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La sustituta

en Amor filial

No era la primera vez que María oía discutir a su hija y a su yerno, pero esta vez fue gorda. Oyó a Manuel gritar y, dando un portazo, irse a la calle. Luego, a su hija llorar.

Desde que se quedó viuda vivía con ellos. Eran una pareja feliz, se querían, pero todo había empezado a ir mal cuando Luisa, su hija, se quedó embarazada. Según oía en las cada vez más frecuentes discusiones, el problema era sexual. Manuel le pedía sexo a su mujer, pero Luisa cada vez le daba menos. Y esta noche, todo había estallado.


Se acercó a la habitación de su hija. Sus sollozos de oían claramente detrás de la puerta. Tocó.

-¿Puedo pasar?

Luisa no contestó, así que entró. La encontró acurrucada en la cama. Su barriga de ocho meses era claramente visible. Se acercó a la cama y se sentó a su lado. Le puso la mano en el pelo y la acarició.

-¿Estás bien?

-¿Por qué es así, mamá? ¿No entiende que no tengo ganas, que estoy incómoda?

-Claro que lo entiende, mi amor. Pero...ya sabes...los hombres tienen...necesidades. Él te quiere mucho.

-Lo sé. Y yo a él. Pero siempre...siempre quiere sexo. Y yo ahora no estoy para eso.

-Bueno... me da un poco de vergüenza decirte esto, pero....hay otras...maneras, ya sabes. El entenderá.

-¿Otras maneras?

-Ay, Luisita. Sí mujer...No todo es...penetración. Podrías...calmarlo de otras maneras.

Luisa miró a su madre. Y entonces le gritó.

-¿También tú? No tengo ganas de nada. No quiero tocarlo. ¿Es que no pueden entenderlo?

Se giró y siguió llorando. María intentó calmarla,, haciéndole caricias en el pelo, como de pequeña. Al poco dejó de llorar y se durmió. Apagó la luz y la dejó descansar.

Ahora empezaba a comprender lo que le pasaba a aquella pareja, a su amada hija y a su querido yerno. Los entendió a los dos. A su hija, en su falta de deseo, y a Manuel, en su frustración por no conseguir de su mujer ningún alivio. La cosa podría acabar mal. Aunque confiaba en su yerno, sabía que el sexo era una necesidad para los hombres, y que al final podría cansarse de satisfacerse sólo y buscaría fuera lo que no tenía en casa. Y no quería que su hija pasase por eso. Ni su yerno. Estaba muy preocupada por ellos. Sabía que en el fondo de amaban, y que todo se arreglaría cuando naciera el niño, su nieto.

Se fue al salón y esperó. Un buen rato después volvió Manuel. Era evidente que había bebido. Entró y ni la miró.

-Hola Manuel. ¿Cómo estás?

-Bien María. Estoy bien.

-Os oí discutir.

-Ya. Bueno, son cosas de matrimonio.

-Hablé con Luisa. Me contó lo que pasa.

Manuel la miró, asombrado. Pero pensó que viviendo en la misma casa, era normal que su suegra se enterase de todo.

-Ella te quiere mucho, Manuel.

-Y yo a ella, María...Pero...

-Entiéndela. A algunas mujeres el embarazo les cambia el carácter Se sienten incómodas y no tienen ganas de nada. Y...ya sabes...ni siquiera para el..sexo.

Manuel se sentó en el sofá, y miró al suelo. Se sentía un poco avergonzado de hablar de esas cosas con su suegra, aunque siempre se habían llevado bien.

-María, si yo lo entiendo. No quiero obligarla a nada. Pero es que ni siquiera quiere .... - se calló.

-¿Masturbarte?

-Sí. Yo sigo deseándola, y... me aguanto todo lo que puedo. Pero la tengo a mi lado, se abraza a mi...No puedo evitar excitarme.

-Comprendo que para ti debe de ser una tortura.

-Tendré que aguantarme.

-No soy quien para meterme en vuestra vida, pero espero que no busques fuera de casa, ya sabes. Desahogo.

Manuel levantó la mirada.

-No. Eso no.

-Ya verás como todo se arregla, Manuel.

-Eso espero.

Durante varios días la cosa pareció ir bien, hasta que una noche María los oyó discutir de nuevo, dando gritos.

-Joder, Luisa, sólo te estoy pidiendo una simple caricia. Seguro que a un perro lo acariciarías.

-Vete a la mierda, Manuel. Si la tienes dura, vete al baño y te la cascas, pero a mi déjame en paz. Olvídame.

-Si es tu última palabra, así sea. buscaré a alguien que sí quiera.

Dio un portazo a la puerta de la habitación, dejando a su mujer al borde del llanto. No pensaba hacer lo que había dicho. Simplemente se iría al bar a calmarse, y luego hacer lo que Luisa dijo, encerrarse en el baño y quitarse la tensión. Lleno de rabia y frustración, se dirigió a la salida. Allí se encontró con su suegra.

-Manuel, por favor, no lo hagas. Recapacita.

-Déjame tú también en paz, por favor. Aparta.

-No cometas una locura, Manuel.

-¿Locura? Le voy a dar una lección a tu hija.

María vio que Manuel estaba realmente enfadado, pero que sus ojos estaban acuosos, a punto de llorar. Sintió la enorme frustración de aquel hombre. Sin saber por qué, sus ojos echaron una rápida mirada a la bragueta de su yerno. Comprobó que estaba excitado. Si salía en ese estado, enfadado como estaba, podría cometer una locura, buscar una mujer con la que estar o directamente irse con una prostituta. Si daba ese paso pondría en peligro su matrimonio, su felicidad y de la su hija. No podía permitirlo.

-Por favor, Manuel, no lo hagas. No te vayas así.

-María, no me hagas apartarte. Déjame salir.

María no tuvo tiempo de pensar. Cuando se dio cuenta su mano estaba sobre la bragueta de su su yerno. Notaba la dureza de lo que se escondía debajo. Manuel la miraba con los ojos ya la boca abiertos. La mano empezó a acariciar lentamente.

-Pero...! María¡ ¿Qué haces?

Ella miró al suelo. No podía mirarlo a la cara. Pero no quitó la mano. Él no se apartó.

-No quiero que arruines tu matrimonio. No quiero que busques a otra mujer, una desconocida. Yo puedo...calmarte.

-¿Pero te has vuelto loca?

-Es mejor así. Nadie tiene que enterarse. Todo quedará en casa.

Notó que el bulto crecía más, que se ponía más duro. La mano recorrió la longitud.

Manuel, aunque sorprendido, no pudo dejar de excitarse al sentir una mano que no era la suya acariciar su polla. No tenía intención de irse de putas. Sólo beber y olvidarse de todo, pero la mano de su suegra acariciándolo empezó a gustarle. Necesitaba sexo, y su propia mano ya no lo saciaba.

María empezó a apretar. La polla estaba ya dura del todo, y parecía una buena polla. Lentamente, bajó la bragueta. El sonido de la cremallera hizo estremecer a Manuel, que aún no se podía creer lo que su suegra estaba haciendo. Miró como la mano desaparecía dentro de su bragueta. Sintió el calor de los dedos recorrer su polla sobre el calzoncillo primero y luego directamente sobre la piel. Gimió de placer.

Con dificultad, María se la arregló para sacarle la polla. La miró asombrada. Su hija tenía suerte. En su mano tenía una más que respetable polla, dura, larga y gruesa. Empezó una lenta paja, sin dejar de mirarla. Manuel miraba la mano subir y bajar a lo largo de su polla. Su respiración era agitada, como la sangre que bombeaba su corazón y que María sentía latir en la dura polla.

