Maldita Hora por Squall
Era mi mejor amiga, la queria como si fuera mi hermana. Maldita la hora en que
me vine a enamorar de ella.
Todo comenzó el dia de mi grado como economista. Marta había sido mi amiga
durante mucho tiempo. Cuando empezamos la carrera nos hicimos la promesa de
terminarla juntos, y ese dia por fin podriamos cumplirla.
Quedamos de encontrarnos en la universidad, y luego ir a mi apartamento, donde
habíamos preparado una pequeña reunión con nuestros amigos más allegados.
Marta llegó tan puntual como siempre.
-Hola Marta- Dije dándole un beso en la mejila.
-Hola Diego.
-Te ves hermosa.
Marta traía puesto un vestido negro que se ajustaba muy bien a sus curvas. Su
pelo suelto caía sobre sus hombros. Su cara angelical con apenas un toque de
maquillaje, le daba un aire de ternura incomparable.
-Tu también te ves muy bien, estás muy apuesto.
-Muy bien señorita, entonces entremos de una vez.
Le tendí mi mano, y entramos de gancho, como tantas veces lo habíamos planeado.
Durante toda la ceremonia estuve distraído, me había impactado mucho ver a Marta
vestida de esa manera.
Cuando terminó la graduación fuimos a mi apartamento.
-Quietos todos, llegaron los "Hermanitos".
-Callate Henry- Respondió marta con una sonrisa en los labios.
-Bueno, sólo por que es el dia de su graduación no los voy a molestar.
-Más te vale- Dijo Marta en tono juguetón.
Luego de que Henry oficializara el comienzo de la fiesta, la música empezó a
sonar. Marta y yo nos pusimos a bailar, y aunque ya lo habíamos hecho en otras
ocasiones, esta vez era diferente, esta vez queria abrazarla, besarla con
pasión. No sabía por que, pero era lo que estaba sintiendo, aunque cabía la
posibilidad de que solo fuera amor visual, quizas sólo seguía impactado por su
imagen.
Bailamos durante mucho rato, hasta que ella quiso parar. Nos sentamos en el
sofá, bebimos un trago, y ella se recostó sobre mi pecho.
-Marta.
-¿Si?
-Gracias.
-¿Por qué?
-Por todo este tiempo que has estado a mi lado.
-Tontito, si soy yo quien debería agradecerte.
Se incorporó un poco, acarició mi mentón con un dedo y me besó tiernamente en la
mejilla derecha.
-Uy uy uy uy. ¡Chicos, se acabó la fiesta, estos dos se pusieron sentimentales!
-No vengas a molestar ahora Henry.
-Bueno bueno ya, yo solo venía a despedirme.
-¿Ya te vás?
-No bebas tanto, tu velocidad de reacción está bajando, si vengo a despedirme es
obvio que me voy.
-Bueno ya, ya me di cuenta de que fué una pregunta tonta.
-Adios Diego.
-Adios, gracias por todo.
-Solo una cosa más.
-¿Si?
-Deberias llevarla a una cama.
No me había percatado de que Marta se había quedado dormida sobre mi hombro.
Cuando Henry salió, dió por terminada la fiesta, y yo llevé a Marta a mi
habitación. La acosté en mi cama con mucho cuidado. Por un momento estuve
tentado a quitarle el vestido, pero desistí de esa idea. Acomodé sus piernas
sobre la cama y le quité los zapatos. Se veía tan hermosa mientras dormía. Me
senté a su lado, y acaricié su rostro. Sin pensarlo mucho, me incliné sobre ella
y besé sus labios. Luego me levanté dispuesto a dormir en el sofá.
-Diego, espera un momento.
-Marta, te despertaste- Dije un poco sonrojado.
-Creí que solo había sido yo.
-¿A que te refieres?
-Creí que solo yo había empezado a sentirme enamorada.
-O sea que...¿Te sientes atraída por mí?
-Pues claro tontuelo.
-¿Y por que no me lo habías dicho?
-Estaba esperando a saber si tu sentias algo así por mi.
-Bueno, pues ahora que lo sabes, ¿Que pasará?
-Ven aquí, duerme a mi lado, ya después veremos que pasa.
Me acosté a su lado, no sin sentirme un poco extraño. Ella me abrazó, y colocó
una pierna sobre mi. Al poco rato se durmió, y yo lo hice un poco después.
Sentía besos en mi cuello. Entredormido pude distinguir la figura de Marta que
me besaba llena de pasión. Cada vez que sus labios pasaban sobre mi piel, mi
cuerpo entero se estremecia. La verdad es que hace mucho estaba deseando que
esto pasara, sólo que me negaba a reconocerlo.
