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Era tan...adorable (1)

en Dominación

Doménica vivía en un precioso pueblo de Ecuador, en el seno de una familia humilde y numerosa. Era la mayor de cuatro hermanos, y a pesar de que la situación económica era delicada, sus padres insistían en que estudiara. Muchos habitantes del pueblo habían tenido que emigrar, y al final, tras ahorrar todo lo que pudieron, sus padres la mandaron a España.

Habían oído maravillas de aquel lejano país. Trabajo para todos, buenos sueldos, gente amable. Doménica no quería ir, quería seguir con su familia, pero entendía que tenía que ser así. El dinero que les mandara era necesario. Cuando sus hermanos crecieran y pudiesen aportar ingresos a la familia, ella podría regresar. Con lágrimas en los ojos se despidió de sus padres, y con una maleta como todo equipaje, subió al autobús que la llevaría a la capital, para coger el avión que la llevaría a la tierra prometida.

Dome era una chica retraída, callada. Estudiar y ayudar a su madre en casa consumía casi todo su tiempo. Cuando empezó a desarrollarse, los chicos la rondaban, pero ella no lo ponía fácil. El chico que le gustaba nunca le hizo caso, y los que sí se lo hacían caso, no la atraían.

 Sentada en el avión, no pudo reprimir las lágrimas. Iba a lo desconocido, lejos de los suyos, del pueblo al que amaba.

En España sólo conocía a María, una chica de su mismo pueblo que había emigrado hacía ya unos años y que le mandaba a su familia dinero todos los meses. Fue esa familia la que convenció a sus padres para que enviasen a Dome a España.

Pero la realidad no es siempre tan bonita como la pintan. María no les había contado nada de cómo la situación en España había empeorado. No les contó que el trabajo empezó a escasear. No les contó a qué se dedicaba. Sólo les mandaba mes a mes el dinero y les decía que todo iba bien.

Dome aterrizó en el aeropuerto de Madrid, y de allí, cogió un nuevo avión que la llevó a su destino final, las Islas Canarias. Concreta mente, a Las Palmas de Gran Canaria, en donde vivía María.

Recogió su maleta y salió de la terminal. María había quedado en venir a buscarla. Si no estaba, estaría perdida, sin saber a donde ir, que hacer. Cuando la vio saludarla entre la multitud, respiró aliviada.

-Dome! Dome! - saludó efusivamente María.

Hacía años que no se veían, y María era mayor que Dome, pero ésta era inconfundible. Aunque no era la única chica sudamericana del vuelo, sí era la única que viajaba sola. La reconoció en cuanto la vio.

Se acercó a María y ésta la abrazó con fuerza.

-Dome, como has crecido. Te has convertido en toda una mujercita.

 -Hola María. Me alegro de verte.

María cogió su maleta y las dos se dirigieron hacia el aparcamiento. Dome se fijó que María vestía de una manera, digamos, que demasiado alegre. Una minifalda y una camisa ajustada, mostrando generosamente sus pechos.

Se sentaron en el coche, arrancaron rumbo a la capital y María comenzó a hablar. Las esperanzas de Dome se derrumbaron.

-La cosa está bastante jodida por aquí, Dome. Hay una crisis muy grande y el trabajo escasea.

 -Pero...Tus padres nos dijeron que esto era...que había trabajo

 -Sí, lo había. Pero ahora mismo hay mucho paro.

Dome miró al piso del coche. ¿Qué iba a hacer?

-No le he dicho nada a mis padres. No quiero que se preocupen. Les sigo mandando dinero todos los meses y les sigo diciendo que esto es maravilloso.

 -¿Tú tienes trabajo?

María la miró.

-Digamos que sí. Ahora mismo una inmigrante sin papeles sólo tiene dos opciones. Limpiar casas. Yo lo hice durante un tiempo, pero no me gustaba y el sueldo era muy bajo. Ahora hago otra cosa y gano mucho más. Puedo mandar dinero a mis padres y vivir bien.

 -¿Qué haces?

 -Doménica. ¿No te lo imaginas?

 -No.

 -Se nota que no has salido del pueblo. Soy prostituta. Soy una puta.

Dome la miró asombrada. Una puta. Ahora comprendía su vestimenta. No se lo podía creer.

-No me mires así. La necesidad aprieta. Y tampoco es tan malo. La mayoría de los clientes son buena gente. Y algunos follan divinamente! atarraja. No te preocupes, que para ti ya tengo varias casas buscadas. Vivirás en la mía un tiempo, hasta que estés situada y consigas un piso de alquiler baratito. Seguro que encontrarás a más chicas en tu situación para compartir piso y gastos.

María siguió hablando, preguntando por el pueblo, por la gente. Domo respondía mecánicamente. Estaba al borde del llanto. Estaba asustada. Quería estar en casa. En su casa, con sus padres, con sus hermanos. Pero estaba a miles de kilómetros, sin perspectivas claras.

Llegaron a la ciudad y luego a la casa de María. Un piso en una zona tranquila de la parte alta. La llevó a una habitación pequeña pero acogedoras, con una cama, un ropero y una pequeña tele.

-Instálate, Dome. Yo tengo que revisar mis mensajes.

La dejó sola, y fue entonces cuando Doménica se derrumbó. Se le juntó todo. La añoranza, el miedo. Lágrimas silenciosas cayeron por su rostro. Pero se repuso. Estaba allí para ayudar a su familia. Y si tenía que limpiar casas, limpiaría casas. Tenía claro que no acabaría como María.

Se secó la cara, sacó su ropa y la guardó en el ropero. Después salió y se fue al salón. María hablaba por su móvil.

-Vale cariño. Esta noche a las diez. Besos - colgó - Era uno de mis clientes. Uso mi casa a veces. ¿Ya te instalaste?

 -Sí.

 -Bien. ¿Estás cansada?

 -Un poco. ¿Por ?

 -Vamos a dar una vuelta. Te enseñaré la ciudad.

 -Vale. Sí. Quiero ver en donde voy a vivir.

Las Palmas es una ciudad de mediano tamaño, moderna y cosmopolita, y para una chica de tan lejos, que siempre había vivido en su pequeño pueblo, era un mundo totalmente nuevo. Lleno de gente, de coches, grandes avenidas, centros comerciales. Dome lo miraba todo, asombrada. Por supuesto que en Ecuador tenían grandes ciudades, pero nunca las había visitado.

Tomaron un café en una céntrica plaza. Se fijó que los hombres miraban a María, que los ignoraba. Cayendo la noche, resisaron a casa.

-Ahora es buen momento para llamar a tus padres, Dome. Usa mi teléfono.

 -Gracias, María

Llamó y contestó su madre. Y como había hecho María, mintió. Le contó que todo era maravilloso, que María le había encontrado un buen trabajo y que España era un país precioso, lleno de buena gente. La madre no pudo reprimir el llanto, que contagió a Dome.

Colgó y le devolvió el teléfono a María.

-Has hecho bien. Ellos no tienen por que saber la verdad, no tienes por que preocuparlos. ya verás como todo saldrá bien

 -Esas casas que me comentaste....

 -Ah, sí. Son de señoras para la que trabajé. Un par de ellas me han dicho que necesitan chicas de servicio. Son buena gente, aunque ya te digo que el sueldo no es muy alto. Necesitarás trabajar todos los días para poder reunir para vivir y mandarle algo a tu familia.

María miró a Doménica. Era una chica linda, aunque iba sin arreglar y su vestido no ayudaba. Si quisiera, tan jovencita, tan inocente, podría hacer dinero con más facilidad que limpiando.

-A no ser que...ya sabes. Yo podría introducirte y buscarte clientes.

 -No, no. Limpiaré

 -Bueno como quieras. Es algo que está ahí si te decides.

 -No.

 -Vaaale. Pues a limpiar. ¿Tienes estudios?

 -Sí.

 -Te lo digo porque, aunque es difícil, podrían surgir otras cosas. Cajera en un supermercado, de administrativa en una oficina. Pero necesitarás papeles, y para los papeles necesitarás un contrato de trabajo. Hoy en día ya te digo que es muy difícil, pero no desesperes.

 -María...¿Cuánto te tengo que pagar de alquiler?

 -Quita, quita. Te puedes quedar aquí todo el tiempo que quieras. Y no me tienes que pagar nada, mujer. Si no nos ayudamos entre nosotras nadie lo hará.

 -Gracias - le dijo, emocionada.

 -Mañana por la mañana iremos a ver a dos de las señoras interesadas. Ya verás como consigues el trabajo. Y ahora, estarás cansada, aunque aún no estés acostumbrada al cambio horario.

 -Sí, lo estoy.

 -Pues vete a tu cuarto a descansar. Dentro de un rato vendrá un...amigo. Con el que hablé antes. Lo llevaré a mi cuarto. Espero que..no te molestemos.

 -No te preocupes, María. Estás siendo muy buena conmigo. Gracias.

 -Basta de gracias, Dome. Y ahora, a descansar.

 -Hasta mañana.

 -Hasta mañana.

Se fue a su cuarto. Aunque estaba cansada, no tenía sueño. En Ecuador sería por la mañana, así que puso la tele. Buscó algo que ver, pero no encontró nada de su agrado. Se acostó y al poco, se durmió.

Se despertó al oír risas y voces. Eran María y un hombre. Agudizó el oído. Más risas. También besos. Y gemidos. Se imaginó lo que pasaba. María estaría con ese amigo. Pensó que más que amigo sería uno de sus clientes. María, su paisana, era una prostituta.

¿Pero quién era ella para juzgarla? La había acogido en su casa y le iba a conseguir trabajo. No conocía las circunstancias que la habían llevado a eso, los motivos. Y no eran de su incumbencia.

Dejó de oír a María. Sólo oía gemidos suaves del hombre. Sintió curiosidad, y sin hacer ruido, salió de su habitación. Ya era de noche, y el pasillo estaba oscuro, así que se pudo acercar al salón sin ser vista.

Lo que vio la dejó asombrada. María estaba arrodillada entre las piernas del hombre, un señor de unos 50 años, que sentado en el sofá, tenía la cabeza echada hacia atrás, con los ojos cerrados. Las manos las tenía sobre la cabeza de María, que subía y bajaba. Se dio la vuelta y volvió a su cuarto, con el corazón latiéndole en el pecho.

