuales eran nuestra "razón" de adentrarnos en el maizal. Una vez que nos sentimos a salvo de miradas indiscretas, buscamos un pequeño claro entre las milpas y ahí Chava se bajó el pantalón y la trusa y me mostró su verga. La verdad que no tenía nada que ver con las de mis tíos, pero era respetable, dados los 12 añitos que Chava tenía. Una ligera pelusilla se vislumbraba en su pubis, cosa de la que él se sentía muy orgulloso.

Empezó a acariciarse y a jalarse la verga hasta que logró que se le empalmara. Creo que debía medirle unos 12 o 13 cm.; se le pelaba todo el glande y se le veía muy brillante. Estuvo dándole vuelo algunos minutos y nada pasaba, excepto que él me miraba y sudaba y me decía que tal vez por estar yo ahí no podía hacerlo como otras veces. Le dije que se me volteaba para otro lado pero el me contestó que mejor le ayudara… que así sería más rico y más rápido. A pesar de las cosas por las que había yo pasado, no entendía como podía ayudarle, así que él tuvo que decirme que le hiciera como él se estaba haciendo. Lo pensé unos segundos y decidí que no había problema. Me puse a un lado suyo e intenté seguir el movimiento que el hacía, pero no fue posible… el brazo se me cansaba demasiado rápido. Luego, me puse enfrente de él, pero el resultado fue el mismo. Finalmente, me puse detrás de él y entonces ya el movimiento fue natural.

Mientras ponía mi manita alrededor de su tronco, él la apretaba con su mano; en realidad, nunca dejó de masturbarse, sólo que ahora, al sentir mi mano en su palo, el morbo lo ayudó a terminar en unos cuantos minutos. Y sí, descargó un par de chorritos de líquido más bien transparente, pero que a él lo llenaron de satisfacción.

Me preguntó que si ahora si le creía y obviamente le dije que sí. Luego, me preguntó que si de verdad había yo visto revistas "de adultos" y le dije que no, a lo que él me contestó que ya me mostraría algunas que eran de su hermano mayor. Le dije que me parecía muy bien y así quedaron las cosas.

Al día siguiente, me buscó a la hora del recreo y me dijo que traía en su mochila algunas revistas para mostrármelas, así que en cuanto sonó el timbre, nos buscamos y nos dirigimos a nuestro escondite. Una vez ahí, nos sentamos y sacó las revistas. Me preguntó mi opinión y le dije que estaban muy bien, que esas vergas sí que se parecían a las de mis tíos. Me preguntó que si se las había tocado a ellos y le dije que sí… y que me habían hecho como a las mujeres de la revista. No lo podía creer y me dijo que una verga de ese tamaño no cabría en mi culito; le dije que yo decía la verdad y que él me dijera cómo comprobarlo. Me dijo –astuto el tal Chava- que si me cabía una como las de las revistas, entonces me cabría la de él; le dije que claro, ya que era mucho más chica, así que me pidió comprobarlo. Estuve de acuerdo y él me dijo que me bajara el pantalón y mi trusa, cosa que hice rápidamente; luego, el hizo lo mismo y me sorprendió que en cuanto lo hizo, su palo ya estaba tieso, pero más me sorprendió que a pesar de ponerme mucha saliva, no lograba enterrarme la reata… sencillamente no cabía!!!

Estuvo ahí empujando y empujando, sin conseguir que entrara ni siquiera la cabeza, mientras yo me desesperaba y pensaba en el por qué no me la podía meter; entonces recordé que mis tíos siempre se "exprimían" sus vergas y me embarraban lo que les salía, además de que siempre me calentaban -y relajaban- antes de penetrarme. Se lo dije a Chava y no se le ocurrió otra cosa que tocar mi pitito para calentarme, y tratar de que le saliera algo del suyo para embarrármelo en mi culito. Junto con eso, metió un dedo y aunque me lastimaba un poquito por la falta de lubricación, me agradó que por fin pudiera meterme algo, así es que no me quejé, solo le dije que lo sacara y le pusiera más saliva; lo hizo varias veces, hasta que ya no me dolía. Entonces, lo volvió a intentar; me hinqué en el piso y el se puso detrás de mí, luego, con mi experiencia, me agaché dejando mis nalguitas al aire, de tal modo que sólo tuvo que apuntar a mi ano, empujar un poquito y… hasta los huevos!!!

Los dos dijimos casi a la vez, "¡¡entró!!" y entonces él empezó con el metisaca, sin ninguna piedad. Me desilusionó un poco cuando a las pocas ensartadas, lo sentí apretarme fuerte de las caderas, clavarme hasta el fondo y estremecerse mientras gemía, ahhhhh, ahhhhhhh, ahhhhhh. Y ya!! Se acabó. Sin embargo, yo me sentía feliz de haberle demostrado que sí me cabía su chorizo en mi culito. Le pregunté que por qué le había salido la lechita tan pronto y me dijo que estaba muy caliente de tanto que había estado intentando metérmela, pero que si yo quería, me la volvía a meter. El muy cabrón ya la tenía dura otra vez!!! Y como yo soy un goloso, le dije que si el quería, adelante. Por supuesto que esta vez fue mucho más fácil, ya que tenía su primera descarga todavía en mi recto y ano, así que me acomodé como antes, el hizo lo propio y ¡tómala!, hasta el fondo. Esta vez sí que se tardó limándome, clavándome su verguita hasta donde alcanzaba, y mientras, me tocaba mi pitito hasta hacerme sentir unas raras cosquillas en mis huevitos, que luego subía por mi espina dorsal hasta mi nuca, provocando que yo me sintiera realmente encantado. Mientras yo sentía eso tan rico, él me seguía clavando como desesperado, gimiendo y bufando y jalándome hacía el a cada metida de verga que me daba, hasta que otra vez, lo sentí pegado a mí, empujando muy fuerte y luego los espasmos que me indicaban su clímax.

Yo estaba especialmente contento de saber que el "secreto" de los tíos podía ser compartido con alguien más y que, aunque no tenía el tamaño de Pedro o de Pablo, podía tener muchos más, si me apetecía.

Pero las sorpresas no acababan aún, ya que después de un rato, Chava me preguntó que si me había gustado y que qué se sentía. Le dije que para saber lo que se sentía tendría que dejar que a él se la metieran, a lo que me dijo que si creía que alguno de mis tíos se la querría meter… pero esa es una historia que les contaré la próxima vez.