miprimita.com

En un lugar Oscuro

en Gays

Cuando Luis abrió los ojos, estaba rodeado por una oscuridad casi absoluta. Una pequeña ventana irradiaba un débil halo de luz, que no alcanzaba a iluminar la habitación. Estaba tirado en el piso, cubierto solamente por una camiseta sucia y rasgada. Tenía las manos esposadas en la espalda. Estaba sudando a chorros. Trató de recordar. Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el rechinar de una puerta, seguido por el seco golpe que ésta produjo al cerrarse. Escucho unos pasos que se acercaban a él, y una voz firme que le decía:

-Por fin abres los ojos, he estado esperando que despiertes por horas.

-¿Dónde Estoy? – Preguntó Luis tratando de no demostrar los nervios que sentía.

-Estás donde debes estar. Además, aquí las preguntas las hago yo, no tú, ¿de acuerdo?

- De acuerdo – Contestó simplemente.

- De acuerdo, Señor – Replicó su interlocutor con tono firme.

– De acuerdo, Señor – Repitió Luis, tratando de evitar los problemas que sin duda se vislumbraban.

El recién llegado se acercó lentamente sin decir palabra. Empezó a caminar alrededor de él. Luis alcanzó a ver solamente una sombra dando vueltas. A sus 32 años, Luis mantenía un cuerpo envidiable. Era alto, de piel apiñonada y pelo negro. Las largas horas de sacrificio en el gimnasio mostraban claramente sus resultados: La rasgada camiseta no alcanzaba a cubrir su pecho fuerte y musculoso, completamente lampiño, adornado solamente por dos pezones oscuros y firmes. Los fuertes brazos atados a la espalda magnificaban la vista de aquel torso perfecto. Su escultural abdomen, que lucía un lavadero impecable enmarcado por unos abductores deliciosamente tonificados, se ocultaba a la vista del intruso por la forma en la que Luis yacía en el piso, con las rodillas casi pegadas al pecho.

Instintivamente habría adoptado esta posición, casi fetal, buscando resguardar sus partes más delicadas.

-¿Nombre? – Preguntó inquisidoramente el extraño.

Luis de la Peña, Señor -

¿Edad? –

32 Años, Señor –

¿A que te dedicas, Luisito? – El Diminutivo sorprendió a Luis de tal forma que instintivamente levantó la cabeza del piso, dirigiendo la mirada hacia la voz inquisidora. Sus ojos se empezaban a acostumbrar a la oscuridad, por lo que pudo ver la figura de un hombre alto, fuerte, que llevaba puesta una ajustada camiseta blanca, y pantalones claros. Empuñaba lo que parecía ser un garrote con la mano derecha, con el que se golpeaba rítmicamente la palma de la izquierda. Calzaba unas pesadas botas que quedaban a la altura de los ojos de Luis. Por el tono de voz debía tener unos cuarenta años, aunque la esbelta figura parecía de alguien mas joven. Había algo atractivo en ese personaje.

¿A que te dedicas? – Repitió en tono mucho más agresivo, trayendo a Luis de vuelta a la realidad.

Tengo negocio propio, Señor.

No me vengas con chingaderas – Dijo el extraño, mientras propinaba una patada al abdomen de Luis. – No tengo tiempo para juegos. A partir de este momento, vas a contestar claramente mis preguntas, sin darles vueltas. Creeme, no quieres ponerme de mal humor, ¿Entendido, Luisito?

Sí, Señor.

Pues bien, aclarado el punto, ¿a qué te dedicas?

Soy Escort de caballeros, Señor.

¿Quién carajos inventó estos términos modernos? Quieres decir que coges con otros cabrones por dinero, que eres un pinche chichifo, un chacal, ¿cierto? – Así es, Señor – respondió un poco avergonzado ante tal claridad de lenguaje.

¿Conoces a un tal Ramiro Muñoz?

No lo recuerdo por nombre Señor, probablemente sea uno de mis clientes. ¿Puedo preguntar quien es, Señor?

