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Marta (01: Por culpa de Sara)

en Autosatisfacción

He decidido escribir varios relatos de distintos momentos de mi vida sexual para compartirlos con todos vosotros. Todos son autobiográficos y ocurridos desde mis comienzos en la masturbación con 15 años hasta la actualidad, que tengo 25 años. Que nadie espere sexo duro, porque la mayoría cuentan masturbaciones o situaciones morbosas que he protagonizado yo sola. Cada relato es individual, por lo que no es necesario haber leído los anteriores para entender el siguiente, de hecho, ni siquiera siguen un orden cronológico. De este modo, vamos a comenzar con el primero de todos. Espero que os guste.

Hace ya unos años, cuando aún era una jovencita de instituto deseosa de descubrirlo todo sobre el sexo y aún vivía en casa de mis padres, no tenía la misma libertad que ahora para poder satisfacer mis fantasías, por lo que aprovechaba la más mínima ocasión que se me presentaba para hacer locuras. Una tarde, estando sola en casa, me puse a fantasear tirada en la cama. Me imaginaba a cuatro patas en la cama con un tío penetrándome desde atrás con fuerza. Una de mis manos ya se había deslizado bajo mis braguitas y acariciaba con destreza mi clítoris. Tenía los vaqueros bajados hasta las rodillas y mis pezones de marcaban a través de la camiseta. Me deshice de los pantalones y las braguitas y de rodillas en la cama empecé a restregarme con la almohada entre las piernas. Estaba muy excitada y pensé que masturbarme sin más no iba a ser suficiente y además, era algo que podía hacer cualquier noche antes de dormir. Así que me puse en pie y me desnudé por completo. No sabía qué hacer, pero tenía el pulso a mil y no dejaba de frotarme. Me asomé por la ventana y me gustó la idea de masturbarme mientras veía a la gente pasar por la calle. A menudo fantaseaba con hacerlo ahí en mitad de la calle con todo el mundo mirando, pero sabía que eso nunca sería más que una fantasía.

A veces me preguntaba cómo podía gustarme tanto la masturbación, todas mis amigas hablaban del sexo con chicos como algo insuperable, pero yo disfrutaba mucho más satisfaciéndome a mí misma. Raro era el día que no me tocaba, generalmente en la cama a la hora de dormir, pero por entonces ya había descubierto algunos truquillos como el grifo de la ducha o la mantita del sofá. Entonces me despertó de mi ensimismamiento el aviso del Messenger. Tenía el ordenador encendido y estaba conectada, así que alguien me había escrito. Era Sara, mi gran amiga de la infancia, con la que compartía todos mis secretos. Después de saludarnos me preguntó qué hacía y dado mi estado de excitación le conté la verdad, que estaba totalmente desnuda y muy caliente. Sara se rió y no se lo creyó, por lo que me pidió que se lo demostrara mandándole una foto. Seguramente ella lo dijo en broma, pero el caso es que su proposición me calentó hasta casi alcanzar el orgasmo solo de imaginarlo. Sara ya me había visto desnuda otras veces, pero nunca excitada ni de manera premeditada, solamente en probadores o en las duchas del gimnasio. Al final me hice una foto con el móvil únicamente de pecho para arriba, tapándome con una mano. La pasé al ordenador y se la envié muy excitada, me ponía la idea de que mi mejor amiga me viera en ese estado. Me respondió que era cierto que andaba sin sujetador, pero que esa foto no le aseguraba que fuera totalmente desnuda, que no le servía como prueba. Me estaba picando y yo en tal estado de excitación no me lo pensé más y me hice otra foto. Esta vez me fui al baño para hacerle la foto al espejo y así salir de cuerpo entero, pero antes cogí el pintalabios y le puse un mensaje en el espejo: "Hola Sara, ¿te gusta?" Se la envié rápidamente y mientras esperaba su respuesta no podía dejar de tocarme muy rápido. ¿Qué me respondería?

"Joder tía, estás loca" fue lo que respondió. En ese momento empezó a creerme, y a continuación me confesó que la foto le había puesto caliente. Seguramente iba de farol y solo lo decía para picarme, pero contraataqué y le dije que hiciera lo mismo y me enviara ella otra foto a mí. Unos minutos después apareció en mi pantalla la imagen de Sara con la camiseta subida enseñando el pecho y con una nota que decía: "No puedo desnudarme, no estoy sola en casa" Me imaginaba la morbosa situación de mi amiga con sus tetas al aire mientras su familia estaba en la habitación de al lado y me calentaba sobremanera.

