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Pasos a seguir para conseguir a un hombre

en Gays

Su nombre era Arbelt Donniel. Cuando lo vi por primera vez tenía quince años de edad. Para ese entonces los Condes Donniel eran dueños de un terreno en París y poseían una flota en las costas de Francia. Transportaban algodón, seda, madera y plata.

Solicité un puesto en uno de sus barcos, y por mi experiencia cuando era un chiquillo de viajes de mar junto a mi padre, me dieron trabajo. Consistía en mantener la mercancía en perfecto estado en lo que el barco cruzaba por el Mediterráneo. En mi primer viaje vi a Arbelt. Abordaba el barco con gran elegancia junto a su padre, quien estaba al pendiente, como me dijeron, del estado de la mercancía. El Conde Donniel era un hombre que inspiraba miedo. Su hijo, en cambio, parecía ser orgulloso y vanidoso. Pero era bello, muy bello. Tenía razones para ser como era. Se situaba al lado izquierdo de su padre, callado, al pendiente de todo, aprendiendo.

En ese momento en el que lo vi de lejos supe que tenía que poseer a ese niño. Entendí que sería difícil, puesto que era de una clase social distinta a la mía; nuestras edades eran bien diferentes (yo tenía treinta y cinco años); su fuerte era el negocio y el mío los barcos, él sería un erudito y yo, sencillamente, un hombre corriente.

Supe entonces que tenía que idear un plan para atraparlo, para cautivarlo, para enamorarlo...

 

 

Primer Paso: Conocer a mi blanco

El Capitán R.P. Smith vigilaba la marea cuando me le acerqué a dos de mis compañeros.

-¿Se han enterado de la última noticia de Inglaterra?-le pregunté, para empatizar, situándome a su lado.

-¿Qué sucedió?

-Los Reyes han implantado un nuevo sistema en donde castrarán a todos aquellos que no cumplan con los mandatos reales.

-Pero estamos en Francia-dijo el otro.-¿Qué tiene que ver los mandatos reales de los Reyes de Inglaterra con nosotros?

-Pues este sistema abarcará toda la costa de Europa. Estas reglas son para personas pobres como nosotros. Sino pagamos un 20 por cierto de lo que ganamos nos...-he hice un gesto de degüello.-El Conde Donniel quiere transportar esta mercancía de algodón a Liverpool lo antes posible. Me parece correcto hablar con el Capitán al respecto antes de que acepte semejante propuesta. Más aún, lo ideal sería dialogarlo con el mismo Donniel. Según escuché, Smith está a punto de perder su puesto y no creo que quiera arriesgarse a hablarlo con Donniel, pero por supuesto, él no tiene que pagar los impuestos, nosotros sí.

Los hombres se quedaron pensando un momento, y aceptaron. Luego de que se marcharan, me acerqué a Smith.

-Capitán, no quiero parecer molesto ni pretendo buscar problemas, pero lamento informarle que escuché a dos de mis compañeros hablar acerca de una denuncia en su contra. Dicen que usted abusa de su puesto para obligarlos a realizar trabajos absurdos y fuertes. Yo no opino igual. Yo lo admiro. Sé que le pedirán disculpas a Donniel diciéndole que usted no está capacitado para llevar a cabo el viaje a Inglaterra, él entonces se negará a usar esta línea de barcos y a usted lo despedirán. Sólo se lo digo, señor, porque lo considero como un guía, como un amigo-le dije seriamente.

Smith permaneció callado y me preguntó donde estaba Donniel. Luego se marchó.

Me acerqué a Arbelt quien escuchaba toda la discusión asombrado. Su padre se agitó mucho ante las amenazas de mis compañeros y la enojada presencia del Capitán. Mi querido Arbelt no estaba acostumbrado a presenciar tales cosas; lo vi preocupado y con algo de miedo. De seguro que jamás había pasado un susto de los que casi quitan vida.

