miprimita.com

Sexo, kitesurf y un chichón

en Fantasías Eróticas

Sexo, Kitesurf y un chichón

Queridos amigos os voy a relatar una increíble experiencia que viví una tarde de verano mientras disfrutaba de unas horas de surf con cometa. Yo soy un hombre relativamente joven, tengo treinta años, aunque entre los practicantes de surf soy el segundo más veterano del grupo. Trabajo de representante de productos farmacéuticos y a pesar de tener un horario un poco cargado, tengo la posibilidad de organizármelo a mi gusto. Gracias a ello, a veces puedo sacar tiempo libre para dedicarme a ésta, que es ahora mi gran pasión deportiva. Como dije al principio, una tarde de septiembre, cargué mi cometa y la tabla en el coche y me dirigí a una preciosa playa abierta para practicar mi deporte favorito. Era una tarde ventosa y con el mar un poco picado, un magnífico día para la práctica del kite. Los días de playas masificadas de gente ya habían pasado y si a esto le añadimos que el día era bastante desapacible, podemos imaginar una playa muy tranquila y sin bañistas.

Bajé los aperos surfísticos y me di un reconfortante baño desnudo Inmediatamente después, deseché el neopreno, inflé la cometa y realicé el calentamiento previo a la práctica de la actividad. Me metí en el agua y estuve dando largos de cerca a lejos de la orilla. El día era magnífico, fresco, con viento y con el mar repleto de olas que me servían de trampolín a la hora de tomar impulso y realizar vuelos espectaculares. Con el ejercicio me fui animando y me decidí a hacer una travesía un poco más larga de lo habitual. Cogí rumbo hacia el Este y a una velocidad endiablada iba avanzando cortando las olas y apenas tomando contacto con la superficie del agua. En ésas estaba cuando a lo lejos me pareció ver una tabla de windsurf con alguien encima sentado y que mansamente navegaba arrastrada por la corriente. Estaba muy lejos de la costa y la actitud pasiva de su piloto me hizo pensar que podía existir algún problema. Me acerqué ralentizando en lo que pude mi velocidad y vi como la persona que había sobre la tabla era una chica que al descubrirme me hacía señas con los brazos. Pasé junto a ella y aprecié que la vela estaba sobre el agua y muy descolgada de su tabla. En ese momento supe lo que le ocurría, había partido el mástil de su vela con lo cual ésta se había quedado inservible para la navegación. Di la vuelta y volví a pasar junto a ella para comunicarle que estuviera tranquila y que permaneciera en la tabla, que me acercaría a la costa para avisar a los servicios de rescate marítimo. Presa del pánico al ver que me dirigía hacia ella, se puso de pie sobre su tabla y saltó sobre mí. Yo en ese momento había cogido una ola picada y despegaba de la superficie del agua. Ella en pleno vuelo me agarró de la cintura mientras una gran oleada de aire caliente infló mi cometa y me elevó varios metros hacia arriba mientras me empujaba fuertemente hacia adelante.

Yo atrapado por la fuerza del viento y por el peso de mi inesperada acompañante no podía hacer nada por ayudarla, bastante tenía con aguantar como podía. Ella con un abrazo poderoso se mantenía cogida a mí mientras el aire me desplazaba como un juguete a su gusto. En cuestión de instantes noté como la chica, introducía mi dormido pene en su boca e inmediatamente se puso a estimularlo como una posesa. Su abrazo a mis piernas por momentos se relajaba y yo pensaba que irremisiblemente caería al agua, pero momentos después, con la fuerza de sus brazos, se volvía a recuperar ganando terreno hacia arriba. Mientras, las rápidas succiones que me realizaba en el pene iban surtiendo efecto y éste se iba endureciendo a marchas forzadas. Yo aguantaba el tirón como podía, aún seguíamos en el aire en uno de los saltos más bestiales que había tenido nunca y encima, ahora con más peso, pues la polla se me había puesto como una piedra. Seguíamos en tan apurada situación cuando ella, está claro que era una mujer de recursos, con una de sus manos se aferró al agarre que mi enhiesto pene le ofrecía mientras me ofrecía la otra para que yo se la cogiese. Agarrándose con fuerza de mi dolorida y excitada verga, se impulsó y pude agarrarle con mi mano derecha su mano izquierda, ella quedó suspendida por mi brazo derecho y por mi pene erecto, mientras yo con el brazo izquierdo aguantaba en la cometa, el peso de los dos. Por un segundo pensé que nos íbamos los dos al agua pues a pesar de las numerosas horas de gimnasio que había hecho durante mi preparación invernal, aquel enorme peso no lo podría soportar durante mucho tiempo. Gracias a Dios que la chica, aunque fibrosa era muy delgada. Bueno pues estaba en el trance de soltarme de la cometa cuando con un impulso hacia arriba de mi mano sobre la mano de mi acompañante y con el propio impulso de ella acompañando el movimiento de mi brazo, más el doloroso empuje de su mano sobre mi abultado pene; ascendió bruscamente hasta abrazarme con sus dos musculados muslos mi cintura. He de aclarar que aunque poseo una cintura proporcionada, mis caderas son un poco anchas y eso facilitó el más seguro anclaje de sus muslos sobre mi cuerpo.