Ella empezó a desabrochar mi camisa. Sus manos suaves acariciaban mi pecho.
Nuestros labios se fundian en besos infinitos, mientras nuestros cuerpos iban
quedando al descubierto.
Mis brazos eran dos lazos que la ataban a mi cuerpo, mi lengua dibujaba cada
parte de ella, mis dedos recorrian la piel de su espalda. Ella estaba sobre mi,
sus dedos se enredaban en mi pelo, y sus pies acariciaban mis piernas de arriba
a abajo. Sentía su pecho sobre el mio, sentía como aumentaba el ritmo de
nuestros corazones. Sus pezones duros rozaban mi pecho y parte de su pelo estaba
sobre mi rostro, mientras ella devoraba mi boca apasionadamente. Realmente amaba
a Marta, lo que no sabía era en que momento había empezado a hacerlo, aunque eso
no importaba en ese instante.
Tomé sus manos mientras ella besaba mi cuello y empezaba a bajar lentamente por
mi cuerpo, lamiendo cada parte de mí.
Su boca seguía recorriendome. Sus manos seguian entre las mias. Mi excitación
creció cuando su rostro se detuvo junto a mi semierecto pene. Ella solo lo besó,
y siguió bajando hasta llegar a mis pies. Tomó mi dedo gordo con sus labios y
luego lo mordió suavemente, para después empezar su recorrido en sentido
contrario.
De nuevo estaba comiendose mi boca. Y luego acercó sus labios a mi oido, para
decirme muy suavemente:
-Esta noche eres mi juguete.
Esas palabras me causaron una gran impresión. Ella era la misma Marta de
siempre, solo que jamás se me había pasado por la cabeza que una situación de
estas llegara a darse entre nosotros.
Ella se sentó sobre mi pecho. De su sexo húmedo empezaban a manar fluidos que
mojaban mi piel. Empezó a bajar muy despacio, haciendo que mi piel se quemara al
contacto con la suya.
Su sexo al fin tocó el mio, aunque no lo suficiente para que la penetrara. Sabía
perfectamente como volverme loco, hacia que mi pene apenas rozara la netrada de
su vagina. Al fin decidió que queria sentirme dentro de ella. Empezó a sentarse
muy despacio sobre mi pelvis. Mi pene entraba muy despacio en su vagina,
centimetro a centimetro, sin prisa. Después de un rato por fin entró por
completo, por fin estabamos unidos, por fin éramos un solo cuerpo, un solo
espiritú.
Marta comenzó un vaiven con sus caderas. Sus suaves movimientos hacian que mi
excitación creciera.
Sujetaba a Marta por la cintura, para darle apoyo, mientras el ritmo de sus
movimientos iba en aumento. Ella se acostó sobre mi, pasando sus manos bajo mi
cuello. Los músculos de sus muslos se tensaron, Marta cerró sus ojos y luego dió
un prolongado suspiro, mientras de su vagina salián los fluidos que son producto
del placer. Yo me corrí unos segundos más tarde. Ella se durmió acostada sobre
mi, yo la abracé, sin que nada me importara.
La mañana se levantó, y yo desperté a Marta con un beso en los labios.
-Diego, hay algo que debo contarte.
Sus ojos tenían una expresion de tristeza.
-Dimelo Marta.
-Me ofrecieron un postgrado en el exterior, y es una oportunidad que no puedo
dejar pasar.
-¿Piensas irte?
-Si, es lo que quiero.
-Muy bien, si eso es lo que deseas, hazlo.
-Deseo irme, pero también quiero estar a tu lado.
-Sabes que en este momento no cuento con los recursos económicos para irme a
vivir al exterior, asi que no tendré más remedio que esperar a que vuelvas.
-Diego, es que... no pienso volver.
Mi corazón dió un vuelco, sin embargo, no podía pedirle que abandonara sus
sueños por quedarse conmigo.
-Entonces... ¿No volverás?
-No, quiero radicarme allá.
-Entonces hazlo, sigue tus sueños, encuentra tu camino.
-¿Y tu?, ¿Qué harás?
-Esperaré, esperaré a que el destino vuelva a reunirnos.
Pasó sus brazos por mi cuello, y besó mis labios dulcemente. Fué el último
recuerdo que me dejó, un beso que aún hoy, a mis 65 años puedo sentir sobre mi
boca.
Jamás la volví a ver, pero el amor que siento por ella aún sigue causandome un
dolor inmenso en el corazon, maldita la hora en que me vine a enamorar de ella.