miprimita.com

Amarga decepción

en Otros Textos

Amarga decepción

18 de noviembre de 1957

Aurora.

Esta noche te escribo esta carta, con lágrimas en mis ojos, espero no manchar el papel para que no se corra la tinta y puedas leer mis palabras claramente.

Recuerdo aún aquella tarde en que te conocí, estabas sentada en aquella banca, yo, como todas las tardes, iba caminando alrededor del parque, no pude menos que detenerme a admirar tu belleza, aquella mirada que se dirigía a mí, aquella figura tan hermosa… tu carita de niña inocente me robó el corazón en el acto.

Me acerqué a ti y te pregunte como si nada.

-¿Qué hace una chica tan hermosa como tú tan sola?-

De verdad temía que estuvieras esperando a tu novio o algún amigo, por eso quería dejar las cosas en claro desde un principio, pero al escuchar tu respuesta…

-No espero a nadie, estoy sentada aquí, olvidándome de mis problemas-

Me sentí tan mal, aún no te conocía, era la primera vez que hablaba contigo, por lo que te pedí permiso para sentarme a tu lado, te extendí mi mano amiga para que me hablaras en confianza ¿qué te aquejaba?

Recuerdo claramente tu respuesta.

-En mi familia estamos muy mal, mi padre es un alcohólico, mi hermano mayor se la pasa de parranda con sus amigos y mi mamá es una neurótica. Por eso estoy sentada aquí, huyendo de mis problemas-

No pude más que enternecerme, yo tampoco estaba en tan buenas condiciones, una tía muy querida había muerto recientemente, por eso iba a aquel parque a desahogar mis penas caminando.

En menos de diez minutos, comenzamos a platicar de cosas más alegres, te gustaban los mismos cantantes que a mí, los mismos actores y actrices, los mismos programas de radio, las mismas películas, teníamos tanto en común.

Recuerdo tu edad, 19 años, yo en aquel entonces tenía 23; tu rubia cabellera, que contrastaba con tus ojos color verde y tu piel blanca, me fascinaba, aquella sonrisa tan encantadora que tenías, tu dulce voz, por primera vez te veía sonreír y yo también esbocé una sonrisa sincera de auténtica felicidad.

Al día siguiente, recuerdo como llegué en mi coche por ti a tu casa y saliste tan sonriente, tan bella, me invitaste a pasar para conocer a tu familia, yo me preguntaba dentro de mí.

-¿Tan rápido van las cosas?-

Pero la verdad no me importaba mucho, yo solo quería estar contigo, disfrutar a tu lado cada momento….

Me presentaste como tu amigo, recuerdo aún la cara de tu mamá, me observaba como si fuera un bicho raro, con demasiada desconfianza, me invitaste un vaso de agua fresca para aminorar el calor que hacía, tu madre me preguntó tantas cosas, era natural que estuviera tan preocupada por ti, eras su única hija, su nenita.

Ya me sentía como tu pretendiente, inclusive como tu salvador, de verdad deseaba hacer una diferencia en tu vida, quería borrar cada una de las lágrimas que habías derramado, sé que no es fácil llevar la vida que habías tenido hasta ese momento.

Fuimos al cine, a ver una película de amor, quedé tan fascinado con la historia, al salir de la sala, no podíamos contener las lágrimas, te pase mis brazos sobre tu espalda y te estreché contra mí, tú no opusiste resistencia alguna, al contrario, te gustaba aquella sensación de sentir todo el calor de mi cuerpo en el tuyo.

Cuando te dejé en la puerta de tu casa, te despediste de mi con un beso en la mejilla, todo el camino a mi casa, no paraba de acariciarmela con mis dedos, estaba muy feliz, a partir de ahí, mi vida cambió positivamente.

Fuimos buenos amigos tan solo unos días más, porque recuerdo como con una rosa roja en mi mano y una caja de chocolates te pedí que fueras mi novia, vi ese brillo tan especial en tus ojos, me sentí tan contento al escuchar las palabras más maravillosas de toda mi vida.

-Sí, Rubén, quiero ser tu novia-

Instantes después te tomé en mis brazos y nos besamos por primera vez, sentir esa calidez de tus labios y ese dulce sabor de tu aliento en los míos, me volvían loco de placer y de amor, me sentía como en el paraíso.

