Recuerdos de una puta: Bártica.
Por Armienne López.
De puta en Bártica.
Bártica, es una pequeña población rural a unos 60 Km. de la costa y
situada en el triángulo de la confluencia del río Ezequibo al este y el
Mazaruni al oeste. Bártica se encuentra en Guyana, Suramérica.
El río Ezequibo es uno de los más caudalosos de Suramérica, es enorme y
tiene islas en su interior. En un mapa pueden ver al este de Bártica,
parcialmente cubierta por nubes, una isla en el Ezequibo donde se
encuentra una prisión que tiene el único cadalso del país y donde se
ajusticiaban a los reos condenados a muerte. Al norte de Bártica se ve
una isla que tiene hasta una pista de aterrizaje para pequeños aviones;
esa isla pertenece a uno de los magnates de la zona quien tiene allí una
residencia y la visité varias veces.
Desde Georgetown, la capital de Guyana, se
llega a Bártica navegando el río en lanchas rápidas o por tierra
atravesando la selva en un terraplén y después de atravesar el Ezequibo
en unos lanchones.
Viví unos meses en Bártica algo más de 10 años atrás. Fui porque me
habían dicho que una puta ganaba mucho dinero, vi que era cierto y me
quedé.
Los lados de la ciudad que dan a los ríos tienen un muro, como una
especie de malecón, por donde se pasea. Las mareas afectan el nivel de
los ríos aún a esa distancia de la costa y se ve como los ríos suben y
bajan su nivel y cambian la velocidad de la corriente de acuerdo a las
condiciones del mar.
Bártica es un pueblo pequeño, con construcciones de madera, varias
escuelas y un hospital. Su población, casi toda de negros y
descendientes de hindúes, es acogedora y alegre. Tiene, además, una
población flotante de buscadores de oro y de diamantes que inundan el
pueblo los fines de semana en busca de descanso, de diversión y de
mujeres, dándole vida al pueblo y una gran actividad nocturna.
En aquella época era un centro de comercio, venta y compra de oro y
diamantes y mucho contrabando. Las transacciones se hacían con distintas
monedas y valores: el dólar guyanés, el canadiense que era el preferido,
el americano, diamantes en bruto y oro.
Muchas veces me pagaban -y bien pagada- con oro, casi siempre en
pequeñas partículas en unas bolsitas de nylon, o pequeños diamantes en
bruto que después vendía en Georgetown o Nueva Orleans donde pagaban
mucho más que en Bártica y todavía conservo una pequeña pepita de oro
natural y un diamante en bruto. El diamante en bruto parece un fondo de
botella erosionado como los que se ven en la orilla del mar y estoy
segura de que si cualquiera lo ve no lo conoce.
Los mineros, por decirlo de alguna forma, lo que hacían era dragar los
fondos de los ríos con máquinas especiales desde unos lanchones. Es un
trabajo muy duro, en medio de la selva en el que se pasaban varias
semanas y cuando venían al pueblo lo que más deseaban eran putas y allí
estaba yo para ellos.
Pienso que los mineros no tenían tantas ganancias. Los que sí ganaban
eran los traficantes y compradores a quienes los mineros les vendían y
fue uno de esos traficantes llamado Fauder quien me regaló la pepita de
oro y el diamante.
Fauder era un individuo muy pintoresco. Descendiente de hindúes, tenía
un negocio como camuflaje pero se dedicaba al tráfico y contrabando de
oro y de diamantes. Era un hombre de unos 40 años, muy amable y
espontáneo. Era casado y tenía una escalera de hijos. Decía que valoraba
mucho la lealtad y la fidelidad y yo me imagino que se refería a los
negocios porque cada vez que le venía en ganas se acostaba conmigo. Era
un bandido, una especie de mafioso chiquito y siempre andaba armado. En
la cama era excelente.
Otra persona interesante fue Mr. Kennedy que, igual que Fauder, era un
traficante medio mafioso. Era un negro grande de 60 años que no
aparentaba su edad pues tenía un cuerpo fuerte y atlético y mucha
potencia sexual. Aunque no hablaba español decía que era venezolano. Era
un buenazo. Tenía un pene enorme que pudo meterme completo pero,
comprensivo, se cuidaba mucho de no lastimarme y me iba metiendo el pene
lentamente cuando teníamos sexo.
Fui puta de otros muchos hombres de Bártica que estuvieron entre mis
muslos pero Fauder y Kennedy son los que más recuerdo. Con ellos y con
los del pueblo compartía los días entre semana pues a partir del viernes
por la tarde ya debía de estar lista para recibir a los mineros que
inundaban la ciudad.
