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Una fantasía negra (3)

en Interracial

UNA FANTASIA NEGRA (3ra. Parte)

Después de disfrutar toda la noche con los negros, nos acostamos con mi marido haciendo cucharita cuando ya estaba amaneciendo, ese rato que intenté descansar, no pude dormir casi nada, es que me acosté molida de cansancio pero súper satisfecha sexualmente hablando, no podía parar de pensar en lo que había disfrutado con esos terribles cuerpazos, cerca del mediodía me levanté presurosa, desperté a Juan y le pregunté si no tenía ganas de ir a comer algo.

Obviamente que en mi cabeza rondaba la idea de cruzarme con los mulatos, no tenía idea de cuando iba a tener otra oportunidad como esta y quería aprovecharla al máximo, no se si marido descubrió mi pensamiento, pero sus palabras textuales fueron: -¿Tenés hambre de comida o de otra cosa, porque vos sos una degeneradita insaciable?-, con una sonrisa muy picarona me tiré encima de el, puse mi mano sobre su pene y mientras lo acariciaba le respondí en tono de broma: -La comida del hotel me cae mal papi, pero los negritos que me comí anoche estaban riquísimos-, noté que al escuchar mis palabras, como buen cornudo que es, su pija instantáneamente comenzó a reaccionar, -¿Que tengo que hacer para convencerte papi?- le pregunté haciéndome la nenita caprichosa. –No sé, sorprendeme- me respondió con una sonrisa a flor de piel, automáticamente saqué su verga que estaba súper dura y comencé a lamérsela como si fuera un helado, luego la metí en mi boca y se la chupé hasta hacerlo acabar, tragándome casi toda la lechita que eyaculó en abundancia. Después del pete, Juan agarró mi cara y me besó poniéndome la lengua hasta mi garganta y saboreando el sabor de su semen, que todavía chorreara de mis labios, me dijo: -Esta bien, me convenciste, me encanta que seas una putita insaciable-.

En cinco minutos me cambié y estaba pronta para bajar, cosa que hicimos en ese instante. Fuimos al comedor y nos sentamos en una de las mesas más alejada y discreta. Después de un larga espera mientras disfrutábamos nuestro desayuno/almuerzo y cuando ya se me iba terminando la esperanza, aparecieron Michael y Sean, que recién bajaban de sus habitaciones. La cara se me iluminó (es lo que me dijo Juan esa noche cuando todo había terminado) cuando vi a los negros frente a nosotros. Obviamente los invitamos a sentarse, Sean se acomodó al costado de Juan (que estaba de frente a mí) y Michael a mi lado. Después de unos minutos, mientras charlábamos sobre lo que aconteció la noche anterior y la charla se estaba poniendo hot, me sorprendí al sentir el roce de los pies de Michael sobre los míos, obviamente que yo le correspondí las caricias, y no solo eso, sino que me animé a más, estiré mi brazo apoyando mi mano en su pierna y lo acaricié muy suavemente hasta rozar su pene, al tocarlo recordé lo que era la pija del negro y me subió la temperatura instantáneamente.

La situación me estaba calentando mucho, así que decidí ir al baño para ver si bajaban un poco mis decibeles, después de unos segundos, mientras refrescaba mi cara en uno de los lavabos, observé por el espejo la silueta de Michael acercándose hacia mí, en ese momento me quedé petrificada, no podía creer lo que estaba pasando, por suerte no había nadie dentro, pero de todas formas tuve un pánico escénico terrible, no quería que nadie me viera en esa situación. El negro no me dio tiempo a nada, antes de que pudiera emitir sonido alguno, me apretó contra su cuerpo desde atrás y comenzó a toquetearme, mientras me besaba el cuello no dejaba de acariciarme las tetas y la conchita por sobre la ropa, al principio lo dejé, es que yo estaba recaliente sintiendo su inmensa verga apoyada en mi colita y había caído como en un estado de trance, después reaccioné y al darme cuenta lo que estaba pasando, lo agarré de la mano y lo metí dentro de uno los box individuales  y cerramos desde dentro con la trabita.