Ella empezó a mover la mano más deprisa, haciendo que Manuel gimiera más. Se atrevió a mirarlo. Sus ojos se encontraron. Ella le sonrió, y él le devolvió la sonrisa. Se dio cuenta de que de la punta de la polla salía un líquido transparente. Su yerno estaba muy excitado. Se correría pronto.

-Ven - le dijo, agarrándolo por la polla y llevándolo al baño.

Entraron y cerró la puerta tras de ellos. Lo llevó frente al lavamanos y siguió con la paja, más rápido. Se miraban a través del espejo, sin hablar. María veía como Manuel cerraba los ojos, poniendo cara de placer.

Ella notó que el cuerpo de Manuel empezaba a temblar, a ponerse tenso. El final se acercaba. Aceleró su mano y sintió en su mano como la polla empezaba a palpitar. Se puso más dura y notó claramente como el primer chorro de semen subía como una bala a lo largo de la uretra. De la punta de la polla un enorme chorro, blanco y espeso, salió disparado y se estrelló en el lavamanos, seguido por otros más, cada vez con menos fuerza.

María quedó maravillada de la enorme corrida que su yerno había tenido. El semen, amarillento, era visible contra el blanco de la loza del lavamanos. Seguía agarrando la polla, ahora sin mover la mano. Aún palpitaba. Apretando desde la base hasta la punta, sacó los restos de leche que aún quedaban, que gotearon lentamente desde la punta de la polla.

Sus miradas se encontraron en el espejo.

-Ibas cargadito...

-Ya no podía más María.

-Espero haberte aliviado la..tensión.

-Sí... estoy mucho mejor. Gracias

-No hay de qué.

María se dio cuenta de que no había soltado la polla. Y fue entonces consciente de lo que había hecho. También fue consciente de otra cosa. Tenía el coño empapado. Soltó la polla.

-Bueno, no podía dejar que tu matrimonio peligrase. Será mejor que me vaya. Salió del baño. Antes de salir, sus ojos no pudieron evitar darle un último vistazo a la polla que acababa de masturbar. Seguía dura. Cerró la puerta y se fue a su habitación.

Manuel miró el lavamanos, lleno de rastros de semen. Su suegra le había hecho una maravillosa paja, dándole un inmenso placer. Hacía días que lo necesitaba, pero jamás hubiese pensado que al final sería María quien le echara 'una mano'.

Limpió el lavamanos, se guardo la polla, que ya empezaba a ablandarse, y volvió junto a su mujer. La encontró dormida. Se puso el pijama y se acostó junto a ella. Luisa, al sentirlo a su lado, se dio la vuelta y lo abrazó.

-Lo siento - dijo él.

-Yo también lo siento, mi amor.

Se besaron y al poco, dormían.

La que no podía dormir era María. No se podía quitar de la cabeza aquella enorme y dura polla escupiendo semen en el lavamanos. Tenía el coño encharcado. Desde que enviudó, hacía cinco años, el sexo no existía para ella. Y ahora, de repente, había despertado. Sentía sus pezones duros. Sentía como su coño destilaba jugos. Llevó una de sus manos allí. Lo encontró caliente, babosito. Recorrió la raja con sus dedos y empezó a hacerse una paja.

En su cabeza sólo había sitio para la polla de su yerno. Su otra mano la llevó a sus enormes tetas, caídas por la edad, pero sobre todo, por el peso. Se pellizcó los pezones, que eran muy sensibles. Se frotó el clítoris con fuerza hasta estallar en un grandioso orgasmo, que sin embargo, no la llenó del todo. Se mordió el labio inferior para no gritar, y siguió masturbándose hasta volver a correrse. Su segundo orgasmo la dejó sin fuerzas, con la respiración agitada. Se acurrucó y al poco, más relajada, se durmió.

...

A la mañana siguiente intentaron comportarse como si nada hubiese ocurrido, pero no podían evitar echarse miraditas. Aunque Manuel  ya había mirado en otras ocasiones a su suegra como mujer, ahora era distinto. Miró su amplio culo, sus tetas abundantes. Era una mujer sobre los 50, un poco regordeta, pero aún atractiva. Y más después de lo de la noche anterior. Empezó a sentir como su polla empezaba a reaccionar, e intentó pensar en otra cosa. Consiguió distraerse y el día transcurrió tranquilo.

Pero por la noche, sola en su habitación, María volvió a recordar la sensación de la cálida y dura polla de su yerno en su mano, sus gemidos, y como aquella dura barra de carne palpitaba mientras disparaba su espeso y blanco contenido. Se volvió a mojar, y se volvió a masturbar. Se decía que lo del otro día fue algo puntual, que no volvería a suceder, pero no se podía quitar la polla de su cabeza.

En su cuarto, acostado al lado de su esposa, Manuel pensaba. Pensaba en el placer que su suegra le había dado. Su polla formaba un buen bulto en su pijama, y el culo de su mujer no ayudaba. En otros tiempos sólo hubiese tenido que bajarle el pantalón a su mujer y hubiesen echado un buen polvo, pero ahora no se atrevía ni a tocarla. Pensó en hacerse una silenciosa paja. Incluso en levantarse e ir al cuarto de su suegra, pero desechó la idea. Se dio la vuelta y trató de dormirse. Le costó, pero al final, el cansancio le pudo.

...

El día siguiente, por la noche, estaban los tres en el salón, viendo la tele. Luisa se sentía mal, estaba cansada, le dolía la espalda.

-Me voy a acostar. Si no nace pronto el niño me moriré.

-No digas eso, hija. Ya verás como en cuanto nazca todo cambia.

-Eso espero. Hasta mañana

-Hasta mañana.

Le dio un suave beso a Manuel y con una mano en los riñones fue arrastrando los pies hasta su dormitorio.

-Pobrecita. El embarazo le está sentando fatal.

-Los médicos dicen que todo va bien, María.

-Lo sé. Hay mujeres a las que les incomoda más que a otras.

-¿Cómo fue el de ella?.

-Pues no lo recuerdo especialmente malo. Normal, diría yo. Alguna molestia lógica, pero no tanto como a Luisa.

-Bueno, lo de ella es psicológico además de físico.

Siguieron viendo la tele. Manuel en un sofá y María en otro. Él empezó a mirarla de reojo. Sus tetas, su regordete cuerpo. Se le empezó a poner la polla dura. En otras circunstancias hubiese hecho lo posible para disimular su erección, pero esta vez no.  Quería que su suegra se diera cuenta de como estaba. Ella miraba la tele, y no a él, pero al poco lo miró para preguntarle algo. Sus ojos se clavaron primero en el prominente bulto y luego en los ojos de él. Manuel le sonrió.

-Uf.

-Me he puesto...contento.

-Ya lo veo.

Estuvieron largos segundos sin decir nada. Largos segundos en los que la polla se puso aún más dura, y en los que el coño de María se empapó. Se miraban, pero ninguno daba el primer paso. Al final, Manuel se levantó y se sentó junto a su suegra.

-María...

-No puede ser Manuel. Lo del otro día fue un error.

-María, no fue un error. Hiciste algo por mi. Algo que necesitaba - le cogió una mano y la llevó a su polla - y que necesito ahora.

María se miró la mano. Sentía la dureza de la polla de su yerno, Esa polla que no se había podido quitar de la cabeza. No quitó la mano.

