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Domi: Una historia de amor

en Erotismo y Amor

DOMI: UNA HISTORIA DE AMOR

Soy una persona de lo más normal, hombre, cuarenta y cinco años, trabajador, responsable, divorciado y con un hijo de 18 años al que quiero con locura. Me divorcié de la madre de Dani, así es como se llama mi hijo, hace ya casi quince años. No me he vuelto a casar, aunque si he tenido relaciones más o menos duraderas siempre con mujeres. Cuando me separé, y de mutuo acuerdo, mi hijo se quedó a vivir con su madre. Yo siempre he permanecido cerca de él. Hemos compartido su crianza con gran flexibilidad en los horarios y en los periodos de vacaciones. Siempre de buen rollo y en armonía. Esto ha hecho que mi hijo haya vivido mi separación como algo natural y no como sucede a veces como algo traumático. Él es un chico sano, alto y muy cordial en el trato. Es muy natural y reflexivo. Aunque reside con su madre, suele visitarme a menudo al apartamento en el que vivo. Él se quedó con su madre viviendo en el piso familiar. Para poder disfrutar de él, el apartamento que alquilé se encuentra muy cerca de mi antiguo piso, por lo cual interactuamos más fácilmente. A veces me llama y me avisa de que va a venir a comer o a dormir a mi casa y yo encantado. Un día me llamó al trabajo, soy técnico informático en una destacada empresa del sector, y me dijo que se pasaría con un amigo esa noche por mi piso para tratar conmigo de un asunto. Me quedé un poco intrigado y le pregunté de que asunto se trataba. Él me dijo que no era nada grave que no me preocupase que luego me lo contaría.

Tras la jornada de trabajo me fui a casa y preparé algo de cena para cuando llegaran mis visitantes. Mi hijo se presentó en casa acompañado de Domi, un compañero suyo del colegio con el que siempre se había llevado muy bien. Domi era aún más alto que Dani, que mide 192 centímetros, era muy buen chico y muy estudioso. Tenía también 18 años recién cumplidos y era muy guapo. Claro en esa edad, ¿ quién no es guapo o guapa?. Su belleza era distinta a la de mi hijo, la de mi hijo era una belleza más varonil, sin embargo Domi tenía una belleza de carácter andrógina. Era guapo para chico y para chica, además aumentaba esta cualidad ambigua, el que siempre había sido un poco amanerado en sus gestos y en el timbre de su voz. Sus padres estaban separados y yo conocía a su madre, a la que se parecía muchísimo, y a su padre que era un tipo muy simpático y que había rehecho su vida con una chica bastante más joven que él y con la que Domi no se llevaba muy bien, según me dijo Dani. Domi además de estudiar y sacar unas notas estupendas, trabajaba los fines de semana sirviendo copas en uno de los locales de moda de la ciudad. Yo lo conocía desde niño y me dio mucha alegría volver a verlo después de bastante tiempo. Lo saludé y le comenté lo cambiado que lo veía y lo mayor que estaba. Nos sentamos y charlamos un rato mientras degustábamos unos canapés que había preparado para la ocasión. Después de un rato, le pregunté a mi hijo sobre el asunto del que quería que hablásemos. Me dijo que Domi que acababa de cumplir los dieciocho años, quería celebrar una fiesta por todo lo alto y que habían pensado irse unos días con los amigos y amigas a un lugar retirado, en plena naturaleza, donde se lo podrían pasar de maravilla. Yo ya me lo veía venir, cuando mi hijo dijo que habían pensado en la casita de montaña que mis padres nos habían dejado a mis hermanos y a mí en la sierra de su pueblo. Les pregunté en que fechas habían pensado ellos disponer de la casa. Ellos me respondieron que si pudiera ser el próximo puente de Diciembre sería fantástico. Ante tan evidente encerrona, me sentí desarmado y les dije que yo también había pensado subir a la sierra en esos días, pero que les dejaría a ellos esa posibilidad. Domi me dijo que no había problema y que si quería yo también podía ir con ellos. Yo me disculpé diciendo que eso sería una fiesta para jóvenes y que yo allí primero, me sentiría incomodo e igual hasta incomodaba a alguien, así que no había nada más que hablar, que contaran con ella para esas fechas. Lo que si les dije es que el fin de semana anterior habría que ir para revisar la casa, limpiarla y ordenarla un poco. Todos los aparatos eléctricos estaban desconectados y habría que ponerlos en funcionamiento. Quedamos los tres para ir a prepararlo todo y bien, quedarnos allí el fin de semana, o volvernos a casa ese mismo día.

