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¿Seré gay?

en Gays

"¿Seré gay?"

Era una tarde de verano, Gustavo iba caminando por el parque al regreso de clases cuando mira una escena que lo sorprende, pareciera muy común, pero para él significa algo que siente jamás podrá tener, será por su corta edad o más bien por esos sentimientos que en estos últimos meses ha experimentado.

Allá en una banca, medio apartada de aquellos niños que están jugando fútbol, así como de aquellos otros que juegan en resbaladillas, columpios, sube-baja, pasamanos, en fin, aquellos juegos que los niños saludables utilizan para entretenerse todas las tardes. En aquel lugar, medio oculto, pero nada invisible, se encuentra una pareja de novios besándose.

"Yo nunca podré vivir algo así y menos en público".

Reflexiona Gustavo con mucho pesar, siente una gran envidia, los novios en cuestión máximo tendrán 18 ó 19 años.

"Ella es muy bonita, su larga cabellera rubia se mira espectacular con los rayos del sol poniente, pero él…" continua Gustavo ensimismado en sus pensamientos.

"Él me parece más atractivo aún, que Dios me perdone, pero envidio a esta muchacha rubia, su novio es muy guapo… quisiera estar en su lugar".

Gustavo es un chico muy tímido, no es muy amiguero que digamos y en su casa existe una disciplina rígida, es una familia católica y conservadora con solo cuatro miembros.

Su hermana mayor ya tiene novio y todas las tardes, con el consentimiento de sus padres, salen a pasear, así como los domingos el galán en cuestión come con la familia.

"Lo bueno es que estoy muy chico para tener novia, les diré a papá y a mamá que solo me dedico al estudio" piensa el muchacho al imaginarse a sus papás preguntándole si ya anda con alguna muchacha, con esa respuesta evitará especulaciones e interrogatorios inútiles.

Gustavo continua caminando, sin dejar de reflexionar, hasta llegar a su casa, abre la puerta principal saluda a su mamá con un buenas tardes y un beso en la mejilla y se retira a su cuarto.

Se encierra bajo llave, de un cajón cerrado con candado toma una libreta, la cual acaricia y comienza a escribir:

Querido diario.

Hoy lo vi en los pasillos, me saludó con esa hermosa sonrisa diciéndome sencillamente "¿Cómo estas Gustavo?" y yo solo respondí "Bien profesor Martínez" y se alejó de mi, supongo que tenía que impartir una clase más.

Me siento muy confundido, tú sabes que el profesor Martínez me parece un hombre sencillamente hermoso, esa mirada profunda con esos bellos ojos verdes, aquella voz tan varonil que es música para mis oídos, ese andar seguro, aquella personalidad imponente, todo él es maravilloso.

Espero que Dios no me castigue por esto, pero ¿sabes? Cuando lo veo siento maripositas en el estómago, ligeros escalofríos en todo mi ser, que me ponen la piel chinita, al escuchar su voz me siento en las nubes.

Cuando estaba en segundo grado él me dio la clase de literatura y sin querer me orilló a iniciar mis confidencias contigo, quiero ser un gran escritor, me encantaría escribir hermosas novelas románticas, tal vez inventadas, quizá disfrazadas, pero nada me daría más placer que crear una hermosa historia de amor…

Pero ese amor sería prohibido, sería incluso imposible… porque creo que soy gay, sí, solo creo, no estoy seguro, hay muchos chicos y hombres en sus veintes y treintas que me vuelven loco, a veces sueño con ellos…

Pero desde que conocí al profesor Martínez no tengo ojos para nadie más, sí, me gusta el físico de ciertos chicos como aquel novio que se besaba con su chica en el parque, pero para iniciar una verdadera relación de amor, monógama, sería solo con él, con el profesor Martínez.

 

Gustavo detiene momentáneamente su escritura, recuerda como el profesor Martínez le alabó siempre sus ensayos que le entregaba en la clase, le decía que tenía todos los elementos para convertirse en un escritor, el muchacho a toda respuesta esbozaba una enorme sonrisa y simplemente daba las gracias.