No te hagas pendejo. Es el cabrón que encontramos muerto en el cuarto de hotel del que te vieron salir, chacal. ¿Tú lo mataste?

No señor, juro que estaba vivo cuando salí del cuarto, señor.

Si quieres salir vivo de aquí, más te vale que me cuentes absolutamente todo lo que pasó en ese cuarto, sin ocultar un solo detalle. ¿Entendiste?

¿Todos los detalles? No estoy seguro de que le agrade escuchar algunas cosas, Señor.

Luis vio como aquella figura sombría lo pateaba en el abdomen y los testículos, mientras tiraba un par de macanazos a su espalda. Posiblemente sería la adrenalina del momento, pero no sintió tanto dolor como se podría haber anticipado.

Verdaderamente me estoy hartando de tus insolencias. Mas te vale que empieces a hablar, si no quieres acabar en el mismo pinche hoyo que tu cliente, chichifo. Cuéntamelo todo desde el principio.

Esta bien, señor. Estaba en mi casa el miércoles por la tarde, cuando sonó mi celular. Era uno de mis clientes recurrentes al que solamente conozco por el Javi. Normalmente me contrata para toda la noche y deja buenas propinas. Me citó en una habitación del Hotel El Sol a las siete de la noche. Varias veces habíamos estado en ese hotel, así que acepté con gusto, pensando en que la semana había estado floja, y que podría ganarme una buena lana. Me bañé, me rasuré y salí para llegar a la cita puntualmente.

¿Qué traías puesto, chacal?

Me puse unos pantalones de cuero negros ajustados, como le gustan al Javi, camisa negra de seda y en el cuello una puka de coral, también negra.

¿Qué más, chichifo?

Nada más, Señor. Bueno, debajo de la ropa traía un suspensorio, como de costumbre cuando salgo a ver a un cliente.

No me refería a tus puterías, chacal, ¿qué mas pasó después? – Preguntó el desconocido mientras su bota se hundía en el costado de Luis.

Bueno, Señor, pues llegue al cuarto de hotel donde me esperaba mi cliente. La puerta estaba entreabierta, como de costumbre, por lo que entré sin tocar. El Javi me recibió amablemente, como siempre, y me ofreció un trago. Destapamos unas cervezas mientras intercambiamos algunas palabras sentados en la orilla de la cama. Lo conozco, es decir, lo conocía bastante bien y siempre tomábamos las cosas con calma, cuando menos de inicio. Después de unos minutos, el Javi puso su mano en mi pierna y comenzó a acariciarme por encima del pantalón. Comenzó a acariciarme los muslos muy despacio, alargando cada movimiento, como esperando que la sensación durara toda la noche. Me quitó sutilmente los zapatos y empezó a bajar mis pantalones muy lentamente, acariciando nuevamente mis piernas, mis muslos y mis nalgas. Le encantaban mis nalgas. Podía acariciarlas, besarlas y morderlas por horas como si nada mas pasara en el mundo.

Dejame verte las nalgas, chacal - Nuevamente, la voz sacó a Luis de su abstracción. Volteó a ver nuevamente a su captor. Un poco mejor acostumbrado a la oscuridad, sus ojos alcanzaron a distinguir por primera vez los finos rasgos del hombre. Tenía cabello claro, con un corte casi militar, aunque en la penumbra no alcanzaba a distinguir su color exacto; los ojos, también claros, brillaban en aquel cuarto con una luz propia que le resultó familiar. Sus facciones eran hermosas y limpias, a pesar de que traía barba de dos días. Contrastaban con la rudeza de sus actos y su lenguaje. Que raro – Pensó – hubiera creído que los guaruras serían más feos. En ese momento se dio cuenta de que no sabía como denominar al hombre con el que compartía la habitación. Podría ser un carcelero, policía, detective... Por alguna razón, en su cabeza se había empezado a referir a él simplemente como Guarura.

