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Chicago Blues (3)

en Sexo Oral

3

—Quítate la camiseta… —le sugerí ronroneante.

Solarys se deshizo de mi extremo abrazo, incorporándose de medio lado sobre el colchón se quitaba tímidamente la camiseta que dejó caer al suelo a un lado de la cama.

La visión de sus bamboleantes tetas me excitó mucho más, cual resorte al sacar la camiseta por la cabeza, con sus puntas tiesas apuntando al techo se tumbó boca arriba, ladeó su cabeza buscándome con la mirada, le dediqué una sonrisa tranquilizadora, moviéndome para quedar encima suyo, haciéndome un cálido hueco entre sus rollizos muslos que atenazaron, placenteramente, mis costados.

—Dime preciosa… —susurré a escasos milímetros de su boca entreabierta, jadeante, ya estaba frotándome libidinoso sobre su mojada vulva—. ¿Qué es lo que más deseas?...

Gimió al tiempo que le metía la lengua hasta la garganta.

—Lo deseo todo… —balbuceo.

—Te lo daré todo… ¿y tú?... —pregunté curvándose mis húmedos labios en una sonrisa traviesa.

— ¿Qué es lo que deseas tú?...

—Quiero que me la chupes…

Solarys abrió desmesuradamente sus ojos, sonrosándose sus mejillas hasta teñirse rabiosas por la sangre exaltada.

—No sé si sabré hacerlo Angelo, nunca… —se le trabó la lengua—. Nunca he…

— ¿Nunca le has comido la polla a un tío?... —pregunté incrédulo, vale que me había dicho que solamente le habían tocado las tetas, pero pensé que…

Se mordió el labio inferior.

—No.

—Si no quieres hacerlo no pasa nada.

—Quiero hacerlo Angelo, sólo que no sé cómo hacerlo…

—Déjate llevar…

Me giré cuidadoso y de improviso, haciendo que Sol quedase encima de mí, sujetando sus caderas con ambas manos las mecía suavemente sobre mi polla ansiosa de su coño, de su boca, de su culo… de Solarys por entero.

Se inclinó para besarme, lentamente fue descendiendo por mi barbilla, delineando mi rígida mandíbula por apretar los dientes, igual que los párpados oprimidos contra los ojos. A la vez que iba surcando mi pecho agitado con su boca, con su lengua, con sus labios, sus manos iban reptando por mi vientre tensado, mis manos fueron a parar a ambos lados de su cabeza enredando los dedos entre los sedosos cabellos, la instaba a bajar más y más, hasta que noté su aliento en mi capullo, abrí los ojos y alcé el rostro para ver cómo la boca de Solarys se tragaba mi enhiesta polla.

—Aaahhh… —jadeé volviendo a recostar a plomo la cabeza contra la almohada, cerré los ojos y me abandoné al placer profundo.

Mis caderas balanceaban al ritmo de su boca masturbando mi verga, hasta que se apartó de súbito. Me desconcertó.

— ¿Qué pasa?... —mascullé rugiente.

—Es que me están dando arcadas…

Me mordí con fuerza los labios, no me había dado cuenta de que le estaba follando la boca sin control alguno, obligándole en cierta manera a que se tragara la longitud de mi tallo.

—Lo siento, no quería provocarte arcadas… —miraba sus ojos brillantes, no sabía a qué atenerme en esos momentos con Solarys arrodillada entre mis piernas con mi polla apuntando a su cara de ninfa traviesa—. No tienes porque hacerlo Sol, si no quieres.

—Quiero… —murmuró con lascivia.

Sin darme tiempo a reaccionar asió mi polla y volvió a metérsela entera dentro de su caliente boca, esta vez se recreó largamente, con exasperante lentitud fue comiéndome la verga, después subió para entretenerse con el enrojecido capullo a punto de estallar, jugueteaba con su lengua sobre la punta, después envolvía el capullo con sus labios y succionaba.