Recuerda que jamás se atrevió a hablarle de otras cosas, solo lo indispensable de la clase, no era como aquellas chicas que se le acercaban a su hombre y le sacaban plática a la hora del recreo, a todas luces soñaban ellas también con aquel profesor…

 

Mi corazón y mis ojos lloran al recordar como esas muchachas le daban cualquier regalito al profesor Martínez, ellas si pueden mirarlo con amor, con ilusión, y lo más grave es que a ese maravilloso hombre parece gustarle de sobremanera aquellas atenciones, claro son chicas jóvenes de 13 a 15 años y mi profesor es heterosexual…

Es natural eso, en cambio si yo le tratara con esas mismas atenciones, si tan solo me le acercara para decirle que lo admiro mucho, que él es mi inspiración para escribir y para vivir…

Tal vez sea demasiado joven, pero quisiera ser su novio, desearía que me abrazara, me besara y me dijera que me ama y yo, sin ningún temor a que se ría de mí, me regañe o me reporte con la directora le diría que también lo amo que desde hace un año he anhelado su amor y que si pudiera.... oh Dios… si pudiera le entregaría todo mi corazón, toda mi alma, mi cuerpo… mi vida entera si es necesario.

 

El muchacho comienza a llorar, sus lagrimas resbalan por sus mejillas y empapan el papel en el que está escribiendo, se siente triste, quizá sufre sin razón, pero de verdad siente que su amor esta prohibido, ya que el profesor Martínez tiene novia, una novia muy bonita que lo busca todas las tardes en la secundaria donde Gustavo estudia.

"Se ven tan enamorados" piensa para sí y añade "he leído que el verdadero amor desea la felicidad del otro, antes que la propia y yo deseo que el profesor Martínez sea muy feliz con esa mujer, que ella sepa darle lo que yo nunca le podré dar".

Gustavo sigue llorando en silencio, con su diario a un lado, ¿de verdad es tan difícil decirle a otro hombre que lo amas con toda tu alma? Para un adolescente de solo 14 años, tercero de secundaria, de familia sumamente conservadora, que estudia en una escuela católica que condena a los homosexuales… esto sería imposible.

"¿De verdad seré gay?" Sigue reflexionando

"He leído que en la adolescencia todos estamos confundidos, no tenemos una identidad determinada y hasta he escuchado que muchos chicos han tenido experiencias con otros chavos y no son considerados gays, entonces, yo que jamás he estado con nadie ni hombre ni mujer, no puedo serlo, ¿o sí?"

Gustavo toma de nuevo su diario, lo hojea varias páginas atrás y lee un pasaje donde narra la historia de cómo su mamá conoció a su papá y, por lo tanto, se enamoraron.

 

Lo conoció en la biblioteca de la universidad, aún recuerda como ella estaba leyendo una novela romántica, cuando un tipo bastante apuesto se le acercó y le dijo "Esa es mi favorita" ella levantó la vista de su lectura y de inmediato sintió como su corazón latía con mucha fuerza.

El tipo le pregunto "¿me podrías recomendar alguna otra?", ella lo miró con dulzura y le explicó que apenas se estaba iniciando en la literatura romántica, él se presentó diciéndole que era de nuevo ingreso y no conocía a nadie, la mujer le dijo que no se preocupara que ella se había sentido exactamente igual el año anterior.

Así comenzó una amistad entre ellos, con el tiempo se enamoraron, se hicieron novios y después se casaron, y ahora tienen dos hijos adolescentes, uno de ellos soy yo.

Si te escribo esta historia es porque me llamó la atención como en una simple biblioteca mis padres llegaron a conocerse y enamorarse, dicen que el amor llega cuando y en donde menos lo esperas y yo agregaría aparte con quien menos lo esperas.

Yo debería de haberme enamorado de una chica de mi edad, no de un hombre que me dobla la edad y que es imposible para mí… pero no puedo negar más mis sentimientos, ya no puedo esconderlos más, espero que mi mirada, mi tono de voz, ni mi actitud me delaten, quisiera ser indiferente, fingir que soy un chico normal, pero tampoco puedo pretender ser alguien que no soy.

Sin embargo, vaya contradicción mayúscula, tendré que hacerlo, no quiero ni puedo esconderlo… pero tengo que hacerlo…

 

Ya ha caído la noche, Gustavo ha pasado las últimas horas escribiendo, leyendo, pensando, anhelando, su madre lo llama para ir a cenar, esa noche estará presente el novio de su hermana.

La cena transcurre de manera común, el padre platicando del trabajo, la hermana y el novio de sus planes para el siguiente fin de semana, la madre de sus vivencias en el retiro espiritual que vivió en días pasados y Gustavo, tan callado como siempre, tan meditabundo, solo contestando que le fue bien en la escuela, con excelentes calificaciones como siempre.