Nunca había estado tan excitada, necesitaba hacer algo fuera de lo normal, más atrevido. Estaba mojando la silla con mi flujo y tenía los pezones duros como piedras, no dejaba de frotarme el clítoris con la mano izquierda. Me llevaba los dedos empapados a la boca y los succionaba saboreando mis propios fluidos. Sara parecía encantada con lo que le iba contando y no hacía más que ponerme comentarios subidos de tono para calentarme aún más. Me decía que me introdujera alguna fruta o algún objeto y pensara que un tío buenísimo me penetraba salvajemente tanto vaginal como analmente y que me daba múltiples orgasmos. No le hice caso, simplemente leía y me masturbaba. Quería hacer algo nuevo, una locura de excitación. "Dame alguna idea" le dije a Sara. Me propuso que me tocara en la cama de mis padres o en la de mi hermano, que me penetrara el ano (en ese momento aún virgen) con algo que hubiera por la casa... Nada me convenció del todo, pero se me ocurrió utilizar algún objeto para penetrarme la vagina. Busqué por el baño y finalmente me decidí por un bote de espuma para el pelo, metálico y algo más pequeño que un pene. Primero me lo metí en la boca y lo estuve lubricando bien con mi saliva hasta que no pude aguantar más y me lo introduje más o menos hasta la mitad en la vagina. La sensación de placer absoluto invadió mi cuerpo y no pude más que emitir un gemido que delataba el gusto que sentía con aquel objeto dentro de mí. Seguidamente empecé a meterlo y sacarlo lentamente para más tarde aumentar el ritmo hasta alcanzar una velocidad frenética y conseguir que el bote se hundiera casi por completo en mis entrañas. Podría haber terminado de aquella manera, pero quería más, así que volví a insistirle a Sara que me diera alguna idea más atrevida. Entonces leí algo que me dejó con los ojos abiertos: "Salte al portal"

Era una idea tan arriesgada y morbosa que se me hizo la vagina agua, el bote de espuma estaba empapado y ya entraba y salía sin ninguna dificultad. No quise pensarlo más y le contesté a Sara: "Voy a hacerlo" Entonces ella me escribió: "Estás loca... Quiero una foto de eso" Sí, eso lo haría aún más excitante. Así que, con el corazón a mil, una mano sujetando el bote de espuma insertado en mi vagina y con la otra llevando el móvil me acerqué hasta la puerta de entrada y miré por la mirilla para comprobar que no hubiera nadie fuera. La luz del rellano estaba apagada, aunque había luz natural suficiente para ver la puerta del vecino, la del ascensor y las escaleras. Respiré hondo y abrí la puerta muy lentamente, asomé primero la cabeza y seguidamente di un paso al frente para salir de casa. Era la primera vez que estaba completamente desnuda en un lugar público y eso me excitaba muchísimo. Tenía miedo de que saliera el vecino en cualquier momento, a cada pequeño sonido que escuchaba me iba rápidamente hasta mi puerta. En un momento, me acerqué a la barandilla de la escalera y miré arriba y abajo; aparentemente estaba sola. Volví a meterme y sacarme el bote como una loca, estaba desatada, jamás me había sentido tan excitada como en ese momento. En principio no había pensado estar tanto tiempo en el rellano, pero valía la pena aguantar un poco más, así que puse el bote de laca en el suelo, en el inicio de la escalera y me senté sobre él con las piernas apoyadas en el escalón de más abajo, tal como si estuviera cabalgando sobre el pene de algún chico. Fue genial, sujetaba con una mano el bote para que no se cayera y me lo ensartaba a toda velocidad. Cuando estaba a punto de alcanzar el orgasmo paré en seco y decidí terminar de otra manera. Me levanté, sujetando el bote para que no se saliera de mí, y fui hacia el ascensor. Sin dudar ni un segundo pulsé la llamada para que subiera a mi piso, rápidamente, antes de que llegara encendí la cámara del teléfono móvil, me puse de espaldas al ascensor y mientras con una mano me apuntaba con el móvil lista para la foto, con la otra me penetraba una y otra vez lo más deprisa que podía. Cuando oí el sonido del ascensor llegando a mi altura no pude evitarlo y me inundó un brutal orgasmo que hizo temblar mis piernas de tal manera que no pude mantenerme en pie y caí de rodillas, dejando salir el bote de espuma de mi cuerpo y lanzando un gemido de placer absoluto. Al mismo tiempo, las puertas del ascensor se abrían y a los pocos segundos volvían a cerrarse.

Cuando volví en mí y pude pensar con claridad no sabía exactamente cuánto tiempo había estado ahí tirada, pero el ascensor ya se había ido y no había podido hacer la foto que Sara me pidió como prueba. Podría haberme sacado la foto en ese instante, pero en un ataque repentino de pudor me fui corriendo a casa a ponerme a salvo con una sonrisa de oreja a oreja que no se me borró de la cara en días. El hecho de no haber podido sacarme la foto hizo que Sara no creyera lo que yo realmente había hecho, pero en mi recuerdo siempre quedó la morbosa posibilidad de que alguien hubiera viajado en ese ascensor y me hubiese visto allí tirada, desnuda y rota de placer por un orgasmo brutal.