A sus 19 años, era virgen, pero sabía lo que era el sexo. Sabía que María le estaba chupando el pene a aquel hombre. Lo había oído decir, aunque la palabra que usaban no la quería pronunciar.

Ella sola descubrió el placer. En su cama aprendió a acariciarse hasta obtener aquel rico placer, aquel gustito. Pero era algo que no hacía muy a menudo. El trabajo en la casa y estudiar la dejaban agotada, y cuando se acostaba, se dormía, rendida.

Y ahora, por primera vez en su vida, había visto sexo entre un hombre y una mujer. En realidad no vio nada, solo la espalda de María, su cabeza subir y bajar entre las piernas del hombre, y la expresión de placer de éste.

Se acostó, tratando de dormir, pero no se podía quitar de la cabeza esa imagen. Ahora estaba sola, sus hermanas no dormían en la cama de al lado, y sintió ese cosquilleo en el estómago, esa humedad que empezaba a mojar su sexo. Bajó su mano y la metió por debajo del pijama, por debajo de sus bragas, y se empezó a acariciar, a gemir.

Sus dedos recorrieron toda la zona, sobre todo el clítoris, que tanto placer daba al acariciarlo. Con los ojos cerrados se pasaba los dedos arriba y abajo, frotando especialmente aquel punto especial. En pocos minutos su cuerpo se tensó y fue atravesado por el intenso placer, que llenó su cuerpo de espasmos y que la dejaron luego relajada, con los ojos cerrados, el corazón latiendo con fuerza.

 Al rato, dormía.

 Por la mañana, en lo que sería madrugada para ella, María la despertó. Desayunaron y salieron. Tenían dos citas en dos casas. María vestía de una manera más normal, menos llamativa, más...decente.

 Se entrevistaron con las dos señoras, y las dos aceptaron en contratar a Dome dos días a la semana cada una. Se pusieron de acuerdo en el sueldo y, al día siguiente, Doménica empezó su nueva vida. Estaba contenta, feliz. Ahora podría ayudar a su familia.

 El trabajo era agotador, pero era un trabajo decente. Era algo que ya hacía mucho en su casa, ayudando a su madre. Las señoras eran amables, y en poco tiempo se fue haciendo a aquello. Consiguió incluso algunas casas más, llenando casi todas las horas de la semana, menos el sábado y domingo.

 Uno de los días más felices de su vida fue cuando fue a correos a hacerles el primer giro a sus padres. 400 euros, que aunque no era mucho en España, allá en Ecuador era bastante. Se quedó con 100 euros para ella y le dio 100 a María, que no quiso cogerlos, pero insistió. Le daba cobijo, le daba comida. Era justo que Dome participara en los gastos.

 María salía mucho a ver a sus 'amigos', y algunos venían a verla a ella, a su casa. Aquel hombre que vio Dome el primer día era uno de los habituales. Ya se había acostumbrado a oír las risas, los gemidos. Incluso, alguna vez, se atrevía a mirar a escondidas, pero nunca vio más que lo de aquella vez. María era discreta y se iba a su dormitorio, cerrando la puerta.

 Un día, después de la cena, estaban las dos en el salón, viendo la tele, y sonó el timbre. María fue a abrir y regresó con un hombre, que se quedó mirando a Dome. Cuando Dome vio como la miraba, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La mirada de aquel hombre la traspasaba

 -¿Quién es tu amiga, María?.

 -Es Doménica, una vecina de mi pueblo.

 Él se acercó a Dome, que casi ni respiraba. Se quedó sentada, mirando como se acercaba. Y cuando estuvo a su lado, él se agachó y le cogió la mano, la llevó a su boca y la besó.

 -Encantado, Doménica.

 Aquellos penetrantes ojos clavados en ella la hacían temblar. Aún tenía su mano cogida, y le sonreía.

 -Veo que no eres una chica bien educada, Doménica - dijo, sin dejar de sonreír

 -Ella...ella no..Déjala en paz, Francisco - saltó rápidamente María, acercándose a ellos.

 -Si no le he hecho nada. Sólo la he saludado.

 Dome sintió que su cara ardía, ruborizada al máximo, aunque su piel morena lo disimulaba. Y él no soltaba su mano.

 -Dome, ve a tu cuarto.

 Se levantó, y cuando él por fin soltó su mano, se fue a su cuarto, cerrando la puerta. Aquel hombre...La había paralizado sólo con mirarla. Se sentó en su cama. Sentía el corazón latirle con fuerza.

 Esperó a oír los besos, los gemidos, pero no oyó nada. A los pocos minutos, tocaron a su puerta. Era María.

 -Lo siento, Dome. Siempre se presenta sin avisar.

 -No pasa nada.

 -Francisco es un hombre..especial. De gustos, especiales, pero es mi mejor cliente y...me ha pedido algo - le dijo, mirándola.

 Dome sintió un nuevo escalofrío.

 -¿Qué te ha pedido?

 -Quiere que..quiere que mires como me lo hace.

 -¿Quéeeeeeeeeee?

 -Ya le dije que tú no te dedicas a esto. Pero sólo quiere que mires. No te tocará.

 -No. ¿Estás loca? No lo haré.

 -Doménica, por favor. No puedo decirle que no. Solo tienes que estar presente. Me va a pagar mucho dinero por esto. La mitad es para ti.

 -No quiero ese dinero María. No lo haré - dijo, temblándole la voz.

 Los ojos de María se llenaron de lágrimas.

 -Dome , nunca te he pedido nada, pero...por favor, hazlo. No puedo decirle que no. No puedo. Por favor.

 La vio desesperada. Se había portado tan bien con ella, y ahora que le pedía una cosa, le decía que no.

 -Sólo mirar. No quiero que me toque, ni tocarlo.

 -No no no. Sólo mirar, te lo prometo. ¿Lo harás?

 -Sí.

 -Gracias, gracias.

 La cogió de la mano y casi la arrastró hasta el salón. Él esperaba, sentado, con las piernas cruzadas, seguro de sí mismo.

 -¿Y bien? - dijo, levantando las cejas.

 -Está de acuerdo. Pero sólo mirar.

 -Ese es el trato. Ya sabes que soy un caballero.

 Dome miraba al suelo. No se atrevía a mirar a aquel hombre.

 -Dile que se siente en el sofá. Y tú, ven aquí.

 Dome obedeció. Se sentó en el sofá, pero seguía sin mirar.

 -Si tu amiga no mira, me largo.

 María la miró, con cara angustiada. Dome levantó la vista. La cara de María era de suplica. Entonces, miró al hombre.

 -Así me gusta, Doménica.

 Francisco se levantó, quedando de pie frente a María. Cogió con suavidad a María por el pelo, acariciando, y de repente, apretó su pelo, cerrando el puño sobre él.

 -Y ahora, putita, enséñale a tu amiga lo bien que sabes mamar una polla.

 Dome estaba asombrada. ¿Por qué la trataba así? ¿Por qué María lo permitía? En vez revelarse, se empezó a arrodillar delante de él, que en ningún momento le soltó el pelo. Cuando estuvo colocada, llevó sus manos a los pantalones, a la bragueta, y la bajó. Dome tenía la vista fija en las manos de María, y cuando la levantaba, se encontraba con los ojos de él fijos en ella, con esa inquietante sonrisa.

 María metió una mano dentro de la bragueta y sacó el pene del hombre. La primera vez que Dome veía uno. Le pareció algo enorme, lleno de marcadas venas. La mano de María lo abarcó, pero no pudo juntar los dedos.

 -¿Te gusta mi polla, María?

 -Sí, sabes que me encanta tu polla, Francisco.

 -Esa es mi zorrita. Ahora hazme una de esas mamadas que te enseñé.

 Dome no quitaba ojo de la ...polla. Así la llamaban. Polla. Era una palabra que apenas había oído. En Ecuador a eso lo llamaban de otras maneras. Polla. La palabra se le quedó grabada a fuego.

 Miró como María acercaba su boca a la punta de la polla y empezaba a darle besitos, a pasarle la lengua alrededor de aquella cabezota de color púrpura, mientras una mano subía y bajaba a lo largo del tronco. Vio como abría la boca y se la metía dentro, cerrando los ojos, hasta la mitad.

 -Ummmmm Eso es, zorrita. ¿Sabes? - dijo, mirando a Dome - cuando conocí a esta pumita no sabía chupar una polla como es debido, pero ahora es la mejor, sin duda. Yo le enseñé a tragarse una polla hasta los huevos. Mira que buena alumna fue.

 Soltó el pelo, puso la mano en la parte de atrás de la cabeza y apretó contra él. La polla poco a poco entró en la boca de María, hasta que sus labios chocaron con el pantalón. La dejó allí unos segundos.

 -Aggggg mira Dome. Toda mi polla en la boca de tu amiga, hasta su garganta.

 Quitó la mano de la cabeza, y la llevó, junto a la otra, a su espalda. María no se movía, ensartada por la boca por aquella enorme polla. A los pocos segundos empezó a moverse. Su cabeza iba y venía, tragando y escupiendo la polla, brillante por la saliva. Francisco no miraba como su polla entraba y salía de la boca de María. Miraba como Dome tenía su vista fija en la polla, como su pecho subía y bajaba al ritmo se su respiración, cada vez más fuerte.

 Miraba como hipnotizada. No se dio cuenta de que los pezones se le endurecían y que su sexo se mojaba. Lo que se estaba desarrollado antes sus ojos era algo que jamás había imaginado. No podía apartar la vista.

 Francisco se dejó chupar la polla un rato más, hasta que María lo llevó al borde del orgasmo, y entonces la hizo parar.

 -Bien, pumita, para, que casi me haces correr....Desnúdate.

 Lo dijo mirando a Dome, y ésta estuvo a punto de obedecerla. Se quedó mirando la polla, llena de saliva, dando saltitos en el aire. María se levantó y se empezó a quitar la ropa. Durante esa pausa Dome fue consciente de su estado. Le ardía la cara. Los pezones le dolían de lo duro que los tenía, y entre sus piernas la humedad empapaba sus bragas

 Miró el cuerpo de María. Era bonito. Se dio cuenta de que tenía su sexo completamente depilado, sin un solo pelo. El suyo sí tenía pelo. Nunca se imaginó que las mujeres se afeitaran ahí.

