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Eva, la primera mujer

en Voyerismo

Eva, la primera mujer

Esta no es una historia como las demás, no hay sexo salvaje, ni tríos, ni siquiera relataré un simple polvo, pero es una historia real que marcó mi vida durante bastante tiempo, que cambió mi forma de ser y que me llevó a algunas de las situaciones más morbosas en las que me he visto. Sólo los nombres están cambiados para evitar que alguien me pueda reconocer a mí a alguna de las personas que nombraré.
Todo empezó cuando yo tenía 19 años. Mis padres están divorciados y mi madre y yo llevábamos algún tiempo viviendo con mi padrastro y con Eva, mi hermanastra. Eva es una chica bastante atractiva: morena, bastante guapa, de altura normal, delgada, con un culo redondo y firme y unas tetitas más bien pequeñas, pero bien formadas. Hacía mucho tiempo que nos conocíamos, desde pequeños, y éramos muy amigos. Eva tiene 3 años menos que yo, así que nunca me había fijado en ella. Aunque éramos amigos, yo siempre la había visto como una niña más pequeña que yo.

Todo eso fue así durante años, pero un día algo cambió. No sé si fue que cambié mi forma de pensar, si fue el tiempo que hacía que estaba deseando salir por fin con una chica o si, simplemente, fueron las mallas ajustadas de ciclista que llevaba puestas y que le marcaban su bonito trasero de una forma espectacular. Fuera lo que fuera, ese día me di cuenta de que esos tres años ya no representaban tanta diferencia. Ella era una adolescente atractiva de 16 años, no una niña y yo sabía que ya había salido en serio con algún chico y que ha veces tenía rollos de una noche, pero aún era virgen, aunque imaginaba que no sería por mucho tiempo. Pensar todo eso me hizo ver cómo nacía en mí una atracción irresistible por Eva.

Los dos teníamos mucha confianza el uno en el otro, siempre nos contábamos cualquier cosa sin cortarnos y a ella nunca le preocupó estar en camisón delante de mí o que yo llevara el torso desnudo o saliera de la ducha solamente con una toalla atada a la cintura. Al principio creí que eso me ayudaría, pero el hecho de que fuera mi hermanastra y que viviéramos juntos lo ponía muy difícil. A pesar de lo ello decidí intentar ligar con ella por todos los medios. Después de ese día me dediqué a mirarla furtivamente, la observaba al salir de la ducha para dirigirse a su habitación, llevando sólo una toalla, miraba sus nalgas cada vez que andaba delante de mí y me recreaba mirándola con uno de sus pequeños bikinis cada vez que nos bañábamos en nuestra piscina. Mis miradas se hicieron cada vez más frecuentes, aprovechaba cualquier ocasión para admirar su bello cuerpo y soñaba con conseguir que Eva me viera como algo más que un amigo o peor aún… un miembro de su familia. Por las noches no podía dormir pensando que ella estaba acostada al otro lado de la pared y sólo era capaz de relajarme cuando cerraba los ojos y acariciaba mi sexo hasta llegar al orgasmo imaginando que era ella quien lo hacía.

Pasó el tiempo y una noche nos quedamos los dos solos en la casa. Cenamos juntos y nos sentamos en el sofá para ver la televisión. Eva llevaba sólo un camisón blanco, escotado, que le llegaba por las rodillas. Cuando empezó la película subió las piernas al sofá y se recostó, apoyando la cabeza cerca de mí. Era algo habitual en ella, pero hasta esa noche no me había fijado en que cuando hacia eso estaba más sexy que nunca. La película era algo aburrida y al cabo de un rato se quedó dormida con su cuerpo casi rozándome. La miré. Primero la cara: dormía profundamente con una dulce expresión de calma. Luego recorrí su cuerpo con la mirada, observando desde la suave piel de su cuello hasta los pies, recogidos junto a esas nalgas que tanto me gustaban. Uno de los tirantes de su camisón se había deslizado y casi se podía apreciar uno de sus pezones asomando por el escote.

