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Mi vicio (3)

en Amor filial

Buenas a todos y todas, aquí les dejo los enlaces de la primera y segunda parte del relato, aunque considero que si desean empezar con este, también puede resultar. Esta parte quizás les parezca un poco larga, pero en realidad quise que se enteraran de todos los detalles aquí descritos. Ojala les guste y espero que lo disfruten tanto como yo, cuando lo escribí.

Mi vicio: http://www.todorelatos.com/relato/64327/

Mi vicio (2): http://www.todorelatos.com/relato/64719/

 

"Cuándo será que tomes las cosas en serio hijo. Si fueras un poquito como Ana..."

Frases como ésta fueron el preludio de los acontecimientos actuales de mi vida, dicho sea de paso que son los más excitantes que hasta ahora he experimentado.

Es increíble como un dicho popular llega a ser tan certero, que lo vuelves parte de tu filosofía de vida. El refrán que me ha marcado en estos últimos meses es: jamás juzgues a un libro por su portada; descubrí el poder de esas palabras hace un año cuando conocí, realmente, a mi prima Ana.

Vivo en una ciudad de la costa colombiana, parte de mi familia materna vive aquí, otros en Argentina y una hermana de mi madre reside, con su familia, en Ecuador. Tengo 23 años y hace un poco más de tres años, decidí estudiar ingeniería mecánica, por lo que soy el único de mi familia que no se graduó a los 22; y para ser francos, poco me importó las opiniones que esto generó. Lo que si me sacó de quicio, eran las constantes comparaciones con la perfecta ecuatoriana: la excelente, dulce, tierna y pendejísima Ana. Como me reventaba que a todos los de mi generación en la familia, nos la sacaran de referencia en cualquier ocasión; sencillamente me caía como una patada en las pelotas.

Sin embargo, todos sabemos que la vida da muchas vueltas y que no todo es para siempre, así que la opinión que me guardaba acerca de Ana, cambió en las vacaciones pasadas, cuando me la encontré en Argentina y me tocó tratar con ella. Resultó que aquella vez viajé con el compromiso personal de estudiar en algún momento de esas tardes, ya que un examen muy importante me aguardaba al regreso.

Después de cinco días estando allá, me rendí. La maldita materia era condenadamente difícil, y al realizar varios ejercicios, sólo conseguí acumular mis dudas. Necesitaba con urgencia alguien que me explicara; y maldije por debajo. Tendría que pedirle ayuda la primita maravilla.

Fue para mí una sorpresa que en lugar de responder con un gesto de suficiencia a mi petición, lo hiciera con una sonrisa y una expresión de gracias-por-confiar-en-mí. Ana tiene una infinita paciencia al explicar, no sólo sabe de cálculo y física, también sabe cómo enseñar, y en medio de su instrucción conversábamos de música, cine, anime y motos. La chica sabía de motos tanto como de ecuaciones diferenciales.

Mi prima pequeña era en realidad todo lo que se decía de ella. Equilibrio. En varias oportunidades traté de ruborizarla con algún comentario subido de tono, pero era yo quien terminaba sonrojado; Ana derrochaba ingenio, no había comentario para el cual ella no tuviera una respuesta totalmente oportuna. Graciosa como ninguna de mis otras primas, y cariñosa también; poco a poco empecé apreciar mis tardes con ella.

Argentina: Día 16

Sólo quedaban dos días para regresar a Colombia y al igual que las tardes anteriores, me encontré con Ana para repasar algunos ejercicios y posteriormente tener una buena conversación con ella a solas. Entre otras cosas, le pregunté sobre su pareja, pero no me contó gran cosa porque en esos momentos no tenía. ¿Cómo es posible que una niña como ella anduviera sola?, hay que ser un tonto para no apreciar su ingenio, su humor, sus reacciones pudorosas para algunas cosas y pícara para otras, su madurez, su lindo cabello castaño, sus ojos marrones claros, su delicada piel bronceada. Todo en ella estaba totalmente en equilibrio.

Ana no era la típica mujer actual, que al exponer sus huesos se siente como una diva; ni flaca, ni gorda con unos senos generosos, cintura apretada y unas caderas con la medida justa, posee el cuerpo que ninguna joven de hoy se abstendría a mostrar, y aún así ella siempre deja algo para la imaginación, usando una vestimenta discreta y fresca. Quién no notaría lo extremadamente femenina que era su cara limpia de todo maquillaje, y sus labios que seguramente tendrían un rico sabor. Mierda. Todos esos detalles no deberían estar tan claros ante mis ojos.

  • … El mejor de todos era R2D2, jejeje era mi favorito – el tema de conversación cambió a cine.

  • Mmm, bueno él le salvó el culo a más de uno, más de una vez – le respondí como el propio idiota hipnotizado por el movimiento de sus labios al hablar, y que me hicieron querer besarla. Mierda.

Tenía que besarla, tenía que probar esa boca, aunque no estuviera bien pensarlo o desearlo.

