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Seducción

en Hetero: General

Ella subía por la verja pegada a la pared del exterior de la casa sintiendo una fascinante excitación entre las piernas. El hecho de ser ella quien lo cortejara lo hacía todo más divino que de costumbre. Ir en busca de su amor la encendía; dejaba que su pasión creciera poco a poco mientras se imaginaba las dulces caricias que le procuraría. Era un profundo misterio todo aquello: él era sólo un muchacho y ella, una mujer con un hijo y una vida pasada.

Se asomó por la ventana medio abierta y lo vio profundamente dormido. Estaba acostado boca arriba con la mano izquierda casi cerrada al lado de su rostro; parecía tener una pesadilla producto de su travieso estilo de vida.

        Ella entró a la habitación cuidadosamente y cerró la puerta con seguro. Se acercó a la cama y metió su pequeña mano bajo la colcha tocando el cuerpo caliente del chico. Parecía estarse consumiendo por la fiebre. Su cabello rubio estaba suelto en hebras sobre los ojos, y el rostro tan hermoso e inerte como el de los ángeles de las pinturas. Ella lo besó en los labios y lo sintió cálido al tiempo que su mano buscaba su miembro. Él abrió los ojos y gimió brevemente aturdido, hipnotizado por la elegancia de ella y su seductor atrevimiento. Estaba ardiendo, tanto como ella, y despegó los labios para que lo besara.

        -Soy gay-le dijo él separando su boca levemente de la de ella.

        -Supéralo-le contestó quitándose la camisa, dejándole ver los pechos, esos senos maduros y apetitosos.

        Él sonrió. Los ojos azules del muchacho brillaban en la oscuridad. Pasó las manos por las caderas de la mujer, pero con un pequeño cantazo de ella las alejó.

        -Eres tan joven...-dijo ella acercándose a su cara, respirando sobre él.-Esta noche serás mi hombre.

        -¿Me vas a forzar?-preguntó él con los ojos bien abiertos, como si estuviera asustado.

        Ella maulló como una gata y se sentó encima del chico. Empezó a besarle el cuello, las orejas, bajó hasta el pecho de él y lo mordisqueó con suavidad mientras sus manos recorrían el cuerpo varonil e inocente de su apasionado y ardoroso amante. Fue metiendo con lentitud el pene dentro de su vagina. Él suspiró levemente y empezó a agitar su pelvis mientras ella se movía para adelante y para atrás. La cama se sacudía bajo las potentes embestidas. La verga del chico la dilataba y la llenaba completa. La humedad de la vagina de ella hacía fácil la penetración. El muchacho tenía los ojos cerrados, la boca medio abierta, dejando escapar deliciosos gemidos de placer, y las manos la aguantaban mientras las caderas de ella lo volvían loco. Los espléndidos pechos de la mujer se balanceaban sobre el cuerpo del chico y éste los alcanzó con la boca: los lamió, chupó y mordisqueó levemente. Ella jadeaba de placer y dolor al mismo tiempo que deslizaba las manos por la espalda de su amante y lo arañaba por la espalda. Él se incorporó y la puso bajo su cuerpo aún estando dentro de ella. Siguió con la penetración en lo que sus manos se escurrían por el cuerpo de ella y las posaba entre las piernas de la mujer, y comenzó a estimular el clítoris de ella con la palma de la mano en cada embestida. La mujer gemía como loca, poseída por un placer cegador e infinito. El muchacho se vino dentro de ella mientras se deshacía en apagados e interrumpidos jadeos que lo debilitaban y extenuaban.

        Se separó de su vagina y bajó su cabeza hasta el sexo de ella que estaba húmedo, indefenso y anhelante de más placer. Él lamió los fluidos de delicioso sabor mientras las caderas de la mujer se elevaban con espasmos vigorosos.

        -Así, pequeño.

La lengua del chico se introdujo en las profundidades del sexo para lamer la entrada de la vagina hasta que los gemidos de la mujer se convirtieron en pequeños gritos. "Sí, sí, eso. Eso es, cariño". Él cerró la boca sobre los labios para buscar los músculos más profundos y duros de la pequeña cavidad y arrojarse contra ellos con furia.

La mujer se retorcía salvajemente. Le aguantaba la cabeza a su amante pegándola más a su cuerpo. Él le obligaba a subir los muslos y levantaba su sexo para lamerlo con mayor desenfreno; enterró el rostro en la húmeda carne hinchada y ahondó con mayor rapidez y profundidad, raspando delicadamente con los dientes el clítoris, hasta que ella levantó las caderas con toda su fuerza. Su sexo se convulsionó con violencia. Él siguió chupando hasta que los gemidos de la mujer fueron disminuyendo.

Cuando ella lo vio estaba sonriendo. Su rostro era aniñado, casi angelical. Tenía el pene circuncidado erecto de nuevo, así que ella se lo metió en la boca y empezó a chuparlo. Él le besó la cabeza y se la aguantó en lo que abría las piernas y se echaba sobre las almohadas. Al cabo de unos minutos ella se incorporó y comenzó a masturbarlo con la mano. El chico eyaculó con espasmos dulces y delicados, mientras todo su cuerpo temblaba.

La mujer se vistió rápidamente y se acercó al muchacho que yacía desnudo y casi dormido sobre las almohadas. Se inclinó hacia él y lo besó introduciéndole la lengua en su boca.

        -Nos vemos después, Jonathan-le dijo ella cariñosamente.

        -Nos vemos, mi lunis.

        -Te quiero.

        -Yo también.