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Mi vicio

en Amor filial

Mi vicio

Día 4:

Estábamos a mediados de julio pasando vacaciones en Barranquilla. Mientras la tarde envejecía, algunos de los miembros de mi familia pasaban una maravillosa velada conversando en el patio de la casa; algunos otros, en el segundo piso, tomábamos una siesta. El clima a esa hora no es tan caluroso como al medio día, sin embargo para alguien que vive en Quito, como yo, la temperatura en la costa colombiana apenas disminuye. Desde que llegué a la ciudad, cuando se acercaban las 4 de la tarde y aún me encontraba en casa de mi tía, tomaba una ducha y me colocaba un short y franela de algodón, para estar lo más fresca posible al hacer la siesta.

Estaba acostada sobre la parte derecha de mi cuerpo, y me desperté un poco desconcertada por la presencia de alguien más en mi cama. Un brazo masculino rodeaba mi cintura y me acariciaba el vientre por debajo de la franela. Tomé la mano e inmediatamente la identifiqué, sentí un escalofrío indescriptible; su cuerpo estaba pegado al mío tan delicadamente que pudo estar un rato acariciándome cuando yo dormía, sin que me diera cuenta. "Hola" me saludó, haciéndome sentir su aliento sobre mi cuello y su mirada sobre todo mi cuerpo; giré mi cabeza y nuestros rostros quedaron muy próximos, como para que me llegara el olor a menta y nicotina mezclado con perfume diesel, que lo caracterizaba. En seguida mi corazón palpitó de la misma forma que lo había hecho en los últimos cuatro días, ya conocía la sensación, pero no lograba acostumbrarme a ella; era la sensación de peligro y excitación sexual. Alberto no tenía porqué estar en mi habitación y mucho menos tratarme como su pareja, mientras que nuestros tíos y demás primos andaban de un lado para otro en su casa.

Pero si él estaba en mi cama, es porque se había asegurado de que no nos descubrieran, y poco a poco, en mí, el morbo fue venciendo. Coloqué mi espalda sobre la almohada, para ofrecerle la vista completa de mi cuerpo; él me observó con total descaro y paciencia, reteniendo la mirada en cada curva, especialmente en mi busto (no llevaba sujetador) a la vez que sus manos no cesaban de explorar mi vientre.

Para el resto del mundo somos primos hermanos, familiares muy cercanos que no deben inspirar ningún tipo de deseo sexual entre ellos, y eso hacía que sus miradas y caricias libidinosas fueran las más excitantes que jamás hubiera recibido. Un simple toque en mi ombligo y mis pezones ya se mostraban endurecidos a través de la franela, como reclamando a gritos las caricias de Alberto; me apoyé en mis codos para poder besarlo. Un beso en principio suave, y segundos después, cuando su mano subió por mis costillas acercándose apenas a mi seno derecho, se tornó tan apasionado que arqueé mi cuerpo e introduje mi lengua en su boca. Él me devoraba los labios, a la vez que acomodaba el peso de su cuerpo sobre el mío, y acariciaba mi pezón con su mano izquierda; mientras que con su mano derecha tanteaba mis muslos. Su mano recorría mis piernas de manera ascendente hasta llegar muy cerca de la entrepierna, pero sin tocarla. Me hacía esperar, y yo enloquecía. Nos separamos un poco, ya que él disfrutaba visualmente de cada caricia; observaba como su mano amasaba mi busto por debajo de la franela, volvió a besarme, abrió mis piernas y se colocó entre ellas para pegar su sexo contra el mío.