 -Zorrita, dile a tu amiga lo que te voy a hacer ahora. Díselo.

 -Me va a follar, Dome. Me va a meter su dura polla en el coño y me va a follar bien fuerte.

 Domo abrió la boca, y respiró por ella. Sus labios se le resecaron, se pasó la lengua por ellos

 -Enséñale el coño a tu amiga. Que vea lo mojado que lo tienes, lo cachonda que estás. Que vea que eres una buena zorra.

 María se sentó en el sofá y abrió sus piernas. Los ojos de Dome se clavaron allí. El...coño... Coño...Como a la polla, lo llamaban de otra forma, pero la palabra la excitaba. El coño de María estaba rojo, mojado, abierto. Y el suyo propio también lo sentía así. ¿Significaba eso que ella también era una zorra?

 Francisco, sin desnudarse, se arrodilló entre las piernas de María y le clavó la polla en el coño, haciendo que la chica cerrara los ojos y arqueara la espalda sobre el sofá.

 -Aggggggggggg, Francisco...que...rico.

 Él le puso la piernas sobre sus hombros y empezó a follarla, con fuerza, arrancándole gemidos de placer. En esa posición, Dome no podía ver como la polla entraba y salía del coño de María, pero lo deseaba. Deseaba seguir mirando. Y deseaba tocarse, acariciar con sus dedos la rajita de su coño y estallar en ese placer tan rico que la dejaba relajada y a gusto.

 Pero no lo hizo. Le daba demasiada vergüenza. Sólo miró. Vio como Francisco pellizcaba los pezones de María, con fuerza. Y María, en vez de quejarse, gimió más fuerte y empezó a temblar. Vio como su cuerpo se ponía rígido, como dejó de respirar, al tiempo que Francisco seguía follándola salvajemente. María apretaba los dientes y los ojos, con fuerza, estallando de placer.

 A los pocos segundos, el cuerpo de María quedó quieto. Sólo su pecho subía y bajaba, rápido, cogindo aire a bocanadas. Francisco le sacó la polla y se puso de pie, girándose hacia Dome.

 -A María le encanta que me la folle así, como a una buena zorra. ¿Cómo te gusta que te follen a ti, Doménica?

 Dome no contestó. Tenía lo ojos fijos en la polla, poderosa, brillante de los jugos del coño de María.

 -Lo prometiste, Francisco - dijo María, levantándose - Lo prometiste. Sólo mirar.

 -Ummm, sí, lo prometí. Y ya sabes que soy un caballero. ¿Sabes lo que deseo, verdad?

 -Sí, lo sé

 María volvió a arrodillarse delante de Francisco. Cogió la polla con una mano y empezó a moverla, pasándosela polla por la cara. Él ya no miraba a Dome. Miraba a María, como se pasaba su polla por la frente, por los labios, por las mejillas. Como abría la boca para chuparla, como la dejaba sobre la cara cuando bajaba a lamer todo el tronco.

 Dome, casi sin respirar, miraba como María chupaba cada vez con más ganas aquella polla. Francisco gemía de placer. Y no dejaba decirle cosas.

 -Ummmm así me gusta, zorrita. Eres una buena mamona....Sigue así, que te voy a dar tu premio..Agggggg ¿Quieres tu premio, pumita?

 -Sí..síiiiiiiiiiiii dámelo..dámelo todo...me lo he ganado...

 ¿De qué premio hablaban?. Lo supo cuando Francisco sacó su polla de la boca de María, la cogió con su mano y empezó a moverla.

 Un chorro espeso salió disparado de la punta de la polla y se estrelló con la frente de María, seguido por otro, y luego por otro más. El semen de Francisco fue llenando la sonriente cara de María, que parecía recibirlo con agrado. Incluso abrió la boca y dos chorros le entraron.

 Cuando la polla dejó de disparar, María se la volvió a meter en la boca. Dome oyó como tragaba. Dome oyó como María tragaba el semen que tenía en la boca, y luego admirada, vio como chupaba con mimo, despacito, lamiendo.

 Dome miró a Francisco, que seguía sin mirarla. Ahora sólo tenía ojos para María. Su mirada ahora no era tan penetrante como antes. Era, incluso, agradable.

 María giró su cabeza, mirándola. Dome se asombró de lo cubierta que estaba.

 -Dome, ya te puedes ir - le dijo

 ¿Irse? ¿No podía mirar más? Miró entonces a Francisco, como pidiéndole permiso.

 -Sí. te puedes ir, Dome. A no ser que quieras ver como le rompo el culito esta zorrita.

 -Dome, vete - le gritó María.

 Se levantó y se fue a su cuarto. Las piernas le temblaban. Cerró la puerta con llave. Temía que él viniese.

 El corazón le palpitaba con fuerza, el coño le ardía. Se tiró en la cama, metió su mano por debajo de sus mojadas bragas y se frotó. No fue suave. Necesitaba ese estallido, ese placer liberador, así que frotó y frotó su clítoris, que le irradiaba placer por todo el cuerpo. Cerró los ojos y en su mente se formó la imagen de la polla de Francisco, entrando y saliendo de la boca de María. La imagen de Francisco follándose a María.

 El orgasmo que atravesó el cuerpo de Dome fue el más intenso de su vida. Su cuerpo quedó arqueado sobre la cama, sus dedos llenos de su flujo. Apretó los dientes para no gritar durante los largos segundos en que no existía nada más que placer.

 Quedó desmadejada sobre las sábanas, sudando, respirando por la boca. La mano, dentro de sus bragas.

 Había oído cosas sobre el sexo, pero lo que acabada de contemplar escapaba a todo lo que había imaginado.

 Trató de dormir, pero no pudo. Se quedó escuchando, tratando de oírlos, pero nada, ni un ruido. Debían haber ido al cuarto de María.

 Un buen rato después oyó voces, la puerta principal cerrarse. Luego, toques en su puerta.

 -¿Sí?

 -Soy María. ¿Puedo pasar?

 Se levantó y abrió la puerta. María tenía una bata corta por toda prenda.

 -Lo siento, Dome.

 -No importa. No pasa nada.

 -Se presentó de improviso, sin avisar. Francisco es...especial. No puedo decirle que no. Es..me paga generosamente. Y...

 .¿Y?

 .No sé explicarlo. Pero no puedo decirle que no. Me domina. Cumplir sus deseos me..me gusta. Pero...joder. Me ha preguntado por ti.

 -¿Por mí?

 -Le he explicado quien eres, por qué estás aquí. Y...joder Dome, tengo que decírtelo. Me ha dicho que quiere que limpies su casa.

 -¿Cómo?

 -Te pagará bien. Pero Dome, di que no. Di que no.

 Pensar en estar sola con aquel hombre la hizo estremecer. No estaría María para interponerse. Por supuesto, dijo que no.

 -Bien, le diré que no quieres.

 -¿Se enfadará contigo? ¿Te...pegará?

 -¿Pegarme? No, no. Nunca me ha puesto la mano encima. Ese hombre es...extraño. Es maravilloso, un caballero, te colma de atenciones, y a la hora de, ya sabes, de follar, se transforma. Se convierte en algo poderoso, que te subyuga, y haces todo lo que te pida.

 -Pero vi como te pellizcaba los...pezones.

 -Sí, lo hizo. Y me dolió, pero el placer fue mucho mayor. Él sabe los límites, y jamás los pasa. Eres joven e inocente, Dome. Aprenderás que no todo es lo que parece. ¿Has tenido novio?

 -No. Ya sabes que en el pueblo no hay muchos jóvenes.

 -No serás...virgen!

 Dome se ruborizó y miró al suelo.

 -Sí.

 -Pues que jamás se entere Francisco, o no habrá fuerza en la Tierra que te libre de él.

 -Dices que es maravilloso y ahora hablas con miedo. No te entiendo.

 -No es miedo por él, sino por ti. A que caigas bajo su poder. Pero no pasará. Le diré que has dicho que no y que no venga más sin llamar.

 María se fue, dejándola, pensativa. Ese día había sido muy extraño. Había conocido el sexo entre hombre y mujer, y había conocido a Francisco. Cerró los ojos y sintió su mirada, aquella mirada que la traspasaba.

 Todo siguió igual. María iba y venía. Algunos clientes venían a la casa y Dome trabajaba. Se fue acostumbrando a su nueva vida, y después de todo, no era tan mala como le pintó María en un principio. Si bien el trabajo no era el que deseaba, era un trabajo, y había dejado su currículo en varios sitios del barrio, con la esperanza de que surgiera algo mejor.

 El sábado por la mañana, estaba viendo la tele en el salón cuando sonó el timbre. María dormía, pues había vuelto de madrugada, así que Dome fue a abrir. Tras abrir la puerta, se encontró con Francisco. Con Francisco y esa mirada que la dejó sin habla.

 -¿Qué? ¿No me invitas a pasar?

 -María duerme.

 -No vengo a ver a María. Vengo a verte a ti.

 Un escalofrío recorrió la espalda de Dome.

 -¿Qué quieres?

 -¿Por qué no quieres trabajar para mí?

 -Ya tengo todas las horas ocupadas. No tengo tiempo.

 -Deja algunas. Yo te pagaré el doble.

 Se atrevió a mirarle a los ojos.

 -No. Ya estoy a tope.

 -¿No? Mala respuesta. Insistiré, Doménica.

 Podría insistir lo que quisiera, pero no trabajaría para él

 -¿Qué vas a hacer hoy?

 -Nada. Descansar.

 -Ummm, eso no puede ser. Una chica joven y guapa como tú, encerrada en casa. Te invito a salir. Iremos a dar una vuelta y a comer. Seré bueno.

 La mirada de él había cambiado. Ya no era aquella mirada de depredador, sino la mirada de un hombre. Y ahora que Dome se fijaba mejor, de un hombre atractivo. El primer hombre de verdad que la invitaba a salir.