La parte sur del pueblo daba a la selva. Una selva tropical impenetrable
y peligrosa sobre todo por las serpientes venenosas. Allí vi muchos
animales incluyendo jaguares que merodeaban el pueblo, osos hormigueros,
perezosos y miles de monos y aves.
También había amerindios viviendo en su estado natural en pequeñas
villas por la selva. Los arcos que usaban para cazar y las flechas eran
del tamaño de un hombre y no esas que vemos en las películas. Andaban
desnudos o con un pequeño taparrabos. De niños tanto hembras como
varones son muy bonitos pero de adultos se ven feos salvo algunas
excepciones. Son muy fuertes.
Como dato triste, tanto de las aldeas amerindias como del pueblo de vez
en cuando se perdían niños que se decía eran atrapados por jaguares.
¡Ah! Y una vez vi a una anaconda cruzando el terraplén por donde viajaba
en un jeep. ¡Qué tamaño!
Bártica es un pueblo de corte Inglés, es decir, con policía, bomberos,
gobierno, escuelas, iglesia, biblioteca y no recuerdo que hubiera
grandes problemas. También puede que haya sido una cuestión cultural
porque predominaban los hindúes que son personas trabajadoras y de
naturaleza pacífica.
Yo vivía tranquila y sin miedo y, claro, ejerciendo la prostitución pero
esta vez sin ser muy selectiva con los clientes pues mi objetivo era
ganar la mayor cantidad de dinero en el menor tiempo posible y me
acostaba con el que estuviera dispuesto a pagar mi precio sobre todo en
especies (oro o diamantes).
Ganar dinero como puta no me era difícil porque, salvo una mujer que
decía que era inglesa, no recuerdo a otra mujer blanca que ejerciera el
oficio y a esos hombres, casi todos negros, les gustaban muchos las
blancas de cabello y ojos claros y, además, la inglesa era muy flaca y
ellos preferían a las llenitas por lo que yo tenía mucha demanda y
entonces tenían que pagarme bien si querían estar conmigo y hasta hacía
subastas: ¿quién da más?
Yo cobraba 200 dólares la hora y los mineros los pagaban con mucho
gusto. Como estaban sexualmente atrasados, la mayoría de ellos se venía
bastante rápido y solo estaban esa hora conmigo. Yo hubiera preferido un
cliente que me tuviera 10 o 12 horas pero, como no era así, yo aceptaba
10 o 15 mineros en un día y ganaba igual o más. Así, en un fin de semana
me acostaba con 20 o 30 mineros y ganaba entre 4,000 y 6,000 dólares que
no estaba nada mal.
Todas esas gentes eran incultos pero eran personas trabajadoras, muy
sencillas y muy nobles que veían en mi a una puta joven y bonita con
quien aplacar sus deseos.
Otra cosa que siempre noté en Guyana es que las personas eran muy
educadas y todas sabían leer y escribir.
No recuerdo hechos de violencia importantes ni agresiones a prostitutas
aunque no puedo decir que no los hubiera. Además, yo no era boba. El
Fauder que mencioné era un verdadero magnate e hice muy buenas
relaciones con él y yo era su "puta" preferida aunque le había dejado
bien claro que él era para mí un cliente que me pagaba muy bien. Por esa
sencilla razón de ser la "puta" de ese señor me respetaban y estaba
protegida.
El que fuera a Bártica a matar, a robar o a crear problemas amanecía con
4 tiros en una orilla del río porque el negocio era sacar oro y
diamantes, venderlos, comprarlos, el contrabando y andar con putas, no
la violencia.
La vida era muy tranquila. Salía mucho a pasear por los alrededores
siempre acompañada por un amerindio armado que trabajaba para mí por el
peligro de las fieras y paseaba por el malecón y me bañaba en una
playita que había en el río. Salía por los alrededores del pueblo a la
selva acompañada por un amerindio armado que trabajaba para mí por las
fieras, leía mucho, visitaba amistades y veía televisión cuando no
trabajaba. También recorrí el país y hasta visité las cataratas del río
Potaro.
En Bártica tuve mucha demanda y fui una de las putas más cotizadas.
Calculo que me fui a la cama con no menos de 500 hombres, la mayoría
negros e hindúes, y gané mucho dinero.
Después me retiré y no fui puta nunca más aunque seguí acostándome con los hombres que me gustaban.