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Siempre hay una primera vez

en Sexo Anal

Ha pasado tanto tiempo, esa es al menos mi percepción, desde la primera vez que, vagamente recuerdo como sucedió, tenía yo 16 años y mi pareja otros tantos, los dos inexpertos y tan nerviosos que a duras penas pudimos completar el acto de forma ortodoxa y terminamos muertos de risa, divertidos de nuestra joven ignorancia.

Fue un estío tan fogoso que nos resultó difícil dominar aquel potro salvaje que era nuestro deseo y que un verano de práctica nos enseño a sujetar, el sofoco que experimentaban nuestros cuerpos cuando se encontraban próximos era tal que incluso resultaba difícil de ocultar para las personas que se estaban cerca de nosotros la atracción que sentíamos magnetizada rápidamente a nuestro alrededor incluso a las personas mas ajenas, unos y otros notaban la vibraciones que despedíamos. Nuestras miradas irradiaban tal intensidad que incluso vi ruborizarse a mas de alguna amiga al ver como mi cuerpo se tensaba con la sola presencia de mi pareja, erizando mis pezones y dilatando mis pupilas,  sintiendo tan mojado mi sexo que en mas de una ocasión necesité ira al baño a lavarme la cara y poner agua fresca en mi nuca hasta conseguir apaciguar mi joven deseo.

Cuando estabamos a solas y me tomaba me sentía transportada a otro mundo bien distinto donde la noria del tiempo se paraba solemne para contemplar nuestro amor. Como siempre después de hacer el amor me quedaba tendida en la cama desnuda mientras lentamente descendía de esa otra dimensión a la que él me transportaba, así acariciaba sin descanso esculpiendo con sus manos mi cuerpo donde cada roce era una punzada para mí agotado ser y una quemazón para mi piel,  me producía un inmenso placer postorgasmico que no sabría decir si era goce o tortura.

Cierto día mientras le dejaba depilar mi pubis, que a él le gustaba dejar en un minúsculo triángulo cuyo vértice inferior descendía convirtiéndose en una delgada línea de vello minúsculo hasta encontrarse con mi sexo, me dijo de repente:
 -Quiero  que me entregues tu glorioso  culo
sin dudarlo le dije que si aunque yo tenía mis dudas de que aquello pudiese funcionar  
-¿Quieres tomarlo ahora? (le dije sin miramientos)
-No ahora no, quiero estar en plenitud de facultades, de aquí a una semana lo haremos quiero que vayas contando los días y las horas antes de que te desflore por detrás.
-Bien, (dije), sabes que te quiero tanto que nada te negaría.
-Lo sé, (me dijo él).
Así fueron pasando los días mientras mi nerviosismo y mi emoción crecían por momentos, no hablábamos del asunto pero sentí en mas de una ocasión como sólo con su mirada me sentía suya mientras yo bajaba la mirada ruborizándome: (va quedando menos amor) me aseguraba con gesto decidido, tal vez si lo hubiésemos hecho el mismo día que me lo pidió y sin pensarlo, no habría pasado ser un lance mas o menos doloroso, pero la impaciencia de la espera me iba comiendo por dentro, cuando tenía su pene erecto entre mis manos, en mi boca, entre mis piernas, no podía dejar de pensar en el  momento en que aquél torpedo franqueara mi pequeño ano entrando en mi interior buscando lo mas profundo de mi ser.

Después de una semana donde deliberadamente para hacer aumentar mas el deseo no nos habíamos prodigado mucho en nuestros juegos amorosos, por fin llego el día y nos encontramos a solas. Comenzó a acariciarme con dulzura y a besarme por todo el cuerpo después de quitarme la ropa lentamente, le desabroché el cinturón de su vaquero y bajé despacio la cremallera liberando su miembro de la presión del pantalón le quité la ropa interior y golosamente me lo introduje en la boca mientras con una mano le acariciaba los testículos, levanté la mirada hacia él y le vi con los ojos cerrados mientras su boca entreabierta dibujaba en el aire un gemido de placer,  lo solté de mi boca y sin dejar de acariciarlo dije mirando el pene (-¿estás preparado?, -estoy) dijo él abriendo los ojos y haciéndome un gesto para que le ofreciese mis nalgas.