Esa tarde, Alberto vestía unas bermudas de algodón, por lo que pude sentir la dureza de su miembro a través de las livianas telas, y era increíble cómo ese roce me excitaba a más no poder; ronroneé de placer, alcé mis caderas y uní más, si eso era posible, nuestros sexos. Mi primo se movía como si me penetrara y yo seguía sus movimientos, percibiendo como mi humedad aumentaba y prácticamente me masturbaba con el roce de la ropa provocado por su pene; el corazón se me disparó junto con mi respiración, estaba gimiendo con sólo simular una follada, porque sentía cómo llegaba la dilatación unida con las ganas descontroladas de ser poseída. "Beto, Beeeto" repetía, hasta que por fin mi primo tomó mis caderas para levantarme un poco, señal de que me iba a retirar el short y la tanga. Escasamente bajó el short y mi ropa interior hasta donde la posición lo permitía, puesto que no se separó de mí, ni dejó que cerrara las piernas; a la vez, sacó su miembro de la bermuda permitiendo que yo lo viera.

Observar su pene erecto tomado por sus manos y con la firme intención de colocarlo sobre mi pelvis; la espera de que su miembro finalmente estuviera dentro de mí; el peligro de que nos descubrieran; el calor y su posición dominante casi me provocan un orgasmo en ese momento. Beto tomó su miembro y lo pasó por entrada húmeda, haciéndome perder el control "Por favor Beto" le suplicaba; él retiró un poco más mi short y volvió a pasar su pene por mis labios vaginales, pero esta vez los separó un poco para que rozara mi clítoris. Yo no pude más que cerrar los ojos y seguir suplicándole, entre pequeños suspiros, que me lo metiera.

Las respuestas a mis suplicas fueron unos golpes secos sobre madera

Ana, Ana ábreme que voy a sacar unos zapatos – tocaba a la puerta mi primo Andrés

Alberto y yo nos paramos inmediatamente, arreglando nuestra ropa y alejándonos lo más que podíamos de la cama. Alberto se asomó a la ventana e instantáneamente dio un salto atrás (después entendí que en el jardín había gente), miraba a todos lados, desesperado por conseguir algún escondite.

Ana, ¿te pasa algo?, Ana! – Andrés seguía golpeando la puerta

Me estoy cambiando – alcancé a decir

Apúrate, aquí te espero

Habían pasado cuatro días desde mi encuentro con Beto, habíamos hecho locuras pero nunca estuvimos tan cerca de ser descubiertos.

Quería decirle a Andrés que se fuera, que me iba a tardar, pero esa descortesía era muy inusual en mí. Beto me miró, por fin con cierta tranquilidad en sus ojos, me tomó por la cintura para acercarme hacia sus labios y regalarme un pequeño beso, después se escondió bajo mi cama. Procuré poner los zapatos de Andrés lo más visible, para que no tuviera que buscarlos, luego me dispuse a abrir la puerta.

Andrés entró manteniendo una conversación que hasta ahora no sé de qué se trataba, pues yo me limité a asentir y no preguntar. Sencillamente me urgía que se fuera.

Yo pensé que estabas durmiendo no cambiándote. Pero tienes la misma ropa mija; apúrate a ver si vienes con nosotros a la bahía.

Es que no decidía que ponerme, y te iba a hacer esperar por eso me quedé en pijama.

Ah ok, ¿te esperamos? – Andrés ya había terminado de atar sus zapatos, y ya se encontraba en el umbral de la habitación.

No, vayan sin mi

Ándale Anita que ninguno de los atardeceres aquí es igual – Se hizo escuchar una voz femenina: la madre de Alberto.

Tía – pronuncié prácticamente tartamudeando – es que hoy no dormí bien

Una muchachita de 19 años ¡que va estar descansando!. Vístete rápido para que vayas con ellos, deja la flojera

Ok – dije, pero no podía alejarme de mi cama

Vamos Andrés, espera afuera – y finalmente mi tía cerró la puerta, pero ella quedó adentro conmigo y con Alberto, que permanecía oculto bajo mi lecho.