Mientras estábamos encerrados el negro siguió besándome y metiéndome mano por todos lados, hasta que súbitamente me entraron ganas de agarrar y acariciar ese animalote que tenía el negro entre las piernas,  me senté en el inodoro y le bajé el pantalón, todavía me sorprendía al ver los más de treinta centímetros de verga que tenía Michael, no pude resistirme y comencé a chupársela desde los huevos hasta la punta del glande. Cuando se le puso tan dura que no cabía en mi boca, hizo que me parara y doblara apoyándome contra la pared, me levantó el vestidito playero súper corto que llevaba puesto, me bajó la tanga hasta la mitad de mis muslos y me la ensartó en la conchita que estaba chorreando de calentura, lo único que tuve que hacer yo fue abrir las piernas lo más que podía, relajarme y disfrutar el ensarte de esta verga sensacional.

En la posición en la que estábamos me bombeó muy suavemente, pero muy, muy profundo, sentía su pene atravesar mi vagina y chocar contra mi estómago, mientras lo hacía acabé varias veces, lo feo de todo esto era que no podía gritar, ni siquiera jadear, es más, en un par de oportunidades tuvimos que parar el bombeo porque entraba gente al baño, por suerte ninguna se dio cuenta de lo que acontecía en el box. Fue muy difícil esperar con esa verga adentro que las mujeres se retiraran del baño, por suerte el negro me ayudó, sabiendo que era muy difícil no gritar aguantando semejante pija, puso una de sus manos en mi boca y tapó cualquier quejido que pudiera emitir.

Finalmente nos dieron un tiempito y sentí como calientes chorros de semen inundaban mi vagina. Después de esto me acomodé como pude y ayudé a Michael a salir rápidamente del baño, me fui hasta la puerta y me asomé para ver si no venía nadie, como no vi nada le dije que saliera, lo cual hizo rápidamente haciéndose el tonto como que salía del baño de hombres, yo demoré unos cuantos minutos más reponiéndome de de la situación que había soportado, para después volver a la mesa, en ese momento mi marido me preguntó irónicamente: -¿Te perdiste o no encontrabas el botón del baño mi amor?-, a lo cual le respondí también de manera sarcástica, -no, no me perdí papi, pero el baño era cómodo y súper “grande”, ahora entiendo porque las mujeres se demoran tanto cuando van al toillete-.

Después que los chicos terminaron de almorzar,  nos invitaron a jugar al pool a la sala de juego para hacer una especie de sobremesa, de esa forma pasábamos el rato mientras hacíamos la digestión, jugamos un par de partidas, yo jugaba con mi marido y los negros jugaban juntos, ganamos una vez cada uno, faltaba solo la final y para hacerlo mucho más interesante Michael y Sean nos hicieron una apuesta muy tentadora, por lo menos para mi, ellos apostaban quinientos dólares que llevaban encima y si ganaban el premio era yo. Juan me miró y me dijo: -Que decís mi amor, vos sos la que tiene que decidir- -Claro que acepto, aunque me las vea negra, no me voy a echar atrás ahora ni loca- le respondí con una sonrisa bien grande.

Obviamente que aceptamos la apuesta, y tengo que confesarles que no soy una jugadora muy destacada, pero nunca le pegué tanta veces al paño como esta vez (claro que de manera totalmente intencional). Mi marido me miraba y me decía lo estás haciendo a propósito maldita. De ninguna manera, contesté picaronamente, mientras me preocupaba más por mostrarle el culo a los chicos cuando me agachaba para tirar que por darle a mis bolas (en realidad lo que quería era meter en los agujeros todas las bolas negras). “Lamentablemente” perdimos, e inmediatamente tuvimos que pagar la apuesta. Esta vez nos fuimos a la habitación de los negros, mientras íbamos en el ascensor sentí que uno de los chicos me tocaba la cola por debajo de la pollera, en ese momento, mientras sentía los dedos del negro acariciar mi culito, besé a mi marido y le dije: -Gracias papi, van a ser los mejores cuernos de tu vida, te lo prometo-. Tenía ganas de parar el ascensor y que me cojan ahí mismo pero no me animé, asi que seguimos camino hacia la habitación de los chicos, era raro y a la vez excitante sentir como me tocaban el culo mientras iba de la mano de mi marido, nos cruzamos con algunos empleados del hotel, que obviamente se daban cuenta que me iban a enfiestar pero poco me importaba de lo caliente que estaba.

Al llegar a la habitación vi que era más grande y costosa que la nuestra, era como un estilo apartamento, cuando entramos en la suite principal Juan me tomó de la cintura y me besó de una manera muy pasional y ardiente, como lo hace generalmente cuando está muy caliente, mientras lo hacía me iba sacando la ropa muy suavemente, dejándome completamente desnuda ante la vista de los negros. -Me parece que vas a tener que pagar la apuesta- me susurró mi marido. Al darme vuelta observé que los chicos ya se habían despojado de sus ropas y se estaban tocando sus miembros, los cuales lucían impresionantes a pesar de no estar erectos todavía. En ese instante empujé a Juan hacia un sofá que había en el lugar y como buen perdedor se dedicó a observar a su mujercita entregándose por completo a los negros.