Observé el movimiento de su pecho, me aproximé hasta sentir su respiración y luego posé una mano sobre una de sus piernas subiendo con cuidado el camisón para dejarle al descubierto los muslos. Con la otra mano le acaricié el hombro y recorrí el camino por su cuello y su garganta hasta ese pecho que había quedado al descubierto para mí. De verdad que era hermosa. Pronto sentí el bulto que había crecido bajo mi pantalón y comencé a tocarlo sin desbrocharme por si Eva despertaba. A la vez que hacía esto, deslicé un poco más su camisón y pude ver el vello de su pubis bajo la tela. No sé cuanto tiempo pasó pero no paré hasta sentir que su cuerpo se movía levemente, quizás por culpa de algún sueño provocado por el roce de mi mano. Aún tardó un rato en despertar y aproveché esto para volver a tapar antes de que sucediera.

Un día se me ocurrió un plan. Había conseguido cinco entradas gratis para el cine e invité a Eva y sus dos mejores amigas a venir conmigo y un amigo a ver una película. Así ella no sospecharía mi intención. Cuando llegamos al cine, Eva se sentó junto a mí. Iba preciosa, con una falta hasta los tobillos y un jersey muy escotado de punto gordo que dejaba entrever su sujetador color carne. Llevaba el pelo suelto sobre los hombros que quedaban desnudos. Enseguida, puso los pies sobre el respaldo de la butaca de delante (algo típico de ella), con lo que la falda se deslizó por sus piernas dejando ver buena parte del muslo y en mi mente apareció el deseo de volverla a acariciar, pero ahora no era el momento. Cuando terminó la película, los cinco fuimos a un bar de copas y al cabo de una hora la conversación entre Eva y yo se había vuelto muy animada y nos aproveché que mi amiga estaba muy interesado en una de las amigas de Eva para lograr que ella y yo nos quedáramos separados del resto. No sé como ocurrió pero, de repente, nuestras caras e aproximaron, juntamos los labios y nos besamos. Fue un beso fugaz, apenas un roce de los labios. Luego, nada más. La cara de Eva dejaba claro que, tan pronto como me había besado, se había arrepentido. Después de un rato, todos habíamos salido de ese bar para irnos a dormir y sólo dormir.

Tras aquella noche supe que no conseguiría nada con Eva. Ella comenzó a distanciarse de mí, perdió parte de la confianza que tenía conmigo y yo no podía hacer nada, pero me atraía de una forma tan irresistible que desde ese momento empecé a observarla a través de los agujeros de su persiana, la miraba cuando se vestía por la mañana o al salir de la ducha; entraba a su habitación cuando me quedaba sólo en la casa y abría el armario para poder ver, tocar y sentir el olor de sus braguitas. Al cabo de un tiempo incluso me volví más atrevido. Una noche, de madrugada, me levanté de la cama y entré en su dormitorio mientras ella dormía. Fui caminando despacio hasta la cama y corrí las sábanas para verla una vez más. Llevaba un pantalón de pijama muy corto y una camiseta suelta. La destapé totalmente y volví a acariciarla como aquella noche, pero siguiendo el sentido contrario, comenzando por sus pies y siguiendo por sus piernas hasta que mi mano se perdió bajo su pantalón. Acaricié sus glúteos, pasé suavemente un dedo entre sus nalgas y toqué levemente la estrecha rajita entre sus piernas. Mi otra mano estaba bajo su camiseta, palpando uno de sus pechos con cuidado de no despertarla. No estuve mucho tiempo allí. Luego salí de la habitación y volví a mi cama. Esa noche no dormí.

Poco después, Eva se fue a vivir con su madre, aunque pasaba algunas temporadas con nosotros y al no verla tanto fui olvidando mi obsesión poco a poco. Tiempo después empecé a salir con mi primea novia y ella se convirtió en el remedio para terminar de apartar de mi mente a Eva. Ahora he recuperado su confianza y espero que nunca vuelva a ocurrirme algo así.