Me incliné para acercarme más, como quien no quiere la cosa, y la tomé por el rostro haciéndola girar para robarle un beso. Todo de manera rápida y firme, sin titubeos. Estaba preparado para que me rechazara y me lanzara como respuesta "¿qué? ¿Tan irresistible soy?", pues ella no era de esas niñas escandalizadas que fingen ser unas puritanas y yo, definitivamente, no soy de su tipo. Estaba preparado para que se riera de mí y para admitir mi debilidad ante ella, y finalmente reírnos de la situación y decirle que en verdad es una mujer deseable y que todos los hombres a su alrededor son tremendos idiotas. Pero como siempre Ana me sorprendió; respondió a mi beso de manera apasionada, humedeciendo mis labios y abriéndose paso a través de ellos con la legua, mientras que su pequeña mano apretaba una de las mangas de mi cazadora, para que no me alejara. Y como besa esa mujer, simplemente no pude separarme de ella.

Estábamos sentado uno al lado del otro en el escritorio del estudio de mi tío, y mi intento de beso ahora era una ola de deseo, por pegarla a mí, por tocar su espalda, sus piernas, su trasero, todo. En medio de un arrebato coloqué a mi prima sobre el escritorio, porque necesitaba tenerla en frente, tocar su rostro, seguir besándola. Ana abrió sus piernas invitándome a estar más cerca de ella; la abracé como si fuera mi única oportunidad. Deslicé mi mano bajo su sweater para acariciar su piel, y pensé que quizás podría desabrochar el sujetador y explorar sus pechos.

La anticipación hizo que mi erección luchara por salir del jean; y en medio de mis pensamientos y necesidad por ella, llevé mis besos por su barbilla directo al delicioso lóbulo de su oreja para chuparlo y mordisquearlo. Mis manos siguieron a la perfección la línea de mis pensamientos y recorrí la totalidad de su espalda, lentamente y después con creciente desesperación, hasta que finalmente me detuve en el broche del sujetador.

Estaba ebrio de Ana, por el suave olor de su cabello y su agitada respiración cuando lamía su cuello y posaba sobre la humedad que dejaba mi lengua, pequeños besos. Estaba tan cerca, que percibía perfectamente sus pulsaciones aceleradas y sus pezones erectos pegados a mi pecho. Dios, como quería pasar mi lengua por esos senos, saborear esos duros pezones, succionarlos; y lo iba hacer, ya no podía detenerme.

En el momento que mis manos abrieron el broche, le hice al cuello de mi prima todo lo que tenía preparado para sus deliciosos pechos, y la respiración forzada de ella se convirtió en un gemido. Que erótico sonido son los gemidos de Ana, y sobre todo cuando te das cuenta q una de sus manos se aferra a tu cabello, la otra a tu hombro, y sus piernas rodean tus caderas, aprisionándote junta a ella, exigiéndote más.

Y sonó el maldito teléfono.

Que vaina tan inoportuna. Por supuesto que estaba dispuesto a continuar, pero la espalda de Ana se tensó con la insistencia del ring ring, y sus manos dejaron de tocarme. Ella intentó aflojarse de mi agarre, sin embargo yo no estaba tan dispuesto a dejar que el magnífico momento llegara a su fin; saqué mis manos de su sweater, rodee su cintura con mis brazos y hundí mi rostro en su cabello.

  • Uf – fue lo más coherente que pude decir. Ana me abrazó también, por lo que no podía dejar de sentir sus senos pegados a mí, subiendo y bajando en un afán de recuperar una respiración más calmada.

  • Si. Uf – me dijo entre jadeos. Dios ella todavía jadeaba – Creo que se nos hace tarde. – seguía hablando entrecortadamente – Es mejor que salgamos.

  • Si. – respondí aunque no me moví.

Entonces introduje otra vez mi mano debajo de su sweater y acaricié su espalda una vez más antes de abrochar su sujetador. Nos separamos y nuestras miradas se encontraron, provocando el momento más extraño en mi vida; con el aire cargado de duda, deseo, frustración y algo de vergüenza, Ana cerró las piernas antes de bajar con un salto del escritorio. Ay Señor, sólo podía pensar en ese gemido tan delicado, en su respiración irregular y en lo húmedo que podría estar su centro; toda líquida y caliente, con sus piernas abiertas acogiéndome, lista para recibirme dentro de ella.

Ana, la chica lista que no haría nada tan tonto como involucrarse conmigo, no porque eso estuviera mal, sino porque simplemente no era conveniente, traería problemas y además los vagos no son de su agrado; me acababa de dar uno de los besos más ardientes que se pueda recibir. Maldición, y que me ayuden a dejar de verla como la veo, seguramente pareceré un idiota.

Ella fue hacia la puerta, se arregló el cabello y extendió su mano. Inmediatamente la tomé, me sentía como un completo estúpido, viéndola embobado, sin decir nada y con una erección terriblemente delatora.