En los siguientes minutos, mi tía abrió mi armario y sacó algunas prendas, y hablaba de moda. Yo no escuchaba las palabras, o más bien no podía escucharlas; tan sólo sentía cómo mi sangre era salvajemente bombeada, diez veces más violento que cuando estaba con Beto. La sangre abandonaba mi rostro y apenas podía moverme, pues el pánico me había hecho su presa y era muy difícil controlarlo. ¡Me iban a descubrir!

De las sobrinas, yo soy la que le sigue a la mayor; siempre me he destacado por mi excelencia académica, y por ser una persona ecuánime y "dulce" que es capaz de sostener una buena conversación con personas de cualquier edad y nivel educativo (menos con gente contemporánea a mi y de genero opuesto, en muchas ocasiones); además de ser, desde el punto de vista de mi familia, una joven bastante madura y centrada en lo que quiere, hasta el punto de no dejarse distraer por las "tonterías del amor" que prometen los hombres a chicas de mi edad. "Sigan el ejemplo de Ana" les decían mis tíos a mis primas, y es que en realidad esa es mi personalidad; yo recibía y siempre he recibido cariño y respeto sincero por parte de mis primas menores, quienes ponen sus manos en el fuego por mí, y realmente consideran que soy ejemplo a seguir.

Por otro lado, ninguno de los primos tenía un comportamiento que no mereciese halagos por parte de la familia; Alberto era el chico normal de 23 años que había comenzado su carrera universitaria a los 19, después de pasar dos años intentando descubrir qué rumbo le daría a su vida. Ha repetido un semestre, pero eso no es algo como para menospreciarlo, y es conocido como el más fiestero y despreocupados de todos. Hemos sido criados para querernos como hermanos sin importar que tan lejos viviéramos unos de los otros; la familia siempre se reunía una vez por año ya sea en Colombia o en Argentina.

El que mi familia entera supiera que Alberto y yo andábamos juntos significaba un desastre total; prácticamente tumbar todos los esquemas mentales que habían formado respecto a mí y avergonzar profundamente a mis padres. Ser señalada y catalogada como una "brincona" que seduce a su primo en casa de su tía, era algo que de sólo imaginarlo me paralizó por completo, se me secaron los labios y no podía formar frases coherentes.

Pasaron menos de 30 segundos desde que mi tía Lucy había entrado a la habitación y empezara mi ataque de pánico, pero para mí fueron horas interminables; hasta que finalmente pude armarme de valor para reaccionar, seguir la conversación y disimular lo más posible. Tomé las prendas que ella había escogido, me desvestí y me las probé.

¿Me veo bien? – pregunté

Linda! sobrina, tu eres muy linda – me abrazó y dijo en un susurro – ¿no tienes novio?

Se me subieron los colores al rostro. No consideraba a Alberto como un novio, aunque era lo más parecido a uno, que tuviera hasta el momento; lo nuestro fue repentino y más un juego de placer y morbo, que cualquier otra cosa. Yo estaba "clara" en que él tenía su novia y que yo sólo quería descubrir los placeres del sexo con su ayuda.

No tía

Bueno, que no te de pena, eso es lo más normal. Yo siempre te voy a apoyar si traes a algún muchacho, confío en tu buen juicio – con eso último me abrazó más fuerte y se retiró.

El susto no había pasado, ver de frente a Beto después de que su madre estuviera en el cuarto, era tener el cuerpo del delito a la mano, por lo tanto era urgente que saliera de la habitación.

Casi nos descubren – alcancé a escuchar. Beto me tomó por la cintura y colocó su cuerpo muy junto al mío, dejando sentir su erección disminuida; instintivamente volteé a verificar si el seguro estaba puesto, a la vez que trataba de alejarme de él. Pero yo me dejaba dominar por la adrenalina y el peligro que traía el beso apasionado que me propinaba, y pasaron unos deliciosos segundos, minutos, años, no lo sé. Finalmente acarició mi rostro – Nos vemos en la bahía, Linda – y esto último lo pronunció haciendo referencia a las palabras de su madre. Tomé mis sandalias y me reuní con mis primos en el patio.

