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La Oscura Etapa de mi Juventud (1)

en No Consentido

La Oscura Etapa de mi Juventud

CAPÍTULO I

– Los antecedentes-

Lo que les cuento me ocurrió hace ya algún tiempo atrás. Lo que les contaré es un detalle de como fui sometida en reiteradas ocasiones a hacer cosas que nunca hubiera hecho pero que fantaseaba con que sucedieran. Aun así, si ocurrieron solo fue por que me obligaron.

Yo por esa época era lo que considero una chica joven. Mi experiencia en el sexo era incipiente y estaba más basada en lo que los muchachos con los que había estado sabían que en mis propios conocimientos. Aun estaba en una época de descubrimiento, de liberar mi mente y saber hasta dónde hacer lo que mis fantasías despertaban y hasta donde reprimir lo que temía fueran perversiones mías.

Soy una muchacha atractiva – Si, las muchachas atractivas también tenemos fantasías y algunas muy fuertes - De piel clara, ojos color café y pelo castaño, por aquel entonces, muy largo.

¿Que fantasías eran las que despertaban humedad y calor en mi cuerpo? ¿Qué fantasías eran estas que solo podía dejar surgir en mi imaginación – No sin un poco de culpa por temor a estar mal-? Básicamente me imaginaba en situaciones que una chica de mi condición social no se podía permitir siquiera comentar. De una chica de mi condición social no se esperaría en los tiempos modernos que llegara virgen al matrimonio ni que practicara la castidad, menos aun a mi edad en donde en general la mayoría de las chicas ya ha tenido y tiene con cierta frecuencia relaciones -aunque lo de las relaciones con frecuencia no era mi caso-

Una chica de mis condiciones obviamente tiene fantasías pero se supone que esas fantasías pasan por imaginarse acariciada por un muchacho gentil y tierno con el cual una tiene una relación establecida, o manteniendo relaciones con algún personaje popular de esos que despiertan suspiros en el cine y la televisión. Pero este no era mi caso. Mis fantasías eran mucho más perversas o sucias – o por lo menos así lo entendía yo-

Me imaginaba acariciando y llevando a mi boca miembros masculinos, pero realmente me despertaba el morbo y el placer imaginármelos grandes, gruesos realmente fantaseaba mucho con ser poseída por penes que apenas entraran en mi boquita, que me hicieran sentir la potencia de un miembro viril. Fantaseaba con si sería cierto lo que se comentaba de los hombres de raza negra, con su gruesos y largos penes, me imaginaba llevando a mi boca un miembro grande y grueso negro como el ébano, lamiendo esa húmeda punta supurante de fluidos que apenas entraría en mi boca, saboreando con mi lengua esa tibia carne y con mi mente lo que sentiría al dejarla entrar en mí.

Esto me llevó a obsesionarme con los hombres bien dotados y principalmente a mirar de reojo a los hombres de raza negra que cruzaba por la calle.

A tal punto llegó mi obsesión que al cruzarme a un hombre negro, por ejemplo en un tren, me costaba bastante no mirarle su entrepierna tratando de discernir si lo tenía grande o no. Luchaba con esta tentación y me aterraba la idea de que me agarraran "infraganti" mirándolos AHÍ.

La solución que encontré, y con esto se darán cuenta de hasta donde llagaba mi obsesión, fue comprarme unos lentes oscuros que me permitieran mirar sin temor – aunque un poco siempre queda- a los hombre. Al tomar un tren, o cualquier otro medio de transporte, me sentaba del lado del pasillo con la esperanza de que, al completarse los asientos, un hombre se parara con su "bulto" a la altura de mi rostro para, anteojos mediante, poder mirar su zona privada.

En ocasiones, al mirarlos, podía notar que tenían un bulto en su pantalón de tamaño considerable donde en ocasiones hasta se notaba como se marcaba la forma de su miembro y no podía evitar excitarme e incluso mojarme un poquito. Más aun si por el movimiento lógico del medio de transporte las caderas del hombre – o muchacho- se movían en un vaivén alejándose y acercándose hacia mi rostro.