La figura del guarura lucía hermosa en la penumbra. La camiseta blanca de manga corta y cuello en "V" se ceñía al cuerpo casi perfectamente, mostrando un torso delgado, pero fuerte y marcado. Los brazos, también musculosos, estaban cubiertos de vello claro, que a pesar de la escasa luz alcanzaba a brillar de un modo casi mágico. Llevaba jeans bastante apretados, que mostraban unas nalgas redondeadas que alcanzaban a resaltar contra la oscuridad del fondo. Luis alcanzó a ver como un bulto empezaba a sobresalir de la entrepierna de aquel hombre, mientras con la mano que le quedaba libre lo frotaba por encima de la ropa.

Chingadamadre, chacal, ¿estas sordo, o que? Enseñame las nalgas. Voltéate hacia allá, para que te de la luz – Dijo el guarura mientras soltaba nuevamente una patada.

Luis hizo un esfuerzo por ponerse de rodillas, con las manos por atrás de la espalda, y se inclinó lo mas posible hacia delante. Sus nalgas eran verdaderamente hermosas. A pesar de la penumbra, se veían fuertes, musculosas y completamente lampiñas. A plena luz del día se habría podido apreciar su culo rosado, perfecto, si bien acostumbrado a las labores propias del oficio. Resultaba claro por que aquellas nalgas perfectas habrían sido la fascinación de aquel desafortunado cliente.

¿Qué pasó después, chichifo?

El Javi empezó a desabotonar mi camisa, Señor. Me acarició el pecho, deteniéndose un buen rato a jugar con mis pezones. Me los pellizcó y acarició hasta que se pusieron duros como una piedra, mientras me quitaba gentilmente la camisa.

De repente, Luis sintió un fuerte tirón. El otro había jalado lo que le quedaba de camiseta, desgarrándola completamente y tirándola al piso junto a él, dejándolo completamente desnudo. Acto seguido, sintió como unas manos le empezaban a recorrer el pecho bruscamente. Un pecho lampiño, perfecto, que tanto trabajo le había costado y que tantas satisfacciones había dado a sus clientes. Sintió aquellas manos que se acercaban desde su espalda aproximarse a sus pezones, hermosos, oscuros, deseables.

-¿Te quitó así la camisa, puto?

-Sí, señor.

-¿Y te pellizcó así los pezones? – preguntó mientras daba un fuerte, muy fuerte pellizco a ambos pezones al mismo tiempo. Luis sintió un gran dolor, muy diferente al trato que estaba relatando. Arqueó ligeramente el cuerpo, y sin embargo, repitió la respuesta –Sí, Señor – Temeroso de que otra aclaración le ganara un nuevo golpe.

¿Se te pusieron así de duros los pezones, chacal? - Efectivamente, los pezones de Luis se habían puesto duros nuevamente, ante el violento estímulo recibido. Sin esperar respuesta a su pregunta, continuó – ¿Que pasó después? –

Después, empezó a acariciar mi espalda, Señor. Recorrió toda mi espalda con sus suaves manos primero, y después con su lengua maravillosa. Al Javi siempre le ha gustado mi espalda, y no pierde oportunidad de besarla y acariciarla. Eso siempre le calentó increíblemente.

Inmediatamente, Luis sintió las manos del guarura en su espalda. Lo tocaban violentamente alrededor de los brazos esposados, y después sintió una mordida en el omóplato derecho que le dolió hasta el alma. La espalda de Luis merecería mejor trato. Era una espalda ancha, fuerte, musculosa, con una piel tersa perfectamente cuidada. -¿Así te acariciaba y te besaba? – Nuevamente, Luis respondió solamente –Si, Señor-. Inmediatamente, continuó con el relato de los hechos sin esperar a ser cuestionado.

Cuando me di cuenta, El Javi ya estaba completamente desnudo, Señor. Seguramente se había desvestido mientras estaba a mis espaldas acariciándome. Nuestras bocas se buscaron mutuamente y se fundieron en un maravilloso beso. Siempre supo besar como ninguno. Nuestras lengua se entrelazaron, y sentí que el tiempo se detuvo para nosotros. Mientras tanto, sus manos acariciaban mi pelo suave, gentilmente, como todo lo que hacía él siempre.