Las siguientes semanas fueron mejores aún, tu mamá perdió su desconfianza inicial y ahora me veía con buenos ojos, tu papá tampoco ponía objeción alguna y tu hermano me trataba bien, incluso ya platicábamos como dos amigos.

Te escribí muchos poemas y cartas, cada día te mandaba flores, hablábamos por teléfono por horas, no me cansaba de darle gracias a Dios de haber encontrado una chica tan maravillosa como tú.

Por esas épocas, conseguí un trabajo de medio turno para poder tener algún ingreso extra, todavía estudiaba mi carrera, pero quería ahorrar, hacer un capital, por si algún día podías ser mi esposa y llegar a formar una familia contigo.

¡Que bello hubiera sido tener hijos contigo mi amada Aurora! Ser tu esposo hubiera sido para mí un gran honor, era mi mayor ilusión… tú ser la madre de mis niños, era una idea que guardaba aún en mi corazón, aunque era muy pronto para comentártela.

Con el paso de los meses todo parecía marchar bien, seguía trabajando y estudiando, salíamos a pasear los sábados en la noche y todo el domingo; pero entre semana platicábamos por teléfono…

Todo hubiera sido perfecto si nunca me hubiera topado con aquel señor, hubiera preferido vivir engañado por siempre…

Resulta que, una mañana, cuando me dirigía a subir a mi auto para ir a la escuela me aborda esta persona, de nombre Román (conocería su nombre más tarde) y me dice.

-¡Amigo mío! ¡Te están viendo la cara de pendejo!-

Yo me quede paralizado por la sorpresa, así que le pregunté.

-¿Quién demonios es usted para decirme esto? ¿Acaso lo conozco?-

-No, pero yo a ti sí, eres el novio de "La perra"-

-No entiendo de que me habla- le respondí sorprendido.

-¡Vamos hombre! ¿Cómo se llama esa puta? ¡Ah sí! ¡Aurora!, alias, "La perra"-

Ese tipo te estaba insultando, no podía soportar más, tenía el rostro rojo de ira, así que sin más le asesté un puñetazo, lo tome de los hombros y lo empuje hacia el auto y mirándolo a los ojos le dije con una voz llena de rabia.

-¡No se atreva a insultar a mi novia! No creo ninguna de sus palabras, es usted un mentiroso, un señor al que le gusta molestar-

Recuerdo que lo solté, él solo me miró muy serio y respondió.

-De verdad se nota que tu amor te ha cegado profundamente, eres un verdadero idiota, allá tú si no me crees, pero todo lo que te he dicho es verdad absoluta, puedes averiguarlo con la misma perra, haber si se atreve a negártelo en tu cara-

Por supuesto que yo no creí palabra alguna de lo que me decía este señor, ¿cómo iba a dudar de ti mi nenita preciosa? Sin embargo, esa noche recuerdo como te comenté el incidente por teléfono y tú llorando me respondiste.

-¡Cómo puedes creer eso! Tú sabes que soy una chica decente, y yo te amo a ti, solamente a ti y a nadie más, por favor, no sigas ofendiéndome-

Te juro que me sentí como un verdadero idiota, ¿Cómo pude comentarte eso? Era más que evidente que ese hombre me dijo eso solo para molestarme, así que no toqué más el asunto, te pedí perdón y te prometí que el siguiente sábado iríamos a ver una obra de teatro.

El tan ansiado día llegó, de verdad ¡te veías tan hermosa! No podía sentirme más dichoso de ir del brazo de una dama tan bella y bondadosa como tú. Todo marchó bien previo y durante la función, era una noche perfecta…

Pero a la salida si mal no recuerdo, te excusas conmigo de que vas al baño a retocarte, yo te espero cerca de la puerta, cuando otro hombre un poco maduro se me acerca y me dice.

-¡Te compadezco amigo! La mujer a la que estas esperando es una piruja, una chica de vida fácil… le dicen "La perra"-

Al escuchar aquellas palabras siento una enorme ira, tomo al hombre de su solapa, lo miro con ojos llenos de rabia y le digo.

-¿Quién demonios es usted? ¡Como se atreve a insultar a mi chica!-

En ese momento sales del baño y nos miras con una cara llena de angustia, suelto al tipo y te pregunto directamente.