En el movimiento de ascenso, sus brazos llegaron a mi cuello sobre el que cerraron en un tremendo abrazo, que si no fuera por las circunstancias en que se produjo hubiera llamado, erótico. Seguíamos en pleno vuelo y en la postura descrita cuando me decidí a intentar posarme en el agua más tranquilamente pues la posición de ella ahora era mucho más segura que en momentos anteriores. Ahora dentro de lo apurada de nuestra situación, por lo menos el pene, que aún permanecía erecto, se había liberado de las presiones anteriores y eso era de agradecer. Andaba con esos pensamientos, cuando sentí como el abrazo de mi compañera amenazaba con soltarse, debía estar muy fatigada y no podría aguantar mucho más. Intenté ayudarla soltando una mano y abrazándola de la cintura para aliviarla del peso durante unos instantes. Esa era una solución momentánea pues inmediatamente, tenía que soltarla de mi abrazo y agarrarme firmemente con los dos brazos a la cometa, yo tampoco andaba muy sobrado de fuerzas. En un determinado momento, ella soltó un brazo, pensé que se estaba rindiendo cuando por debajo, con la mano que había liberado, apartó la braguita de su bikini y se introdujo el endurecido pene dentro de su cuerpo. Esta acción le proporcionó una mejor sujeción y yo me sentí muy reconfortado pues estaba pasando mucho frío en las alturas y notar de pronto, como una parte mía era acogida en un lugar tan calentito me alegró bastante. Bien, pues mientras de esa guisa seguíamos con el extraordinario vuelo, yo pensé: como alguien nos vea nos incluye en un apéndice ampliado del KamaSutra Ananga-Ranga. Y todavía más lo creí, cuando voluptuosamente me plantó un sensual beso en la boca y con la punta de su juguetona lengua me acarició las amígdalas. Con tanto entretenimiento el vuelo se fue alargando de manera que mientras saboreaba sus besos a lo lejos divisé una pequeña calita de arena dorada. Orienté la cometa hacia ella y levanté a mi compañera de viaje subiendo la pelvis e introduciéndole la cabeza de mi pene hasta el fondo de la hendidura. Ella se sintió completa y elevada, y exclamando un profundo gemido, sentí como se abandonaba a un relajado éxtasis corporal. Como pude, la cogí con un brazo de la cintura y apreté mi pelvis contra ella para asegurar la inserción de mi pene. La tensión del momento junto a las profundas penetraciones de mi miembro en sus entrañas y las contracciones de los músculos de su vagina sobre mi miembro tras el orgasmo, conformaron un cóctel explosivo ante el que lo único que pude hacer fue dejarme ir y regalarle un aluvión de fluidos digno de figurar en el libro Guinness de los récords. En esos momentos una total relajación se apoderó de mí y mis brazos se aflojaron, ella al sentir mi laxitud abandonó el abrazo de mi cuello y se aferró a la cometa. Yo me desplomé a lo largo de su cuerpo y con su ayuda pude aferrarme a su cintura y quedar colgado en el vacío. Ahora era ella la que dirigía la caída libre de la cometa y por supuesto de nuestros cuerpos enlazados. Caímos al agua a muy poca distancia de la orilla y …. Ahhhhhhhhh!!!

Sentí como unos firmes brazos me zarandeaban fuertemente, me desperté y era mi mujer que desde la cama y conmigo en el suelo, me agitaba para que me despertase del terrible sueño que había tenido y que me había llevado a dar un tremendo grito con el que acompañé la caída de la cama. Ella, como es de imaginar, se despertó con un gran sobresalto. Me disculpé como pude y me quedé sin el dulce final de la historia con mi compañera de Kitesurf y con un gran chichón en la cabeza. Fin

Salud y suerte. Opus 2010