En cualquier oportunidad el chico se retira a su habitación de nueva, vuelve a encerrarse bajo llave, de nuevo abre el cajón donde está su preciado diario y comienza a escribir otra vez.

 

 

 

Querido diario.

Me pregunto como se encontrará en estos momentos mi amado profesor Martínez, ¿estará cenando en algún lujoso restaurante con su novia? ¿ya se dispondrá a dormir como yo? ¿estará revisando exámenes? ¿Qué estará haciendo? ¿pensará en mí en algún momento? ¿cómo me imaginara? ¿como un alumno más? ¿o como un chico soñador?

Yo siempre pienso en él, las veinticuatro horas y cuando estoy dormido sueño que ambos estamos juntos, muy abrazados, dándonos calor en una fría noche de invierno, diciéndonos frases de amor al oído, en nuestro hogar, muy lejos de esta habitación inclusive de esta ciudad.

Cuando tenga 18 quisiera independizarme de mi familia, decirles que soy homosexual y que estoy enamorado de un hombre maravilloso, único en este universo, que no solo es muy apuesto, sino que me ama profundamente y quiera llevarme lejos, a un lugar donde nadie nos moleste ni nos reproche nuestro amor.

Desgraciadamente, no creo que el profesor Martínez me ame como yo lo amo a él, quizá me estime por ser un muchacho muy aplicado y que saca buenas calificaciones, tal vez me vea incluso como un amigo, pero nunca me verá con los ojos del amor, como aman los hombres a las mujeres, lo sé, no soy tonto, mi amor no me ciega al grado de no ver la realidad que me rodea.

Lo único cierto es que el profesor Martínez fue, es y será mi inspiración para mis escritos privados, tú querido diario, solo tú sabrás cuanto lo amo, él nunca lo tendrá que saber, mejor que se case con esa mujer y forme su propia familia, yo no sé que será de mi vida, si algún día me enamore de otro hombre o me comiencen a gustar las mujeres…

Lo cual dudo tanto, ya que hasta ahorita cuando veo una, no siento absolutamente nada, y no me refiero solamente a que mi corazón lata más aprisa, ni a esas cosquillitas en mi estómago, ni a los escalofríos, también siento como mi pene despierta y me dan ganas de besar a otro hombre, de acariciarlo, de sentir su cuerpo junto al mío.

A veces quisiera cambiar, porque se que sufriría mucho si las personas que me rodean se enteraran de mis inclinaciones, pero no puedo hacerlo, sería tan absurdo como pedirle a otro chico que si le gustan las mujeres que comience a enamorarse de otro hombre, no entiendo porque tanta discriminación al respecto, porque dicen que Dios nos condena.

Yo sé que Dios nos ama infinitamente y nos acepta tal cual somos, y sabe que mi amor hacia el profesor Martínez es auténtico y no es una aberración ni nada por el estilo, la decisión está tomada, voy a esconder mis sentimientos, quizá algún día llegue a experimentar alguna cuestión física con otro hombre, probablemente no con el profesor Martínez, pero sí con otro hombre, lo cual seguro me gustará mucho…

Pero hasta entonces prefiero vivir en un mundo de mentiras, en un lugar donde tantos como yo, ocultan sus sentimientos por temor a ser rechazados y humillados por personas resentidas e intolerantes.

No es una decisión que yo quisiera tomar, pero tengo que hacerlo, nuevamente te repito querido diario, no puedo ni quiero esconder mis inclinaciones, pero lo mejor es hacerlo así por las razones que te expresé anteriormente.

 

Con estas palabras Gustavo cierra su diario, lo guarda en el cajón y comienza a mirar por la ventana y a sentir como el aire fresco de la noche le sacude sus cabellos y acaricia su piel, quisiera que ese viento fueran las manos de su amado profesor.

Anhela que él mismo llegue un día hacia su lugar y se le declare, le diga que lo quiere, haga lo que el chico mismo no puede hacer… pero sabe que es imposible, su historia de ningún modo es triste, solo es su primer amor, su amor platónico.

Con estos pensamientos el chico se retira de la ventana dejándola abierta para que el fresco viento nocturno circule por su habitación, se pone su pijama, reza una pequeña oración pidiendo por su amor y se queda profundamente dormido.