-Aurora, este señor me ha dicho cosas horribles de ti, que eres una mujer fácil, que te dicen "La perra". ¿Es verdad? ¡Contéstame!-

Te quedas callada, tu rostro se ha puesto un poco rojo de la vergüenza, el tipo se está riendo, tú solo dices.

-¡Vámonos de aquí!-

-Nos vamos, pero antes desmiénteme frente a este señor, dime que no es cierto-

Siento unas inmensas ganas de llorar, tu miras al hombre de manera desafiante, este solo se ríe burlonamente y se retira diciendo.

- A las pruebas me remito, "La perra" no tuvo el valor de negarte absolutamente nada, recuerda, el que calla otorga-

 

 

Esa noche no hablas en todo el camino, vas muy triste, con el rostro desencajado, yo tampoco quiero hablar, me niego a creer que eso sea verdad, llegamos a la entrada de tu casa, me bajo para abrirte la puerta como todo caballero, y por última vez te pregunto.

- Por favor, querida, dime la verdad, yo nunca dudaré de ti, sabes que te amo y…-

No dices nada solo me besas, siento tanta ternura, las palabras de los demás no me importan, confío en ti nuevamente…

Sabes que después de aquella noche, algo en nuestra relación cambió, te volviste mucho más irritable, cualquier cosa te molestaba, estabas inconforme con todo, tú no eras así, o al menos eso es lo que yo pensaba.

Cada vez nos veíamos menos, y cuando te llamaba a tu casa en las noches casi nunca estabas, tu mamá me contestaba de mala gana y te excusaba diciendo que estabas dormida y no quería molestarte.

Solamente nos veíamos los domingos, decías que los sábados no podías porque asistías a pláticas religiosas con tu nuevo grupo de amigas, las cuales nunca me presentaste.

Estábamos cada vez más distantes, más fríos. Dicen que "el hombre llega hasta donde la mujer lo permite", pero una tarde de domingo que íbamos caminando por el parque, tú de mi brazo me susurras al oído que me quieres, que te perdone todo, que no quieres que nuestra relación se enfríe, siento tu dulce voz tan sincera.

De repente me besas, la pasión con la que tus labios buscan a los míos me enloquece, nunca creí que podríamos besarnos en público, la gente se nos queda mirando, pero ya no importa.

Acto seguido, me tomas de la mano y con una osadía impresionante, que no te conocía, me pides que vayamos a un lugar más privado, yo te digo que no podemos, aún no estamos casados, ni siquiera comprometidos; me respondes que eso no importa, que me amas de verdad y deseas entregarte a mí.

En el auto nos dirigimos hacia la casa de un amigo, desciendo solo, hablo algunas palabras con él y nos permite pasar, como a escondidas, ahí se desata mi pasión anhelada… es la primera vez que estoy con una mujer, y estoy tan feliz porque es con la chica que mas amo en este mundo.

Tu te comportas de manera tímida, dejas que lentamente te vaya quitando tu ropa, acaricio tus senos, beso tu piel virginal… la verdad no creo que seas prostituta, como esos señores decían, te ves tan inocente y tan inexperta.

Nuestros besos son tan dulces, esa unión de cuerpo a cuerpo es lo que me vuelve loco, sé que tu también disfrutas, me murmuras al oído entre suspiros que es tu primera vez, que lo haga con cuidado, muy despacio porque estas segura de entregarte a mí.

Consumamos juntos el acto más bello de todos, donde nuestro amor se reafirma, no te veo sangrar, pero tu me comentas que te golpeaste de niña y por eso perdiste el himen, te creo absolutamente todo porque tu actitud denota falta de experiencia en el acto sexual, lo que más deseo en esos momentos es que seas mi esposa.

Por lo que al día siguiente voy a pedir tu mano, tu mamá (tan voluble como siempre) acepta encantada, desgraciadamente, para ese entonces tu papá se ha marchado de la casa, así que no pude pedirte oficialmente con él, pero sí con tu hermano mayor quien también se mostró accesible.

Fijamos la fecha de la boda: 14 de febrero de 1958.

Transcurren varias semanas, por el teléfono te noto muy contenta, dices que tienes algo especial que decirme, por lo que esa misma noche llego a tu casa, me recibes con un abrazo y un beso, me siento en la salita de estar y me confiesas.