-Pero Manuel...No está bien

Él se bajó el pantalón de pijama, junto a los calzoncillos, La polla saltó y María la atrapó. Se mordió el labio inferior al sentir la suave y cálida piel, la dureza. Casi pudo sentir como el flujo empapaba sus bragas,

-Ummmm como me gusta tu mano en mi polla.

-Manuel...

-Hazme una paja María, De verdad que lo necesito.

Ella no movía la mano. Sólo apretaba, sentía. Manuel agarró con su mano la mano de María y le empezó a mover, arriba y abajo. Cuando comprobó que ella ya la movía sola, la soltó. La mano de María ahora subía y bajaba a lo largo de su polla.

-Aggggg que rico...suegrita...así...despacito.

-Será la última vez....

-Vale...pero no .....pares.

Manuel miraba como María lo pajeaba lentamente, dándole mucho placer.  De vez en cuando sus miradas se encontraban, y se sonreían. Miraba sus tetas. Se dio cuenta de que los pezones se marcaban bajo la fina tela del pijama.

-También tú estás cachonda.

-¿Qué?

-Que estás caliente.

-No.

-Ummm..¿Cómo que no? Tienes los pezones como piedras. Seguro que el coño lo tienes empapado.

-Manuel..no...

-Venga, no me mientas. Mi polla te pone cachonda. ¿Te gusta?

María no dijo nada. Sólo siguió moviendo su mano

-¿Estás mojada?

-No.

-Agggggggg mentirosa...Más...deprisa...necesito correrme...de verdad que lo necesito.

-Vamos al baño

-¿Por qué?

-Si te corres aquí, lo mancharás todo. Seguro que vas muy cargado.

-Uf....estoy que reviento, suegrita. Pero aquí...ummm estoy muy cómodo. Cuando me vaya a correr te aviso y te la metes en la boca.

María es estremeció de pies a cabeza. Su marido le había enseñado a chuparle la polla y a tragarse toda su caliente leche. A ella llegó a gustarle mucho hacerlo, y lo echaba de menos. La sensación de una polla que empieza a tensarse en su boca. La sensación de fuertes chorros de espeso semen estrellándose contra su paladar, contra su lengua. La sensación que como se iba llenando y sobre todo, la sensación al tragar, al sentir el néctar bajar por su garganta, el salado y amargo sabor que llenaba su boca. Y la polla de su yerno era preciosa. Recordó la corrida del baño. La imagino estallando dentro de su boca. Apretó los muslos y casi se corre.

Cómo deseaba agacharse y meterse aquella polla en la boca. Pero su mente aún luchaba.

-No Manuel. Eso no.

-¿Por qué no? Ya sé a quien sale Luisa. Ella tampoco me deja.

De la polla empezó a manar el transparente líquido pre seminal. Manuel estaba a punto de correrse. Su hija no lo dejaba correrse en su boca. "¡Qué tonta!", pensó. Pero ella no era como Luisa. Ella si lo dejaría, con gusto. Pero no podía hacerlo, era su yerno. Ya habían ido demasiado lejos. La mano no se paraba.

-Agggg suegrita....no puedo más.....me voy a...correr......

Lo notó en como empezó a palpitar la polla en su mano. En pocos segundos aquella polla empezaría a lanzar aquella catarata de leche. Lo podría todo perdido. Sus pijamas, puede que hasta el sofá.

Pensó con rapidez. La cosa ya estaba hecha. Hizo correr a su yerno el otro día y ahora lo estaba haciendo otra vez. ¿Qué más daba en donde echaba el semen? Además, lo echaba tanto de menos. Sólo una vez más....para recordar viejos tiempos.


Agachó la cabeza en dirección a aquella polla a punto de explotar. Justo cuando se la metía en el boca, el primer chorro de semen salió disparado, golpeándola en el fondo de la garganta. Casi tuvo una arcada, pero cerró los labios alrededor del tronco de la polla y con la lengua paró los siguientes chorros. Con los ojos cerrados oía a Manuel gemir de placer, y, sobre todo, sentía la polla estallar en su boca. El rico sabor de la lechita caliente volvió a llenarla.

Dando pequeños tragos se empezó a beber todo lo que su yerno le daba. Fueron como cinco potentes chorros que saboreó con placer. Luego, él quedó relajado, con el cuerpo flojo. La polla dejó de manar. Con delicadeza, la lamió hasta dejarla bien limpita. Lentamente se la sacó de la boca y se incorporó.

-Wow, María. Te lo has tragado todo. Desde luego que no eres como tu hija.

-Oye..Manuel, esto no volverá a pasar.

-Como quieras. Pero no me engañas. Estás cachonda perdida.

-Te digo que no.

Sin darle tiempo a reaccionar, Manuel se abalanzó sobre ella y llevó una mano a su coño, metiéndola bajo el pijama. El elástico del pantalón le permitió meter la mano. Cuando María se quiso dar cuenta, la mano de su yerno estaba sobre su coño, por encima de las bragas.

-Mentirosa

Intentó quitarle la mano, pero él era muy fuerte.

-Estás empapada. Tienes las bragas chorreando. ¿Quieres que tu yernito te haga una paja?

-No por favor. Saca la mano.

-Está bien. Como quieras.

Ella aflojó un poco la presión para que Manuel sacara la mano. Eso lo aprovechó él para meter la mano por debajo de las bragas. Ahora sus dedos recorrieron los labios vaginales. María cerró con fuerza las piernas.

-No...agggg quita... por favor...déjame

-Lo necesitas tanto como yo. Déjame hacer.

-Aggg Manuel..esto está mal..Luisa...

-Luisa no está aquí

A pesar de que ella mantenía cerradas las piernas, Manuel podía mover un poco los dedos. Notaba la enorme humedad de aquel coño. Poco a poco María fue cediendo, para al final abrir las piernas, dándole vía libre. Lo miró a los ojos.

-Ummm Manuel...que rico...sí....sí... lo necesito. Hace tanto tiempo....

Sin dejar de mirarse, Manuel la masturbó con pericia. Pasaba sus dedos a lo largo de la encharcada raja de su coño. Cuando estaba sobre la abertura de la vagina, metía dos o tres dedos dentro, y cuando llegaba sobre el clítoris, trazaba círculos a su alrededor con las yemas de los dedos.

María respiraba cada vez más agitadamente, por la boca, lo que hacía que los labios se le secasen. Se los lamía con la lengua para lubricarlos. Aquella visión encendió a Manuel, que se echó hacia ella y la besó. Sus lenguas se encontraron y la sintió estallar bajo él. El cuerpo de María se tensó, al tiempo que de su coño manaban abundantes jugos que mojaron aún más los dedos de su yerno. El grito de placer fue sofocado en la boca de él.

Después del fabuloso orgasmo, se besaron con más ternura. Una de las manos de Manuel llegó hasta una de las tetas de su suegra y las acarició. Notó el duro pezón.

-Las quiero ver.

-No, por favor. Están caídas.

-Shhhhhhhhhh las quiero ver.

El pijama tenía botones, así que los fue desabrochando uno a uno. Abrió el pijama. Ante él aparecieron dos grandes tetas, atrapadas en en sujetador de fina tela. Las acarició, mirándola.

-Quítatelo

María obedeció. Se quitó la prenda y sus tetas, al quedar libres, cayeron hacia los lados. Lo ojos de su yerno brillaban. Le gustó como la miraba.

-Son preciosas.

-Son viejas.

-De eso nada.

Se agachó y empezó a besarlas, a lamerlas. Mordisqueó los duros pezones, haciendo gemir nuevamente a María.

-María....

-Ahh...¿Qué?