Luis sintió una boca pegarse contra la suya. De forma intempestuosa abrió los labios y sintió como una lengua empezó a explorar salvajemente dentro de su propia cavidad. Sintió una fuerte mordida en la lengua primero, en el labio después, seguida de un sabor peculiar que reconoció como sangre. Un fuerte tirón de pelo remató la dolorosa experiencia.

El guarura se había desvestido completamente, a excepción de las botas que mantenía puestas, probablemente para aplicar un nuevo correctivo si se hacía necesario. Su figura era verdaderamente gloriosa. El pecho, tal como se adivinaba a través de la playera, era fuerte y trabajado pero muy delgado. Estaba cubierto de vello, que brillaba cada vez mas en la mediana oscuridad. Los brazos lucían aun mas imponentes que cuando estaban contenidos por la ropa. Pero el verdadero manjar comenzaba de la cintura hacia abajo. Las nalgas eran unas fuertes rocas redondas, hermosas. Sus piernas eran firmes como dos columnas griegas, orgullosos soportes de tal monumento a la belleza. Su verga estaba casi completamente parada. Colgaba hermosa junto a dos grandes huevos adornados con una espesa mata de pelo, aparentemente mas oscuro que el del resto del cuerpo. No era demasiado grande, pero si bastante gruesa. Tenía un hermoso capullo circuncidado, que brillaba levemente a pesar de la muy escasa iluminación.

¿Así te besó y acarició, chacal?

Si, señor –

 

El Javi tomó mi cabeza y la bajó suavemente a su entrepierna. Me metió su verga en la boca. Era una hermosa pija. Era grande como pocas. Y que decir de lo gruesa. Difícilmente me la podía meter a la boca. Sin embargo, me encantaba comérmela por horas y horas, a veces dándole besos y lengüetadas alrededor de la hermosa cabeza, a veces metiéndomela toda a la boca hasta la garganta. Por el, haría cualquier cosa.

Las manos del captor tomaron violentamente la cabeza de Luis y la llevaron hasta su verga. Luis abrió la boca instintivamente y empezó a chupar aquel falo. Sintió un bombeo violento y las manos que le empujaban la cabeza hasta meterse aquella pija hasta el fondo. Le dieron ganas de vomitar, pero tuvo que controlarlas ante la incapacidad de sacarse aquel trozo de carne de la boca. No podía respirar. Sintió que se asfixiaba, pero poco podía hacer con las manos esposadas a la espalda. Cuando sintió que no podía más, un fuerte jalón de pelo separó su cabeza del cuerpo del otro, permitiéndole por fin tomar un poco de aire. Se sacó la verga de la boca, y escupió un poco de la saliva espesa que la sensación había producido.

-¿Así se la mamaste, puto? - Preguntó la tan temida voz, mientras sus manos volvían a empujar la cabeza de Luis hacia su verga. Varias veces sintió que se asfixiaba, o se ahogaba en su propio vómito, pero siempre el guarura acababa sacándole la verga de la boca en el último momento. – Sí, Señor, Sí señor – Apenas alcanzaba a murmurar entre embestida y embestida. Por fin, las manos dejaron de llevarlo nuevamente hacia la verga parada, que se erguía delante de él.

-¿Qué pasó después, chichifo?

Después el Javi me volteó, bajó a mis nalgas, y las empezó a acariciar nuevamente, Señor. Ya le he dicho que a él le encantaban mis nalgas, y las trataba con un respeto que rayaba en veneración. Después, me empezó a besar, primero las nalgas por fuera, y fue penetrando cada vez más en mi raya, hasta comerse mi culo con verdadera pasión. Me metió la lengua por el ojete como queriendo cogerme con su boca, dejándome completamente ensalivado.

- ¿Así, Así, pinche puto? - Luis alcanzó a oír mientras el guarura acercaba la boca a sus nalgas. Acto seguido sintió la barba medio crecida rozar contra su culo, y la boca buscando bruscamente el orificio para chupar y morder sin delicadeza alguna. Luis sintió nuevamente dolor, pero no se atrevió mas que a dar la misma respuesta de costumbre. Sintió que su culo estaba completamente empapado por la saliva del otro hombre.