 

Segundo Paso: Hacer contacto físico

 

Caminé hacia él, lo agarré por la cintura y tapándole la boca con mi mano, me lo llevé de allí sin que se dieran cuenta los otros hombres. Lo arrastré hasta cubierta y lo eché por la baranda hacia el agua. Conté hasta diez y me lancé tras de él. Lo vi debajo del agua tratando de llegar hasta la superficie. Nadé hasta él y lo agarré por un brazo. Lo ayudé a salir del agua nadando mientras lo sostenía y lo llevé hasta la orilla.

 

 

Tercer Paso: Darme a conocer (con estilo)

 

Cuando llegué a la orilla, el Conde Donniel y el Capitán salían del barco caminando deprisa. Pude ver a Arbelt temblando de frío. Me quité la camisa mojada y se la puse en los hombros, sólo como un gesto. Él levantó la vista y me observó.

-Tuviste mucha suerte ya que vi cuando te atacaron, pequeño.

Él estaba anonadado. Nunca alguien había tratado de hacerle daño.

-¿Lo atrapaste?-pregunté él con voz casi inaudible.

-Casi, pero era perseguirlo a él o salvarte a ti. Preferí la segunda opción. El mundo no está listo para perder a alguien como tú.

Se me quedó mirando directamente a los ojos. Luego llegó su padre, lo levantó del suelo y le preguntó si estaba bien. El chico asintió observando a su padre, pero sin dejar de mover sus ojos hacia donde yo estaba.

Lentamente, le sonreí maliciosamente, confundiéndolo más. Su padre se disculpó con el capitán y se fue llevándose consigo a Arbelt.

-Tuviste mucha suerte al aparecer cuando lo hiciste-me dijo el capitán.

-Gracias, señor-le dije aún observando a Arbelt marcharse.

 

Cuarto Paso: Involucrarme socialmente

 

Mi hermoso Albert le fascinaba asistir a fiestas de la alta sociedad donde abundaban el vino, la comida y la hipocresía.

Varias semanas después de lo sucedido, conocí a un hombre llamado Virgilio Lopitilio. Fue sirviente en la casa Donniel. Una cerveza, dos cervezas, tres cervezas, un poco de información... Dentro de tres días, la Condesa Abigail Montenegro celebraría su quinta boda y esta vez sería con el Conde Fabrizio Mentoré; sería el evento social de la temporada.

Actualicé mis conocimientos de servidumbre, como cuando era chiquillo y servía junto a mi padre en la casa de los Lombarguis, y solicité trabajo en la casa del Conde Jopen-Louis Polión. El Conde Polión aceptó de inmediato contratarme después de que le dije que sabía cinco idiomas: inglés, francés, griego, italiano y portugués; que había asistido a guerras, que tenía seis hijos que alimentar y que mi experiencia en brujería le había funcionado a mi ex patrono cuando le serví como traductor cuando era un chiquillo junto a mi padre hacía años atrás.

En el acto me indicó que tenía que vestir ropas elegantes porque asistiríamos a la boda de la Condesa Abigail Montenegro y el Conde Fabrizio Mentoré.

Dos días más tarde, aparqué el carruaje junto a la acera en lo que mi patrón se bajaba. Detrás de mí llegaban los Donniel y sentí mi corazón latir a mil. No me moví hasta ver a mi querido Arbelt aparecer, nítido, fresco, seductor. Tan juvenil y radiante. Una erección me sorprendió de repente, pero mi patrón me ordenó moverme.

Estuve dos horas buscando a mi hermoso Arbelt sin poder encontrarlo. En mi búsqueda, supuse que estos eventos sociales en el fondo lo tenían que aburrir, así que decidí buscarlo en las habitaciones del palacio. Cual fue mi sorpresa cuando encontré en una alcoba a cinco parejas besándose y acariciándose desnudas, y entre esos estaba mi preciado Arbelt tocando a una chica extremadamente delgada y pelirroja. Lo que sentí fue una mezcla de celos y excitación.