Los días transcurrieron con la rutina habitual, bueno una noche me llamó el padre de Domi pidiéndome disculpas por la ocurrencia de Domi de pedirme la casa de la sierra. Yo le dije que no tenía importancia, que los dieciocho años se festejan una vez en la vida y que se la dejaba con mucho gusto. Nos saludamos atentamente y colgamos. El fin de semana previo al puente de diciembre llegó antes de lo que me esperaba, ya se sabe lo cierto que es eso de que el tiempo vuela. Había salido de trabajar el viernes al medio día y llamé a Dani para decirle si nos íbamos a la sierra ese día por la tarde o lo dejábamos para la primera hora del sábado. El viaje a la sierra podía durar viajando a velocidad moderada unas dos horas. Dani me dijo que su abuelo materno estaba enfermo y que iba a con su madre a visitarlo ese fin de semana. Mi ex suegro, tenía una salud muy delicada y vivía a cuatrocientos kilómetros de nuestra ciudad. Me dio el número de móvil de Domi y me dijo que lo llamase y quedase con él. Lo llamé y me dijo que aunque tenía que trabajar esa noche en el pub, estaba tan estresado que iba a llamar a su jefe para que lo sustituyese y que si a mí no me importaba, nos podíamos ir esa misma tarde para la casa de la sierra y así poder solucionar el tema organizativo y de intendencia. Yo prefería partir la mañana del sábado para poder aprovechar y salir esa noche, pero decidí que si iba a la sierra me ahorraría las copas, el humo del tabaco y el trasnoche estéril. Así que le dije que me parecía bien salir esa tarde, que pasaría por su casa, saludaría a su madre y nos marcharíamos al pueblo para llegar allí para la hora de la cena.

Así sucedió, a la hora acordada pasé a recogerlo, subí para saludar a su madre. Hacía mucho tiempo que no la veía. Las últimas veces que los niños habían quedado para cumpleaños, fiestas y otras actividades, Domi había ido siempre con su padre. La madre se había quedado bastante afectada con el asunto de la separación, pero ahora estaba, en apariencia, muy bien y muy contenta. ¿Tendría algo que ver el arquero Cupido en ese cambio?. Se lo comenté y me sonrió. Me alegró muchísimo volver a verla, nos saludamos muy afectuosamente, después el niño y yo nos bajamos al coche para hacer el viaje al pueblo. Domi iba muy arreglado, yo pensé que demasiado para ir a un pueblo de sierra, pero con los jóvenes uno nunca sabe. Se había cortado el pelo e iba muy perfumado. El largo flequillo, le caía hacia un lado de la cara y permanentemente, bien con la mano, bien con ligeros movimientos de cabeza debía apartarlo para que no le tapase la visión del ojo derecho. Yo pensé que debía ser muy incómodo llevar el pelo así, pero no le comenté nada. Estuvo muy hablador durante todo el viaje, de hecho tuve que apagar el radio-cd pues su conversación requería totalmente mi atención. He de decir que cuando conduzco, me encanta escuchar la música que en mp3 me grabo, exclusivamente, para cada viaje; según el estado de ánimo en el que me encuentre. Mi estado de ánimo debía ser estupendo porque me preparé un disco magnífico de salsa, cha cha chá, boleros y muchísima bachata. Bien, pues el viaje sirvió para que me hablase de como le iban los estudios de periodismo que había comenzado ese año, su trabajo en el pub los fines de semana, la relación con su padre y su madre etc.. Él también me preguntaba por mi trabajo, la relación con mi exmujer y con mi hijo, e incluso por mi vida sentimental. La verdad es que descubrí un chico muy maduro para su edad y que disfruté mucho con su conversación. Con la charla el camino se hizo muy corto y ya oscureciendo llegamos al pueblo. Le propuse parar en un bar que había antes de coger la carretera de la sierra para tomarnos algo y de paso, comprar algunas cosas en una tienda de comestibles que había al lado. Le pareció bien y eso hicimos, al entrar al bar algunas personas mayores me conocieron y saludaron, pero la mayoría eran jóvenes los cuáles yo no conocía. Todos se quedaron mirándonos, yo creo que era por Domi, la verdad es que llamaba la atención por su altura y por el look que lucía. Nos sentamos en un rincón y tanto las chicas como los chicos y algunos de los mayores no le quitaban ojo de encima. Esa belleza indefinida hacía estragos en los dos sexos. Cenamos e hicimos la compra y nos pusimos en marcha hacía la sierra. La tarde noche se estaba poniendo fría y era conveniente llegar a casa y encender la calefacción. Las casa cerradas suelen estar muy frías y hacerlas entrar en calor lleva su tiempo. Llegamos a casa, metimos el coche en la cochera y descargamos el maletero. La casa estaba fría como una nevera, encendí la calefacción y conectamos los aparatos eléctricos. Encendimos la chimenea, le mostré a Domi su dormitorio y nos pusimos cómodos. Preparamos los dormitorios poniendo sábanas y mantas limpias. Cogimos otras mantas más ligeras y junto al brasero de la mesa de camilla nos pusimos a ver la tele y a esperar que la calefacción y la chimenea caldearan la casa lo más rápido posible. Yo estaba muy cansado, pensé que los años iban pesando y que las semanas de trabajo se hacían cada vez más duras. Domi sin embargo estaba fresco como una lechuga, se había puesto una de mis batas de invierno y hasta con ella mantenía su estilo y su garbo. Charlamos un buen rato y cuando estimé que la casa se había caldeado lo suficiente, me disculpé diciéndole que iba a darme una ducha caliente y que me metería en la cama. Él me dijo que también se daría una ducha después, pero que ahora iba a quedarse un rato viendo la tele. Me despedí y me fui a la ducha.