 Dudó. Él traspasó la puerta y se fue al salón.

 -Te espero sentado. Vístete y no tardes.

 Dome se fue a su cuarto, nerviosa. Empezó a buscar entre su ropa, lo más adecuado que ponerse. Se había comprado algo de ropa en un centro comercial, acompañada de María, que la había aconsejado. Eligió unos pantalones vaqueros y una blusa blanca. Se peinó su largo cabello negro y fue al salón. Él se levantó cuando la vio.

 -Estás preciosa, Dome. ¿Vamos? - le dijo, poniéndole el codo y sonriendo.

 Un poco inquieta, Dome puso la mano en el codo y salieron. Entonces se acordó de María. Tenía que decirle algo, dejarle una nota.

 -No te preocupes. Dentro de un rato la llamamos.

 Cuando se subió en el lujoso coche de Francisco, Dome se preguntó que qué hacía allí, con ese hombre, prácticamente un desconocido. Estaba loca, se dijo

 Cogieron la autopista hacia el sur, hacia la zona turística de la isla. Durante el trayecto de 60 km Francisco se interesó por su vida. Le preguntó por su pueblo, por su familia, por su vida en Ecuador. Dome se fue sintiendo más a gusto. Le contó orgullosa todo, y se sorprendió al notar que Francisco la oía con atención.

 -Me pareces una chica muy valiente, Doménica. Viajar hasta tan lejos para ayudar a tu familia. Deben de estar muy orgullosos de ti.

 -Gracias, Francisco. Dome, me llaman Dome.

 -Bien, Dome - dijo, sonriendo.

 Llegaron al sur, una zona llena de hoteles, bungalows, apartamentos, y extranjeros, guiris, chonis. Gentes de todo el mundo, paseando por las grandes y soleadas avenidas en bermudas o incluso en bañador.

 -Vamos a la playa, Dome. ¿Te apetece un bañito?

 -No he traído mi bañador.

 -Ah, no importa. Iremos a la parte nudista. Nos bañaremos en pelotas.

 Los ojos de Dome se abrieron como platos.

 -Jajajajaja. Es broma, mujer. Bueno, si te atreves, vamos.

 -No, no.

 Francisco condujo hasta uno de los numerosos centros comerciales de la zona y bajaron. Buscó una tienda de ropa y entraron.

 -Busca algo bonito, Dome.

 Se puso a buscar. Rebuscó y escogió un bañador azul marino. Cuando Francisco vio lo que ella escogió, se lo quitó de las manos.

 -Ese es para mi madre, Dome. Y tú no eres mi madre.

 Francisco se puso a buscar y le dio un bikini blanco, que contrastaría con su lindo tono de piel.

 -Pruébate éste.

 La mirada que le echó Francisco le hizo cerrar la boca. Cogió las diminutas prendas y entró al probador. Cuando se vio en el espejo, se dijo que no podía llevar eso. Era casi como si no llevase nada. La tela era ajustada, y resaltaba sus pechos. Se vio preciosa, pero su timidez le impedía lucirse.

 -¿Ya lo tienes puesto? - preguntó Francisco desde fuera del probador.

 -Sí

 Dome no se esperaba que entrase, pero él abrió la puerta y la miró. Ella se ruborizó en el acto. Se sentía desnuda.

 -Wow, Dome, estás preciosa. Te sienta perfecto. Vístete, pero no te lo quites.

 -Vale - respondió, mirando al suelo.

 -Aunque tendrás que arreglarte un poco ahí.

 Ella miró hacia donde él señalaba, y descubrió que algunos vellos de su pubis escapaban por los lados del bikini. Quería que la tierra se la tragara. Francisco notó su azoramiento. Se acercó a ella y le susurró al oído.

 -Pero no mucho. Me encantan los coñitos al natural.

 Se dio la vuelta y la dejó que se vistiera. Dome se puso el pantalón y la blusa y salió. Él estaba pagando el bikini.

 -Lo pago yo, Francisco.

 -De eso nada. Hoy invito yo.

 Volvieron a subir al coche y se fueron a la playa. Una preciosa e inmensa playa, con una zona de dunas. Cuando escogieron el sitio, extendieron las toallas que también habían comprado. Francisco se quedó mirándola, y Dome se desvistió despacio. Aquellos ojos clavados en ella la ponían nerviosa. Pero eran unos nervios extraños. Unos nervios que le agradaban.

 Francisco también se desvistió. Dome admiró su musculado cuerpo. Sus ojos pasaron fugazmente por la entrepierna de él. Se estremeció al recordar lo que allí se escondía. Aquella polla que María había mamado, que se había tragado entera, que se la había follado y el final había cubierto su cara de semen.

 Francisco le tendió la mano.

 -Vamos al agua, Dome

 Ella la cogió y juntos fueron al agua. Era la primera vez que Dome se bañaba en el mar. Hasta ahora sólo lo había hecho en ríos y lagos. El agua estaba un poco fría, pero enseguida se acostumbró.

 -Echarás de menos a tu novio, ¿No?

 -No tengo novio.

 -¿Una chica tan bonita como tu no tiene novio? Ummmm ¿Te gustan las mujeres?

 -No, no. No me gustan las mujeres.

 -A mí sí. Jajajaja

 -Jajajaja

 No pudo reprimir la risa.

 -Me gusta tu sonrisa, Dome

 -Gracias, Francisco

 Estuvieron un rato en el agua, chapoteando y riendo, y después salieron a tomar el sol. Se tumbaron en la arena, sobre las toallas. Francisco se fijó que Dome miraba a las chicas que hacían topless.

 -¿Te atreves? - le preguntó

 -¿A qué?

 -A quitarte la parte de arriba del bikini.

 -Uf, no, no.

 -Las tuyas son más bonitas que todas esas.

 Otra vez los colores se le subieron. Cambió de tema.

 -Debería llamar de María. Estará preocupada.

 -OK. Llámala desde mi móvil.

 Lo sacó de los pantalones, buscó el número en la agenda y se lo dio a Dome. A la cuarta llamada, María contestó.

 -Hola Francisco.

 -Soy Dome

 -¿Dome? ¿Pero...este es el teléfono de...? ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

 -Sí, sí, estoy bien. Francisco me ha invitado a salir. Estamos en el sur, en la playa.

 -Joder Dome. Va a por ti. ¿Seguro que estás bien?

 -Sí María. No te preocupes

 -Ten cuidado.

 -Sí. Adiós.

 Colgó y le devolvió el teléfono a Francisco.

 -Te ha dicho que tengas cuidado conmigo, ¿No?

 -Sí.

 -Jajaja. Lo sabía. ¿Me tienes miedo, Dome?

 Se quedó callada. Sí, le tenía un poco de miedo. La intimidaba, pero también la atraía. Nunca había conocido a nadie así, con esa fuerza, con esa seguridad en sí mismo, con ese intenso magnetismo.

 -Pues no tienes que temerme, Dome. Como siempre digo, soy todo un caballero. A pesar de lo del otro día.

 Lo dijo mirándola a los ojos, con esa mirada acerada, que recordaron a Dome aquella polla corriéndose en la cara de María. Sus pezones se empezaron a endurecer, y se notaban claramente en la fina tela del bikini. Él sonrió.

 -¿Tienes hambre?

 -Sí mucha.

 -Y yo. Vamos a comer.

 Se vistieron y fueron al coche. La llevó a un buen restaurante, y se pasaron toda la comida riendo. Francisco le contaba como eran los españoles, en particular los canarios. Lo que pensaban de los demás, de los extranjeros, riéndose de los estereotipos. Como buscaban defectos en los demás y no veían los suyos propios. Dome se lo pasó muy bien. Se sentía a gusto con Francisco.

 A media tarde regresaron a la capital, y la llevó a casa de María. La acompañó hasta la puerta.

 -¿Lo has pasado bien, Dome?

 -Muy bien, Francisco. Muchas gracias.

 -Yo también lo he pasado bien.

 Se miraron. Aquellos ojos, aquella leve sonrisa. Francisco se acercó a ella, puso una mano en su barbilla y se la levantó con suavidad. Lentamente, puso sus labios sobre los de ella y la besó. Dome cerró los ojos. Todo el cuerpo le temblaba. Los labios de él le quemaban.

 Tan lentamente como se acercó, se separó. Dome continuó con los ojos cerrados y los labios juntos. Francisco miró su preciosa cara, y notó como el cuerpo de ella temblaba Esa chiquilla era adorable.

 Dome abrió lo ojos, lentamente. El corazón le latía con fuerza.

 -Mañana te recogeré a la misma hora, Dome.

 Se dio la vuelta y se marchó. Dome, sin palabras, lo miró alejarse. Cuando dejó de temblar, tocó el timbre. María abrió la puerta.

 -Dome. ¿Estás bien?

 -Sí. Muy bien.

 Entró en la casa. Parecía ir flotando. María empezó a acribillarla.

 -Dome. ¿Cómo se te ocurre ir con él? Ya te avisé de que clase de hombre es. Ya viste lo que le gusta.

 -Pues conmigo se ha portado muy bien. Ha sido muy amable.

 -Lo sé. Es encantador. Pero es un lobo con piel de cordero.

 -No soy una niña, María. Sé cuidar de mí misma.

 -Tú misma. Pero luego no digas que no te avisé.

 -No te preocupes por mí.

 Se fue a su cuarto y se tumbó en la cama. Se llevó los dedos a los labios, en donde él la había besado. El primer beso que un hombre de verdad le daba. Había sentido como si una corriente eléctrica atravesara su cuerpo.

 Y al día siguiente la vendría a buscar otra vez.

 Se levantó temprano, y preparó la ropa que se pondría. Estaba nerviosa. De dio una ducha, se vistió y se perfumó.

 -¿Vas a salir, Dome? - preguntó María al verla.

 -Sí. Francisco me viene a buscar.

 María iba a decirle algo, pero optó por callarse. Ya se daría cuente de en lo que se estaba metiendo. Ya la había avisado, pero se creía más lista que nadie.

Dome esperó, impaciente a que sonase el timbre, y cuando por fin lo hizo, dio un respingo y se levantó rápidamente a abrir la puerta. Se encontró con un sonriente Francisco.