 

Quinto Paso: Hacerme su héroe

 

Un candelabro iluminaba el pasillo en donde me encontraba. Divisé una cortina dorada que separaba la habitación en la que mi amado estaba de la de al lado. De seguro alguien más observaba a estas cinco irresistibles parejas, y ellos lo sabían. Cerré la puerta con cuidado, me dirigí al candelabro, lo tomé, fui hasta la puerta de la otra habitación y la abrí. Efectivamente: había un grupo de hombres observando la escena. Entré sigiloso a la alcoba y sostuve una copa de vino y lancé el líquido a las cortinas. Tomé otra y la volteé sobre los manteles. Los hombres estaban muy entretenidos como para haberme notado. Eché todo el vino que encontré sobre telas y les prendí fuego. Salí corriendo de la habitación, coloqué el candelabro en su lugar y esperé escondido detrás de un muro. Los hombres salieron de la habitación gritando "¡Fuego!" y llamaban a sus sirvientes y a otras personas para que les fueran a asistir. El vino que derramé había sido mucho así que el fuego no tardó en esparcirse. Entré a la habitación dispuesto a ayudarles a apagar el fuego. Tomé una manta casi quemada y la pegué contra la cortina que separaba una alcoba de otra.

-¡Fuego! ¡Corran!-exclamé a viva voz para que las cinco parejas salieran, echándome con rapidez bajo la cama.

Rodé por el piso y logré atraparle un tobillo a Arbelt quien cayó al suelo y se pegó en el rostro. Salí de debajo de la cama y le achoqué la cabeza contra el suelo.

El fuego ya casi inundaba la mitad del cuarto. La puerta aún estaba libre de amenaza, pero decidí llevar a Arbelt hacia la ventana. Era la planta baja, por lo tanto lo saqué hacia el jardín arrastrándolo. Dejé de moverlo cuando me sentí seguro en un rincón del patio en el que la gente no nos encontrara y el fuego no fuera una amenaza.

Mi Arbelt querido estaba medio mareado. Lo miré bien de cerca. Tenía bellas facciones. Sus pestañas eran largas y de color negro. Sus labios rosa, que hacía momentos atrás habían besado otros. Me le acerqué y pegué mi boca contra la suya. Al separarme de él, me estaba observando.

-Estás vivo. Estaba dándote respiración boca a boca. Pensé que te habías asfixiado, pequeño-le dije.

-¿Asfixiado?-preguntó confuso.

-El palacio se incendió. Yo estaba de paso cuando oí los gritos y entré a la habitación para ayudar y estabas tumbado en el piso. Haz de haberte mareado con el ruido.

-¿Con el ruido?

-Pero ya estás bien-le ayudé a sentarse.

Él me miró, frunció el seño y abrió la boca en un gesto para articular palabra. La cerró y luego añadió abriéndola:

-Yo te conozco. Tú me sacaste del agua los otros días.

-Sí, así fue-dije sonriendo.

-Y ahora me vuelves a salvar.

-De hecho, estaba ahí tratando de salvar el vino, tú fuiste un bono extra.

Rió. Tenía una risa hermosa.

-Tengo mucha suerte-me confesó mirándome a los ojos.-No te agradecí aquel día, ahora lo tengo que hacer doble.

-Ya encontrarás la forma exacta de agradecerme, por ahora, considérame solamente tu héroe.

 

Sexto Paso: Involucrarme con su familia

 

La mitad del palacio se quemó. Necesitaban remodelarlo si querían seguir viviendo en él. Lamentablemente, el cochero de la familia Donniel murió de un ataque al corazón cuando se enteró que el fuego llegó a la taberna donde se pasaba su amigo Virgilio Lopitilio, que después me enteré que habían sido amantes por veinticinco años.

La familia Donniel necesitaba un cochero. Yo había sido cochero cuando era chiquillo junto a mi padre. Además tenía las excelente referencias del Conde Jopen-Louis Polión. El Conde Donniel no lo dudó ni por un segundo. Ya le había salvado la vida a su hijo dos veces.

Pude observar a mi dulce y sabroso Arbelt más de cerca. No olvidaba el beso que le había dado hacía sólo tres días atrás. Su cuerpo era un templo de placer. El sólo hecho de imaginarme dentro de ese cuerpo crema y fresco me calentaba a un punto que me mareaba. Necesitaba hacer que ese niño se abriera a mí, literalmente.