  • Eh… me voy a mi cuarto – ella habló primero – yo… esto…

  • Ana, si no fueras mi prima yo… – mierda quería decirle muchas cosas, pero ninguna la tenía clara en ese momento – yo… creo que te pediría que estuvieras conmigo. – ella no dijo nada, sólo me miró un instante y bajó la mirada, así que volví a hablar.

  • Quiero decir que eres una mujer, guao, hermosa en todo sentido – me sentí un poco patético. Y ella por fin habló.

  • Beto, fue sólo un beso, eso no va a destruir a la familia ¿o sí? – ¿sólo un beso? Estuvimos a un repique de tirar en el escritorio de mi tío, nuestro tío. Ella debió ver algo en mi cara porque volvió a bajar la mirada antes de hablar – quiero decir que, el hecho de que seamos primos le puso algo de morbo a esto; lo más probable es que en otras circunstancias esto no hubiera pasado, porque ni siquiera te habrías fijado en mí.

Definitivamente la conversación se había extendido y estábamos jodiendo el momento, por lo que no dije nada más y ella se retiró del estudio.

Así que Ana era inteligente y muy sagaz pero insegura sobre su atractivo como mujer, y por lo tanto tímida. De ahí su falta de novio. Eso me causó un poco de gracia porque parece incongruente y a la vez se me antojó bastante interesante. En verdad que mi pequeña prima a cada momento me gustaba más, lástima que contaba con sólo horas para demostrarle que siendo como es, despierta en mí más que sentimientos fraternos confundidos por una o dos pláticas a solas con ella.

Día 17

Ya estaba al borde, después de la tarde de ayer no pude ni siquiera cruzar una mirada con ella. Todos estaban volviéndose locos con los preparativos de la fiesta de despedida, y para completar no había surgido uno de esos planes de rumba-con-todos-los primos; esta ciudad es demasiado cara y ya todos habían gastado lo poco que les quedaba en suvenires. Tuve que ayudar a mis tíos a mover los muebles de la casa, para luego subir a empacar y acostarme rendido a media noche. Sin embargo no lograba dormir pensando en Ana y su boca, sus gemidos y sus piernas abiertas. De acuerdo, tuve que levantarme para darme una ducha; el agua tibia y el jabón me ayudaron a proporcionarme los masajes que necesitaba mi entrepierna, en nombre de ella.

Hoy no fue distinto, de casualidad la vi en el desayuno. Al medio día llegó el resto de la familia y amigos invitados para el almuerzo; y después empezó la agradable tertulia, con los vinos, el whisky y la cerveza para complacer el gusto de todos. Los convidados se trasladaron del jardín, donde había sido el almuerzo, al interior de la casa, para continuar con la charla. Varios grupos se encontraban por todo el salón tomando y hablando con una agradable música de fondo.

Como siempre Andrés, Julio y yo empezamos con el tema de las motos y el resto de los primos se nos unieron. Al cabo de un rato apareció en mi vista la primita en la que estaba pensando. Ella llevaba unos jean ajustados hasta los tobillos, una camisa blanca de botones (sin dejar ver, ni un poco, el nacimiento de sus senos) y unos zapatos de tacón alto, blancos también; estaba bellísima y los tacones le daban un aspecto sexy. Las otras lucían faldas, vestidos, escotes, pero era ella quien se veía interesante y sexy.

Si no era hoy, no sería nunca, ya que el vuelo de ella saldría a las seis de la mañana del día siguiente. Así que estuve velando alguna oportunidad de encontrarla a solas, y por fin la vi ir a la cocina, que seguro estaba llena de mujeres hablando y dándole ordenes a los empleados, pero también había una puerta que llevaba al cuarto de lavandería y ese cuarto tenía una puerta que daba al patio. Me aproximé a Ana y levanté mi vaso en señal de saludo.

  • Ey – me dijo

  • Ey – me acerqué para que sólo ella me escuchara – Ana no quiero dejar las cosas así, hablemos un momento a solas. – ella miró alrededor y yo seguí hablando – En la lavandería. – abrió los ojos con un gesto de incredulidad – Te estaré esperando.

No fue difícil para mí desaparecer, atravesar el jardín y el patio, sencillamente la casa estaba llena de gente y mi ausencia no se notaría. Pero la maldita puerta del cuarto de lavandería estaba cerrada, pensé en mandarle un mensaje de texto a Ana, pero ella no llevaba el teléfono encima. Adiós a mi fantasía de despedida a solas, me quedé esperando un rato a que algo se me ocurriera, y la puerta se abrió. El susto de muerte se alejó inmediatamente, cuando Ana se asomó por la puerta.

  • El seguro estaba puesto y me imaginé que ibas a entrar por aquí… – entré cerrando con delicadeza la puerta tras de mí.

  • Gracias, pensé que no iba a poder verte – le dije. Ella no dijo nada

  • Eh… Ana sólo quería decirte, yo…

  • Si bueno, creo que no está bien, pero siendo sincera lo volvería hacer – Increíble. Ella es increíble, resumió todo lo que yo quería decir.

