Joder Charlie, si te dijera todo lo que quiero hacerte (Ultimo relato de esta serie).
Siempre supe que yo era diferente a lo común. Desde niña, supe que a mí no me gustaban los niños, como al resto de mis amigas, desde que tengo uso de razón, supe que, me gustaban las niñas, con los años, las mujeres. Aunque debiera ser específica, únicamente, en toda mi vida me gustó una niña, una sola mujer: Berenice.
Sorprendentemente para mí, la sacó de mi boca cuando creía que iba a dejarme beber aquella deliciosa crema, porque notaba que estaba llegando al orgasmo e iba a correrse de un momento a otro
En aquel momento mi mente paraba en el turgente y tieso miembro de Julián, las veces que yo había paladeado con glotonería, igual que si fuese niña comiéndome un delicioso helado.
Estábamos jugando a médicos y enfermos. Yo era la enfermera y Perry, el que fingía estar enfermo.
Al ver el bulto tan próximo, era como ver un oasis, deseaba fervientemente aquello que tenía en plena extensión bajo la blanca y brillante tela que lo aguantaba.
¿Estaba en el cielo o en el infierno? Lo mismo me daba.
Los músculos se tensan, expectantes, endurecidos, mis pulmones entrecortado el aliento se hinchan inspirando el caliente, espeso, acariciante aire, mezclado en ese aroma de una hembra, de una divina mujer.
[RELATO NO ERÓTICO] Fueron de las épocas más salvajes de mi corta existencia, donde el alcohol, las drogas, el sexo y el rock and roll hicieron de mi razón de ser, la panacea y paradigma de mi modo de vida entre humanos y vampiros.
Y vino, vaya que sí vino. Con la excusa de haberse quedado sin bebida se acercó tímidamente y disimuladamente hacia la barra, hasta colocarse a mi lado. En cuanto la tuve a escasos centímetros, inspiré su natural fragancia
Jadeé en su boca empezando arrancarle la ropa que llevaba puesta en su torso de ninfa, por su parte Solarys colaba sus deditos por debajo de la camiseta y arañaba con sus uñas la sensible piel de mi espalda. Mi garganta se volvió áspera porque los jadeos pasaron a ser gruñidos por lo cachondo que me puso en un instante. [Añadido en la categoría de Zoofilia pese a que el animalito es fantastico. Disculpen los inconvenientes...]
Su cuerpo se enroscaba como anguila contra el mío, los labios se buscaban, besándose desaforados, ansiosos, con el deseo cabalgando a galope tendido por las frenéticas venas. Me ponía como un bruto.
Un tenue atisbo de conciencia, era el que me impedía dejarme llevar totalmente, en primera era más que probable que Solarys perdiese el sentido si yo, diese rienda suelta a mi verdadera naturaleza.
Me quedé cortada en el umbral, escuchando la rítmica música que llenaba la estancia y, sin querer interrumpir al que parecía ser el profesor impartiendo sus conocimientos de tan fascinante disciplina.
Elevó sus poderosas nalgas, descubriendo tímidamente la emocionada raja, sus muslos permanecían apretados el uno contra el otro, igual que su trasero que empecé a mordisquear, recorriendo con la puntita de mi lengua la abertura de su culo, Solarys suspiraba ahogando los gemidos sobre la almohada, separó las piernas y alzó un poco más sus caderas.
Mi polla había vuelto a la carga y estaba expectante, por probar de todas sus mieles
Nunca pensé en convertirme en un cabrón con Lucía, lo cierto es que todo surgió de la forma más imprevisible que hubiese podido imaginar nunca. Después con el tiempo, una cosa llevó a la otra y ahora, a mis más o menos bien llevados años rondando la temida cuarentena, digo que mi mujer es la número uno en cuestión de cornamenta, sus pitones rozan, metafóricamente hablando, el cielo.
Por supuesto, estaba más que cachondo, excitadísimo al sentir como el calor de su cuerpo traspasaba la fina tela de mi camiseta, como los deditos de su mano apoyada en el centro de mi pecho jugueteaban con la tela, a su vez, deseaba que esa mano bajase y se colase entre la bragueta de mis tejanos, liberase al inhiesto mástil que estaba aprisionado y le dedicase las atenciones que merecía, que reclamaba con sordos rugidos que me abstuve de exteriorizar ante Solarys, no tenía ni la más remota sospecha de lo que era yo. [Continuación del Relato «De hermanos salvajes...»
Dos hermanos mellizos que no son lo que aparentan ser. Correrias nocturnas que terminan de forma inesperada para los protagonistas.