-Te voy a follar.

-Lo sé..

-¿Quieres que te folle?

-Siiiiiiiiiii fóllame, méteme esa enorme polla y fóllame.

Le hizo levantar el culo del sofá para poder bajarle el pantalón y las bragas. Luego la hizo acostar. Ella abrió las piernas, dándole una espléndida visión de su coño. Un coño negro, peludo. Se vía abierto, mojado, deseoso, con los labios hinchados. Manuel se bajó los pantalones y los calzoncillos hasta las rodillas, se puso entre las piernas de su suegra y de un sólo estacazo le metió la polla hasta el fondo.

Después de cinco años, el coño de María se había cerrado, y sintió la fuerte estocada que aquella gorda y larga polla. Estiró su cuello, dejando salir el aire que llenaba sus pulmones.

Fue una follada rápida, profunda. Los dos lo necesitaban. Manuel le metía la polla hasta el fondo y se la sacaba casi toda, para volver a clavársela de nuevo.

-¿Te gusta mi polla, verdad?

-Aggggggggg si, si...me encanta.

Se corrieron casi a la vez. Primero Manuel, que estalló en lo más profundo de coño de su suegra, con una corrida menos abundante que la primero, pero que sin embargo fue suficiente para que María volviese a sentir esa cálida sensación de que su vagina se llena de disparos calientes, lo que precipitó su orgasmo.

Después de los espasmos, de la tensión de los músculos, vino la calma, la laxitud, los suaves besos, las miradas,las sonrisas, y por último, el arrepentimiento.

-Hemos hecho una locura -dijo María, triste.

-Una maravillosa locura.

-No tendría que haber pasado.

-Pero ha pasado. Y quiero que vuelva a pasar.

-Manuel, no..

Le tapó la boca con un beso.

Ninguno de los dos se dio cuenta de que Luisa los miraba desde la oscuridad del pasillo. Ninguno vio como se dio la vuelta y volvió a su cuarto.

Luisa acababa de ver a su marido follarse a su madre. Le acababa de adornar la cabeza con una buena cornamenta. Se metió en la cama. Extrañamente, no estaba enfadada. Si Manuel tenía con quien desahogarse la dejaría en paz. No volvería a insistir en que le hiciera una mamada, una paja. Si se hubiese echado una amante extraña, o si se hubiese ido de putas sí se habría enfadado. Pero con su madre...Todo quedaba en casa.

Cuando Manuel entró en la habitación y se metió en la cama, Luisa ya dormía. Quizás sintiéndose culpable, la besó en la frente.

La amaba, con locura, pero su negativa a mantener relaciones sexuales con él lo habían empujado en brazos de otra mujer. De su suegra. De su madre. Y aunque no se sentía bien por hacerlo, su necesidad de sexo lo empujaba. Su deseo. Su deseo por su suegra.

María, en su cama, sentía su vagina llena aún del semen de su yerno. Había sido un polvo maravilloso. Había gozado como no recordaba haberlo hecho. Pero no podía quitarse de la cabeza que aquello estaba mal. Trató de convencerse que sólo sería hasta que su hija se recuperase. Hasta que el matrimonio volviese a la normalidad. Entonces Manuel ya no la necesitaría.

María lloró. No por Manuel. No por su hija. Lloró por ella. Porque cuando él ya no la necesitara, ella sí lo necesitaría a él. Su deseo se había vuelto a despertar, y dentro de poco perdería al hombre que lo había despertado. Podría buscarse otro hombre, un amante, sí. Pero en ese momento de su vida no quería ninguna relación. Al menos, no con otro hombre. Con Manuel era distinto. Estaba en casa, lo conocía, lo apreciaba.

...

María estaba en la cocina, preparándose el desayuno. Dio un respingo de sorpresa cuando alguien se pegó a su espalda. Era Manuel, que llevó sus manos a sus tetas. En su culo sintió la polla, dura. Se la apretó. La besó en el cuello y se estremeció.

-Buenos días, suegrita.

-Luisa...nos va a pillar

El coño se le empezó a mojar. Cerró los ojos y restregó su culito contra a dureza.

-Aún duerme - le respondió, lamiendo su cuello

-Ummm pero se podría levantar en cualquier momento...Espera a que sea más seguro.

-Puedo esperar... - apretó más la polla - pero esto no.

-Manuel....

Él le bajó el pijama hasta las rodillas, y las bragas. Se bajó el suyo, y la polla tocó el amplio culo desnudo, suave, caliente.

-Vaya culazo que tienes. Un día de estos te lo voy a follar.

-Agggg Malo....

Llevó una mano adelante, al coño. Estaba caliente y mojado. La empujó hasta el pollete y la hizo agachar, apoyando sus manos en el frío mármol. Se agarró la polla, la puso entre las piernas e intentó metérsela, pero no atinaba. María metió su mano entre sus piernas y la guió. Cerró los ojos cuando sintió como la dura barra de carne la penetró, separando las paredes de su vagina a su paso. Manuel la agarró por las caderas y empezó a follarla. Los dos estaban muy calientes, excitados. Por el deseo, por el morbo, por el miedo a ser descubiertos. Hablaban bajito, en susurros.

-Aggg fóllame así...que rico... cómo siento tu polla.

-Suegrita...que rico coño tienes....tan calentito, tan apretadito....

-Es que llevaba mucho tiempo sin uso...

De repente oyeron la puerta del cuarto de Luisa. A María casi se le para el corazón. Manuel le sacó la mojada polla y se subió a toda prisa los pantalones. Ella hizo los mismo, mientras él corría a sentarse. Cuando Luisa entró en la cocina, aún somnolienta, Manuel y María actuaban como si no pasara nada. Pero Manuel tenía aún la polla dura y el coño de María rezumaba flujo.

-Buenos días.

-Hola cariño - saludó María - ¿Cómo estás hoy?

-Mejor, creo.

Se acercó a su marido y le dio un piquito en los labios. Lo encontró caliente, un poco sudoroso.

-Hola mi amor. ¿Has hecho ejercicio?

-Eh? Ah..no no...

-Es que estás un poco sudado.

A María casi se le cae la taza que tenía en la mano.

Desayunaron los tres. Manuel y María se echaban pícaras miraditas. Después del desayuno, Manuel se fue a trabajar, besando a su mujer y mirando a su suegra.

Luisa ya estaba de baja laboral, así que estaría en casa. Habló con su madre, como todos los días. María se quitó el susto de encima, pero no la excitación. La habían interrumpido cuando estaba a punto de correrse. A media mañana estaban las dos en el salón, viendo la tele. Sonó el teléfono y María se levantó a contestar. El teléfono estaba en una mesita en el mismo salón.

-Dígame.

-Hola suegrita.

-Ho..hola...Matilde.

-¿Matilde? Ummmm ¿ Está ahí Luisa ?

-Sí.

-¿Sabes dónde estoy?

-No.

-En el baño de la oficina. Estoy muy cachondo. Tengo la polla en la mano. Ummmm huele a tu coño.

María miró a su hija, que estaba absorta viendo la tele. Habló bajito.

-No seas malo.

-¿Tienes el coño mojado?

-Manuel...por favor.

-Dímelo

-Sí. Mucho

-Ummmmm que lástima que esta mañana nos interrumpieran. Estaba a punto de correrme.

-Y yo.

-Me encanta tu coño, suegrita. Hoy no me pienso ir a dormir hasta no habértelo comido bien comido.

María sintió un estremecimiento por todo el cuerpo. Aquel hombre la tenía derretidita de deseo.