La estadía en Barranquilla se volvía cada día más excitante y provocadora; Beto me robaba besos cuando me encontraba sola en la cocina, sala o algún pasillo de la casa; tomaba mi mano cuando nuestros primos y hermanos nos dejaban rezagados en los paseos; me acariciaba por debajo de la mesa ó, cuando todos nos reuníamos a ver TV en la noche, esperábamos hasta que a los demás les venciera el sueño, para quedarnos solos, entonces nos besábamos y tocábamos en el sofá. Cada segundo que pasaba explorando su cuerpo, por encima de la ropa, y dejando que él explorara el mío, me decía a mi misma que debíamos detenernos antes de que cualquiera pasara por ahí con la excusa de buscar agua o ir al sanitario. Pero también me decía "un poco más, sólo un poco más". Quién ha estado en esta situación, entiende que cada segundo de riesgo se hace más delicioso y que los sentidos se agudizan a más no poder; las manos y el aliento de mi primo me quemaban la piel, haciendo de mí una mujer lujuriosa y deseosa de más. Así pasaron algunas noches en casa de mi tía; podíamos estar solos unos escasos minutos antes de que Andrés o los hermanos de Beto extrañaran nuestra presencia en las habitaciones.

Día 13:

Hasta que después de casi dos semanas, tuvimos la oportunidad esperada: cómo nunca había ocurrido en estas vacaciones todos las personas de la casa hicieron la siesta, ninguno quedó charlando ni haciendo alguna otra actividad. Salí de mi habitación lo más sigilosamente posible, buscando un encuentro con Alberto y comprobando que todos estuvieran durmiendo. Paseé por los rincones de la casa sin encontrarlo, me sentía un poco frustrada por tener que dejar pasar semejante ocasión.

Regresando a mi cuarto escucho que alguien sale del baño, era Beto que salía del pasillo dirigiéndose a las escaleras, cuidando de no ser escuchado. Me aproximé y me atreví a susurrar para romper el silencio que envolvía a toda la casa.

¿Y para dónde vas? – le dije. Él se sobresaltó por la sorpresa, y bajó los pocos escalones que había subido.

A buscarte, claro – me respondió con esa sonrisa pícara que me hace derretir

Um, ¿y eso?

Me provocaste todo el día y no pude ni siquiera tocarte. ¿no crees que me debes una?

Me tomó de la mano y regresó por el pasillo hasta donde estaba el baño, nos metimos y cerró la puerta empujándome suavemente contra ella. "Ana, hoy no te me escapas" me dijo y selló mis labios con un beso sumamente caliente y que me quitaba el aliento; recostó su cuerpo contra el mío, a la vez que atrapaba mi cintura con sus brazos. Nos juntamos de manera tal que él percibió que yo estaba sin sujetador, metió su mano por mi franela y acariciaba toda mi espalda mientras que su lengua jugaba en mi cuello. Rápidamente se separó de mí y me despojó de la franelita (cosa que me sorprendió, pues Beto siempre iba con pausa y disfrutando cada instante de morbo), acariciaba mis senos y comprobaba la dureza de los pezones sin quitarles la mirada de encima. "Deben saber a gloria", "son tuyos" le dije y lo interrumpí para quitarle a él también su franela.

Mientras tocaba su pecho, sentí unas ganas locas de pasar mi lengua por él y así lo hice. Beto se dejaba hacer y me acariciaba el cabello mientras yo recorría con mis labios sus pectorales, abdomen, ombligo y seguía bajando por su pelvis hasta encontrarme con la liga de su mono; entonces me detuvo e hizo que me enderezase, que me colocara de pie, y me tomó firmemente de las nalgas apretándome contra él, se agachó un poco y me impulsó, de manera tal que me cargó y yo lo rodeé con mis piernas. Nuestros sexos estaban muy juntos y él empezó a balancearme de arriba abajo; mientras observaba como mis senos seguían ese ritmo, después sacó su lengua y me seguía balanceando, haciendo que mis pezones fueran rozados por la punta de su lengua. Se sentía divino y yo le hacía saber que me gustaba, soltando pequeños gemidos.