  • Yo también, y si esto tiene algo q ver con que seamos primos, o si vamos o no a fregar a alguien… mierda, en este momento no me importa.

Ella rió, con ese sonido tan calmado y femenino que me gusta. Me relajé instantáneamente hasta que me agarró la mano, entrelazó nuestros dedos y me miró de manera penetrante con una sonrisa en sus labios, mezcla de timidez y travesura, si es que esa combinación es posible. Entonces todo estaba claro, había deseo, tensión sexual en ese pequeño cuarto, y sin duda íbamos a romper con la bendita tensión; sólo era esta noche de locura, a nadie le haríamos daño con eso.

La tomé por la cintura para apretarla contra mí, y la besé intensamente con un solo pensamiento rondando en mi mente: ella sería mía esta tarde, ahora. Teníamos poco tiempo por lo que enseguida saqué los faldones de su camisa de su ajustado pantalón para meter mis manos justo donde las tenía en la tarde del día anterior: en su espalda. Pero esta vez ella hizo lo mismo, incluso me quitó la camisa, y pasó sus pequeñas manos por mi dorso, cerrando los dedos y apretando mi carne, en una amenaza de arañarla. Y claro que sus uñas serían bien recibidas en mi piel.

Antes de dedicarme a su cuello puse ambas manos en su cintura acariciando su abdomen con los pulgares, ansioso por seguir mi camino y atrapar sus senos en mis manos. Dejé de besarla y al oído le dije te deseo Ana. Con un hilillo de voz agitado y algo avergonzada respondió yo también te deseo. No se diga más, mis manos volvieron a su espalda buscando el broche del sujetador, mientras succionaba su cuello y bajaba a su clavícula. El broche cedió y yo volví a sus labios; pasé mis manos por sus omoplatos y las trasladé para ubicar mis pulgares bajo su axila, hasta que sentí el bulto de sus pechos. Cuando nuestras lenguas se encontraron una vez más, pasé mis manos hacia adelante para atrapar ese par de montañas tersas y firmes, y con un movimiento circular en los pulgares recorrí esos pezones que estaban completamente erectos y duros, mientras ella arañó un poco mi brazo.

Que deliciosos, perfectos.

Me separé de ella, mire sus ojos brillantes que iluminaban la oscuridad, saqué mis manos de la camisa para dedicar todo el tiempo del mundo en desabotonarla, mientras le sostenía la mirada. Ella me sujetaba ambos brazos, su pecho se agitaba, y yo respiraba con dificultad; sin embargo nada iba a impedir que yo le quitara la camisa lo más lento posible mientras veía esos ojos marrones.

Arrojé la camisa sobre la lavadora, luego le quité el sujetador que finalmente cayó en el mismo lugar. El cuarto estaba muy oscuro, pero igual se podía adivinar la forma de sus senos, que se balanceaban al ritmo de su respiración. La empujé contra la pared, me recosté sobre ella para que sintiera en su vientre mi erección y devoré su boca a la vez que amasaba uno de sus senos, apretándolo. Sentí sus manos vacilantes en mi abdomen, acariciándome, y bajando por mi vientre, buscando la hebilla del cinturón. Mi prima aflojó el cinturón, pero no continuó con el botón del pantalón de vestir, pues su mano se deslizó por encima de la bragueta; podía percibir su indecisión y le dije "soy tuyo". Después de lo que me pareció una eternidad, ella apretó el bulto con ímpetu, como si marcara un terreno que le pertenece, dejando claro que era de ella y que lo tomaría en el momento que quisiera. De mi garganta salió un sonido lleno de excitación, pidiendo más de Ana y su lado inmoral.

Ella debilitó un poco su agarre para acariciar toda mi erección por encima del pantalón; con vehemencia resbaló la mano hasta encontrar los testículos, los estrujó con delicadeza y se devolvió por el mismo camino, pasando otra vez por el largo del pene envuelto en tela. Y volvió a bajar la mano, y la volvió a subir. Estaba sobre excitado, si seguía así me iba a correr.

Llené de besos su barbilla y su cuello, para bajar en busca de su pecho; el movimiento hizo que ella soltara mi bulto, y era lo que yo buscaba, para calmarme un poco. Luego rodee su seno derecho con la lengua, hasta lamer por completo su pezón. Ella se aferró a mi cabello, mientras yo soplaba sobre la humedad y volvía atrapar su seno en mi boca. Dirigí la mirada hacia sus ojos, pero no vi nada porque los tenía cerrados, y a su vez mantenía los labios ligeramente abiertos. Mi prima jadeando, excitada, deliciosa.