-No sigas...Por favor...cuelga.

-Ahhhhh suegrita, si vieras como tengo la polla. Estoy a punto de estallar. ¿Quieres que me corra aquí, solito? ¿O prefieres que reserve mi lechita para ti?

-Me vas a volver loca, bribón.

-Me voy a...correr...ummmm

-No...

-¿No?

-No...resérvala para mi.

-¿Y donde la querrás?

-Manuel....que malo eres....Dónde tu quieras.

-Ummmm Hay algo que Luisa nunca me ha dejado hacer.....¿Me dejarás?

-Sí... lo que quieras...pero cuelga...

-Gracias, suegrita....Me lo has prometido. Adiós.

Manuel colgó.

-¿Qué quería Matilde, mami?

-Ah!...Nada, hablar nada más.

Volvió a sentarse junto en el otro sofá. Pero no podía quitarse la voz de su yerno de la cabeza. Le había dicho que sí, que le dejaría hacer lo que quisiera, eso que su hija no le había permitido. Pero él no le dijo lo que era. Su mente empezó a darle vueltas. ¿Qué sería? ¿Qué le querría hacer? ¿Qué era eso que su hija no le había permitido nunca? No creía que fuera nada...extraño. No creía que Manuel fuera un pervertido o algo así.

Seguía cachonda, muy cachonda. La humedad había traspasado ya las bragas y el pijama se empezaba a humedecer. Hasta su nariz le llegó su aroma. El olor de su coño. No podía más.

-Uy!, me estoy meando. Ahora vuelvo.

Se levantó y se fue al baño. No tenía pis. Lo que tenía era una calentura tal que tenía que hacer algo. En cuanto cerró la puerta, se metió la mano dentro del pijama. Ni se lo bajó. Apartó las empapadas bragas y se frotó con los dedos a lo largo de la rajita de su coño. Desde que sus dedos rozaron el clítoris estalló. No le hizo falta ni diez segundos para correrse con una intensidad tal que sus piernas le fallaron y terminó sentada en el suelo del baño, con el cuerpo recorrido por fuertes espasmos de placer.

Ese yerno suyo la iba a volver loquita.

Cuando se recuperó, antes de volver al salón fue a su cuarto a cambiarse de bragas y a vestirse. Las bragas sucias parecían que acababan de salir de la lavadora por lo mojadas, pero en vez de olor a suavizante olían a sexo, a mujer, a coño. Hasta el pantalón olía así. Antes de dejarlas en el cesto de la ropa sucia las aclaró en el lavamanos. No quería que su hija las encontrara así si se le ocurría hacer la colada.

Volvió al salón y siguió viendo la tele.

Más tarde, durante la comida, no dejó de sentir pataditas de Manuel por debajo de la mesa. Le echaba miradas enfadada, como diciéndole que se estuviera quieto, pero él seguía, sin hacerle caso.

En un momento que Luisa los dejó solos, le dijo al oído.

-Desde que Luisa se vaya a hacer la siesta... serás mía. Al fin podré cumplir mi fantasía, mi deseo.

-No me dijiste lo que es.

-Pues...

No pudo seguir porque apareció su mujer. Así que esperaron pacientemente. Después de comer Luisa solía irse a dar una cabezadita, ya fuera en el sofá o en su cama. Esta vez, al rato de estar sentada, se levantó del sofá.

-Me voy a dormir un poco. Estoy echa polvo. Este monstruito va acabar conmigo.

No lo dijo enfadada. A pesar de lo mal que lo estaba pasando con el embarazo, deseaba ese hijo.

-Te acompaño, mi amor- dijo Manuel.

-Gracias mi vida.

Se tumbó con ella. A veces lo hacía. La abrazó, pero sin pegarse mucho a ella, para que no sintiera la dureza de su entrepierna. A parte de por hacerle compañía, esta vez lo hizo para estar seguro de cuando se durmiera. A los pocos minutos la suave respiración le indicó que ya dormía. Con cuidado de no despertarla, se levantó y cerró la puerta, para oírla si se levantaba. Con el corazón a mil por hora, se dirigió al salón en busca del objeto de su deseo.

-Suegrita, ya está dormida.

-¿Seguro?

-Sí.

Se sentó junto a ella y se abalanzó, abrazándola y besándola con pasión. Acarició sus rodillas y fue subiendo la mano. metiéndola por debajo del vestido. María abrió las piernas para dejarle el camino libre. Cerró los ojos cuando la mano llegó a su coño.

-Ummm María...estás empapada.

-Uf, Manuel. Son las segundas bragas que me pongo hoy. Me tienes todo el día caliente.

-Mira como me tienes tu a mi.

Le cogió una mano y la puso sobre su polla. Ella la apretó, la recorrió cuan larga era, gimiendo.

-Sácamela.

-Vamos a otro sitio. Aquí estoy inquieta, por si Luisa se levanta.

-Oiríamos la puerta - le empezó a pasar los dedos por la raja del coño - Venga..sácame la polla

María bajó la cremallera y metió la mano. Le costó sacar la dura estaca. Cuando la tuvo fuera, la agarró con fuerza.

-Ummm Manuel...me encanta tu polla.

-Dele un besito.

No sólo de dio un beso, si que se la metió en la boca y empezó una profunda mamada, que hizo cerrar a Manuel los ojos de placer. Los entreabría para mirar como la cabeza de María subía y bajaba.

-Que caliente boquita tienes....- le dijo poniendo sus manos sobre su cabeza y empujando, para que se tragara más polla. Luisa no le dejaba que le apretara la cabeza

A María eso sí le gustaba, que él guiara la mamada, que le clavara la polla. Llevó una mano a su coño y se tocó mientras seguía chupando. Gimió con la boca llena de polla.

Manuel la dejó mamar un rato más, pero la paró antes de correrse. Se miraron otra vez. María tenía los alrededores de los labios brillantes de saliva. Se besaron, metiéndose las lenguas a fondo.

-Manuel....cómo me tienes...¿Qué era eso que me querías hacer? Eso que Luisa no te hace...

-Siempre he deseado - le dijo, mirándola a los ojos - correrme en su cara.

-Ummm ¿Era eso? ¿Quieres correrte en mi carita?

-Oh, suegrita..sí. Lo deseo.

-A mi marido le encantaba correrse en mi cara.

-Wow. El otro día te tragaste mi leche. ¿También te tragabas la de él?

-Claro

-Era un hombre con suerte.

-Si te vas a correr en mi cara, mejor vamos al baño, no vayamos a manchar nada.

-Vale.

Se levantaron y se encerraron en el baño. María se llevó un cojín. Lo puso en el suelo y se arrodilló sobre él. Miró la polla maravillosa de su yerno, que asomaba por la abierta bragueta.

-Ven aquí. Acercame esa preciosa polla tuya.

Manuel no recordaba haber estado tan excitado en su vida. Aquella mujer lo calentaba más de lo que esperaba. La polla quedó a la altura de la boca de su suegra, que lo miraba con una sonrisa.

-Así que quieres correrte en la cara de tu suegra, ¿eh?

-Ummmm sí.

-Bribón. Me vas a dejar llenita de leche.

-Estoy tan caliente que te voy a ahogar.

-Jajaja...Ummmm

Sin dejar de sonreír, María empezó a acariciar la polla con la cara. Se la pasó por la frente, por las mejillas, hasta por los párpados, sin tocarla. Por donde pasaba dejaba un rastro brillante, de la babilla que la excitada polla iba soltando.

-Voy a quitarme la camisa, para que no se manche.