 

Séptimo paso: Hacer que dependa de mí

 

Después de llevar a la Condesa Donniel a su fiesta privada de té con sus amigas inglesas, la regresé a la mansión en la tarde. Había escuchado al Conde Donniel comentarle a unos conocidos que su mujer se paseaba horas en casas ajenas, y que él no estaba de acuerdo, pero la complacía para que no sintiera que ejercía presión sobre ella. Al llegar, la Condesa fue a su habitación y yo me dirigí al despacho del Conde.

-Disculpe, señor.

-Carpenter, entra por favor-me dijo. Carpenter es mi apellido.-¿En qué te puedo ayudar?

-Señor, no quiero parecer molesto ni pretendo buscar problemas, pero lamento informarle que escuché a la Condesa hablar con una de sus amigas en el momento de la despedida acerca de otro hombre. El Conde Fabrizio Mentoré. Parece que la Condesa estaba planeando encontrarse con él a escondidas y yo... yo siento que es mi deber decírselo pues ha sido usted tan bueno conmigo y no podría con mi conciencia en un futro si lo engaño.

El Conde Donniel permaneció en silencio, me hizo con un gesto que me fuera y salí de la habitación.

Le di una vuelta a la mansión buscando a mi bello Arbelt, cuando lo encontré en su habitación a punto de llorar. Entré con cuidado y me detuve al frente suyo. Levantó la cabeza y me miró con angustia.

-Mis padres están peleando. Empezaron a gritar y a lanzar cosas por la habitación. Me tuve que ir de allí. No me gusta verlos así-dijo y dejó escapar una lágrima.

Me senté a su lado y le puse mi mano en su hombro. Él se volteó y me abrazó. Olí su cabello, su piel... Sonreí para mis adentros al sentir su cuerpo pegado al mío. Pasé mi brazo por su cintura y lo atraje hacia a mí.

-No te preocupes, pequeño, no es tu culpa. Mamá y papá no pelean por ti-dije mientras él lloraba en mi hombro desconsoladamente.-Ya pasará, mi amor.

-No es la primera vez que pelean. En una ocasión, mi papá me pegó sin querer. Tuve la mejilla morada por algún tiempo. Le temo.

-Descuida, cachorro. Ahora yo estoy aquí y no dejaré que nadie te haga daño.

Me abrazó con más fuerza.

-Gracias.

 

Octavo Paso: Dejarle conocerme

 

Resultó ser que efectivamente la Condesa tenía un romance con el Conde Fabrizio Mentoré. El Conde Donniel la mató y la Condesa Abigail Montenegro le puso precio a la cabeza de su esposo. Al Conde Donniel lo metieron preso y dejaron al pobre de Arbelt huérfano. Luego me enteré que uno de los ex esposos de la Condesa Abigail Montenegro era el Conde Jopen-Louis Polión a quien también apresaron por el incendio en la boda de la Condesa ya que pensaron que lo hacía por venganza. Adicional a eso le echaron los cargos por la pérdida de los hogares de cientos de lugareños y la muerte del pobre Virgilio Lopitilio y del ataque cardíaco del cochero de los Donniel. Aunque le bajaron la sentencia cuando se enteraron que Virgilio Lopitilio había sido el culpable de decirle a algunos navegantes de la flota del Capitán Smith que los ingleses castrarían a los de clase baja sino pagaban impuestos.

Esa ciudad se estaba perdiendo. Necesitaba sacar de aquella locura a mi querido Arbelt.

Casi un mes después de lo sucedido, le propuse ir de viaje por el Mediterráneo.

-Yo te seco las lágrimas, pequeño mío-le dije acercándome a él.

Estaba aguantado de la barandilla y miraba el océano.

-Nos conocimos aquí-me dijo.-Alguien me lanzó de una barandilla y tú me salvaste. Las palabras no han sido suficientes para agradecerte. Has estado conmigo desde entonces. Nunca alguien se ha dedicado tanto por mí. ¿Por qué lo haces?-preguntó mirándome.

Levanté mi mano y le acaricié el rostro. Bajé mi cabeza y lo besé. Él me respondió el beso. Suspiró de repente y abrió los ojos.

-Llévame abajo-me pidió.

-¿Qué?

-Así te agradeceré. Te daré eso que deseas.