Recuerdo una vez que subí a un tren lleno y me fui a colocar parada justo al lado de un hombre negro que tendría unos treinta años. La verdad que no me coloqué allí por que lo hubiera visto, de hecho hasta que me cedió el asiento no lo había notado ya que venía pensando en mis asuntos. Pero ante tal gesto de caballerosidad y dada esta obsesión de la que les vengo hablando no pude dejar de pensar en mis habituales fantasías. Yo me senté en el asiento muy gentilmente cedido por este hombre negro y alto -como pude comprobar cuando se paró- y el quedó de pie donde yo me encontraba, es decir con su pelvis justo a la altura de mi rostro.

Yo le agradecí y automáticamente me coloque mis anteojos oscuros. No podía dejar de mirar de reojo el tamaño del miembro que notaba se ocultaba en su pantalón. Pasados unos diez minutos me cansé de mirar de reojo -además de que se me estaba cansando la vista por mirar así tanto tiempo- por lo que comencé a simular que me quedaba dormida. Instantes después, giré mi cabeza de forma tal que dando la impresión de haberme dormido ahora su miembro quedaba justo frente a mi nariz.

El hombre llevaba un pantalón de una tela liviana como si fuera de hilo o lino y ahora si podía notar el tubo que se formaba en su entrepierna. Grueso como el de un hombre normal en erección y tan largo que fláccido y todo como estaba no me hubiera entrado en la boca con comodidad. -Y sí, ya fantaseaba con llevármelo a la boca.-

Con el movimiento del viaje su pelvis se abalanzaba sobre mi rostro haciéndome desearlo con gran intensidad. De hecho hasta me pareció que el hombre creyéndome dormida se dejaba ir aun un poco más de lo que el movimiento le imponía tratando de rozarlo contra mi rostro. Tan segura estoy de esto que hasta lo noté crecer un poco. -Esperaba yo que pensando en mí-. Lamentablemente, como todo lo bueno, este viaje teminó rápido y el hombre se bajó.

Pero no solo los grandes penes despertaban mi imaginación y el fuego que solo podía apagar acariciándome al llegar a mi casa. Me imaginaba siendo poseída por más de un hombre. Me imaginaba dos o tres hombres compitiendo entre ellos por darme placer. Me humedecía con la deliciosa idea de poder lamer y tener en mi boca un sabroso pene – o incluso dos- mientras otro me penetraba. Saboreaba la deliciosa idea de que mientras cabalgaba sobre un grueso mástil incrustado en mi intimidad, otro hombre me lamiera mi agujerito trasero -zona que le tenía prohibida a los muchachos con los que me veía-

Todo esto se los digo para aclarar si bien todo esto fustigaba mi imaginación, bajo ninguna circunstancia hubiera accedido a hacerlo. La educación que había recibido hasta ese momento jamás me hubiera dejado ver como normal permitirme hacer este tipo de cosas. Jamás me hubiera atrevido a estar con un hombre de color -Y no por racista sino por imposición cultural- y menos aun el estar con dos o más hombres a la vez.

Fantaseaba, solo eso, fantaseaba con acceder a hacer esto o con verme obligada a hacerlo contra mi voluntad. Lo cual me daba la libertad de imaginarme en estas circunstancias pero con la moral tranquila, total me obligaban. Fantaseaba con estar con dos o tres hombres que mientras uno me sujetaba y me obligaba a acceder a lo que ellos querían él - o los otros- recorrían mi cuerpo, mis zonas íntimas y me obligaban a satisfacerlo y disfrutar mientras lo hacía.

Pero lo reitero por última vez para que no crean que lo que les voy a relatar que me sucedió fue buscado. Para mí solo eran fantasías, nunca lo hubiera permitido de buena gana.

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