Lentamente, sensualmente, se fue quitando los botones hasta quitarse la camisa. Se dejó puesto el sujetador. Quería que sus tetas quedaran bien subidas para él. Y entonces, empezó la mamada.


Primero, pasando lentamente su lengua a lo largo de toda la polla, sin que sus ojos se apartaran de los de él, sin dejar de sonreír Cuando la lengua llegó a la punta, abrió la boca y despacito, se la fue metiendo, chupando con fuerza. Manuel empezó a gemir. La imagen se su suegra, arrodillada delante de él con su polla en la boca era algo tan morboso que no se lo podía creer.

Se la metía más de la mitad, y luego la sacaba, llena de saliva.

-¿Te gusta cómo te chupa la polla tu suegrita?

-Uf...es la mejor mamada de mi vida.

-Pues ya verás cuando acabe...

-Agggg no va a durar mucho, María. Estoy demasiado cachondo.

-No te retengas. Déjate ir. Córrete en mi cara...

Se metió la polla otra vez en la boca y empezó entonces a chupar fuerte, rápido, para hacerlo estallar cuando antes. Deseaba sentir otra vez la sensación del semen en la cara, su calor... Se ayudó con una mano, pajeando la parte de la polla que quedaba fuera de su boca.

Manuel llegó al punto sin retorno, cuando el cuerpo ya no puede más y las espitas del orgasmo se abren de par en par.

-Agggggggggggggg me ....corrroooooooooooooooo.

María se la sacó de la boca. No le hubiese importado dejarla dentro y tragarse toda la leche de su yerno, pero el deseaba correrse en su cara. Siguió moviendo la mano y cerró los ojos. En su rostro se dibujaba una leve sonrisa.

El primer disparo fue tan fuerte que pasó por encima de su cabeza, así que bajó un poco la polla. Los siguientes dieron todos en el blanco. Cruzaron su frente, sus mejillas, su nariz. Cubrieron sus párpados, sus labios.

Durante toda la corrida, Manuel ni respiró. Sólo miró como la cara de su suegra se fue llenando de su leche. Luego, tragando aire, vio como María abría la boca y se metía la polla en la boca. Los ojos los tenía cerrados. Con los dedos, él le quitó el semen que los cubría. María, entonces, los abrió.

-Gracias. La leche en los ojos pica. ¿Estoy guapa?

-María....no había sentido tanto placer en mi vida. Gracias. Ha sido maravilloso. Y...estás preciosa.

-Gracias. Ahora... ¿Me das la lechita? Es mi premio

Ayudándose de la polla, fue recogiendo el semen y lo fue llevando hasta la boca, en donde ella, glotona, se lo iba tomando. Al poco la dejó sin rastro, sólo con brillos en la cara.

-¿Recuerdas lo que me dijiste esta mañana? - preguntó María.

-Ummmm, te dije muchas cosas.

-Me dijiste que hoy no te irías a la cama sin comerme el coño.

-No te mentí.

Miró alrededor, buscando donde mejor ponerse. Sólo estaba la taza del water, así que la hizo levantar y la sentó. Le quitó las bragas y, antes de dejarlas en el suelo, las olió.

-Ummmm que bien huele tu coño, suegrita.

-¿Se lo comes a ella?

-Sí, eso sí que me deja. Bueno, antes lo hacía. Hace tiempo que no. Dice que lo hago muy bien.

-Ummmm, ya veremos....

María abrió sus piernas. Apoyó una sobre la bañera. Ante Manuel quedó aquel peludo y negro coño. La raja estaba abierta, rezumando flujo. Ella se lo abrió con los dedos. Los labios eran grandes. Manuel lo miraba, embelesado.

-Ummmm venga, yernito...demuéstrame lo que sabes hacer con esa boquita tuya.

En cuanto empezó a lamer, María se dio cuenta de que sabía lo que se hacía. La lengua serpenteaba por todo su coño, pero evitando rozar su clítoris. Ella cada vez estaba más caliente. Le sujetó la cabeza y le obligó a lamerla en su pepitilla. Manuel no se hizo de rogar y lo atrapó entre sus labios. Era grande, y durito, y en cuanto le dio un par de golpes con la lengua, María se corrió, mordiéndose la otra mano para no gritar. El orgasmo fue fuerte, largo. Le tensó todas las fibras de su cuerpo y baño la cara de Manuel con una gran cantidad de jugos.

Pero aque endiablado hombre no paró. Siguió comiéndole el coño con pasión, con ganas. La llevó rápidamente a un nuevo orgasmo. Ella intentó quitarle la cabeza de entre sus piernas, no podía más, pero él siguió, y siguió. Se ayudó con dos dedos, que le clavó en la vagina y la folló con ellos mientras su lengua hacía círculos alrededor del clítoris.

El tercer orgasmo fue definitivo. La pierna de la bañera cayó al suelo. Manuel tuvo que sujetarla para que ella no se cayera también. Quedó rendida, casi sin poder moverse.

-Manuel....agggg casi...me ...matas de.. placer

-Jeje, de eso no se muere.

La levantó y se besaron. La boca y la cara de Manuel sabían a coño, pero a María no le importó.

-Manuel, sé que esto no está bien... pero no puedo dejar de desearte.

-María...yo también te deseo. Eso no significa que haya dejado de amar a tu hija. Que haya dejado de desearla.

-Lo sé. - Se puso triste - Y sé que cuando ella vuelva a ser la de antes....ya no me necesitarás.

-El deseo por ti no va a desaparecer.

-Pero...tienes que ser sólo para ella.

-¿Por qué?

-Por...por que sí. Las cosas deben ser así. No sería justo para Luisa.

Se volvieron a besar. María se dijo que mientras durara, lo disfrutaría al máximo. Jamás pensó que volvería a sentir esas cosas con un hombre. Y menos con el marido de su hija.

Salieron del baño con cuidado y se fueron al salón un rato, hasta que Luisa se despertara. Con su secreta relación ya clara, aprovechaban cualquier momento para besarse, para acariciarse. Eran como jovenzuelos recién enamorados.

Esa noche, Manuel estaba acostado junto a su mujer, que ya dormía. Él no podía. Pensaba en todo lo que estaba pasando. Pensaba que le estaba siendo infiel a su mujer, y con su propia madre. Se sentía culpable, pero se decía que no todo era por su culpa. Luisa lo había apartado de su lado. Casi lo había obligado. No era excusa, pero era lo que había. Y su suegra era tan...deseable. Sexualmente era perfecta. Le había permitido hacer cosas que deseaba desde hacía tiempo, cosas que su propia esposa le negaba. No le puso mala cara. No parecía que lo hubiese hecho sólo por darle placer a él. Parecía haber disfrutado haciéndolo. Ojalá Luisa fuera así.

Tenía las manos cruzadas detrás de la cabeza. A oscuras en su cuarto pensaba. Pensaba y recordaba. La primera paja que María le hizo. Como se sintió cuando se dio cuenta de que se tragaba su semen, y , sobre todo, cuando se corrió sobre su cara. Siempre lo había deseado, pero hasta ahora ninguna mujer se la había permitido. Ni su mujer ni el par de novias que tuvo antes de casarse.

De tanto pensar, se excitó. La polla se le puso dura bajo las sábanas. A su lado dormía su mujer, su amor, a la que deseaba, pero que no le permitía ni tocarla. En una habitación cercana, estaba María... su suegra, su... amante.