 -Hola Dome. ¿Estás lista?

 -Sí, Francisco.

 Él la miró de arriba a abajo. Vestía un lindo pantalón verde y una camisa amarilla. Estaba muy guapa. Sin embargo, le pidió que se cambiara.

 -Ponte una falda. ¿Tienes?

 -Sí claro. ¿No voy bien?

 -Vas muy bien, pero quiero que te pongas falda. - le dijo, mirándola fijamente.

 -Enseguida - solo pudo decir Dome, saliendo corriendo a su cuarto.

 Francisco entró y se encontró con María, sentada en el salón.

 -Hola María. ¿Cómo estás?

 -Bien - le respondió secamente.

 -¿Qué te pasa?

 -¿A mí? Nada. ¿Qué pretendes hacer con Dome? Cómo le hagas daño te...

 -¿Tu qué? No voy a hacerle daño. Ya sabes que trato a las mujeres como a... damas.

 Lo dijo con esa sonrisita que producía escalofríos.

 -¿O es que estás celosa?

 -Vete a la mierda, Francisco.

 -jajajaja. No seas tontita. Ya sabes que eres mi preferida.

 Se acercó a ella, que siguió sentada. Quedó frente a su cara.

 -¿Ya desayunaste?

 -No.

 -Pues sácame le polla. Hazme una mamada de las tuyas y te daré leche calentita.

 -No. Que te la haga ella. Si es que sabe.

 -María...sácame la polla. Sé una buena zorrita.

 -Déjame en paz.

 Francisco respiró hondo. Cerró los ojos y los abrió despacio.

 -O te arrodillas como una buena puta y haces lo que te digo, o será Dome la que lo haga.

 Dome, con la boca abierta, miraba desde la puerta del salón. Ya se había puesto la falda, como le pidió Francisco, y ahora lo veía delante de María, diciéndole que se arrodillara delante de él. Al ver a Dome, María obedeció, temiendo que forzara su amiga. Temiendo que forzara a Dome y no a ella. Que prefiriese a Dome y no a ella.

 Se arrodilló delante de Francisco y le bajó la cremallera, metió la mano y le sacó la polla. Enseguida se la metió en la boca y empezó a mamar. Francisco le puso la mano en la cabeza y dirigió la mamada.

 -Ummmm así me gusta, zorrita. Eres la mejor.

 Él se dio cuenta de que Dome los miraba. Sin dejar de follar la boca de María, se giró para que Dome pudiese ver bien como le clavaba la polla en la boca.

 -Espera un momento, Dome, que María está hambrienta. ¿Verdad María?

 -Sí...tengo hambre - dijo, sacándose un momento la polla de la boca - Dame toda tu leche. Es mía.

 -Agggg, menos hablar y más mamar, zorra.

 Mirando a Dome, cogió la cabeza de María con las dos manos y empezó una follada bucal ruda, con fuerza. Dome sentía de nuevo el cosquilleo, la humedad naciendo en su coñito, los pezones endurecerse. Tenía ganas de meter su mano entre sus piernas y tocarse mirándolos, pero no lo hizo.

 Francisco empezó a gemir con más fuerza y de repente, se tensó, con la polla completamente dentro de la boca de María.

 -Aggggggggggg trágatelo...todooooooo aggggggggggggg

 Hasta Dome llegó el sonido que la garganta de María hacía al tragar la catarata de semen que Francisco le lanzaba garganta abajo. No le soltó la cabeza hasta que se había descargado del todo. Sólo entonces quitó sus manos y María retiró la cabeza.

 Dome no apartaba los ojos de la polla. Brillante, llena de saliva. ¿Qué sentiría si la tocaba? Solo de pensarlo se estremeció.

 -Gracias, zorrita. Eres la mejor - dijo Francisco, ayudando a María a levantarse.

 Se agachó y le dio un beso en la boca. María sonreía, feliz de haberlo complacido. Francisco se guardó la polla en los pantalones y se subió la bragueta.

 -Bueno, Dome. Ya nos podemos ir.

 Se acercó a la chica, la cogió de la mano y salieron. María se quedó mirándolos. A pesar de tener en la boca el rico sabor de aquel hombre, sintió envidia. Se la llevaba a Dome, no a ella.

 Dome no dijo nada. Se montaron en el coche y salieron rumbo al centro de la isla, al campo.

 -Estás muy callada, Dome. ¿No estarás molesta por lo de antes, no?

 -No, no...claro que no.

 -Me gusta tu falda. Estás muy guapa.

 -Gracias - respondió, con una leve sonrisa.

 La llevó por los pueblitos del centro, una zona montañosa. Le recordó a su tierra natal, aunque la vegetación era distinta. Francisco volvió a ser el hombre maravilloso, que la hacía reír, que la trataba con respeto. Comieron en un Parador, y luego volvieron a la ciudad por un camino diferente por el que vinieron.

 Atardecía ya cuando Francisco metió el coche por una carretera pequeña y solitaria. Tras unos minutos, paró el coche, bajo unos árboles. Estaban solos. No se veían ni casas ni gente alrededor. El corazón de Dome empezó a latir. Se quedó mirando hacia adelante.

 -Eres preciosa, Dome. Me gustas mucho.

 -Gracias..eres muy amable.

 La mano de Francisco se posó en su rodilla izquierda. Dome sintió un escalofrío.

 -Ummm me encanta el tono de tu piel. Y su suavidad - dijo, acariciando lentamente la rodilla y bajando hacia el muslo.

 Dome se puso tensa. Los dedos de Francisco apenas la rozaban, pero estaban como cargados de electricidad. Se quedó mirando como la mano subía y subía, hasta que llegó a la falda. Entonces, asustada, cerró las piernas. Los dedos de Francisco quedaron atrapados entre los dos muslos.

 -Abre las piernas.

 Dome lo miró a los ojos. Francisco vio miedo en ellos. Pero había algo más. Algo que él tenía el don de ver. Ese algo que sólo algunas mujeres tenían. El tipo de mujeres que él buscaba.

 Dome no abrió las piernas. Francisco notó que temblaba ligeramente.

 -Dome, te he dicho que abras las piernas - le dijo, con voz autoritaria.

 Lentamente, las abrió. Francisco sonrió. Lo sabía. Casi nunca se equivocaba con las mujeres. Esta Doménica además era adorable, tan inocente. Iba a disfrutar sacando la zorrita que llevaba dentro.

 A medida que la mano de Francisco se adentraba bajo la falda de Dome, el corazón de la chica latía más y más fuerte. Ya estaba más arriba de medio muslo.

 -Así me gusta, zorrita. Que hagas lo que te digo.

 -No soy una zorra.. Yo no soy una zorra.

 -¿A no? ¿Y entonces por qué..... - acercó la mano a las bragas y pasó los dedos a lo largo de la raja - tienes el coño empapado?

 Dome cerró los ojos. Era la primera vez que alguien la tocaba en aquel sitio tan íntimo. Y él tenía razón. Tenía el coño mojado. Y se mojaba cada vez mas sintiendo los dedos pasearse por encima de las bragas. No pudo reprimir un gemido.

 -Agggggg

 -¿Ves? Sí que eres una zorrita. Lo supe en cuando te vi. En como mirabas mi polla clavada en la boca de María. Seguro que deseabas que fuera tu boca y no la suya, ¿Verdad?

 Metió la mano por dentro de la prenda, y acarició el mojado coñito. Frotó el clítoris y Dome arqueó la espalda sobre el respaldo del asiendo.

 -Ahhhhhhhhhhhhh

 -Dímelo. Dime que querías que fuese tu boca la que me follaba. Sé que lo deseabas.

 Ella lo miró, implorante. ¿Si lo sabía por qué se lo preguntaba?. Se mordió el labio. Notó que estaba a punto de estallar, como cuando se acariciaba. Pero ahora iba a ser mucho más fuerte.

 -Dímelo, zorra. Dímelo.

 -Aggggggggggg Sí...sí...lo..deseaba

 -¿El qué, putita? Dímelo.

 -Deseaba que ...fuera mi boca la que...aggggggggg la que...chupaba tu...tu..po...llaaaa

 El orgasmo la atravesó por completo, haciéndola por unos segundos perder la noción de en donde estaba. Fuertes espasmos recorrían todo su cuerpo y el flujo de su coño mojaba los dedos de Francisco, que no dejaba de frotar y frotar.

 Fue un orgasmo largo, intenso. Francisco miraba la carita de la chica descompuesta por el placer. No se pudo resistir a besarla, abriendo sus labios y buscando su lengua con la suya. Dejó de mover sus dedos, pero no los quitó.

 Dome se relajó. Seguía con los ojos cerrados. Sentía la cara caliente. Y la lengua de él abrazando la suya. Abrió los ojos. Se encontró con los de él, que la miraba, sonriendo.

 Francisco retiró la mano. La levantó y le mostró a Dome sus dedos mojados. Los llevó a su nariz y los olió.

 -Ummmm tu coño huele muy bien, Dome

 Dome sintió un estremecimiento al ver como Francisco olía los dedos que había estaba acariciando su coño, aquellos dedos mojados. Y cuando él los acercó a la nariz de ella, no supo que hacer.

 -Huélete...mira que olor más embriagador

 Aspiró. Ella ya había olido el olor de su coño cuando se masturba. Le llegaba desde entre sus piernas, pero ahora era mucho más fuerte. Ahora el olor provenía de los dedos a que casi rozaban su nariz.

 -Eso es, zorrita. Ahora, pruébate.

 Lo miró sorprendida. No se movió. Él acercó los dedos a su labios.

 -Chúpame los dedos.

 Abrió la boca ligeramente y él le metió dos dedos en la boca. Los chupó y se llenó de su salado sabor.

 -¿Ves? Yo tenía razón. Eres una zorrita, chupando tus propios jugos.

 Dome miró al suelo, avergonzada.

 -No sientas vergüenza por ser un putita, Dome. Es lo que eres. Y con mi guía vas a ser una buena zorra, te lo aseguro.

