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Nunca se sabe

en Hetero: General

Estábamos como siempre con Ale en el boliche y yo quería comprobar si al final lo seguía amando como mi novio me decía o no.

Luego de un rato de mañas terminó preguntándome si me iría con él, cosa que respondí claramente que sí.

Salimos tomados de la mano del local bailable y tomamos un remis hasta su casa en donde pagó todo él y no me permitió si quiera, enseñarle al conductor mi dinero.

Rápidamente nos ocultamos de su abuelo en su cuarto, como solíamos hacerlo cada tanto. Él no se sentía demasiado bien. Estaba drogado y alcoholizado, yo esta vez esta muy centrada y pensando bien en lo que haría lo que restaba de esa madrugada.

Empezamos a besarnos muy fogosamente parados en frente de su cama. De pronto él tomó con sus manos mi remera y empezó a subirla a modo de quitármela lentamente, con lo cual pude sentir un escalofrío inquietante al rozar el algodón contra mi piel. Acarició luego, mi espalda y cuello dando unos apasionados y hasta bruscos besos por mi cuello hasta de a poco, ir soltando mi sostén. Me sentía fresca pero a la vez con pocas ganas de ponerme "puta" como veces anteriores.

Después le seguí yo con unos tiernos besitos y mimos por su rostro, bajando despacio hasta el glóbulo de su oreja, susurrándole mientras suaves gemiditos y dándole unos chuponcitos. Seguí bajando con mis besos y caricias por su cuello y mientras con mis manos fui subiendo su playera hasta lograr quitársela.

Él comenzó a desprender mis abotonados jeans y yo al mismo tiempo los suyos. Bajó primero los míos y decidí entonces agacharme para terminar de quitar los de él. Tenía mi tanguita de algodón negra que a tanto le gustaba. Me puse el perfume que tanto le excitaba; estaba dispuesta a saber qué quería yo.

Terminé de sacar sus pantalones y delicadamente le "arañé" como una caricia salvaje por entre las piernas. Sentí cómo se erizó su piel al tacto mío. Me sentí emocionada por un instante pero a su vez, confundida.

Nos tiramos sobre el colchón que nos acogía nuevamente en otra aventura. Y retomamos los ardientes besos que esta noche serían distintos. Se puso al borde de la cama y me colocó por encima suyo. Empecé a balancearme sobre su miembro haciendo el mayor contacto posible, sabía que él no utilizaría sus manos. En realidad me sentía mal de que él me creyera una trola, no de que yo no tuviera esa noche sumas ganas de hacerle el amor con énfasis.

De todos modos continué al pie de la letra. Él me tomó por la cintura y se paró conmigo a cuestas acarició con mayor frenesí mi trasero y luego volvió a sentarse sobre la cama. Me subí encima suyo y le pedí que después se acostara. Tal cual, se recostó y con una sutileza le pregunté si podía besarle el cuerpo entero a lo que contestó positivamente con un gesto.

Besé su pecho entero y me concentré en sus tetillas que tantas cosquillitas placenteras le produce. Fui bajando aún más por su estómago llegando hasta su ombligo. En círculos, con mi lengua, rodeé su pupo por completo. Continué bajando y abrí sus piernas y pasé mi lengua por su ingle bordeando su sexo pero sin aún rozarlo. Seguí así hasta sus testículos y fui subiendo hasta besar su glande delicioso siempre. Con mis manos mientras recorría su pecho, y tocaba sus testículos. Empecé a mamársela y al escuchar sus gemidos supe que le estaba gustando quizás, más que veces anteriores.

Entonces le pedí que se pusiera por encima mío. Me dio el preservativo para que se lo colocara(cosa que ya entendí cómo hacer) y empezó a penetrarme de un modo alocado, sumamente activo. Luego me dispuso de costado y con un de sus manos acarició mi clítoris otorgándome un placer exquisito.

La forma en que aquella noche me la metía fue muy rara. No era de costumbre suya ser tan agresivo en el sexo. Pero a la vez, algo de eso me gustaba, aunque no supiera qué.

Nos pusimos de perrito y me empecé a mover para adelante y hacia su cuerpo primero algo lento, fui poniéndole velocidad y sentí como sus jadeos hervían en su sexo en ese instante. Lo ayudé para que terminara. Y exploto alevosamente quedándose por unos segundos totalmente inmóvil sobre mi espalda mientras me abrazaba por la cintura con sus candentes y fuertes manos.

Nos relajamos un poco, fumamos uno de mis cigarrillos y terminamos durmiéndonos abrazaditos como en los viejos tiempos, al estilo de los novios.

Al despertar con el sonido del teléfono y su abuelo llamando a "nuestra" puerta, supe con quién quería estar.

Llegué temprano a mi casa, estilo 9 y media de la mañana. Nadie sospechó mi travesura pero dentro mío se abrió una nueva herida, otra angustia más. Supe que por primera vez con él, no lo había sentido carne propia, ni si quiera, dentro mío. Me sentí muy frustrada y agobiada.

Me duché y continué durmiendo.