Mi primo giró, y me sentó en un mueble que está junto al lavado, algunos envases cayeron e hicieron algo de ruido, pero eso aumentaba la excitación del momento. Me abrazó y se hundió en mis senos, me los succionaba divinamente y yo veía cómo lo hacía; de vez en cuando él alzaba la mirada y me propinaba un pequeño mordisco que me hacía dar un brinquito de placer. Yo lo tomé del cabello e hice que volviera a besarme los labios, lo abracé contra mi para sentir en mi entrepierna la dureza de su sexo; él poco a poco bajó su mano y separándonos un poco llegó a mi entrepierna por encima del short, presionó y acariciaba toda mi raja por encima de la tela entonces yo me movía sobre el mueble en señal de que quería más, de que ya no me hiciera esperar. Pero a Beto le gustaba hacerme esperar, en un poco más de dos semanas nuestros encuentros furtivos sólo nos daban tiempo de algunos besos y caricias lujuriosas que me dejaban completamente encendida buscando, y a veces sin encontrarlo, un lugar íntimo para relajarme con mis dedos. Pero esta vez todo estaba a nuestro favor, pensé en ese momento; Beto me bajó del mueble girando mi cuerpo y haciendo que quedara a espaldas de él, sin pausa me despojó bruscamente del short y la tanga.

Hubo un segundo o dos en el que yo temblaba de excitación, mientras supuse que mi primo bajaba sus propios pantalones y ropa interior, entonces sentí su cuerpo desnudo pegado al mío, su pene duro y caliente pegado a mis glúteos; empezó acariciar mis senos mientras yo movía mis caderas y me inclinaba como podía para no perder el contacto con su pene. Beto bajó su mano derecha y acarició mis caderas, mi pelvis y bajó aún más; con su dedo índice separó mis labios y entonces sentí como mis líquidos se esparcían mientras él acariciaba mi clítoris, sin aviso y sin esperar nada más hundió en mi coño, extremadamente mojado, dos dedos que metió y sacó al instante. Yo respiré agitadamente, sentí mi vagina palpitante deseosa de más, me moví buscando sus dedos que no se hicieron esperar y entraron súbitamente, se me escapó un gemido ante la sorpresa, y apreté para q esos dedos no se volvieran a escapar. Beto dejó sus dedos dentro de mi y empezó a buscar con ellos un punto q cuando lo encontró presionó pausada y rítmicamente; con mis ojos cerrados y ante esa sensación gemí entrecortadamente, mordí mi labio inferior, y Beto aceleró el ritmo "aaahhh aaahhh aaahhh" era lo único que yo alcanzaba a pronunciar cuando estaba a punto de correrme por primera vez en manos de mi primo desde que había llegado a Colombia, Beto sacó los dedos rápidamente, pero apenas si pude extrañarlos cuando hizo que me inclinara más y me embistió con toda su carne endurecida "aaaaaaaahhh" chillé de dolor y placer, bombeó salvajemente, apretó mis nalgas y yo me doblé formando un ángulo recto con mis piernas y apoyándome en el mueble donde segundos antes estaba sentada, "córrete conmigo, córrete conmigo" escuché con su voz apenas distinguible por la excitada respiración. Un pequeño gruñido, gemidos, líquidos chorreando por mi entrepierna y muslos, todo demasiado delicioso.