 ¿Y ahora que pasaría? Él haría de ella lo que quisiera, y ella no se lo impediría. Le haría lo que le hizo a María. La obligaría a chuparle la polla y luego...Se estremeció al pensarlo...luego la follaría, invadiría su ser y se llevaría por delante lo que su madre llamaba su tesoro. Y en vez de huir, de salir corriendo, lo único que hizo fue mirarlo y sentir como su coño palpitaba de deseo.

 No pasó eso. Francisco simplemente arrancó el coche y reanudaron la marcha. No dijeron nada y al poco tiempo entraban en la ciudad. La llevó hasta la casa de María y la acompañó hasta la puerta.

 Francisco tocó el timbre. Esperó a María abriera para besar a Dome. Un beso tierno en los labios que la hizo estremecer. María miró como Dome cerraba los ojos y quedaba floja, derretida entre los brazos de Francisco.

 -¿A qué hora terminas de trabaja mañana, Dome? - le preguntó él.

 -A las cinco.

 -Bien. Dime dome estarás, y pasaré a recogerte.

 Le dijo donde era. María cerró los puños. No podía ser. Los celos la corroían. ¿Celos? ¿Por un cliente? Tenía que contraatacar. Se acercó melosa a Francisco.

 -¿Te apetece una buena mamada? ¿O un buen polvo? Seré tu perrita obediente.

 -Oh, lo siento, María. Sabes que me encantaría follarte bien follada, pero esta chiquilla me ha dejado vacío. Otro día será.

 Dome se quedó boquiabierta, y María le echó una mirada asesina. Francisco estaba divertido. Le encantaba manipularlas. Cogió la mano de Dome y la levantó, para besarla, como un caballero andante besaría la mano de su dama.

 -Hasta mañana a las cinco, putita.

 Dome, sonrió.

 Las dos mujeres miraran marchar a aquel hombre. Una, la más joven, con el corazón acelerado. La otra, llena de rabia.

 Entraron en la casa.

 -María...no ha pasado como él ha dicho.

 -No es mi problema, Dome. Es sólo un cliente y yo solo soy una puta. Sólo me interesa su dinero.

 No hablaron más del asunto. Cenaron, vieron un rato la tele y Dome se fue a dormir. María recibió a un cliente y se lo llevó a su cuarto.

 Dome, acurrucada en su cama, no podía dejar de pensar en Francisco. En sus cálidos besos, en su mano acariciándola. En el inmenso placer que le dio. Y al día siguiente lo volvería a ver. Iría a buscarla. ¿A dónde la llevaría?. Le costó dormirse, pero al final el sueño la venció.

 La mañana fue larga. Contaba las horas que quedaban hasta el momento de su cita. No se podía concentrar en el trabajo, y estuvo a punto de romper el jarrón preferido de la señora.

 Dieron las cinco. Se cambió de ropa y salió corriendo. Cuando vio el coche de Francisco esperándola a la puerta, su corazón se llenó de alegría, es estómago de mariposillas. Cuando él la vio, salió del coche y le abrió la puerta. Dome fue a entrar, pero Francisco interpuso su mano.

 -¿No me das un beso?

 -Oh...lo siento.

 Levantó su cara. Los ojos de él la hacían temblar. Un temblor agradable. Sus labios se encontraron con los de él. Durante unos segundos sólo juntaron los labios. Luego Francisco abrió la boca y metió su lengua en la suya. Se pegó a ella y el beso fue apasionado, dejándola sin respiración.

 -Hueles a sudor, Dome.

 Aquello fue como un jarro de agua fría. Se sintió avergonzada, y miró al suelo. Se quería morir. Había trabajado todo el día, y no se había podido duchar. Tenía demasiada prisa por verlo.

 Él la cogió por la barbilla, levantando su cara. Vio en sus ojos que estaba a punto de llorar. Era tan adorable esa chiquilla. Le sonrió.

 -He dicho que hueles a sudor, Dome, no que huelas mal. Me gusta como hueles. Me...excita

 Le llevó una mano hasta su polla. Dome dio un gemido cuando notó aquello tan duro contra su mano. Era la primera polla que tocaba, aunque fuera sobre el pantalón. Se sorprendió de lo dura que parecía.

 Francisco quitó la mano que impedía entrar a Dome en el coche y le indicó que entrara. Después, entró él y arrancó el coche.

 -¿Dónde vamos?

 -A mi casa. Si vas a ser mi zorrita, es hora de empezar tu entrenamiento.

 ¿Quién eres ese hombre? ¿Qué le estaba haciendo? No lo sabía. Sólo sabía que deseaba ir con él, hacer lo que él le pidiese, complacerlo en todo.

 Los dos callaron durante todo el trayecto. Llegaron a una zona residencial, una zona de chalets, de gente adinerada. Francisco aparcó en el jardín de una preciosa casa, se bajó y le abrió la puerta a Dome, tendiéndole la mano. Entraron en la casa. El sonido de la puerta al cerrarse sobresaltó a la chica. Fue consciente de que estaba sola en la casa de un hombre, más fuerte que ella. Nadie sabía en donde estaba, y él podría hacer con ella lo que quisiera. Y eso, precisamente, es lo que más la fascinaba. Estaba bajo su poder.

 La casa era amplia, y salón al que pasaron estaba decorado con estilo. Francisco la dejó de pie y él se sentó en un gran sofá de cuero negro. La miró. Con aquella mirada que la hacía estremecer.

 -Desnúdate.

 Era una orden directa, clara, concisa. Se quedó paralizada. Tenía que obedecer, lo sabía, pero nunca había estado desnuda delante de un hombre. Se moría de vergüenza. Y además, pensaba que su cuerpo no estaba a la altura, que él esperaría uno de esos cuerpos que se veían en la tele, en el cine.

 -Dome, desnúdate.

 Sin mirarlo, empezó a quitarse la blusa. Sus dedos temblorosos casi no pudieron abrir los botones. Dejó la blusa en una silla. Después, se quitó los zapatos y los pantalones, dejándolos también sobre la silla.

 Quedó en braguitas y sujetador, sin poder mirarlo. Tuvo el impulso de taparse con los brazos, pero luchó y no lo hizo. Él podría enfadarse.

 -¿A qué esperas? Te he dicho que te desnudes. Quítalelo todo.

 Llevó sus manos hacia atrás y el sujetador cayó en sus manos. Empezó a bajar las bragas, levantando primero una pierna y luego la otra. Quedó desnuda ante él. Las piernas cerradas, los brazos caídos a cada lado de su cuerpo.

 -Mírame, Dome.

 Levantó la vista. Notaba su cara caliente, roja de vergüenza.

 -¿Tienes vergüenza, Dome?

 -Sí.

 -No tienes por qué. Tu cuerpo es ahora mío, y cada vez que te lo pida me lo enseñarás. Date la vuelta, despacito. Enséñame mi nuevo cuerpo.

 Dome empezó a girar sobre si misma. Francisco la miraba. No tenía el cuerpo de una modelo, pero a Francisco no le gustaban las modelos de cuerpos de mentira. Prefería a las mujeres de verdad, y Dome le pareció preciosa. Tenía un bonito tono de piel, unas tetas que se veían duras y del tamaño justo para abarcarlas con una mano, así como un culito respingón. La polla le apretaba encerrada en los pantalones.

 Ella completó el giro, quedando nuevamente de cara a él. Se atrevió a aguantar su mirada. Le gustó como la miraba. La hacía sentir deseada, mujer.

 -Eres preciosa Dome. Acércate.

 Despacio, se acercó él, quedando de pie delante suyo. Francisco la recorrió con la mirada, y se detuvo en su negro pubis.

 -Veo que te has arreglado el coño. Así está mucho mejor. Peludito pero arreglado. Siéntate a mi lado.

 Con la piernas juntas, se sentó donde él le indicó. El sofá estaba frío, y el contacto con su caliente piel la estremeció.

 -Echate hacia atrás, y abre las piernas. Enséñame el coño, Dome.

 Se mordió el labio inferior. Su espalda recibió ahora el frío contacto del cuero. Sus piernas no se abrían, parte de su ser aún luchaba, pero los ojos de él terminaron por romper esa última barrera, y Dome abrió las piernas para Francisco, mostrándose totalmente, casi en cuerpo y alma.

 -Así me gusta, putita. Ahora, ábretelo con los dedos. Ábrete el coño para mí.

 El corazón latía con fuerza en su pecho al tiempo que llevaba sus manos a su coño y tirando de los labios, lo abría. Francisco pudo ver su sonrosado interior, brillante de jugos, mojado, empapado.

 -¿Ves Dome? Eres una auténtica zorra. Estás aquí, abierta de piernas con el coño empapado, y ni te he tocado. ¿Eres una zorra, verdad?

 Él tenía razón, la conocía como nadie. Sabía lo que sentía, lo que deseaba.

 -Sí...

 .¿Sí qué?

 -Sí..lo..soy..soy una zorra..

 Una gota de flujo cayó lentamente desde su vagina. Estaba tan excitada que sentía que podría estallar así, sin tocarse, solo estando así, con las piernas abiertas para él, ofrecida. Suya

 .¿Ummm? ¿De verdad? ¿La zorra de quién?

 -Tu zorra...soy tu zorra..

 -Sí, sólo mía. Y ahora...córrete.

 -Ummm ..¿Qué?

 -Que te corras. Quiero ver como te corres para mí. Hasta una paja y córrete. Mirame a los ojos mientras de corres.

 Empezó a respirar más fuerte. Los dedos de su mano derecha recorrieron la raja de su coño con suavidad. Casi se hacía daño en el labio inferior, mordiéndolo, y cuando la yema de sus dedos rozó su clítoris, se corrió. Mantuvo los ojos abiertos, sin dejar de mirar a Francisco, mientras los espasmos del orgasmo hacía que su cuerpo se contrajera y relajara, una y otra vez. De su coño salió un chorrito de flujo que bañó sus dedos, bajando parte hasta al sofá.

 Fue un intenso y arrollador orgasmo, que la dejó rota. Él, sonreía.

 -Precioso. Ha sido precioso. Me encanta ver la cara de mis zorritas cuando se corren. Date la vuelta. Ponte a 4 patitas. como una buena perra.

 Obedeció enseguida, y gimió cuando las manos de él acariciaron sus nalgas.