Ana sujetaba con fuerza mi cabello, y yo la escuchaba respirar como si no tuviera suficiente aire, entonces sin antelación, ni aviso, coloqué mi mano en su entrepierna y escuché lo que tanto estaba esperando. Su gemido. Ella gimió otra vez cuando pasé un dedo firmemente por toda su raja por encima del jean, apretó con su mano izquierda mi bíceps en señal de agrado. Por nada del mundo, mi boca iba abandonar su pecho y mi mano derecha su centro caliente. Ella estaba literalmente caliente.

Me enderecé, dejando entre nosotros una pequeña distancia. Ella abrió los ojos y ambos nos observamos, observamos nuestras siluetas en la oscuridad. Que visión era Ana con el torso desnudo, pegada a la pared, un poco despeinada, con los labios abiertos para recuperar aliento y mi mano en su entrepierna acariciándola. Ella bajó la mirada hacia mi mano que seguía tocando su intimidad; colocó una de sus manos sobre la mía y con la otra se empezó a frotar el estómago. La dejé hacer, mirándola con expectación, y poco a poco los movimientos circulares de su mano sobre el vientre, ascendieron hasta su seno, agarró un pezón y se acarició mientras mantenía los ojos cerrados, con una sombra de inseguridad en su cara. Podía adivinar su rubor de excitación y timidez. Oh Jesús.

Volví a su boca, coloqué la palma de mi mano sobre su pubis, sin moverla. Luego de en segundo o mil años, con dos de mis dedos masajeé el lugar donde imaginaba se encontraba su clítoris; después busqué más abajo, para ubicar los dedos en el lugar que podía asegurar que era el centro de mi pequeña prima, y se los encajé como si pudiera atravesar el pantalón y penetrarla. Ella soltó un pequeño grito lleno de erotismo cuando apreté la mano sin delicadezas, tomando lo que me pertenecía. Ana gemía y balanceaba las caderas. Era hora de que le quitara el jean.

Rápidamente usé ambas manos para desabotonar su pantalón, pero ella me detuvo.

  • Beto – Ana jadeaba fuertemente – hoy no – jadeo – hoy no puedo

  • Mierda – yo tampoco podía hablar bien. Malditos sean esos días del mes en las chicas.

La tomé por los glúteos y la apreté contra mí, ella desabrochó mi pantalón. Entre besos y manoseos, Ana coló su pequeña mano en mis pantalones, acarició toda la erección sobre el bóxer, sacó la mano y terminó de abrir la cremallera. Jaló el pantalón hacia abajo y lo dejó caer, inmediatamente continuó con el bóxer; ella encajó sus uñas en mis nalgas desnudas y extendió su beso a lo largo de mi cuello, sacó la lengua y lamió un camino atravesando mis pectorales y llegando a los pezones, mordisqueo y OH!; había agarrado mis testículos con una de sus manos y el tronco de mi pene con la otra.

Apretó con cariño los testículos mientras que con la otra mano recorría mi sexo extendiendo la humedad que brotaba por la punta; ella se arrodilló y besó mi abdomen, sacó la lengua y me miró algo insegura cuando se dispuso a barrer la línea de vellos que partía de mi ombligo y se dirigía hacia el pubis. Jesús, enredé mis dedos en su precioso cabello. Ella se detuvo pero yo quería más, así que empujé un poco su cabeza hacia abajo para animarla a que siguiera, y me concentré para no correrme en el instante que percibí su aliento caliente sobre mi sexo.

Oh Ana.

Mi prima pasó la lengua por la punta del pene y gimió. Su lengua y su gemido, Cristo, tuve que cerrar los ojos ante tanto goce; sentí su húmeda lengua recorriendo toda mi erección palpitante, lamiéndola por completo, dejándola caliente y resbalosa, y gimiendo cada vez que me saboreaba. Volvió a la punta, dibujó sobre ella varios círculos con su lengua y la succionó un poco mientras apretaba y recorría lentamente mi tronco hinchado y endurecido.

Se puso de pie, buscó mi lengua con la suya, aceleró el ritmo de su mano que deslizaba fácilmente gracias al trabajo que había hecho con su boca.

  • Beto córrete para mí – me dijo al oído con un tono de voz bajo que revelaba todo lo excitada que estaba.

Volví a sujetarla por su entrepierna y con la otra mano la sujeté por el cabello. Ella gemía, cerraba los ojos, se mordía el labio y movía efusivamente su mano. Cuando llegaba a la punta, apretaba un poco y volvía a bajar lentamente y después acariciaba aceleradamente el largo del pene, hasta volver a la punta, apretarla suavemente, resbalar la mano, acelerar la mano y repetir el proceso. La oleada de placer atravesó mi espalda y se depositó en mis testículos, recorriendo mi sexo, hasta sentir un escozor en la punta. Oh Ana, dije nuevamente y ella sintió la tensión en mi espalda, apresuró el movimiento diciéndome entre jadeos si, Beto acaba para mí.