Y así hice. Lo llevé abajo, a los camarotes, agarrados de las manos. Cerré la puerta, lo eché en la cama, me le puse encime y lo empecé a besar. Mientras lo tocaba sentí algo húmedo en mi rostro. Él estaba llorando.

-No puedo hacer esto.

-Pero es lo que quieres-me dijo.

-Desde que te vi por primera vez-le confesé.-Te deseé tanto, pero ahora no puedo aprovecharme de ti, no así, no bajo estas circunstancias.

-Olvida las circunstancias. Olvida todo lo que no sea este momento.

-No puedo, pequeño. He hecho tanto para llegar hasta aquí, que siento que no puedo despreciar este momento tan especial, pero por otro lado, no creo que sea correcto que hagamos esto.

Arbelt me observó por un instante y dejó escapar par de lágrima. Me empujó levemente y se levantó de la cama. Antes de salir por la puerta me dijo:

-"A tantos que mentiste, mataste e hiciste sufrir, y ahora me amas. Eres patético. Y más patético soy yo porque sabiendo lo que eres y lo que hiciste, te amo también. Sólo te digo que no entiendo cómo puedes vivir contigo mismo. Si tú quieres estar conmigo, arreglarás todo lo que dañaste para conseguirme. Utiliza ese ingenio que tienes para realizar las cosas a tu favor."

Luego se fue.

 

 

Noveno Paso: Recuperar su confianza

 

Bien. ¿Cómo puedo arreglar lo que hice?, me pregunté entonces. Habían muertos y muchas cosas materiales perdidas.

El Señor Mondetii había robado y culpado a su compañero para ganar el puesto que tenía en la cárcel. Decidí vestirme de mujer, enamorarlo y engañarlo. Cuando cayó inconsciente robé sus llaves y a la media noche saqué de la celda al Conde Donniel. Éste estaba anonadado. Se parecía mucho a Arbelt cuando se sorprendía; mi amante secreto que estaba esperándome para amarme. Tuve que sacármelo de la mente para poder continuar con mis planes.

Llevé al Conde Donniel a un cuarto que había sobre una taberna para que se reencontrara con su hijo. Decidimos irnos a Praga a vivir, pero antes de marcharnos había cosas que debía de resolver.

Solicité trabajo como jurado en la corte de París, que en esa época era un hombre llamado W.L. Papas el líder de dicha organización. Se le conocía por ser un hombre inteligente y justo, pero los del bajo mundo sabían que le encantaba acostarse con niños después de drogarlos. Le dije que había estudiado algo de leyes y clasificaciones sociales cuando era un chiquillo y estaba junto a mi padre, por lo tanto podría servirle y no necesitaba mucho pago, sólo lo hacía por pasar el rato practicando lo que tanto amaba. Me contrató. Participé par de días en algunos casos cuando me le acerqué con cuidado.

-Señor, no quiero parecer molesto ni pretendo buscar problemas, pero lamento informarle que escuché a algunos hombres en una taberna decir barbaridades de usted. Incluso, yo no creí lo que oí así que lo escribí varias veces en algunas hojas para convencerme de la realidad. Sino regreso en una hora, un amigo mío le dará una de estas hojas a los del jurado y usted estará perdido.

-¿A qué te refieres Carpenter?-preguntó él un poco asustado.

-¿Qué pensarán los Condes cuando se enteren que usted organizaba orgías con sus hijos?-pregunté subiendo el tono de voz.-Lo colgarán, lo apedrearán, le sacarán las uñas y le harán comerse sus genitales. No en ese mismo orden, me parece.

-¿Qué tengo que hacer para que te calles y me des esas hojas?

-La Condesa Abigail Montenegro quemó su casa para poder su culpar a su marido, pero lamentablemente, lo de la Condesa Donniel fue una sorpresa y la culpa le cayó sobre el pobre Conde Jopen-Louis Polión. Ellos eran amigos por eso la Condesa lo invitó a la boda. Crea una propuesta y muéstrasela a los del jurado; saca a Polión de la cárcel y mete a la Condesa...

-Eso es basura. La Condesa no tenía razones para culpar a su marido.