 -Ummm que culito más bonito tiene mi perrita. Menéalo.

 Dome movió las caderas hacia los lados, en vaivén Los dedos de Francisco recorrieron las rajita y llegaron hasta el apretado anito. Gracias a los jugos que había salido de su coño, estaba lubricado y un dedo de Francisco se abrió camino sin dificultad. Él enseguida notó que era un culito muy estrecho.

 -¿Te han follado el culito, Dome?

 -Agg.....no...nunca...agggg

 -Ummm que raro, con lo bonito que es. ¿Cómo es que tu novio nunca te metió su polla en el culito hasta llenártelo de su leche caliente?

 -Es que...ahhhhhhhhh - aquel dedo la mataba de placer - no tengo novio.

 -¿No? ¿Un zorrita tan linda como tú y sin novio?

 Dome seguía meneando el culito, sintiendo el dedo entrar y salir. El placer volvía...la atrapaba de nuevo.

 Sin sacarle el dedo del culito, llevó otro a su coño, y se lo empezó a meter despacito. El cuerpo de Dome se puso tenso, y entonces, Francisco notó algo. Algo cerraba la vagina de la chica. No podía ser.

 -!Doménica! -¿Eres virgen?

 -Agggggggggg sí, síiiiiiiiiiiiiiiiiiii

 Un nuevo orgasmo hizo tensar el cuerpo de la joven. Francisco pudo sentir los espasmos alrededor del dedo que tenía clavado en el culo de la chica y también en la vagina. Después de unos segundos de gemidos y contracciones, Dome cayó hacia adelante, quedando tumbada boca abajo en el sofá. Los dos dedos salieron de su cuerpo.

 -Vaya, vaya. Así que mi zorrita es una zorrita virgen. Entonces tengo muchas cosas que enseñarte. ¿Tienes hambre?

 -Sí - contestó, aun sin fuerzas.

 -Ven. Vamos a la cocina a ver que tenemos

 La ayudó a levantar y fueron a la amplia cocina. Dome, completamente desnuda. Francisco, completamente vestido. Mientras preparaba algo de comer, la miraba.

 -Así que virgen ! Qué inesperado ¡

 Comieron juntos los sándwich que él preparó, con unos refrescos. Ella devoró la comida, apartando la vista a cada momento de la de él. La miraba como un lobo miraría a un corderito que está solo en el bosque.

 Cuando terminaron, le tendió la mano. Ella la cogió. La llevó de vuelta al salón. Quedaron de pie, uno frente al otro. Como hacía a menudo, le levantó la barbilla con un dedo. La miró a los ojos.

 -Eres tan..dulce, Dome. Arrodíllate.

 Bastó una ligera presión en un hombro para que Doménica se arrodillada delante de Francisco.

 -Eso es. Las buenas zorras son las zorras obedientes. Y no hay mayor satisfacción que una zorra obediente arrodillada a mis pies. ¿Sabes lo que tienes que hacer, verdad?

 -Sí.

 Le temblaban las manos cuando las llevó hacia el bulto que formaban los pantalones justo delante de su cara.

 -Quieta.

 Dome se sobresaltó. No entendía que había hecho mal.

 -Te pregunté que si sabías lo que tenías que hacer, no te dije que lo hicieras. Recuerda, la mayor virtud de una zorrita es la obediencia.

 -Lo siento.

 -No pasa nada. Después de todo, es tu primer día de...entrenamiento. Ahora me bajarás la bragueta, meterás la mano y me sacarás la polla. Luego llevarás tus manos a tus muslos y las dejarás quietas.

 -Sí.

 -Bien. Hazlo ya.

 Francisco observó las pupilas dilatas de de Dome. Sus pezones endurecidos por el deseo. No sólo deseo sexual. Era también deseo de complacer, ser hacer lo correcto, de satisfacerlo a él. Miró como sus finos dedos bajaban la bragueta y como la mano derecha se metía dentro.

 Cuando Dome tocó la dura polla, fue como tocar una brasa ardiendo. Le costó sacarla. Estaba demasiado dura. Y cuando lo consiguió, la soltó, como él había solicitado. Posó sus manos en sus muslos y se quedó mirando aquel tótem, que palpitaba a escasos cm. de su cara.

 Quería tocarla, pasar sus dedos a lo largo de toda la superficie. Apretarla con su mano. Pero él dijo que no. ¿Por qué no la dejaba?

 Él dio un paso adelante. La polla casi rozó la nariz de Dome.

 Obedecer. Hacer lo que él diga, cuando él lo diga. Ese era su papel, por lo que se quedó quieta, a la espera.

 -Bien, zorrita. Ahora quiero que acaricies mi polla con tu cara. Pásatela por toda tu carita. Por la frente, por los párpados, por las mejillas, por los labios. Y no dejes de mirarme.

 Qué caliente, que dura y suave a la vez. Dome se pasaba aquella polla por la cara. Se acarició cada centímetro de su piel con ella. Y se llenó de orgullo al ver como él sonreía, complacido. Lo estaba haciendo bien.

 Francisco esta muy excitado. De su polla manaba líquido pre seminal que dejaba marcas brillantes por la cara de Dome. Que chiquilla más adorable, pensaba.

 -Ummmmm muy bien, Dome...Ahora vas a hacer tu primera mamada. ¿Porque es la primera, verdad?

 -Sí...yo nunca...

 -Sé que lo harás bien. No te diré como hacerlo. Sigue tu instinto. Dome..chúpame la polla

 -¿Puedo...tocarla?

 -Sigue tu instinto. Compláceme, Dome. Hazme gozar con tu boca, con tus manos, con todo tu ser.

 Besó la punta, la lamió. Notó el salado sabor de aquel líquido transparente que salía poco a poco de la punta. Mirándole a los ojos, rodeó la gorda cabezota de la polla con su lengua, varias veces. Subió su mano derecha y la atrapó. Apenas podía juntar sus dedos alrededor.

 Recordó como María lo había hecho, y empezó a meterse la polla en la boca. Enseguida se dio cuenta de que no podría hacerlo como ella. La polla era demasiado larga y gruesa, y sólo consiguió meterse la punta y un poco más.

 -No vayas demasiado deprisa, Dome. Tragarse una polla es un arte que necesita práctica.

 Desistió de intentarlo, y se dedicó a disfrutar de lo que hacía. La sensación de tener la boca llena de aquella dura polla. Movió la mano, lentamente, arriba y abajo del duro mástil, mientras chupaba, sorbía y lamía.

Cuando él empezó a gemir, Dome se sintió bien. Le estaba dando placer a Francisco, y eso le daba placer a ella. Sentía su coño palpitar. Sentía su flujo escaparse, mojar sus muslos. Hasta su nariz llegó su aroma. El aroma de su excitación mezclado con su sudor.

 Chupó más rápido, con más fuerza. Le pasó la lengua por toda la polla. Incluyo llego a lamer sus pelotas, redondas y pesadas.

 -Agggg, zorrita...has nacido para esto. Lo sabía...tu primera mamada y me estás matando de placer....

 Él miraba hacia abajo, hacia aquella inocente joven que tenía la boca abierta y su polla dentro. Sentía su lengua serpentear alrededor de la punta, su mano frotar. Lo estaba llevando sin remedio hacia un arrollador orgasmo.

 -Ummmmm eso es...así, así putita...Te has ganado tu premio...Aggggg que placer...¿Quieres...tu...premio?

 Dome asintió con la cabeza, sin dejar de mamar. Francisco empezó a gemir más fuerte, a mover sus caderas adelante y atrás, hasta que Dome sintió como el cuerpo de él se ponía tenso, como la polla tenía espasmos dentro de su boca hasta que de repente, un potente chorro salado, espeso y caliente se estrelló con fuerza contra su lengua. Fue seguido por otro, y luego por otro más. La cara de Francisco era de total placer, mientras se descargaba dentro de la boca de Dome.

 Ella no se esperaba tanto semen. Tampoco lo tragó, así que cuando no había más espacio en su boca, el semen empezó a salir por la comisura de sus labios. Y seguía entrando más en su boca. Francisco Seguía gimiendo sin dejar de mirarla.

 A cada lado de la boca dos regueros bajaron por su barbilla, por su cuello, y llegaron hasta sus tetas. Por fin, la polla dejó de expulsar el premio. Francisco la dejó dentro de la boca. La lengua de Dome estaba bañaba en semen.

 -Trágate lo que tienes en la boca.

 Dome tragó. Se bebió su premio. El sabor era extraño, salado, un poco amargo. Pero era su premio.

 -Ummm eso eso, zorrita. No ha estado nada mal para ser tu primera mamada. Pero tendrás que aprender a no desperdiciar mi leche. Cuando me corro en tu boca es para que te tragues todo, ¿Entendido?

 -Sí, lo siento.. pero era mucha...leche.

 -Jajajaja. Lo sé. Pero es que me habías puesto muy cachondo.

 ¿Ella lo había puesto cachondo? Le sintió tan bien oírle decir eso. Se sintió orgullosa de ella misma. Se sintió orgullosa de ser una buena zorrita.

 La hizo levantar y la besó, llevando sus manos a su culo, sobándolo, apretándolo contra él. Recorrió la hendidura que separaba su lindo culito un un dedo, y cuando éste llegó al ano, lo penetró. Dome se estremeció en sus brazos.

 -Ummmmm

 -¿Te gusta eh, perrita?

 -Sí....me...gusta.

 -Tienes un culito muy apretado. Me va a costar meterte la polla hasta el fondo.

 Dome tembló, ahora de miedo. Aquella enorme polla en su culo le haría daño. Pero si el lo quería, sabía que lo tendría. Sólo había una voluntad. La de él.

 -¿Que te pasa, Dome? ¿Por qué tiemblas?

 -Es que...me dolerá.

 -¿Claro que te dolerá. En el dolor está el placer - le dijo, levantándole otra vez la cara por la barbilla - Pero no soy un animal, Dome. Te aseguro que serás tú la que me pida que te clave la polla en el culo.