El Javi se puso lubricante y metió primero uno, luego dos y hasta tres de sus dedos con todo cuidado en mi culo, Señor. Metiendo y sacando suavemente sus dedos, me dilató el hoyo con cariño, pacientemente, para después empalarme con su maravilloso miembro.

Luis sintió que lo volteaban violentamente contra una pared, todavía de rodillas, y que le abrían las piernas para dejar su culo precioso, perfecto y tan cuidado al descubierto. Oyó como el otro hombre escupía y sintió varios dedos entrar de súbito en su ano. Tres, tal vez cuatro dedos entraban y salían medianamente lubricados causándole serio dolor. Previendo lo inevitable, continuó con la narración:

Entonces, el Javi se puso atrás de mí, y sosteniéndome por la espalada, me metió su maravillosa verga. La verdad es que siempre me encanto la forma en que me cogía. Delicada, sutilmente. Poco a poco primero, hasta permitir que me acostumbrara a su cuerpo. Cada vez más y más rápido, hasta sentir que todo su ser estaba dentro de mí. Sentí sus huevos pegar contra mis nalgas, y sentí sus manos recorriendo mi pecho y espalda, acariciándome la espalda y las piernas.

Efectivamente, lo inevitable sucedió. El guarura enfiló su verga, completamente parada y todavía un poco mojada al ano de Luis. El sintió un fuerte dolor al recibir el falo todo de golpe, hasta adentro, pero se contuvo. Las manos del otro recorrían su cuerpo, pellizcando fuertemente sus pezones, sobando torpemente sus piernas y propinándole fuertes nalgadas que alcanzaban a arrancar algunas quejas de su boca, a pesar de su determinación por no gritar.

¿Qué pasó entonces, puto de mierda?

El dolor era increíble. Sin embargo, Luis alcanzó a contestar: - Después de que me metió su verga hasta el fondo de mí, después de que sentí tal placer que resulta indescriptible, después de sentir que me hizo suyo de la forma mas increíble, se vino dentro de mí, y yo me vine con él sin necesidad de tocarme siquiera.

-¿Así, así? - Preguntaba el guarura, mientras chorros de leche inundaban el culo de Luis. Al mismo tiempo, sintiendo la venida masiva en su ano, Luis se venía contra la pared y el piso lanzando cinco, seis chorros sin tocarse ni que nadie lo tocara.

No fue exactamente así, Señor; la verdad es que la verga del Javi era notablemente mas grande y gorda que la de usted.

¿Cómo te atreves a decirme esto, maldito chacal? Quieres probar una verga mas grande y gruesa, te la voy a dar, puto.

Acto seguido, tomó la macana con la intención de encular a Luis con ella. Luis no hizo ningún esfuerzo por librarse inicialmente. Después de unos segundos, dijo:

Pensé que un guarura no tendría necesidad de usar un garrote.

¿Que dijiste, chacal?

Que no hay necesidad del garrote, Señor.

De acuerdo, si así lo quieres, esto se acabó.

 

 

 

Una luz iluminó súbitamente la habitación. Era un cuarto de juegos bastante amplio, con una mesa de billar al fondo y una acogedora sala de piel al otro lado. Luis y Javier se sentaron a platicar en el love-seat.

Que bueno que dijiste la palabra "garrote", Luis. Por un momento pensé que de veras querías que te metiera la macana.

Pues creí que la aguantaría, pero después me dio un poco de miedo. Hay que ir poco a poco, ¿No crees, Javier? La próxima vez, la palabra clave podría ser "Guarura".

¿De donde sacas esas palabras? Me encantó lo del cliente " El Javi", ¿estabas pensando en mí?

Claro, como siempre. La próxima hacemos el de los cazadores perdidos, ¿sale? Yo consigo las escopetas y la tienda de campaña.

Te quiero

Yo a ti.