Y así fue que no supe de más nada en el mundo en ese momento, sentí como un grito de puro placer luchaba por salir de mi boca, y que mis piernas, que se volvieron de gelatina, no me sostendrían por mucho. Logramos acabar juntos. Alberto se sentó en la tapa de inodoro, y me atrajo para que me sentara sobre él a esperar que se detuvieran los espasmos del cuerpo. Ni con mi novio anterior, ni con mis manos, había logrado un orgasmo como aquel; en mi vagina aún se sentían las replicas de un fuerte temblor y apenas estaba logrando respirar normalmente. Alberto me acariciaba por primera vez con dulzura, sin dejar ni un solo espacio de mi piel que no fuera tocada. Nos besamos y eso fue todo lo que obtuvimos de la boca del otro, esa tarde.

Hoy estás muy animada – Me dijo mi prima Laura, al ver todo el esmero que estaba poniendo en mi arreglo.

Um pues si, quiero lucir extremadamente femenina, ¡sentirme divina! – le respondí y todas sonreímos.

Si. Cuando salgamos, ¡no habrá ningún hombre que no voltee a mirar a las primitas Álvarez! – Dijo Marina

Lo malo es q vamos con los muchachos – Se quejó Adriana – deberíamos planear un día de sólo chicas

Oh, eso sería genial – se entusiasmó Laura

Si, sería perfecto. – Respondió Adriana – Andar con primos y hermanos que le ponen carotas a cualquiera que nos vea, es lo más espanta chicos que te puedes imaginar.

¿Podría ser mañana en la noche? – intervine

¡Decidido! – Dijo Marina, la mayor de nosotras cuatro.

Después de la mejor y más corta sesión de sexo en mi vida, hasta ahora, subí realmente a descansar y hacer la siesta. Al despertar me encontré con que mis primos habían planeado salir de disco en la noche. Las chicas nos reunimos para realizar el largo y relajante ritual femenino, de escoger ropa, zapatos, accesorios, maquillaje y perfumes. Como había dicho antes, de todas, la más estudiosa era yo y por consecuencia (que a la gente le resultaba lógica), la que menos se esforzaba por mostrar su feminidad. Yo diría que más bien soy la más discreta; uso maquillaje muy pocas veces, y a pesar de tener el más generoso busto de la familia, no uso escote y tampoco faldas, soy más bien clásica. Hoy no quería cambiar mi estilo, sino hacerlo mucho más femenino. Me puse unos pantalones capris negros, y una blusa azul turquesa con algunos destellos luminosos; la blusa se ajustaba a mi estilo, pues llegaba hasta mis caderas de manera tallada, sin mangas y con un escote moderado. Complementé mi atuendo con unas sandalias plateadas muy lindas que me había regalado mi madre, unos aretes y pulsos también plateados. Mis rizos castaños caían sobre mis hombros de manera fresca y algo desordenada enmarcando mi rostro que como siempre tenía poco maquillaje, algo de pestañina y delineador para resaltar mis ojos y un brillo rosa en los labios.

Si me comparaba con mis primas, una vez más, yo era la más sencilla. Sin embargo me sentía más hermosa y deseable que nunca.

Bajamos a la sala a encontrarnos con los muchachos. Estaban todos menos Alberto, lo que me bajo los ánimos un poco; no voy a negar que gran parte de mi esmero era para lucir linda ante él. No quise preguntar, porque pensé que me delataría.

¿Y Beto? – preguntó Laura

Tiene una cita – respondió Julio sonriendo de manera complaciente – ya saben como es él – y por un momento pensé que me había mirado socarronamente. Te sientes culpable ¿verdad? Me dije a mi misma.

Traté por todos los medios de colocar la cara que cualquier prima pondría, al enterarse que su primo anda en una de sus andazas. Y me costó un mundo, sentía celos, o una clase de furia y humillación; o ¿cómo más se puede sentir una mujer después de intimar con un hombre a tal punto de lograr el éxtasis supremo, y que unas horas más tarde él se vaya a buscar a otra?. Me esforcé por pensar otra cosa, sin embargo ya no me sentía hermosa.

