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Busco tu nombre

en Sexo Virtual

Una vez más me meto en la página, no hay novedades, todavía no la han actualizado. Espero ansioso ese momento en que se van desgranando los relatos y van brotando como a borbotones, y en una de esas aparezca tu nombre, o tu apodo, o tu nick, o tu alias, o lo que sea.

Mientras, trato de leer otros relatos, los hay buenos, que se escapan de la rutina del mete y saca, chupa y traga, rompe y rasga, dando un toque original al asunto, pero no, no me concentro, prefiero seguir al acecho. Tú siempre, desde hace tiempo mandas casi cada día un nuevo relato. ¿Como lo haces? No importa, si no mandas, me agobio, escribe cualquier cosa, aunque sea alguna digresión chocante, que también lo has hecho alguna vez, no te creas, que no eres perfecta, bueno eso es lo bueno, si fueras perfecta, serias como una Barbie, y eso si que no lo eres.

Por fin ya sale tu historia, la leo rápido, sin fijarme apenas, quiero que la sorpresa del argumento desaparezca pronto, que el brillo de la excusa que motiva el encuentro de las pasiones descritas se apague rápido. Muchas veces tras ese momento, aporreo a las estrellitas y te envió un comentario. La prisa me vence, quiero enseguida hacer el chascarrillo, la loa, o el servil elogio, que baboso soy…

Después ya en la tranquilidad, pasado el primer arrebato, disfruto de una lectura distinta, me hundo en tus sensaciones, que pasan a ser percibidos por mi piel, mi olfato, mi gusto. Es como un segundo asalto, más calmado, más lento, que va llegando poco a poco al clímax adecuado, gozando de cada caricia, de cada sensación, de cada reflexión.

No se lo que la gente considerara sexo virtual, tal vez a espasmódicas conversaciones, de frases cruzándose a ver cual es más filante e ingeniosa. No se, tal vez la población mayoritaria disfrute mediante las imágenes tartamudas y desvaídas de una webcam (¿el plural es webcams o webcames?). Demasiado real, demasiado humano.

Para mi, cada vez que abro uno de tus relatos es como pasar la mano por una nueva piel, calida y suave. Según voy leyendo,como te he dicho, la pasión me vence, y me arrojo sobre tu narración, olvido la ternura y me comporto de forma poco delicada, ya te resarciré después, en esa segunda lectura, donde intentaré que las palabras se vean recompensadas, se vean halagadas por el entendimiento, aunque mi boca y mi lengua nos las pronuncien en voz alta, el sabor de tu presencia me llena. No se, tal vez para mi sea eso el sexo virtual.

Luego ya existen pequeñas perversiones, encontrar ideas, o sugerencias escondidas e inexistentes en tus comentarios, que amablemente apostillas a mis cuentos. La ingenuidad de tus glosas es aprovechada por mi mente retorcida, pobrecilla, seguro que ya no me mandas más notas tras esta depravada confesión. Sigue remitiéndolas, considéralo un acto de voluptuosa caridad.

Como en una buena relación, tengo mis celos, vigilo cuidadosamente a los otros autores, a esos que me parecen, y lo malo es, que a ti también, interesantes, a los que educadamente elogias, produciéndome una cierta sensación de abandono. Pero bueno, somos adultos, y debemos respetar nuestra reciproca libertad, ya…, pero un puntito de inquina se me asoma, te querría solo para mi.

Que decir de aquellos otros que también te mandan comentarios, esta bien aquellos discretos y respetuosos, pero hay algunos que te demandan, que te quieren absorber, no, no, eso no, el único avaricioso solo puedo ser yo.

Te podría mandar correos electrónicos a tu dirección, la cual impúdicamente ofreces en tu registro, seguro que aparte de virus, ofertas bancarias y publicidades varias, te llegan misivas groseras, seductoras, halagadoras, inquietantes, ingeniosas, inquisitivas, imprevistas, impresentables , impertinentes e imbéciles, pero no, prefiero seguir desde mi almena mandándote mensajes equívocos que se pierden en la virtualidad de la pantalla.

Tal vez no seas como me he imaginado, no seas joven, no seas morena, no tengas unas finas piernas, ni siquiera seas mujer, Tal vez seas un señor pequeñito, con bigote, de incipiente calvicie y mala leche, me da igual. Para mi, eres esa imagen, ese nombre, esa realidad, todo lo que tiene nombre existe, dice un viejo aforismo neoplatonico. , no eres un ciber espejismo sino que tienes presencia y esencia. Vaya usted a saber la idea que tienes tú de mí. Ya sabes, seguro que estas completamente equivocada.

Obviamente también te soy infiel, el hombre es polígamo por excelencia, eso dicen. Aparte de mis escarceos habituales con mis consabidas queridas, o queridos, que en este aspecto literario uno es bisexual, no te diré nombres, tú ya los intuyes, echo algunas canas al aire. Busco primerizas a las cuales desvirgar, a veces te llevas grandes chascos, pero en otras ocasiones disfruto de esa fuerza primordial, de ese primer relato que sale a la luz y muestra al autor novel que por fin se descubre ante las miradas libidinosas de unos lectores.

Pero siempre, al final, vuelvo a nuestra relación, a esa sorpresa diaria llena de pasión y placer. Tal vez lo mío sea un amor provenzal, en el que la amada ni siquiera debería saberse deseada, pero no, mi admiración virtual, es carnal, donde la dulzura de tus ojos, de tus rasgos, de tu cuerpo no son lo que me más me interesa sino lo que quiero es tu verbo, tus frases, tus vivencias y frustraciones. Te voy sorbiendo poco a poco, a cada relato tuyo que leo, te voy poseyendo. Algunas veces tu pasión es tan enorme que casi me atraganto de tu ser.

¿Qué más puedo decir? Mejor dejar los ejercicios de autosatisfacción mental y dar de nuevo nervioso a la teclita, a ver si aparece tu nombre, y junto a él, el cuerpo de una historia, la presencia de un delirio, el inevitable placer que produce, y cuando al final se llega, la melancolía de todo amor cuando se va, tras haberlo, al menos durante un momento, poseído.