Estaba enjabonándome en la ducha y con la mampara cerrada, cuando débilmente escuché que tocaban a la puerta del baño que había dejado entreabierta. Era Domi que me preguntaba si podía entrar a hacer pipí aunque yo estuviera allí. Como había sólo un baño en la casa y aunque me corté un poco porque me incomodaba un poco la situación; pensé que como estaba oculto tras la mampara (que no era transparente), tampoco sería tan grave. Le dije que sí, que podía pasar, por no quedar como una persona muy seria y excesivamente formal. El inodoro estaba justo al lado de la mampara y mientras me enjabonaba podía ver nítidamente su silueta a dos palmos de mí. Supongo que él tendría la misma sensación de proximidad. Escuché su chorrito fluir e incorporarse después, yo estaba un poco alterado por la situación, pero intentando aparentar normalidad seguí, con mi enjabonamiento. Domi dió dos suaves golpes en el plástico de la mampara y me dijo que si quería, que él me enjabonaría la espalda. Yo me quedé perplejo, no me esperaba eso en absoluto y le dije, sin aparentar molestia, que no que ya me apañaba yo solo. Él me dijo: ¿no será que te da vergüenza?. Yo le respondí que por supuesto que no, (¿qué podía decir?), entonces con una naturalidad increíble, abrió la puerta corredera de la mampara y ante mí, estando yo completamente desnudo me pidió el gel y la esponja exfoliante con la que me estaba frotando en ese momento. Con una destreza admirable me frotó la espalda, bajó al trasero y no se quedó ahí, me friccionó el cuerpo entero por delante y por detrás. Las circunstancias me habían sobrepasado, pero he de reconocer que la exfoliación fue la mejor que he tenido en mi vida. Algunas veces hasta me hacía daño, pero notaba como las células muertas cedían a su impetuoso frotar. Cuando pasaba por lugares más delicados, aflojaba un poco el empuje de la esponja, pero así y todo era mucho más fuerte del tratamiento que yo a mí mismo me daba. Pensé, me está irritando una barbaridad, veremos a ver como duermo yo después. Me enjuagué y me lavé la cabeza, mientras él me esperaba al salir con una suave toalla de baño para ayudar a secarme. El tacto de la toalla aunque era muy suave me molestaba, la piel debía estar muy irritada por el frotamiento al que había sido sometida. La casa estaba caldeada pues no sentí ningún frío al salir de la ducha, además Domi se había despojado de la bata y de la parte de arriba de su pijama y sólo llevaba puesto el pantalón del pijama y una camiseta de algodón blanco de manga corta que le quedaba muy ajustada y que marcaba un cuerpo delgado, pero fibroso. Al comentarle que la toalla me dañaba, me dijo que igual se había pasado un poco en la intensidad del roce con la esponja, pero que había visto un bote en el armario del baño de leche corporal hidratante y que si quería podía darme un masaje con ella para suavizar la irritación. Pensé que como no me hidratase la piel, no iba a poder dormir en toda la noche, así que accedí de buen gusto a recibir ese masaje corporal. Le pregunté si lo que había hecho conmigo lo hacía también con su padre y me dijo que no, que su padre era mucho más cerrado que yo. Me aseguró que él jamas lo hubiese consentido y yo pensé ¡Dios mío lo que puede hacer una persona en unas determinadas circunstancias!, si lo que me está sucediendo a mí esta noche, alguien me lo contase, yo no me lo creería. Me confesó que esto si que lo hacía desde que era pequeño con su madre, incluso me confesó que hasta no hace mucho se bañaba junto a ella. Sentí un envidia enorme, pues su madre siempre había tenido un cuerpazo de muy señor mío. Siempre me había gustado e incluso había tenido sueños eróticos con ella en otros tiempos, pero los dos estábamos casados y con nuestros niños pequeños y no hubo lugar para aventuras amorosas. También es verdad que nunca se presentaron situaciones propicias para ello. Si se hubieran dado ¿qué hubiera pasado?. No había duda de que Domi había salido a su madre en cuerpo y alma. Me tumbé en la cama, sobre la toalla y como Dios me trajo al mundo. Domi se embadurnaba las manos y me masajeaba el cuerpo entero, primero me tumbé boca abajo y él me pasaba sus diestras manos suavemente por todos mis rincones, con una habilidad casi de profesional. Quizás se adentraba en algunos lugares donde otros especialistas, y yo suelo darme masajes bastante a menudo por mis problemas de espalda, no llegaban. Al distribuir la crema, se adentraba en el corte de mi culo y por instantes, llegó a estimularme con sus dedos el esfínter. Más arriba a veces, además de descargarme las cervicales, dorsales y lumbares, rodeaba con sus delicadas manos mi cuerpo y me acariciaba los pezones que, con la suavidad de la leche hidratante y la pericia con que ésta era aplicada, se ponían erectos. Aunque al principio estaba un poco incómodo con estos tactos subidos de tono, finalmente me relajé y me dispuse a disfrutar de la situación. Cuando él consideró que la parte posterior estaba bien hidratada, me sugirió que me girase y con su ayuda, me coloqué boca arriba.