 La llevó al sofá y la hizo arrodillar sobre éste. Él se desnudó. Dome lo miraba. Admiró su cuerpo, ni musculoso ni fofo, pero sí cuidado. Le pareció hermoso. Cuando sus ojos se posaron en su dura polla, volvió a sentir un escalofrío.

 Francisco se sentó a su lado, acercó la boca a su lindo trasero y empezó a besar las nalgas. La hacía cosquillas, y Dome sonreía, meneando las caderas. Los besos pasaron a ser lamidas, que se acercaban cada vez más a su cerrado anito. Cuando llegó, lo lamió, pasando la punta todo alrededor del esfínter.

 -Ummmmmmmmm - gimió Dome ante la inesperada y placentera caricia.

 Le abrió las nalgas con las manos para que su lengua pudiese explorar la zona. Depositaba saliva e intentaba meter la punta dentro, haciendo fuerza. El coño de Dome palpitaba.

 -Aggggggggg que rico....

 Sin dejar de mover la lengua, Francisco llevó una mano al coñito de la chica y empezó a rozarlo, a acariciarlo. Estaba babosito, caliente. Le comió el culito mientras la masturbaba. Dome gemía mas fuerte. El orgasmo se estaba formando en su interior.

 Y cuando iba a estallar, él paró. Dejó de acariciar, de lamer.

 -Ven, zorrita, acuéstate sobre mis piernas, boca abajo.

 El culo de dome quedó sobre los muslos de Francisco. Empezó a magrearlo, a acariciarlo. Al lado del sofá había una mesita. De un cajón sacó un bote de crema. Domo, con los ojos cerrados, no se dio cuenta de nada. Se echó crema en un dedo y la esparció sobre el tentador anito. Cuando volvió a meter el dedo, resbaló hasta el fondo con suma facilidad.

 Empezó a meter y sacar el dedo, girándolo. Lo metía hasta el fondo, hasta el último nudillo. Dome gemía de placer. No había dolor. Solo placer.

 Al poco tiempo, puso un poco más de creme y un segundo dedo acompañó al primero.

 -Aggggggggggggggggg

 -Eso es, zorrita..disfrutalo. Relaja el culito, deja que se dilate, que se acostumbre.

 Si con un dedo sentía placer, con dos el placer se doblaba. Notaba el culito lleno, como él los metía y sacaba. Movía su culo, buscando los dedos, buscando un mayor roce. Y entonces Francisco llevó nuevamente la otra mano hasta su coñito y frotó su clítoris al tiempo que la follaba con los dedos.

 -¿Te gusta zorra? ¿Te gusta como te follo el culo?

 -Ummmmmm sí...Francisco...sí...me ...gusta...mucho.

 -Te gusta porque eres una zorra. Dome. Una zorra caliente, una putita cachonda. Me estas empapando los dedos con los jugos de tu coño. Joder, mi tengo los muslos mojados.

 La folló con más fuerza, pasó los dedos por el coño mas profundamente, y notó como el cuerpo de su putita empezaba a tensarse. Iba a correrse, y justo cuando estaba llegando al punto sin retorno, paró, dejándola a las puertas del orgasmo, pero sin dejarla traspasarlas.

 -Aggggggggg no...pares... por favor...no pares..sigue....

 -Shhhhhhhhhh calla, zorra. Aquí mando yo.

 La dejó así casi un minuto. Cogió más crema y un tercer dedo se metió en el culito de Dome. Ahora sí estaba llena de verdad. Ahora sí que empezó a sentir molestias, un poco de dolor, pero mucho placer.

 -Relájate..siente mis dedos dentro de ti. Como entran - dijo metiéndolos - ...como salen - dijo, sacándolos.

 Dome con los ojos cerrados, trataba de hacer lo que él le decía, relajar su culito, dejarlo flojo para que los dedos la follaran. Cuando los tenía dentro, los hacía girar, distendiendo más el esfínter.

 -Ummmmmmmmm Francisco...me duele..un poco...pero..agggggggggg

 -¿Pero?

 -Pero...me gusta......

 -Lo sé, Dome. Tu coño no deja de mojarse

 Volvió a masturbarla, a trabajarla con las dos manos. Una en su coño y otra en su culo. Los duros pezones de Dome parecían raspar contra la tela del sofá. Gemía, se quejaba, meneaba al culito. Y cuando se iba a correr, el paró.

 -No. no. nooooooooooooooo por..favor

 ¿Por qué era malo con ella? Había hecho todo lo que le había pedido. Todo. Y ahora él le negaba el máximo place. Pero a los pocos segundos, él volvió. Volvió a frotar su clítoris, a follarle el culo, y volvió, cuando estaba otra vez a punto de correrse, a parar.

 Esto se repitió varias veces más. La llevaba al borde de la locura pero no la dejaba caer. Empezaba a desesperarse. Y entonces, recordó sus palabras

 "Te aseguro que serás tú la que me pida que te clave la polla en el culo.". Al fin comprendió su juego. Si quería que la dejara terminar, tendría que pedírselo.

 -Francisco...por favor...fóllame....

 -Ya lo estoy haciendo, zorrita. Ya te estoy follando el culito con mis dedos.

 -Ahhhhhhhh, sí..agg....pero...fóllame con..tu ...polla.

 -¿Estás segura? Antes temblabas como una perrita desampara con miedo, y..¿Ahora quieres que te clave mi polla en el culo?

 -Sí...por favor...fóllame...clávame tu polla en le culo....

 Él sonrió. Esa preciosa chiquilla sería suya para siempre. La hizo poner arrodillada en el sofá, con el culito en pompa, hacia afuera. El se puso de pie detrás de ella. Se echó crema en la polla, se la esparció y después puso un poco más en el ano de Dome.

 Aceró su ariete, lo apoyó y empezó a empujar. Cuando la gorda cabezota venció la resistencia del esfínter y se coló dentro, Dome dio un grito de dolor. Francisco se quedó quieto.

 -Tranquila..pasará.

 Estuvo unos segundos sin moverse. Después empujó un poco más. La polla se fue abriendo paso. Dome se quejaba de dolor, pero también sentía un enorme placer. Cuando media polla había desparecido dentro, Francisco dejó de moverse. Esperó unos segundos a que Dome se acostumbrara.

 El dolor fue desapareciendo, y el placer, aumentando.

 -Sigue tu, zorrita. Clávate mi polla hasta el fondo de tu culito.

 -Ahhhhhhh ummm sí..sí....

 Se empezó a echar hacia atrás. Sentía como se iba llenando de polla. Casi la sentía salir por su boca. Y cuando sus nalgas chocaron contra el cuerpo de él, fue consciente de que lo había conseguido. La enorme polla de Francisco estaba toda dentro de ella.

 -Dome...lo has conseguido. Tienes el culito más apretado que me he follado. Y ahora te lo voy a follar en serio.

 La agarró por las caderas y empezó a moverse. Primero lentamente, pero en profundidad, apretando y sacando luego la polla hasta la mitad, para volver a clavársela. Dome volvió a sentir algo de dolor, pero nada en comparación al placer que la daba. Empezó a sudar, a moverse con él, a buscar con su culo la polla cuando él se la clavaba.

 Tenía los codos apoyados en el sofá. Sintió algo caliente bajar por un muslo. Eran los jugos de su coño.

 -Aggggggg aggggggggggg

 Al fin. Al fin obtenía lo que él le negó. Al fin su cuerpo fue atravesado por el mayor orgasmo de su vida. Todo su cuerpo se tensó, se crispó mientras la dura y enorme polla continuaba taladrándola. Un orgasmo largo, intenso, que llenó su cuerpo de espasmos que se transmitieron a la polla que la sodomizaba sin piedad.

 -Ummm mi zorrita se está corriendo con mi polla clavado en su lindo culito. ¿Verdad? ¿Te estás corriendo?

 Dome no podía hablar. El orgasmo parecía no tener fin. Oleada tras oleada de placer la atravesaba, hasta que no pudo más y cayó hacia adelante. Él adivinó que se iba a caer y la siguió, evitando que la polla abandonara el su cálido nido.

 Dome quedó como muerta, boca abajo en el sofá, con Francisco detrás de ella, con su polla en su culito. Sin fuerzas, con los músculos relajados, los ojos cerrados.

 El se agachó y le susurró al oído:

 -Y ahora, zorrita, me toca a mí.

 Empezó nuevamente a encelarla, pero ahora con suavidad, recreándose en el placer de penetrar aquel preciso culo. Acarició su bella espalda. Dome no sentía ningún dolor, y cuando él empezó a gemir, una sonrisa se dibujó en sus labios. Él la estaba gozando. Le estaba dando placer.

 Se agachó sobre ella, besó su cuello y con un gruñido, le clavó la polla a fondo y se corrió. Dome sintió dentro de ella la caliente leche invadirla.

 Francisco se tumbó a su lado. Ella le dio la espalda y él la abrazó. La rodeó con sus cálidos brazos y la besó con ternura en el cuello.

 Minutos después, el se levantó y la cogió en brazos. No lo costó llevarla hasta el baño. Los dos entraron en la amplia bañera y Francisco abrió el agua. Dome estaba agotada, casi no se podía mover.

Él, con dulzura, la enjabonó y luego aclaró el jabón. Se enjabonó él, de duchó y luego secó a ambos.

 La ayudó a vestir y luego la llevó a casa de María. En la puerta, antes de tocar el timbre, la besó.

 -Mañana te recojo a la misma hora.

 Dome sonrió.

 -Hasta mañana, Francisco.

 -Hasta mañana, zorrita.

 Él se fue y Dome tocó el timbre. María abrió la puerta.

 -¿Vienes de estar con él, verdad?

 -Sí.

 -¿Te ha follado?

 -Sí.

 -Dome...te avisé.

 -Él no es como tú crees, María

 -Lo conozco mucho mejor que tú. Te utilizará y cuando se canse de ti, se buscará a otra.

 Dome no tenía ganas de hablar.

 -Estoy cansada. Me voy a dormir.

 Se fue a su cuarto y se tumbó en la cama. El culo de dolía un poco, pero jamás olvidaría el placer que había sentido. Se dio cuenta en ese momento de que él no le había follado el coño.

 Mañana lo haría, se dijo. Mañana la desvirgaría y sería suya del todo, para siempre.

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