Me dejé llevar, la tensión de mi espalda se deshizo y me derramé en las manos de mi prima. Mis gemidos se confundieron con los de ella, solté su cabello pero no su intimidad; no me moví mucho porque sentía las sacudidas del orgasmo, cuando chorros de semen caían en mi brazo y quien sabe en qué otro lugar. Ella había detenido el movimiento de una de sus manos, la otra seguía mimando suavemente mis testículos y eso se sentía condenadamente bien. Depositó un delicado beso en mis labios y me soltó. Yo aún seguía con la mano en su sexo cubierto por el jean, no podía sino mirarla atontado. Ella se movió en busca de algo, y finalmente la solté.

Ana se tocó el estomago retirando lo que yo supuse era el resultado de sus caricias. Busqué alrededor hasta que encontré algo con qué limpiarla. Pasé la tela por su vientre, brazos, manos y senos.

No podía verla bien, pero sabía que estaba bella, y que todo el agite sexual le habría dado un semblante aún mejor.

La besé en agradecimiento a ese momento, y que perfecto fue el instante en que respondió con un abrazo, juntando nuestros pechos desnudos. Después nos vestimos nuevamente y cuando la vi más tranquila, salí al patio para que ella pudiera cerrar el cuarto desde adentro.

Día 17, 11:30 pm

Claro que tuve que ducharme y claro que no dormí, dando vueltas en la cama pensando en ella y en que no la vería hasta dentro de un año. Mierda, necesitaba un cigarro.

Había pensado que sería sólo esta vez, pero lo de esta tarde estuvo incompleto, necesitaba poseerla una, diez, mil veces. Maldición, era imposible que eso ocurriera esta noche o en la madrugada; esta vez ella compartía el cuarto con Adriana y Marina, y ellas no pegarían los ojos esta noche parloteando y terminando de arreglar las maletas.

Un año.

Que cagada, tuvimos tan poco tiempo… y en un año pasa tantas cosas. Mierda, se supone que lo del cuarto de lavandería lo debería tomar como cualquier otro desliz, pero esa chica sí que me pone. Me gusta Demasiado.

Días después

Ana y yo hablábamos por Messenger, pero al poco tiempo la comunicación se hizo esporádica, limitándonos a un correo o dos por mes. Ella estaba totalmente metida en sus estudios, y yo volví a lo de siempre; me conseguí un empleo en un taller. Amé ese trabajo y no pensaba dejarlo así que metí menos materias en la universidad.

Después de las vacaciones pasadas fantaseé con algunas conversaciones eróticas con mi prima por msn, usando webcams, pero eso no pasó. Sí, hubo correos picantes acompañados de fotos, pero eso sólo fue en los primeros dos meses. Supuse que ella había conseguido un novio y para ser francos la idea me molestó; sin embargo, como dije, eso duró poco y cuando me dí cuenta estaba metido por completo en la universidad y el trabajo, conocí a más de una muchachita deseosa de buen sexo y me salió la oportunidad de comprarme una Honda CBR 2006.

Mi CBR plateada fue lo mejor que me pasó ese año, una oportunidad que era un pecado dejar pasar; uno de los clientes del taller quedó plenamente satisfecho con mi trabajo, y me la dejó a un precio indecente y en dos cuotas. El tipo debe tener algo de plata, ya que posee un apartamento de lujo en Santa Marta; en fin, no consiguió quien le arreglara un detalle electrónico a su Hilux, hasta que la linda camioneta llegó a mis manos.

Así que pasado unos ocho meses, tenía a mi CBR y a su competencia: Nancy. Nancy una rubia de administración, alta, con unos senos divinos que le otorgó algún cirujano, coqueta y extrovertida. Parece que estuviera describiendo al bombón de la universidad, pero no es así, Nancy es igual que cualquier otra chica de la U que se dedica más a su apariencia y sus relaciones sociales que a otra cosa; ciertamente es guapa, pero hay tantas de su estilo que a veces uno no sabe para donde ver. Uf Colombia y sus mujeres. Y bueno, en el sexo la chica en verdad que se aplicaba. Entonces poco a poco la primita ecuatoriana desapareció de mi vida.

Hasta que mi madre se puso frenética por sus preparativos para recibir a la familia. La típica reunión familiar se acercaba nuevamente y este año la familia de Ana se quedaría en mi casa, eso la trajo a mi mente una vez más; al principio no me importó, pero a medida que se acercaba el día, no podía dejar de recordar los momentos pasados en el estudio de mi tío y en la lavandería.

Ella se quedaría en mi casa. Eso sí que me dio morbo.

Pues volví a escribirle a Ana; ella sabía, gracias a mi hermana, acerca de Nancy así que mantuvo cierta distancia. Pero los condenados días pasaban rápidos y Ana se apoderó de mis noches; no podía dejar de pensar todo lo que me gustaba de ella, los senos naturalmente grandes y firmes, la cintura apretada, el cabello castaño con grandes ondas, la delicadeza de su cara de niña. Y lo que más me ponía a mil de ella, eran sus reacciones hacia mí.