Se levantó con cuidado de no despertar a Luisa, a oscuras. Salió furtivamente de su alcoba y se dirigió a la habitación de María. Luisa abrió los ojos. Oyó como la puerta se cerraba despacito, casi sin hacer ruido. Sabía a donde iba Manuel. Iba a ver a su madre. Debería sentirse mal, herida, traicionada. Pero no era así. Eso significaba que la dejaría en paz. Si su madre lo 'calmaba', el no insistiría una y otra vez. Cerró los ojos para seguir durmiendo.

Manuel entró con sigilo. La oscuridad era casi total. Cuando sus ojos se acostumbraron, puedo ver algo, pero muy poco. A tientas se acercó a la cama donde María dormía. Oía su tranquila respiración. En la oscuridad distinguió vagamente la silueta de ella. Estaba acostada de lado. Se acercó a ese lado de la cama.

María estaba profundamente dormida. Soñaba que la acariciaban. Que algo suave y caliente acariciaba su cara. Se despertó lentamente. No era un sueño. Algo acariciaba su cara, sus labios. En seguida supo lo que era. Abrió la boca y la polla de Manuel entró suavemente. Con los ojos cerrados y aún medio adormilada, empezó a pasar la lengua alrededor, a chupar. Oyó los gemidos de Manuel. Se empezó a excitar, a sentir como su coño se mojaba. Se fue espabilando, y chupó con más ganas, haciendo que Manuel gimiera con más fuerza.

Le hizo moverse un poco, de manera que se pudiera arrodillar junto a su cara. Ahora la polla entraba casi toda dentro de la boca. Se las ingenió para llegar con una mano al coño de su suegra, que lo recibió abriendo las piernas. Dormía sin bragas, así que empezó a pasarle los dedos por la raja. Estaba empapada.

Ninguno hablaba. En la oscuridad, sólo sentían. Manuel la caliente boca, la serpenteante lengua. María los hábiles dedos. No se dieron prisa. Querían que aquello durara, para así gozar más tiempo. Sin embargo, la excitación de María la hizo estallar en un fuerte orgasmo. Cerró las piernas y atrapó aquella mano con fuerza. La polla le llegaba casi a la garganta y no pudo chillar. Manuel la sintió temblar, estremecerse. Cuando dejó de correrse, María retomó la mamada, ahora con ganas, deseando que le llenara la boca de leche lo antes posible.

No le costó. En menos de un minuto Manuel rugió de placer y empezó a soltar el fruto de su orgasmo en la boca de su caliente suegra, que tragaba con gusto aquella espesa y sabrosa leche de macho. El último chorro no lo tragó. Lo retuvo en la boca. Sabía que él la besaría. Quería compartirlo con él.

No se equivocó. Manuel se agachó y la besó. María abrió la boca y las lenguas se entrelazaron. La de María estaba bañada en semen. A Manuel no le importó. La siguió besando, y se tragó parte de su esperma.

El beso se fue suavizando. Cuando los labios se separaron, Manuel habló por primera vez.

-Hasta mañana, suegrita.

-Hasta mañana, yernito.

Él volvió a su cuarto y se acostó junto a su mujer, que dormía. María se durmió otra vez, contenta, feliz, con la barriguita llena.

...

Día a día, María se fue enganchando más su yerno. Cada vez lo deseaba más. Cada vez lo quería más. Y cada vez la sensación de que lo perdería era más fuerte, más opresiva.

El bebé nació. Una preciosa niña. Todo fue bien. Luisa y Manuel estaban radiantes con el nuevo miembro de la familia. La abuela, encantada.

Los primeros días fueron una locura. La niña era el centro de todo. Cada tres horas Luisa le daba el pecho. Apenas dormían. Y Manuel y María casi no podían estar a solas. Poco a poco se fueron haciendo a la nueva situación.

Luisa se fue sintiendo cada vez mejor. Fue siendo la de antes, la de antes del embarazo. Volvió el deseo.

Una noche, después de haberle dado el pecho a la niña, se abrazó a su marido, que le daba la espalda. Él apretó sus brazos. Se sorprendió cuando Luisa llevó una de sus manos hasta su polla y empezó a acariciarlo. Se puso dura enseguida.

-Perdóname, mi amor - dijo Luisa. - Me he portado muy mal contigo, pero....no podía evitarlo.

Manuel se dio la vuelta y la besó. Ella metió la mano por dentro del pijama y le acarició la polla.

-¿Me sigues deseando? - le preguntó Luisa

-No de dejado de desearte ni un día, mi amor. Perdóname tú por haber insistido tanto.

-Manuel....

-Dime mi amor.

-¿Me quieres follar?

-No...te quiero hacer el amor.

Se amaron lentamente, sin prisas, besándose, acariciándose. Juntos llegaron a un placentero orgasmo que los unió como antes. El siguió sobre ella, besándola, mirándola, feliz. Ella lo miraba, sonriendo. Ninguno de los dos vio la sombra que abandonaba el pasillo. María se había levantado a hacer pis y había mirado por la entreabierta puerta.

Los había visto hacer el amor. Había visto al hombre que deseaba, que quería, amar a su legítima esposa. No pudo evitar que las lágrimas bajaran por sus mejillas. El día que esperaba, había llegado. Ahora él volvería con su hija, como tenía que ser. Ella tendría que dejarlo ir. No podía inmiscuirse más en la vida de la pareja.

Acostada en su cama, lloró desconsoladamente. Se dijo que todo fue un error. Que no debería habar pasado. Le costó mucho dormirse.

...

Por la mañana, enseguida notó el cambio. Manuel y Luisa estaban más cariñosos entre ellos. Como madre se alegró de que las cosas les fueran bien. Como mujer, sufrió.

Al rato Luisa le fue a dar el pecho a la niña. Manuel aprovechó para acercarse a María. La abrazó y la besó, pero ella lo rechazó.

-¿Qué pasa?

-Nada...Manuel...se acabó.

-¿Pero..? ¿Por qué?

-Anoche os vi. Ya no me necesitas.

-María, te sigo deseando igual. Nada a cambiado.

-Sí ha cambiado, Manuel. Todo fue un error desde el principio. La vana justificación que teníamos para seguir ya no existe. Sé feliz con ella. Ámala. Quiérela. Yo...

No pudo seguir. Con lágrimas en los ojos salió corriendo hacia su cuarto, en donde se encerró.

Manuel intentó varias veces hablar con ella, pero siempre lo rechazaba. María no quería sufrir más.

Luisa notó que algo sucedía entre ellos. Los notó distantes el uno con el otro. Notó que Manuel dejó las escapadas nocturnas. Ahora estaba sólo con ella. Era inmensamente feliz. Su vida volvía a ser perfecta. El hombre amado, su niña...Sin embargo, su madre estaba cada vez más triste. Y empezó a imaginar por qué era. Comprendió que era en parte por su culpa. Por ella él la había buscado. Y por ella ahora la había dejado. No sabía que era su madre la que lo dejó a él.

...

Días después, una mañana, mientras Manuel estaba en la oficina, María se sentó junto a junto a su hija. Estaba seria, cabizbaja.

-Luisa..mi amor..Me voy.

-¿A dónde mami?

-Me refiero que os dejo. Me voy a vivir otra vez sola.

A Luisa se le encogió el corazón. Quería a su madre. No deseaba que se fuera.

-¿Pero no estás bien aquí? Los dos te queremos. Quiero que vivas con nosotros. Tu nieta te necesita. Yo te necesito.

-Soy un estorbo. Una pareja tiene que vivir sola. Estaréis mejor sin mi.

Los ojos de María estaba llorosos. Luchaba por no llorar. Luisa decidió aclarar, por fin, las cosas.