— ¡Dios!... —farfullé crispándose los dedos de mis manos en sus cabellos que no había soltado en ningún instante desde que empezara a hacerme aquella increíble mamada—. Sigue… no te detengas ahora…

— ¿Te gusta?...

—Me encanta Sol… —dije conteniendo los rugidos que querían escapar por mi áspera garganta—. Voy a correrme… no pares…

Y no paró, siguió chupándome, succionándome la polla hasta dejarme seco, expulsando gotitas de semen, pues con las corridas que llevaba pegándome desde ese día mis huevos estaban al punto de la sequía. Lamió mi leche, rechupeteándome igual que si mi polla fuese un pirulí.

Barboté suspiros, rugidos y ásperos sonidos que se fugaban sin control alguno por mi garganta. Hasta que dejó de chuparme la polla.

—Para no haberlo hecho nunca preciosa, ha estado muy bien. Ven… —le dije resollando sujetaba con mis manos sus mejillas congestionadas, atrayéndola hacia mi rostro para besarla, notando el sabor salado de su boca por haber bebido mi esperma.

—Me gusta como sabe, su textura, es muy suave la punta y… —me decía entre susurros y suaves besos que dejaba en mis labios, completamente tumbada sobre mi cuerpo, mis manos se afanaban en masajear sus contundentes nalgas.

— ¿Y?...

—Me gusta el relieve que tiene, por las venas hinchadas…

—No son todas así…

— ¿De veras?…

—Como tu conejito, no todos son iguales… —sonreí igual que un niño bueno que nunca ha roto un plato.

— ¿Y qué tiene de diferente mi conejito de los demás?... —preguntó pícara.

—Que he sido el primero en cazarlo.

— ¡Oh! ¡Eres un bellaco!

—Mmm… —mascullé volviendo a girar nuestros cuerpos sobre el colchón, provocando que Solarys quedase debajo de mi cuerpo. La miraba con malicia seductora—. ¿Quieres que te enseñe lo bellaco que soy?...

—A ver qué vas hacer… —me respondía interrogativa.

—Hacer que te corras como jamás hubieses imaginado… ¿quieres probarlo? —le decía tentador.

—Depende de lo que vayas hacer…

—Te va a gustar… —le dije sin compasión clavándole mi revivida polla sobre su chorreante coño para que viera, lo que tenía dispuesto solamente para ella.

—Aaahh… Angelo… —gemía al empezar a frotarme sin contemplaciones.

—Voy a darte por el culo preciosa, te va a encantar…

—No… por favor…

— ¿No quieres?... —preguntaba al tiempo que mordisqueaba uno de sus erectos pezones para acto seguido pasar a la otra ubre que también estaba necesitada de mis lametones y mordiscos.

—Sss-ssi…

Repté con mis labios por el arco de sus costillas, descendiendo por su vientre hasta perfilar el triángulo del boscoso vello que lucía en la cúspide de su conejito dispuesto, rezumando fluidos por lo cachonda que estaba Solarys.

—Date la vuelta…

Sin poner resistencia alguna Solarys se fue girando sobre sí misma hasta quedar tumbada boca abajo.

—Alza tus caderas cariño…

Elevó sus poderosas nalgas, descubriendo tímidamente la emocionada raja, sus muslos permanecían apretados el uno contra el otro, igual que su trasero que empecé a mordisquear, recorriendo con la puntita de mi lengua la abertura de su culo, Solarys suspiraba ahogando los gemidos sobre la almohada, separó las piernas y alzó un poco más sus caderas.

—Dios Sol… tienes un culo perfecto… —dije relamiéndome los labios al separar sus nalgas con ambas manos, hundí mi rostro en ese lugar oculto, inspiré con placer y empecé a propinarle soberbios lametones en el agujero de su trasero.