Si boca abajo el tratamiento había sido divino, lo que me hizo boca arriba fue el no va más. Primero me hizo un masaje capilar, fue maravilloso, me descargó todas las tensiones que tenía acumuladas desde hacía no sé cuanto. Luego me dio un masaje facial muy relajante, inmediatamente bajó hasta el pecho y me tonificó los pectorales y los hombros. Yo notaba como el riego sanguíneo fluía por allí por donde sus manos me iban acariciando. Los pezones, anteriormente palpados, se erizaban sólo de sentir la cercanía de sus manos. Mediante movimientos suaves y circulares, sus dedos volvieron a jugar con ellos y éstos volvieron a adquirir firmeza. Como he dicho mi sangre fluía por donde sus manos pasaban, pero en un determinado momento se puso a fluir por todo mi cuerpo. Sentía como una inoportuna erección se iba levantando. Él me masajeó el estómago, el hígado y en un determinado momento me succionó los pezones y me dibujó círculos alrededor de las bolitas erectas con su jugosa lengua. A veces se me escapaban suspiros de placer, pero el abandono de mí mismo era casi total. Me masajeó el pubis y me palpaba en profundidad la base del pene. Bajó su mano y me acarició las piernas y me las hidrató con la crema. Llegó hasta los pies y por separado me los masajeó con una destreza prodigiosa. Salvo una parte de mi cuerpo que os podéis imaginar, el resto había alcanzado una relajación tal, que llegué a pensar que, aunque mi cuerpo estaba en sus manos, mi espíritu se encontraba libremente vagando muy lejos de allí. Cuando acabó con los pies, me acarició la parte interna de los muslos y me friccionó muy suavemente los testículos. Me los sopesaba, y palpaba las dos bolas como si me estuviera haciendo un detenido reconocimiento. Sin esperarlo sentí como me agarraba la izada verga y me besaba su sensible cabecita rosada. Hecho esto, se introdujo el glande en la boca y con la lengua jugó con él. En otras circunstancias, esto me hubiera excitado y me hubiera llevado al frenesí, pero sus diestras caricias anteriores, me habían situado en un escalafón tal de placer; que todo lo que sentía, lo disfrutaba de forma tranquila y con mucho bienestar interior. Como decía, se introdujo el pene en la boca agarrándome la indomable verga con ambas manos. Unos movimientos suaves de bombeo, acompasados al dulce roce de sus labios en el glande, del que ahora era su juguete favorito; provocaron la llegada del culmen de mi placer. Éste, desembocó en su boca y lo engulló en su totalidad. La subida de la leche, debido al estado de laxitud física y mental en que me encontraba, no fue en salto, sino que siguió su camino fluyendo mansamente hasta que mis glándulas quedaron totalmente descargadas. Ahora si que mi cuerpo al completo consiguió la distensión perfecta. Domi me limpió muy bien el pene con su boca, se incorporó y me besó cariñosamente en los labios, me arropó y me dio las buenas noches, yo apenas acerté a balbucear … muchas gracias, buenas noches también para ti.