Me senté en el borde de la cama y les hice un gesto a los chicos con mis deditos para que se acercaran. Instantáneamente lo hicieron y se sentaron a mi lado. La sensación era única, me sentía cleopatra controlando a sus súbditos. Comenzaron a meterme mano y a besarme los dos al mismo tiempo, sentí que la piel se me erizaba cuando sus lenguas acariciaban mis pezones y sus enormes manos jugaban con mi clítoris. Mientras nos tocábamos y besábamos nos recostamos en la cama, la situación me hacía acordar a mi época de secundaria, cuando recién comenzaba a experimentar con esto del sexo. No aguanté más y bajé a chuparle la pija a Michael mientras Sean hacia lo propio con mi concha, fuimos intercambiando posiciones, hasta que en un momento me encontré con las dos vergas gigantes delante de mi cara y no tuve más remedio que comenzar a chuparlas al mismo tiempo. Después de unos minutos de estos jueguitos, me excité tanto que necesitaba ser penetrada, asi que me monté sobre Michael, muy suavemente me ensarté su verga y lo cabalgué frenéticamente, mientras el otro negro seguía poniéndome su miembro en mi boca, por supuesto todo ante la atenta mirada de Juanchi, lo que hacía toda la situación mucho más excitante.

Los negros me dieron para que tenga por un buen rato, usaron toda mi anatomía y lo hicieron en todas las posiciones posibles, yo estaba dispuesta a pagar mi apuesta hasta el final, asique dejé que me movieran a su antojo. Me subieron, me bajaron, me dieron vuelta para un lado y para el otro, hasta que en un momento que fue apoteótico me ensartaron las dos vergas al mismo tiempo, por supuesto que yo no me opuse a nada. Solo me relajé y me dediqué a disfrutar el momento, olvidándome de todo, hasta de mi marido que seguía observando sin perderse detalle mientras se tocaba. Al verlo tan duro y excitado seguí ofreciéndole el show que tanto le gusta ver en estas situaciones, mientras sentía como las dos vergas entraban y salían de mi cuerpo, empecé a tocar a los negros muy suavemente, como si fueran los únicos hombres que existieran sobre la faz de la tierra, acaricié sus glúteos, bíceps y pectorales musculosos y fibrosos, le obligué a ver como mi cuerpo blanco se frotaba y contrastaba con los cuerpos oscuros de mis sementales, que brillaban al estar empapados en sudor, mientras al mismo tiempo les comía la boca con mucha pasión. Le mostré como su esposa era ultrajada hasta el dolor por esas dos vergas gigantes, que lograron hacerme acabar tantas veces que perdí la cuenta. Me sentía la más puta de todas. Con el solo hecho dejarme coger toda la noche, descubrí una sensación única de poder y humillación sobre el cornudo de mi marido, pero al mismo tiempo de sumisión con los negros, verlo disfrutar mientras violaban a su hembra, me hizo gozar de una manera tan fantástica que es difícil explicarlo con palabras.

Finalmente después de disfrutar hasta el infarto, los chicos me llenaron la boca y las tetas de leche calentita, en ese instante sin tragar el semen, me acerqué gateando de una manera muy sexy hacia mi macho, quien seguía masturbándose en el sofá, para culminar con el espestaculo de humillación y masoquismo me abalancé arriba suyo y le puse mis tetas llenas de eyaculación calentita en su boca, las chupó y las saboreo de una manera muy excitante, luego lo besé con mucha pasión, le pasé el semen a su boca, y jugamos con el mismo pasándolo de una boca a la otra y de una lengua a la otra. Fue muy excitante sentir el sabor de la leche de los negros en la boca de mi marido. El muy pajero acabó mientras lo besaba. Después de relajarnos unos minutos, nos fuimos a descansar a nuestra habitación, y lamentablemente, sobre todo para mi, esa fue la última vez que vimos a los negros, luego de esa tarde nos desencontramos y ni siquiera pudimos despedirnos o intercambiar correos antes de nuestro regreso a Argentina. Pero de todas maneras jamás voy a poder olvidar la experiencia que viví gracias a la complacencia de mi genial maridito.

Autor: IVANNA