Así lo hice y comenzó ha hablarme con palabras dulces tratando de calmar mi corazón que se aceleraba por momentos. Tomó un tubo de crema e impregnó bien mi ano dándome masajes por toda la zona introduciendo de vez en cuando un dedo juguetón. Cuando creí estar preparada le dije (-puedes tomarme. -Lo estoy deseando, pero sobre todo mantente firme y no dudes, -no dudaré pero ves con cuidado) dije. Entonces noté como apoyaba su cliente miembro entre mis trémulas nalgas, mientras,  mi corazón latía con fuerza en mis sienes, en mi sexo, en mi ano, miré atrás para ver su rostro que se concentraba en la operación tomando su miembro con las dos manos, antes me dedicó una mirada de complicidad guiñándome un ojo. El pene comenzó a abrirse camino ayudado por el lubricante, despacio la carne de mi esfínter se estiraba poco a poco e instintivamente quise liberarme de la presión pero recordando la promesa tomé aire en mis pulmones mientras él introducía toda la cabeza del pene pasando al interior de mi cuerpo. Creí no poder soportarlo y la vista se me nubló por momentos, mi cuerpo estaba tenso y mi respiración se aceleró hiperventilando en exceso. Así transcurrieron unos segundos que se me hicieron interminables, mientras él me decía  con dulzura palabras de amor. Conseguí calmarme, entonces empujó todo el miembro dentro de mí y solté un gemido de dolor, sentí una invasión violenta como nunca imaginé y tuve que aferrarme con fuerzas a las sábanas, el dolor remitió, sin embargo, cuando empezó a entrar y salir rítmicamente a la vez que sus dedos se introducían en mi sexo super mojado. Mi esfínter se adaptó como guante a su falo y en esa posición se relajó hasta que yo también comencé a sentir placer aunque con mezcla de dolor aún. Él ya entraba y salía aferrándose a mis caderas y notando como su miembro aumentaba por momento de tamaño presintiendo cerca el momento del orgasmo,  alargué mi mano entre mis muslos hasta hacerme con sus güevos que libres golpeaban en mis nalgas, los tomé acariciándolos con gusto o presionándolos con fuerza cuando cerraba mi mano, ahora era yo la que manejaba la situación recuperada de los problemas con mi ano, me suplicaba que parase que se correría si seguía, y divertida los tomaba y los soltaba a mi antojo, excitada con su placer y con el mío que aumentaba por momentos como oleadas que van y vienen. Su verga seguía dentro de mi culo entrando y saliendo a veces por completo y volviendo a entrar antes de que mi esfínter se cerrase, dejé de sentir dolor, por el contrario experimentaba un placer distinto a la penetración vaginal, mi excitación era más sensorial y menos directa, como el movimiento del mar sobre el acantilado, esperando pacientemente la próxima embestida que me llevaba una y otra vez de goce a su vez  él no dejaba de jugar con mi clítoris tomándolo entre sus dedos y presionándolo dulcemente, buscando las zonas y los movimientos a los  que yo reaccionaba con gemidos de placer.

Las embestidas se fueron haciendo más violentas y rápidas casi continuas, a veces dejaba su verga en el interior empujando con fuerza tratando de buscar las profundidades, yo me sentía llena a punto de reventar en un orgasmo sin precedentes que me llegó antes que el suyo como un sunami que lo arrasa todo haciendo entrar a mi cuerpo y mi mente en un estado enajenación sublime.

No recuerdo el tiempo que estuve corriéndome pero cuando terminé me pareció que habían pasado horas en ese estado tal era mi agotamiento y mi cansancio, hice acopio de fuerzas para no derrumbarme pues él seguía bombeando detrás de mí como un poseso, todo mi cuerpo estaba anestesiado y apenas sentía ahora su pene dentro de mí, me volví para mirarlo y vi su rostro desencajado como se le hinchaban las venas del cuello tenso mientras lanzaba gemidos de placer quemando mis entrañas con su semen caliente. Al verlo así me dieron ganas de decirle "córrete cabrón, córrete como un animal, fóllame, soy tu zorra" pero nada dije por temor a que mis palabras pudiesen parecerle soeces o de mal gusto. 
Exhaustos quedamos tendidos en la cama entrando en un profundo sueño.