- Mi amor, ¡vamos a tener un hijo!-

Tu confesión me dejó muy sorprendido al principio, no puedo creer que con solo en aquella vez que hicimos el amor ya hubiéramos dado fruto, pero así era, al fin realizarías mi más grande anhelo, ¡me darías un hijo! Un poco prematuro, pero finalmente me pongo muy contento.

Juntos realizamos planes para nuestro futuro, ¡tan bonito que es soñar! Estaba tan feliz, nunca me imaginé que al día siguiente, esa dicha que sentía por nuestro próximo matrimonio y nuestro bebé se esfumaría tan de repente y se tornaría en una amarga decepción.

Esa maldita tarde, me dirijo a mi coche, cuando Román, aquel señor de la primera vez me aborda y me dice.

- De verdad que si eres tan estúpido, nunca me creíste que tu querida Aurora, alias "La perra", fuera una piruja…

Te juro que me dieron ganas de volverle a romper la cara, imbécil, ¿cómo se atrevía a insultar a mi futura esposa y madre de mi hijo? Así que le contesté con la mayor calma posible,

- No le creo nada, Aurora es una mujer decente y, por favor, le ruego se retire y nos deje en paz, no le permitiré que insulte a mi futura esposa-

El tipo esboza una sonrisa sospechosa, parecida a la de aquel otro, el de la salida del teatro y solo dice.

-¿No me crees verdad? Pues bien, déjame llevarte a un lugar a que veas por tus propios ojos la clase de gente que es tu adorada noviecita-

¡Esto ha llegado demasiado lejos! ¿Cómo aceptar aquella invitación? Sería desconfiar de ti, pero por otro lado, también quería quitarme la duda y sacarme para siempre esa espina que tenía clavada en mi corazón.

Acepto acompañarlo, me lleva en su auto a un barrio de mala muerte, aunque apenas son las 6pm, las personas de ahí andan tomadas, abundan las chicas fáciles….

Llegamos a una cantina, entramos y lo que veo me deja perplejo… Ahí estas tú, Aurora, la mujer a la que tanto amé, muy encimosa con un tipo desconocido, te ves tan distinta… tus vestidos largos y bonitos han sido sustituidos por una falda brillosa y una blusa que remarca tus formas femeninas, no deja nada a la imaginación.

El hombre con el que estas te sonríe, ambos están bebiendo y fumando, también ríen a carcajadas, de repente miro como el tipo te agarra las piernas, tú no opones resistencia alguna ¿acaso te olvidaste que estas comprometida conmigo? ¿qué vamos a tener un hijo?

Una lágrima comienza a resbalar por mis mejillas, Román me dice.

-Te lo advertí-

Yo no lo escucho, llego hacia donde están tú y el tipo, cuando me acerco tú sigues riendo y dejando que aquel canalla te manosee por todas partes, grito tu nombre, volteas a mirarme asustada, ya no sabes como disimular, como seguir fingiendo, como lo habías hecho tan bien en los últimos meses.

Quieres darme explicaciones, yo no las acepto, lo que vi es más que evidente, el tipo que esta contigo se pone enfrente de mí y me pide que me vaya, que no siga en aquel lugar, de verdad quisiera matarlo ahí mismo, pero siento que por una mujer como tú no vale la pena arriesgar el pellejo, así que me retiro de aquel lugar.

Transcurren tres días, me has llamado por teléfono y no he querido contestarte tus llamadas, finalmente me decido, voy a tu casa, toco tu puerta y me abre tu mamá.

Me mira enojada, seguro cree que yo soy el infeliz, y tú, su nenita adorable es una pobre y blanca paloma. Ella me dice.

-¿Qué hace usted aquí?-

-Necesito hablar con Aurora- le respondo

-Mi hija esta indispuesta- me contesta con un tono de voz de reproche.

En ese momento veo que te asomas, tienes los ojos rojos, como si hubieras estado llorando mucho.

-Déjame hablar con él mamá-

-Pero…- titubea tu madre, tú con la mirada le dices que se retire, ella accede.

-Perdóname Rubén- es lo primero que me dices, continúas.

-Es verdad, me hago llamar "La perra", me dedico a bailar en los burdeles de la zona centro de la ciudad y de vez en cuando tengo algunos clientes, de verdad perdona, que no te lo haya dicho, pero no quería que pensaras mal de mí, me veías tan buena e inocente, no quería que esa imagen se destruyera-

-¡Pero ya lo hiciste!- respondo con lágrimas en los ojos.