Solarys empezó a puntear su negro agujero contra mi lengua, se estaba dilatando, rocé con la yema de mi pulgar la abertura, presioné suavemente hasta meter la punta de mi dedo. Jadeó y se quedó yerta, tensa, igual que si de pronto le hubiese metido una barra de acero y la hubiera empalado.

—Relájate… tranquila… sólo quiero que disfrutes, no voy hacer nada que tú no desees…

Aflojó sus músculos y me dejó hacer, completamente a mi merced estimulé su ano, lo mismo que su coño, con la mano libre lo frotaba con delicadeza, las yemas de los dedos se enterraban entre sus labios aprisionando el excitado clítoris, sin dejar de dilatar ese agujero inexplorado que yo deseaba hacer mío. Volví a lamer su culo, lubricándolo bien para prepararlo para lo que iba a suceder a continuación, en cuanto Solarys se corrió, dejando escapar pasionales grititos descontrolados al tiempo que frotaba con lujuria su coño sobre mis humedecidos y atareados dedos.

—Inclina tu espalda preciosa… —le decía cuando me estaba colocando en posición de ataque.

Sujetándome la polla con la zurda, tanteaba su culo, escupí varias veces sobre la palma de mi mano para al momento pajearme un rato y más que nada, para facilitar la penetración anal.

Clavé el capullo que pronto quedó oculto por su ano que succionaba mi polla con avidez.

—Aaagg… —Solarys profirió un grito más agudo y supe que su culazo aún no estaba preparado, aparte me lo terminó confirmando instantes después—. Para Angelo… me duele mucho…

—Tranquila nena…

Saqué el capullo y la mitad de mi verga que había logrado enterrar en su culo, Solarys suspiró aliviada y se dejó caer sobre el colchón, por mi parte, me terminé recostando a un costado del cuerpo de su cuerpo de sirena.

—Lo siento —me dijo con los ojos empañados en lágrimas.

—Eeeh preciosa —mi mano fue a morir a su mejilla, acariciándola con ternura—, no pasa nada, a veces ocurre, no quiero que te atormentes ni te sientas culpable, no a todos nos gustan las mismas cosas respecto al sexo y siempre, mantente firme en tus decisiones, si no quieres, no quieres ¿de acuerdo?...

—De acuerdo… —musitó con poca convicción—. No es que no quiera, me gustaría sentirlo todo contigo Angelo, eres especial, de eso no me cabe la menor duda, pero me duele un poco y no me siento segura ¿lo comprendes?...

—Lo comprendo preciosa, no le des más vueltas… —me recliné sobre ella para dejar un suave beso sobre su frente—. Vamos a dormir, descansa nena…

Se acurrucó contra mi cuerpo, mis brazos la rodearon por completo y así, sin más dilaciones, cerré los ojos relajando mi mente, mis músculos, mi polla que aún seguía empalmada queriendo marcha, hasta que el propio organismo se encargó de esa parte apaciguando mi excitación.

No tardé mucho tiempo en quedarme dormido igual que un bebé.

(…)

Desperté sobresaltado, la vaporosa iluminación se colaba por las rendijas de la persiana entrecerrada, ya era de día o eso parecía, confuso por no saber donde me encontraba hasta que mi cerebro empezó reorganizar la información. La cama estaba vacía y Solarys no estaba. Me levanté del lecho dando tumbos, bostezando a pleno pulmón, vi de refilón que la luz había vuelto, el reloj digital que descansaba en la mesita de noche al lado de la cama, parpadeaba intermitentemente.

Fui directamente al baño a orinar, tenía la vejiga a reventar.

—Sol… —la llamé al salir del dormitorio encaminando mis pasos hacia la cocina, pasando antes por la sala de estar.

La casa estaba desierta, entonces caí en la cuenta, aunque era domingo y yo no tuviese que ir a trabajar, Solarys, trabajaba todos los días en la cafetería, menos los lunes que libraba.

