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El señor de los tornillos. Libro I

en Parodias

LIBRO I

El mundo está cambiando.

Lo noto en el aire.

Lo siento en el agua.

Mucho se perdió entonces, pero los que aún viven para recordarlo, no pueden olvidar la oscuridad que se cernió sobre el mundo en aquellos días. Pues fue entonces cuando se forjaron los tornillos de poder.

Tres se entregaron a los elfos, salidos como siempre.

A los enanos cinco, por el culo te la hinc…

Y nueve fueron entregados a lo hombres, que ansían a la Giovanni por encima de todas.

Pero en secreto, el señor oscuro Bujauron, forjó un tornillo único que sometía a todos los demás. Y así todas las razas fueron engañadas y sometidas a su poder. Uno a uno, los pueblos libres de la Tierra de Enmedio fueron conquistados. Pero una última corrida de elfas con hombres acabó con el mal y el tornillo único desapareció para siempre.

Y así se completó un ciclo en la edad de los hombres.

Pasaron mil años hasta que un pequeño mediano, Bimbo Bolsazo lo encontrara de nuevo. Ya en el este, el rumor de un temor olvidado volvía a sonar. Bujauron, el señor de la oscuridad volvía de su letargo de siglos y tomaba forma de gran ojete rojo. En secreto había estado reclutando un ejército para vengarse de las elfas y los hombres.

Por aquel entonces, muy lejos de allí, en Loquemarca vivía feliz un hobbit llamado Froto, sobrino de Bimbo y el único heredero de éste. Fue así como el tornillo único pasó a manos de Froto Bolsazo, pues Bimbo se lo entregó. Lo que más deseaba el viejo hobbit era volver a la tierra de las elfas ninfómanas, pues ya que había de morir, mejor hacerlo a lo grande.

Quiso el destino que por Loquemarca, pasara el mago Gandolfo, el grisáceo, sabio entre los magos y amigo de Bimbo y Froto. Muy preocupado se quedó Gandolfo al saber que el tornillo único había vuelto a reaparecer en la Tierra de Enmedio.

Sólo había una opción. El tornillo debía viajar hasta Saliendell donde el sabio Terron, el medio elfo –fruto de una aventurilla de su madre, elfa ninfómana, con un titiritero que pasaba por allí-, debía decidir qué hacer con el tornillo único.

Pero Froto no estaría solo en este viaje. Su fiel amigo Sum lo acompañaría. A ellos se unieron también Pippí y Marry. Y así los cuatro amigos medianos partieron con la esperanza de encontrarse pronto con el mago Gandolfo en Saliendell, que ahora debía atender otros asuntos (lo que los inocentes hobbits no sabían era que Gandolfo había conocido a una enana barbuda que le hacía tilín). Antes de partir les sugirió a los hobbits que no abandonaran las sendas, pues de tontos que eran se perderían seguro.

No hubo más palabras amables de despedida. Los cuatro hobbits se internaron por los caminos y, en la primera curva, tal y como había predicho el mago Gandolfo, se perdieron.

Por fortuna vivía en aquellos bosques un extraño personaje llamado Tam Bombalicón que justo llegó a tiempo de rescatar a los cuatro medianos de un árbol salido que los quería encular. Tam llegó cantando y brincando y con su enorme hacha cortó de un tajo la rama más salida del árbol, que ya apuntaba al trasero de Marry. El pequeño hobbit se vio libre de ser enculado por decimonovena vez en su vida. No por nada le llamaban "La Marry".

Tam Bobalicón llevó a los cuatro medianos a su casa del bosque, donde vivía sólo con Vaya Potorro, la elfa más bella que habían visto en su vida. Y eso que Pippí era suscriptor del Playelf.

El resto del día lo pasaron descansando y comiendo. Por la noche, de tanto brincar, Tam Bobalicón se quedó dormido profundamente, mientras Vaya Potorro enseñó a los cuatro hobbits el origen de su nombre. Cuando amaneció ninguno de ellos podía cerrar las piernas, mientras Vaya Potorro dormía entre las flores con una sonrisa de oreja a oreja.

Guiados por Tam Bobalicón, los cuatro hobbits emprendieron de nuevo la marcha y se encaminaron a Brea, el pueblo de los hombres. Cuando llegaron se despidieron agradecidos de Tam y le dieron recuerdos para Vaya Potorro.

El pueblo de los hombres era un lugar sórdido para los hobbits, que se sentían desplazados. Entraron en la posada del lugar y Pippí, que el Potorro de la Vaya le había sabido a poco, se buscó un par de fulanas que le sacaban más de un metro de estatura. Embriago por el aroma de los dulces pechos de las señoritas, Pippí les sugirió que si se portaban bien con él les daría un papel en una película, pues conocía a Peter Jackson en persona, además de enseñarles un gran tornillo que tenía. Lo dijo guiñando un ojo.

Froto, asustado ante la enormidad de las doncellas, quiso rescatar a su amigo, pues sabía que el pequeño hobbit no sobreviviría entre los poderosos pechos de las damas, que lo aplastarían como a un huevo, pero su mala fortuna le hizo tropezar con un condón que alguien había dejado en el suelo y a Froto se le salió en tornillo que llevaba engarzado del cuello.

La carcajada fue monumental. Todos se reían del patético hobbit que ahora se había quedado clavado al suelo de madera merced al tornillo. Daba tirones del cuello para desatrancarlo y no seguir haciendo el ridículo. Y entonces, unas fuertes manos lo levantaron en peso y se lo llevaron a un rincón.

El desconocido se presentó como Tranca, amigo de Gandolfo y estaba allí para protegerlos y guiarlos hasta Saliendell.

A la mañana siguiente, los cuatro hobbits en compañía de Tranca, partieron de Brea. Por una ventana, dos hermosas doncellas de pechos tan grandes como la cabeza de Pippí se despedían del mediano que caminaba con las piernas muy abiertas y una sonrisa que parecía tener la mandíbula encajada.

Tras varios días deambulando como moscas por los montes, hicieron un alto en Jhamon Shûn, la cima de la grasa. Allí, durante un descuido, fueron atacados por nueve espectros de la oscuridad, los Gandhulez. Por fortuna Tranca logró repelerlos bajándose los pantalones y mostrando el portentoso miembro que le daba nombre. Los Gandhulez huyeron dando alaridos y sólo uno pareció intrigado, pero cuando fue a acercarse al miembro que lo atraía como un faro, Tranca le lanzó una antorcha. Como ya el Gandhulez iba caliente, la antorcha prendió rápido en su túnica y el espectro salió huyendo envuelto en las llamas de la pasión. Habían tenido suerte.

Libres ya del horror de los espectros, los cinco héroes llegaron hasta Saliendell, donde Tranca tenía una amante llamada Areen, la de la entrepierna insondable y, que al parecer, sólo encontraba consuelo con la tranca del Tranca.

FIN DEL LIBRO I