-¿Cómo pudiste engañarme de una manera tan ruin? ¡Eres una perra! ¡Una prostituta! ¿Pero sabes? Pronto tendrás un hijo mío y, perdóname, que te haga esto pero no me casaré contigo, solo quiero que me dejes al bebé, no quiero que viva en esos ambientes tan bajos-

Se que mis palabras suenan muy crueles, parece injusto separar al hijo de su madre, pero cuando esta tiene una vida como la que tú llevas, no considero que sea el mejor ambiente en el cual un chamaco pueda crecer.

Me miras con expresión de enfado, haces una pausa, como pensando si deberías de decirme algo o no, al fin te decides.

-Perdona Rubén, pero eso no será posible-

-¿Por qué no? Si te queda un poco de cordura sabrás que es lo mejor, además te permitiré ver al niño de vez en cuando, pero de verdad creeme, tu familia esta desintegrada, eres "La perra"… ¿Qué le puedes ofrecer a nuestro hijo?-

Me miras como diciéndome: "eres un verdadero idiota, no entiendes nada", pero en lugar de decirme exactamente aquellas palabras, prefieres desengañarme.

-Ese hijo no es tuyo, es de Román-

Siento que el mundo se me cae encima, ¡me sentí tan tonto! ¿Cómo pude enamorarme de una mujer como tú? Que buena actriz eres, siempre te creí tu falso papel de nenita buena, recatada e inocente, que sufría por el alcoholismo de su padre, la enfermedad de su madre y la vida desenfrenada de su hermano.

¡Que tonto fui! Claro, por eso dijiste que querías hacer el amor conmigo aquella ocasión, seguro ya sabías que ibas a tener ese hijo y aprovechando que el idiota de Rubén podía en cualquier momento pedir tu mano, quisiste adjudicármelo a mí, ¡ah pero todo se vino abajo! La cosas no te salieron como tú esperabas, no contabas que tu adorado Román te delataría y de la peor manera.

No te dejo continuar, solo te miro molesto y me retiro, transcurre más tiempo sin saber nada de ti, hasta aquella tarde que me llamaste por teléfono para pedirme perdón, que Román se retractó y no quería hacerse responsable de su hijo… que todo lo hizo en venganza tuya porque tú también le hiciste una mala jugada.

Yo no te hice caso, te ignoré por completo, aunque no lo creas, ya no te amo, te tengo lástima, mucha compasión e inclusive hasta pena… obvio que tampoco te odio, pero pues lo mejor será olvidarme de ti, nada nos une, y por si no te quedó claro cuando te lo dije aquella vez por teléfono, te escribo esta carta.

Son las 3:00 a.m., estoy cansado y quisiera dormir, pero ¿sabes una cosa? Mañana tomaré el primer tren rumbo a la capital, quiero apartarme de todo esto, estoy muy triste, pero sé que sobreviviré… pese a todo, reharé mi vida.

¿Cómo pudiste hacerme esto Aurora? ¡Yo te amaba! Si hubiera sabido que aquella noche en el teatro daría inicio al fin de nuestro amor, quizá no hubiéramos sufrido tanto, tal vez hubiera sido mejor apartarme de ti inmediatamente y no seguir luchando por lo irremediable.

Desgraciadamente, no fue así, tan distintas que hubieran sido las cosas si ese hijo que esperas aún, fuera mío, quizá te hubiera perdonado y tal vez, hasta te hubieras convertido en una mujer decente, madre de familia… pero sé que nunca cambiarás, me voy, es lo mejor…

Continuaré con mi carrera en la capital, buscaré otro trabajo, deseo respirar nuevos aires, como te mencioné antes, rehacer mi vida, lejos de ti, olvidar esta horrible experiencia.

Hasta luego Aurora, te dejaré esta carta en la puerta de tu casa, es la última vez que tendré contacto contigo, quiero que conozcas mi versión, mis pensamientos y sentimientos a lo largo de este tiempo que duramos juntos.

Sin más finalizo con estas palabras: espero que te vaya bien en tu vida, pese a todo te deseo lo mejor y ojala ese miserable asuma sus derechos como el verdadero padre de tu hijo, si no serás el hazme reír de toda la sociedad y creeme eso debe ser horrible.

Con mi corazón roto y mi alma triste.

Atte: Rubén.