Sin nada más que hacer, enfilé de nuevo al dormitorio, me encerré en el baño y me di una larga ducha que me dejó como nuevo, después me puse a prepararme el desayuno, zumo de naranja, café bien cargado y huevos revueltos con salchichas.

Cuando terminé de desayunar, recogí la cocina dejando todo tal cual lo había encontrado, ventilé la habitación, hice la cama, me vestí y le dejé una nota a Solarys sobre el armario que estaba en la entrada de la casa.

«Sol, preciosa, cuando me he despertado ya te habías ido a trabajar, llámame si te apetece ir esta noche al cine o a cenar, sino, el martes nos vemos en la cafetería, como siempre… Angelo.»

Al salir a la calle inspiré el aroma del ambiente, alcé mi rostro al cielo, observándolo durante unos instantes la pequeña porción que los edificios dejaban ver del firmamento, estaba despejado, pero, hacía un frío que pelaba. Me ajusté la cazadora, subí la cremallera hasta el cuello, con los cascos en la mano encaminaba mis felinos pasos hacia la moto que había dejado la noche anterior, frente al portal de Solarys.

No me demoré en darle gas al motor, cuando arranqué y mi harley conmigo encima empezamos a rodar por el asfalto de la ciudad. Vivía en la otra punta de Chicago, lo cual me llevó su tiempo llegar hasta la zona donde vivía en mi pequeño ático, de no más de cincuenta metros cuadrados.

Aparqué donde siempre, en la plaza de garaje que tenía cada vecino del edificio de viviendas donde estaba alojado, subí andando por las escaleras de emergencia los catorce pisos que me separaban del suelo, pudiera tomar el ascensor, salvo que en la medida posible lo evitaba, no me gusta sentir la sensación de estar suspendido en las alturas, como al resto de mis hermanos, ni a mis viejos, siempre he pensado que nos vino de serie en los genes felinos, como así la actividad sexual, aunque de mi manada, el que se llevaba la corona laureada respecto a esa cuestión erótica, era mi mellizo Miguel que hizo del sexo su filosofía de vida. O eso es lo que me pareció siempre.

Al entrar al ático lo primero que hice fue desprenderme de la cazadora que colgué en el perchero que había tras la puerta de la entrada, después dejé los cascos encima del recibidor, donde también fueron a parar las llaves de casa, las de la moto, el móvil y la cartera.

Me quité mis incombustibles botas camperas, que de una patada fueron a parar al dormitorio que estaba nada más entrar la primera puerta a la izquierda, después el minúsculo baño, la cocina, y una sala enana, lo que si era amplísimo, la terraza que tenía su entrada en la cocina, era tan o más grande que toda la planta que habitaba. No la había usado nada más que para tender la ropa, si seguía el tiempo suficiente en la ciudad, pensaba pasarme la época estival tostándome al sol en mis ratos libres.

Me quité la ropa que había llevado puesta, una camiseta oscura de manga larga y mis pantalones vaqueros, algo desgastados, estaba empezando hacerse un roto en una de las perneras a la altura de las rodillas y los bajos, parecían haber sido roídos por ratones. La eché en el cesto de mimbre que tenía a los pies de la cama, haciendo un burujo con la tela, encesté canasta. Saqué un pantalón de chándal del armario que tenía a un lado de la cama, me lo puse, y sin calzarme ni ponerme una camiseta me encaminé a la sala a tirarme un rato en el sofá.

Una vez me repanchingué en el mullido sofá, estiré el brazo para coger el mando a distancia de la tele, la encendí y empecé a zapear… mi vista de lince veía pasar los diferentes canales hasta que sintonicé uno de deportes, estaban retransmitiendo las noticias deportivas más importantes de la semana.

Absorto miraba la pantalla, hasta que aburrido de ver a los presentadores, me fijé en mi portátil que descansaba en la mesita frente al sofá, me incorporé quedándome sentado con las piernas dobladas sobre el asiento y el ordenador entre el hueco de mis muslos, abría la tapa y el sistema operativo arrancaba.