En el frente de la gran casa de la abuela, nos distribuimos en tres vehículos previamente encerados por mis primos. Cuando íbamos rumbo a la calle, vislumbramos a Alberto llegar en su moto, parecía algo sorprendido por ver salir a los tres carros en caravana y echó una ojeada. Me encontré con su mirada, y no pude evitar lanzarle cuchillos envenenados con la mía.

Cuando llegamos, el sitio ya estaba en ambiente, y bastante lleno. Mis primos, como siempre, se las habían arreglado con uno que otro amigo para reservar un buen y espacioso lugar. La música caribeña por todo el lugar, chicos y chicas luciendo hermosos, humo de cigarrillo y las botellas de whisky sobre la mesa; todo listo para una noche de sana diversión. De que me levanto a alguien, me lo levanto, me dije mientras pensaba en Alberto. Después del brindis colectivo, tres de mis primos se pararon a bailar con mis primas, y a mi me sacó Julio.

Que vaina, será para mañana que sólo estemos nosotras. La pasaba muy bien con mis primos, pero así nunca iba a conocer a ningún muchacho que ellos no quisieran.

Había pasado más de cuarenta minutos y yo seguía bailando con Julio, tres veces paramos para tomar un trago y ya. Julio bailaba bastante bien, pero en ninguna de las otras salidas o reuniones había bailado tanto tiempo conmigo, así que eso me tenía un poco extrañada. Después del cuarto trago, y quien sabe cuantas canciones bailadas, mi primo tomó mi mano y me llevó hacia una pista lejos de la visión del resto de nosotros. No era raro, puesto que cuando salíamos todos, la mayoría de mis primos barones buscaban pareja de baile alrededor (si es que no estaban con las novias) y las chicas a veces iban a saludar algunos conocidos; y en la mesa siempre quedaban unos cinco de nosotros y al final de la noche se formaba un número de personas bastante importante en nuestra mesa.

Dejó de sonar el merengue y comenzó el reggaeton. Me incomodaba bailar reggaeton con cualquiera, y mucho más con un familiar; la gente en torno a nosotros comenzó con el baile erótico, y Julio, como lo más natural del mundo comenzó a bailar frente a mí, dejando una distancia prudente y haciendo movimientos recatados. Me uní al baile. Todos en la pista parecían estar con sus parejas, y yo de repente deseé estar con Alberto que bailaba excelente; inmediatamente quité el pensamiento de mi cabeza. Y cuando me concentré en mi presente, Julio estaba más cerca, su rostro muy próximo al mío, y no sólo el rostro!. Sentí su mano en mi espalda, a la altura de mi cintura haciendo presión, como si quisiera que me arrimara más a él. Instantáneamente me puse tensa, cuando sentí invadido mi espacio personal, así que hice un movimiento a un lado y seguí el baile otra vez a una distancia prudente. Pareciera que Julio no lo hizo con mala intención, y no tomó a mal mi movimiento, simplemente siguió.

El DJ colocó otra pista y alguien me detuvo.

¿Me permites bailar con mi primita, hermanito? – Le dijo Alberto a Julio.

Claro Betico. Hazle sentir, como siempre, nuestra hospitalidad – Respondió Julio, casi de manera sarcástica.

Todo fue muy rápido y yo no pude decir nada. Alberto esperó a que Julio saliera de nuestra vista y con un fuerte abrazo me tomó por la cintura y me atrajo hacia su precioso cuerpo. Puse mis manos entre los dos, alcé la mirada y traté de hacer con ella las preguntas que no salían de mi boca. Ahora si, ahora si el reggaeton me sonaba como una fuerte invitación erótica; cuando Alberto comenzó a bailar, ni mi mente ni mi cuerpo tuvo intención de separarse de él. Beto hundió su rostro en mi cabello hasta llegar al cuello…

Que rico hueles – me dijo. Y temblé, quería decirle que también olía espectacular, pero de mi sólo salió una pregunta.

¿Dónde estabas?

El imbécil de Julio nos vio en el baño.

Continuará