Ana es la típica chica estudiosa y tímida en cuanto a sus relaciones con el sexo opuesto; pero cuando estaba conmigo a solas, dejaba a un lado sus titubeos, y cómo reaccionaba a mis estímulos. Cómo me besaba, me arañaba y gemía, cómo me lamió cuando insistí en que posara su boca en mi sexo. Mierda me hacía sentir como un súper macho.

Y aquella vez no logré tocar directamente su húmeda entrada. Esta vez no se me iba a escapar.

Barranquilla: Día 1

Y allí estaba, con una blusa fucsia sin mangas y una falda de volantes gris que le llegaba un poco más arriba de la rodilla y unas sandalias bajas que dejaban ver unos delicados pies bien arreglados. Que bonitas piernas. Primera vez que la veía con falda, y su estilo clásico y reservado se mantenía.

Bueno, como siempre la llegada ameritó un intercambio de abrazos y una extensa charla acerca de todo lo vivido en los últimos meses. Le había mandado un correo a Ana diciéndole que no había olvidado lo de la reunión pasada, pero ella no contestó así que no estaba seguro de que tanto tardaría en ponernos a tono otra vez.

La primera oportunidad llegó cuando mi hermana ayudó a mi madre a preparar la mesa para la comida y yo ayudé a Ana a subir su maleta a su habitación. Ella entró antes que yo, y coloqué la maleta a un lado de la cama donde dormiría. Estábamos solos, y como el propio idiota no sabía qué decir.

  • Y ¿cómo anda la universidad? – preguntó

  • Todo bien pequeña, ¿y tú?

  • Bien, acabo de pasar al séptimo semestre. Estoy trabajando como monitora de cálculo III.

  • Excelente.

Ella caminó por la habitación evidentemente nerviosa, y pensé en darle su espacio y marcharme, pero carajo no podía irme sin siquiera tocar su mano, así que decidí hacer lo que precisamente me provocaba en ese momento. La tomé del brazo para detener su marcha y le dije:

  • Ana, ¿te das cuenta de que no puedo dejar de verte? – Ya me imaginaba que no iba a decir nada. Bajé la voz y seguí hablando, porque siempre me dan ganas de hablarle lo más delicado que pueda.

  • Sé que es impertinente de mi parte, pero… quisiera saludarte como me despedí de ti la última vez – Señor, qué bello le luce ese rubor.

  • Eh… yo… – comenzó a decir, pero no la dejé continuar

La besé, por Dios, que más podía hacer, si ese bochorno de su cara me revelaba que ella también quería. Y el beso fue dulce como ella, y me incitó a más, de ella deseaba más. Me apretujé detrás de la puerta y ahuequé mis manos en su cara para volver a besarla. ¡Pero que beso!, esa niña besa demasiado bien; no se como pude olvidar que me encantaba la forma en que aprieta sus manos en las mangas de mi camisa y me mantiene junto a ella.

Y me volví loco, recordando nuestros escasos momentos en la vez anterior. Me desesperé por sentir lo que aquella vez no pude. Y lo iba a sentir ahora.

Me agaché un poco para buscar el borde de su falda, metí mi mano para tocar su muslo pero ella enseguida se crispó

  • ¡No! – dijo en un chillido bajo

  • Shh, tranquila

Como dije, estaba loco por tocar lo que todavía no había tocado de ella. Había pasado apenas un par de minutos, quizás sólo segundos, desde que la había besado por primera vez este año y ya mi dedo índice estaba recorriendo sin pausa el muslo de Ana, dirigiéndome a su entrepierna. Ella estaba callada, expectante, nerviosa. Y llegué a mi objetivo.

Oh Ana… Mierda… Ana

La suave tela de su panty estaba mojada, Jesús, estaba mojada. Sólo la había besado unos segundos y mi mano tardó otro par de segundos en llegar a su ropa interior; o ella estaba excitada antes, o reaccionó de inmediato, mierda qué importa, estaba mojada.

Me puse duro de inmediato, listo para servirla. Pase los dedos otra vez por su panty, pegándola suavemente a su sexo para humedecer más la tela, y mi pequeña prima cerró sus ojos al igual que yo lo hice. Dejé de besarla porque necesitaba total concentración para disfrutar el momento en que fui hacia el final de su pierna, en busca del elástico de su ropa interior. Metí un dedo y tantee.

Ana…

Mi prima estaba completamente depilada, su piel suave, húmeda y resbalosa.

  • La mesa ya esta lista – Gritó mi madre. Pero no me importó

Ella se tensó al escuchar la voz de su tía, pero yo la sujeté para calmarla y metí mis dedos entre los pliegues de su sexo líquido, para recorrer toda la abertura y masajear su clítoris. Ana jadeo y tomó mi brazo, pero no fue para alentarme sino para detenerme.

Estaba loco por tenerla en ese instante, completamente concentrado en conseguir que se corriera en mis manos, así que deslicé mi dedo corazón hasta su centro y lo introduje rápidamente. Ana jadeó más duro y esta vez luchó para apartase de mí, por favor me dijo suplicante.