Abrí el programa de mensajería instantánea, conectándome para ver si alguno de mis contactos: mi familia y amistades íntimas, estaban en línea. Me llevé una sorpresa ver a mi mellizo conectado a la red.

Abrí una ventana.

TemptingAngel dice: Capullo!...

TheArchitect dice: Quién fue hablar… mira que nos trajo el gato…

TemptingAngel dice: ¿Qué haces?

TheArchitect dice: Tocarme un rato los cojones ¿tú?...

TemptingAngel dice: Algo parecido LOL…

TheArchitect dice: Como Dios…

TemptingAngel dice: Ni que lo digas…

TheArchitect dice: ¿Qué tal están los conejitos de Chicago?... *perver*

TemptingAngel dice: Huummm… el que cacé anoche estuvo delicioso…

TheArchitect dice: Cabronazo…

TemptingAngel dice: Je!...

TheArchitect dice: Anda cuéntale a tu hermano los detalles…

TemptingAngel dice: Conejo virgen y rubio… Culo Estrecho aunque duro y grande… Ubres… y boca… deliciosa je je je…

TheArchitect dice: Dioses! ¿Nombre?...

TemptingAngel dice: Solarys… ¿Y tú?...

TheArchitect dice: Me gusta. De putas, ya sabes

TemptingAngel dice: Sí ya sé

TheArchitect dice: ¿Qué tal el curro?

TemptingAngel dice: Bien ¿y tú qué tal la carrera?

TheArchitect dice: Bien

TemptingAngel dice: ¿Y las universitarias?...

TheArchitect dice: Están todas catadas y cazadas, a veces he repetido conejo -__-

TemptingAngel dice: ¿Cuál?

TheArchitect dice: Claire…

TemptingAngel dice: Mmmm… Refréscame la memoria. Detalles....

TheArchitect dice: Conejito pelirrojo. Culito respingón. Silicona. Boca exquisita…

TemptingAngel dice: Dios!

TheArchitect dice: Tse…

TemptingAngel dice: Anímate

TheArchitect dice: Lo intento sip…

TemptingAngel dice: Voy a sobar un rato.

TheArchitect dice: Ok

TemptingAngel dice: Ciao!

TheArchitect dice: Ciao!

Cerré la tapa del portátil y lo dejé sobre la mesita, me tumbé a lo largo del sofá, boca abajo mirando la pantalla del televisor, seguían con las noticias de deporte. Durante minutos permanecí ensimismado hasta que los ojos se me empezaron a cerrar.

(…)

Desperté a eso de las cuatro de la tarde, con un espantoso vacío estomacal. Apagué con el mando la tele. Me levanté del sofá, estirando todos y cada uno de mis músculos, extremadamente felino, fui derechito a la cocina bostezando a pleno pulmón, al mismo tiempo que rascaba mi cabeza con placer.

Abrí la nevera y empecé a sacar los ingredientes necesarios para hacerme la comida: Conejo al ajillo.

(…)

Frente al espejo que colgaba encima del lavabo en el baño, me lavaba los dientes, ya vestido para salir a la calle, no tenía muy claro a dónde ir, pero me apetecía dar una vuelta y no pasarme toda la tarde encerrado en casa.

(…)

Estaba en la playa, dando un relajante paseo con los pies descalzos sobre la arena, impregnándome del ocaso que mis felinas retinas podían ver en la línea del horizonte, cuando el sonido de mi móvil me sacó de mis abstracciones.

—Hola preciosa… —respondí sonriente al ver de quién se trataba. Durante unos instantes me quedé callado escuchando la dulce voz de Solarys a través del auricular—. Claro que me apetece, en media hora estoy ahí… —un nuevo silencio y mi sonrisa se ensanchaba—. De acuerdo, ciao bella.