Me encontraba plácidamente dormido, no era consciente del tiempo que había pasado, cuando noté que alguien se introducía en mi cama. Después de tanto tiempo durmiendo solo, la verdad es que no me molestó compartir mi espacio con Domi. Durante la noche tuve excitantes sueños eróticos en los que la madre de Domi y yo disfrutábamos de lo lindo. Supongo que sería debido a lo que Domi me había contado respecto a los baños y masajes con su madre. Había momentos en el sueño en los que en mi fantasía, mis relaciones eróticas las tenía a veces con la madre y otras veces ¡ era con el mismo Domi! ¿Quién lo hubiera imaginado?. He de reconocer que con los dos disfrutaba muchísimo. Esto no me había pasado nunca, mis fantasías siempre habían sido con mujeres, nunca con hombres ni con chicos jóvenes. Estos sueños eróticos, me mantuvieron gran parte de la noche con erecciones bastante ostensibles. A veces, me acercaba al cuerpo situado a mi lado y poniéndolo de espaldas a mí lo abrazaba por detrás y le marcaba en el trasero el tamaño de mi deseo. Así transcurrió la noche. A la mañana siguiente me encontré solo en la cama y en la cocina escuchaba cierta actividad. Domi estaba preparando el desayuno. Antes de que me hubiese levantado, se presentó en el dormitorio, con el pelo revuelto y con su belleza intacta, portando un bol con fresas y otro con nata que traía para que yo las saboreara en la cama antes de desayunar. Este muchacho es una mina de oro, pensaba yo. Se acercó a la cama y depositó los boles en la mesita de noche y me plantó un suave beso en la mejilla a la par que me daba los buenos días. Al acercar su rostro al mío pude disfrutar de su adorable perfume a menta. Se sentó en la cama con las piernas cruzadas y untando las fresas en la nata me las iba poniendo en la boca para que yo las comiese. Yo estaba incorporado y lo miraba, como jamás había mirado nunca a ningún hombre y como yo jamás pensé que podría hacerlo. Él me acompañó también en el festín, yo rompiendo un poco mi actitud inhibida, me animé a coger también fresas, mojarlas en nata y llevárselas a la boca. En el momento en el que él se hacía con la fresa, yo retardaba la retirada de mis dedos, acariciándole tiernamente sus labios. Él se sorprendió de mi gesto pero le encantó, constataba que yo era receptivo a sus atenciones. Apenas hablamos, sólo nos mirábamos y actuábamos e incluso a veces sin motivo aparente que lo justificase, nos sonreíamos.

