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Al atardecer te espero en casa

en MicroRelatos

Leía en ese momento la página 63 de esa novela romántica, sentada en el sofá con las piernas estiradas sobre el puf, cuando le pareció escuchar el motor del vehículo de Felipe. Levantó la vista hacia la ventana, agudizando el oído, pero enseguida notó que el sonido de dicho motor no se detenía, sino que atravesaba la calle y se alejaba a lo lejos.

Volvió la vista en busca de la línea donde se había quedado, mientras con la mano derecha se retiraba un mechón de pelo castaño de la cara, colocándoselo nuevamente tras la oreja y advirtiendo que todavía lo llevaba mojado.

Le gustaba siempre seguir la misma rutina para relajarse nada más llegar del trabajo. Esa rutina consistía en dejar el bolso, compras y demás enseres que pudiera llevar en ese momento encima de la mesa de la cocina, desnudarse en su habitación, darse una relajante ducha, secarse levemente para no chorrear y, tan solo con una camiseta que apenas le llegaba un par de dedos por debajo de los desnudos glúteos, sentarse a leer algo romántico en el sofá mientras esperaba a su amado.

-Parece que este coche sí es.- dijo Yoli en voz baja para ella misma, al escuchar un nuevo motor, mientras dejaba el libro cerrado encima del sofá a su derecha.

Se levantó y se acercó hacia la ventana, tan sólo retirando levemente la cortina, lo suficiente como para ver a Felipe salir de su deportivo negro plateado de esa marca coreana que ella nunca se acordaba de cual era, pero que les permitía tener un coche medio lujoso por poco dinero.

-Estás guapo. – volvió a decir Yoli en voz baja mientras sonreía picarona, viendo a Felipe alejarse del vehículo en dirección a la entrada de la vivienda.

Atravesó el salón, hacia la entrada del piso, dando saltitos colegiales con sus pies descalzos, permitiendo sin pudor que la camiseta se levantase por encima de la cintura en cada brinco, mostrando su tesoro depilado el día anterior como a su amado le gustaba.

Esperó ansiosa tras la puerta de entrada, escuchando la resonancia del sonido de los zapatos de Felipe mientras subía los escalones hasta ese segundo piso.

Por fin llegó al rellano y ella le sorprendió al abrirle la puerta, pero sin asomarse, escondiendo su cuerpo tras la madera.

Felipe entró y ella cerró tirándose en sus brazos y tapándole la boca con sus labios.

Tras el beso aguantaban la mirada mutuamente a escasos centímetros cara a cara. Ella de puntillas colgada del cuello de él, y este correspondiéndole con una mano en cada cachete de su desnudo trasero, el cual se había quedado inofensivo y al descubierto por subirse la camiseta al ponerse en esa postura tan estirada.

-Hola cariño.- dijo él.

-Hola amor.- le contestó ella.