-¿Es sólo por eso?

-Sí. ¿Por qué si no?

-Por - la miró a los ojos - Manuel

María la miró, asustada. No era posible que ella supiera nada...

-¿Por..Manuel? No..no...claro que no.

-Lo sé todo, mami.

-¿Sabes el qué? -dijo con hilo de voz María

-Que...se acuestan...juntos.

-Luisa....yo..no....

-Todo ha sido por mi culpa, mami. Yo, con mi actitud hice que Manuel buscara lo que yo no le daba. Si hubiese sido con cualquier otra mujer me hubiese sentado mal, pero al haber sido contigo...pues...lo asumí. Egoistamente lo permití con tal de que él me dejara en paz, de que no me tocara.

María se derrumbó. Se echó a llorar. Toda la tensión de ocultar aquel secreto por fin estalló.

-Lo siento mi amor. Lo siento. No quise que pasara, pero.... cuando lo vi tan mal... no podía permitir que se fuera con otra mujer...y luego...

Luisa la abrazó. Las dos lloraban.

-Mami, no te vayas. Todo se arreglará.

-No puedo seguir aquí.

-¿Lo amas?

María estuvo un rato callada. Examinó sus sentimientos.

-Sí. Perdóname.

-Perdóname tú a mi, mamá.

Luisa se decía que por su culpa su madre sufría. Pensó con rapidez. La solución, se dijo, era sencilla.

-Mamí, no te vayas, por favor. Esta es tu casa. Déjame a mi arreglarlo todo.

-Pero....no hay...solución.

-Ya veremos.

María se tranquilizó un poco. Ya no habían secretos. Se había liberado. Y Luisa no parecía disgustada. Aún quería marcharse.

Desde que Manuel volvió del trabajo, notó algo en el ambiente. María estaba, quizás, menos triste que últimamente. Y Luisa lo miraba de manera rara.

Él ya se había rendido. Ya no intentaba más hablar con María. Echaba de menos estar con ella. Pero su vida con Luisa era perfecta.

Comieron los tres juntos, pero apenas hablaron. Por las tres cabezas rondaban pensamientos, pero ninguno los contó. Después de los postres, María se fue a su cuarto, dejándolos solos. Entonces, Luisa empezó a hablar.

-¿No te da vergüenza? - le dijo, de sopetón.

-¿Uh?

-Que si no te da vergüenza.

-¿El qué, mi amor?

-¿Cómo que el qué? ¿ Desde cuánto hace que no le echas un buen polvo?

Manuel se tensó.

-¿Polvo? ¿A quién? ¿Pero de qué diablos hablas?

-Lo sabes muy bien

-No tengo ni idea.

-Lleva días triste. Y me ha dicho que se quiere ir. No quiero que se vaya

-¿Tu madre? ¿Se quiere ir?

-Sí. Por tu culpa

-¿Cómo que por mi culpa?

-Bueno, y por la mía. No puedes darle placer y amor a una mujer y quitárselo de golpe.

Manuel miraba a su mujer con los ojos como platos. Las manos le temblaban un poco.

-¿Lo..sabes?

-Claro que lo sé. No soy tonta. Dejaste de pedírmelo de repente. Cuando supe que te follabas a mamá... no diré que me alegré, pero así me dejaste en paz a mi. Y todo quedó en casa.

-Luisa...yo....

-No me digas que lo sientes. Ya pasó. Yo....te empujé a ello. Ahora tenemos que arreglarlo. No quiero que mi madre se vaya

-Ni yo.

-Pues...ya sabes lo que tienes que hacer.

-¿Qué? - preguntó, sin poder creer lo que estaba oyendo.

-Pareces tontito, mi amor. ¿Pues qué va a ser? Te vas a su cuarto y le echas un buen polvo.

-¡ Luisa !

-Ni Luisa ni nada. Si se marcha no te lo perdonaré.

Luisa se levantó.

-Voy a darle el pecho a la niña. Tu vete a ..follarte a tu suegra

Salió y lo dejó. Si le pinchan, no sangra. Su mujer le había pedido, casi ordenado, que se follara a su madre. La polla la tenía dura. Se levantó, y se dirigió al cuarto de María. Tocó la puerta.

-¿Sí?

Entró. María estaba acostada en la cama. Cerró la puerta tras de sí.

-¿Qué quieres? - pregunté ella, secamente.

-Luisa me ha dicho que te quieres ir.

-Así es.

-Esta es tu casa. Aquí...te queremos. Los dos

-Y..yo a vosotros. Pero me tengo que ir.

-Luisa me pidió que viniera.

-Nada de lo que me digas me hará cambiar de idea, Manuel.

-No me dijo que hablara contigo. Me dijo que...te echara un buen polvo.

-¿Queeeeeeeeee?

-Fueron sus palabras exactas. Me dijo que viniera a follarte.

-Pero....¿Están locos los dos?...Eso no puede ser...

Se sentó en la cama, junto a ella. Se acercó a su cuerpo.

-María.....

-¿Qué? - respondió, asombrada.

-Te voy a follar.

-Pero...Manuel

Se abalanzó sobre ella y la abrazó, la besó. Al sentir su fuerza, su calor, María se rindió. Le devolvió los besos, las caricias. Se desnudaron el uno al otro. Manuel se subió sobre ella y la penetró. María cerró los ojos. Recordó lo que vio hacía días por la rendija de la puerta. Como Manuel y su hija hacían el amor. Igual que ahora, sólo que esta vez el amor se lo hacía a ella.

Lágrimas, de alegría, recorrieron sus mejillas mientras sentía la dura polla entrar y salir de ella sin pausa, profundamente. Tuvo un maravilloso orgasmo, no el más fuerte, pero sí el que más la llenó. Abrazó con fuerza a Manuel contra ella mientras era atravesada por oleada tras oleada de placer.

Cuando él se corrió, llenando su coño con su cálido semen, María volvió a gozar.

Se quedaron abrazados, acariciándose. No se dieron cuenta de que Luisa entró en la habitación hasta que estaba en pie junto a ellos. Sonreía. Se sentó en la cama.

-¿Te quedarás, verdad? Creo que Manuel podrá...satisfacernos a las dos

-¿De verdad es lo que quieres?

-Sí mamá. Es lo que quiero.

-Entonces...sí. Me quedaré.

Madre e hija se abrazaron. Manuel las dejó y se fue a duchar. Aún no se podía creer como habían evolucionado las cosas.

-Aunque a lo mejor tendremos que comprarle vitaminas! jajajaja - rió. Luisa

Manuel las oyó reír a las dos.

...

A partir de ese día, los tres fueron inmensamente felices. Las dos mujeres compartían a su hombre, que estaba encantado. Dormía una noche con una y otra noche con la otra. No supo si fue por una sana competencia entre ellas o porque María habló con Luisa, pero su mujer empezó a ser más caliente en la cama. Un día, se la chupó hasta hacerlo correr en su boca, aunque no se tragó el semen. Otro día, los masturbó y lo hizo correr en su cara.

No había hombre más feliz que Manuel...

Pero... Manuel era un hombre, al fin y al cabo. Un día se empezó a preguntar que qué tal sería acostarse con las dos a la vez, madre e hija. Sentir dos bocas chupando su polla a la vez. Follarse a una mientras besaba a la otra.

Pero eso....ya es otra historia.

FIN

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Un negro para mamá (5)

Un negro para mamá (4)

Un negro para mamá (3)

Un negro para mamá (2)

Un negro para mamá

De rodillas frente a mi hijo