Terminamos con las fresas y me levanté al baño, cuando volví al dormitorio, Domi se había metido en la cama y desnudo parecía estar esperándome. Me dijo que me metiera dentro de la cama abriéndome las sábanas con un gesto de su brazo. Le hice caso y me metí con él en la cama. Me quitó la parte de arriba del pijama y después la parte de abajo con lo cual quedé completamente desnudo. Él se había adelantado y también estaba desnudo. Aunque sus genitales estaban cubiertos por una especie de malla de algodón peinado que, después pude contemplar, le rodeaba los muslos y subía hasta sus caderas, rodeaba su cintura para luego en equis bajar hacia la otra pierna y rodeándola por la ingle volvía a subir en equis hacia la cadera opuesta. Me recordaron un poco por su forma, los taparrabos que se colocan los luchadores de sumo. Era una obra de ingeniería que sin oprimirlos, ocultaba sus genitales quedando esa zona tan lisa por delante, como si un monte de Venus se tratase y dejaba su trasero totalmente descubierto por detrás. Se puso sobre mí, me besó apasionadamente en la boca y bajando por el cuello me succionó los pezones y con su lengua, jugó un ratito con ellos, después bajó por el abdomen hasta llegar a mi verga que ya estaba poniéndose en actitud de lucir sus mejores galas. La cogió tiernamente entre sus manos y me la estimuló con sus labios y su lengua. Me succionó el glande y se lo introdujo hasta la garganta. Me pareció percibir, que al intentar oprimir el glande con su tráquea,(ésta era una técnica de sexo oral, que yo había leído alguna vez, pero que nunca había experimentado), sufrió algunas arcadas. Cuando consideró que el excitado pene estaba preparado y bien hidratado, se incorporó y poniendo la punta del que era su adorado totem en la entrada de su estrecho orificio, inició un movimiento controlado de bajada que poco a poco fue introduciéndolo en el interior de su cuerpo. El tacto de las rugosidades de su tripa en la rosada cabeza de mi pene, me abocaba al frenesí más absoluto. Él controlaba el movimiento y poquito a poco su tripa se iba acomodando al volumen de su regio visitante. A veces subía un poquito para volver a bajar ganando un poco más de recorrido. Él estaba muy concentrado en su autopenetración mientras yo observaba cada uno de sus gestos y me abstraía sintiendo las lujuriosas caricias de su tripa sobre mi afortunado pene. Muy lentamente el pene se fue introduciendo hasta que llegó a enfundarse completamente. Sentí todo el peso de su cuerpo descansando sobre mí. En este punto comenzó un lento movimiento ascendente descendente que cubría y descubría mi pene, siempre dejando dentro su sensible punta. De rodillas sobre la cama, conmigo debajo y con su cuerpo incorporado, me cabalgaba como un jinete experimentado haría con su montura. Me sentía traspasado de placer y él sobre mí, se estremecía y gemía como un poseso. Algunas veces vencía su tronco hacia delante apoyando sus manos sobre mi pecho. Bajó un poco más su posición y cuerpo con cuerpo aceleró más el ritmo de su galope, esto fue como una señal para mi cuerpo que se acompasó a su ritmo y tras un esperado estremecimiento que recorrió nuestros cuerpos, el ansioso galope se transformó en un profundo éxtasis. Nos corrimos juntos, y nuestro magnífico paseo hípico acabó con un sensual beso de nuestras bocas, que se fundieron en un lujurioso contacto húmedo. Nos mantuvimos un buen rato unidos y cuando el pene comenzó a declinar, Domi lo sacó de su anhelado refugio y con su boca lo limpió con delicadeza y lo posó suavemente entre mis temblorosas piernas. Entonces fue cuando pude ver con detenimiento esa especie de taparrabos que llevaba puesto. Según me dijo no quería que yo lo rechazase por tener pito y testículos, así que los había disimulado para que mi placer fuese pleno y sin reparos. Me quedé sin palabras y lo único que acerté a preguntar era si le oprimía o le hacía daño. Me dijo que no, que era un tejido elástico bastante cómodo y no le molestaba en absoluto. Me preguntó si me había gustado y yo le dije que muchísimo. Muchas veces había hecho el amor en esa postura con mujeres, de hecho era una de mis favoritas, y esta vez había sido de las mejores. Se sintió muy orgulloso porque sintió que lo había dicho de corazón. Nos aseamos y fuimos a la cocina para disfrutar de un buen desayuno, nos lo habíamos ganado con creces. En el desayuno, Domi me confesó que yo le había gustado desde siempre y que estaba enamorado de mí. Según me dijo, casi siempre que iba a mi casa por los cumpleaños de Dani, o por cualquier otro motivo, era con la esperanza de verme y estar a mi lado. Yo me quedé boquiabierto, jamás lo hubiera pensado. Incluso me estuvo recordando como disfrutaba de aquellas temporadas de vacaciones en verano en las que se quedaba con nosotros y nos pasábamos el día en la playa. Me contó lo contento que estaba de poder disfrutar de lo que nos estaba sucediendo y sobre todo de que yo no lo hubiese rechazado. Eso hubiese sido un golpe muy duro para él, me confesó emocionado. Le di un cariñoso abrazo y le dije si le apetecía bajar al pueblo conmigo y me dijo que por supuesto que sí. Nos vestimos, cogimos el coche y de muy buen humor abandonamos nuestro refugio. Las montañas nevadas en el horizonte, alegremente nos dieron los buenos días.

Salud y suerte. Opus 2010