  • Muchachos, la comida está lista – escuché nuevamente a mi madre

  • Perdóname – le dije, sacando de inmediato la mano debajo de su falda. Dejé caer mi cabeza sobre la suya y agarré una de sus manos – Me tienes loco, te deseo demasiado.

  • Eh… yo… yo también. – Se puso rojísima cuando dijo: –
    Es obvio. Pero tenemos que bajar ya.

Apenas la solté ella salió de la habitación casi corriendo y yo tuve que pasar mi buen rato en el baño antes de ir al comedor.

Los siguientes días fueron mejores; me prometí ir más despacio para disfrutar plenamente de mi prima, sin embargo los momentos que podíamos disfrutar juntos se reducían a un par de minutos en la cocina, en el jardín o en un pasillo. Este año, varios de nosotros (los primos) contábamos con nuestro propio dinero, así que prácticamente salíamos en grupo todos los días. Y no tenía la excusa de estudiar con ella, sencillamente sería muy sospechoso que este año también se diera esa situación.

Estaba pensando seriamente en gatear durante la noche y meterme en su cama sin importar que al lado estuviera Marina. Gracias al cielo después de semana y media llegó mi oportunidad, a las cuatro y algo de la tarde en el baño de la planta baja de mi casa. Ese momento lo había imaginado y deseado de mil formas diferentes, pero el subidón de adrenalina que tenía porque al fin iba poseerla me hizo olvidar aquello de ir lento, y la tomé de espaldas a mí.

Eso sí que fue perfecto, sentir en mi pene su orgasmo y en mis manos la forma en que su sexo se dilataba y me aprisionaba para que no la dejara. Uf, no hay otra forma de describirlo. Lo único malo fue que el idiota de mi hermano nos escuchó y asomó su narizota en el baño.

El muy hijo de…, mejor dicho, el muy marica, en vez de quedarse callado en nombre de la discreción y, que se yo, camaradería con su hermano, me buscó para contarme los detalles y decirme que no se imaginaba ese lado de Ana. Antes de partirle la cara, pensé en mi prima y en cómo quedaría afectada si al pendejo se le ocurría hablar; entonces fue cuando el cabrón me habló de mi preciada CBR. Maldición ¿cómo carajo iba a salir de esta?, dejar que Julio hablara, era hundir a la pequeña Ana, así que en nombre de la caballerosidad que a mi hermano le falta, partí al taller donde estaban embelleciendo a mi nena.

Por supuesto que cuando todo esto acabara, y Ana ya no corriera riesgo, iba a machacar a golpes a mi hermano, para que aprenda un par de cosas. Pero mientras tanto fui a correr un rato con mi Honda, y así disminuir la rabia; regresé a la casa bien de noche para encontrarme con que todos iban a salir de rumba, y nadie me había mandado un puto mensaje de texto. No me extrañó. Igual me iban a ver, si Ana estaba ahí, yo también iba a estar.

Un buen sitio el que escogieron, aunque no de mi gusto, por lo tanto no me conseguí con algún conocido y eso me ayudó cuando por fin visualicé a mi prima bailando con Julio. Maldita sea ese idiota. Inmediatamente me acerqué y le pedí a Julio que me dejara con Ana. Una vez solos le advertí de lo que él había visto y la pobre se puso extremadamente nerviosa.

Después de un corto rato, nos reunimos con los otros y tomamos unos cuantos tragos; cuando por fin ella se calmó, se me ocurrió otra forma de relajarla más. Algo que tuviera que ver con una esquina, mi mano en su entrepierna, sus pezones peleando con su blusa, y su orgasmo en plena discoteca. Y guao, como tembló en mi mano y como jadeó a todo pulmón; y quizás no sólo yo la escuche.

La dejé con Marina y me fui antes de tener que verle la cara otra vez a Julio, y desquitarme a puño limpio el hecho de que llegué en taxi y tenía que regresarme de igual forma. Ubiqué a unos amigos y pasé el resto de la noche con ellos, jodiéndome porque Nancy estaba molesta como una tigra conmigo, por no contestar sus mensajes y llamadas. Bueno será después que hable con ella, si es que todavía quiere.

Día 14. 4:20 am

Llegué a la casa, aliviado de que ya todos estuvieran en sus cuartos. Entré por la cocina directo al baño de la planta baja para responder al llamado de la naturaleza. Lavé mis manos y cara, me quité los zapatos, la camisa, y salí. Subiendo las escaleras, oigo que alguien sale del baño superior y me devuelvo para que no me vea; "… puta" creí escuchar, me asomo y veo al cabrón de Julio dirigiéndose a paso rápido y con el seño fruncido hacia nuestro cuarto. Cuando escucho que cerró la puerta, terminé de subir las escaleras y miro hacia el baño. En el umbral estaba Ana temblando de pies a cabeza, pálida, vestida con sólo una toalla y abrazándose a sí misma.

¿Qué mierda…?

Continuará