-Por supuesto que sí. Si a él lo metían preso, le daban sus bienes a ellas y...

-La Condesa es rica y...

-Y la Condesa tenía planes para mudarse a Inglaterra y con su capital no podría sobrevivir con lo del impuesto de la clase baja. Usted sabe muy bien que cuando se separó del Conde Jopen-Louis Polión lo perdió casi todo y lo único que le quedó fue su título.

-Eso del impuesto en Inglaterra es mentira...

-Pero es un rumor. Convenza a los del jurado y yo olvidaré lo que sé de usted.

Me marché.

Una semana después la Condesa Abigail Montenegro estaba presa y el Conde Jopen-Louis Polión fue puesto en libertad. Los ingleses enviaron un recado diciendo que los impuestos habían aumentado, pero no tenía nada que ver el rumor que se creó en la ciudad con ellos. Mantuvieron a la Condesa presa porque la culparon por las orgías que celebraba en su casa desde hacía doce meses atrás, razón por la cual el Conde Jopen-Louis Polión se separó de ella.

 

Décimo Paso: Poseerlo

 

Mi querido Arbelt no estaba muy contento por el resultado de mi intervención ya que le gustaban esas actividades sociales, pero conmigo no necesitaba asistir a ninguna otra.

Lo lancé contra el muro, tomé sus muñecas con mi mano izquierda sobre su cabeza y con la derecha le agarré el paquete.

-He hecho lo que me pediste. No me explicaste los detalles, pero ahora los malos están donde deben y los buenos se encuentran muertos o libres-dije mientras introducía mi lengua dentro de su boca.

Lo agarré por el brazo, lo lancé a la cama y le arranqué la camisa que llevaba. Me besó con mucha pasión, sin poder despegarse de mí.

-Eres tan malo que me enloqueces-dijo lleno de pasión y deseo.

Le hice el amor como nunca se lo había hecho a alguien. Toqué cada fibra de su ser. Abría las piernas para que yo lo conociera completo. Lamí todo su sexo, su ano... Besé sus dulces labios con amor y cariño, y luego con una locura desenfrenada. Acaricié sus nalgas redondas, nítidas, juveniles, y pasé mis manos por su cintura; lo rodeé mientras se sentaba encima de mí, dándome la espalda, y yo lo penetraba. Rocé suavemente mis muslos con los suyos, y sus rodillas me daban escalofríos al contacto con mis costados. Nunca dejé de sentir un acaloramiento en todo el cuerpo que me tensaba y me llenaba. Él gemía por el dolor y era víctima del placer.

Después fue él quien quiso penetrarme y yo lo dejé. Arbelt, encima de mí, miraba mi rostro. Continuaba hurgando en mi boca con su lengua de vez en cuando. Me obligaba a separar más las piernas. Me estaba humillando y poseyendo por todo lo que le había hecho al principio. Al final, eyaculé en mi pecho mientras él seguía aún dentro de mí, cuando lo sentí venirse. Antes de que nos pudiéramos recuperar, Arbelt volvió a montarme...

Al llegar la mañana nos encontrábamos abrazados y llenos de semen, un sin fin de cariños acumulados estallaron en una sola aventura. Y pude decirme a mí mismo después de ese día que había encontrado al amor de mi vida.

 

 

Notas del autor:

*El personaje principal es una imagen exacta de cómo seré yo cuando tenga esa edad.

*Ese final es fantasía; en los verdaderos finales los protagonistas terminan separándose, divorciándose o matándose por el sueldo miserable que gana el otro y los hijos suelen visitar a los papás fines de semanas alternos.

*Pueden dejar ese final ahí (si piensa que es mejor) o leer lo que sucedió después:

 

Mi nombre es J.D. Carpenter. Escribo esto para que otros no cometan mis errores. Espero que lo publiquen con mis anteriores recomendaciones acerca de cómo ganar el amor de un hombre. Les indicaré los diez pasos para no caer preso por corrupción y asesinato.

"Pasos a seguir para que tu hombre no te traicione"

*Nota: este relato se publicará en el site:www.comomanteneramiamantecontento.com

Fin