miprimita.com

Alexis y Lara 4 - La venganza

en Confesiones

Lo que les voy a contar en esta oportunidad, es lo que decidimos hacer con Lara como venganza a un chico con el que él había salido. Resulta que el chico en cuestión (que más o menos tenía la edad de ella, es decir, unos años más grandes que yo), la convenció a mi amiga Lara de hacer unos tríos: primero con una chica, y luego, sumando a otro chico.

Lara no dudó mucho y decidió hacerlo, sin tener en cuenta que el orden en que los tríos se hicieran podía llegar a ser importante. Y fue importante. Porque resulta que el chico la dejó por la chica con la que hizo el trío, y si bien luego la relación entre la nueva pareja no duró mucho, Lara quedó con la idea de la venganza desde ese momento.

Así que pacientemente, armó un plan y esperó el día en que todo estaría dado para llevarlo a cabo. Después de cumplir los 18 añitos, me propuso hacer todo lo necesario para que él me encare: ir a los mismos boliches, a los mismos bares, agregarlo a facebook, al msn, etc. En muy poco tiempo, sin poder ir en contra de su alma de cazador, y sin imaginar la amistad y las ganas de venganza que me unían con Lara, decidió venir a hablarme y me encaró una noche en un bar.

Esa misma noche fui a su casa, pero no dejé que pase nada más que unos besos, como para ir calentando el ambiente sin mostrarme demasiado fácil, ya que ése mismo era el plan. El quedó mucho más enganchado de lo que nos imaginamos, lo cual hacía que el plan se vaya dando mejor de lo que habíamos pensado. Con el correr de los días seguía llamándome, estaba todo el tiempo encima mío hasta que por fin tuvimos sexo. Fue un sexo simple, tímido, tranquilo, casi casi aburrido. Ya que ése mismo era el plan! Intenté por todos los medios no hacerle saber cuando llegaba al orgasmo, por lo que siempre le quedó la duda si llegaba o no. Yo sólo me limitaba a responder que la había pasado bien, pero él no tenía ninguna prueba de eso, ni un gemido, ni la respiración, ni muchos menos un grito. De a poco se fue acostumbrando a no poder pedirme demasiado, ya que yo le decía que tenía muy poca experiencia, que no me animaba a chuparla, que de la cola ni hablar, en cuatro me daba vergüenza, arriba no lo había hecho nunca, en fin, no sé cómo lo aguantó, pero las ganas de hacerme hacer cosas deben haber hecho que decida quedarse y cada vez más metido.

Yo le fui pidiendo que me contara las cosas que había hecho, ya que según le dije, porque así me iba animando a más cosas, y porque los relatos me calentaban un poquito más de lo que la situación ya lo hacía. Y así fue que terminó confesando que varias veces había hecho tríos. Al final, llegó el momento cúlmine del plan. Yo le tendría que decir que había una fantasía que me estaba volviendo loca, y que había nacido con uno de los relatos que él me había contado: la de hacer un trío con otro chico.

Después de muchas vueltas y de hacerme prometer que después íbamos a estar con una chica, decidió aceptar. A todo esto, ya llevábamos varias semanas viéndonos, y casi se podría decir que estábamos de novios. Acordamos por mi propia iniciativa que yo elegiría el chico y él la chica. Y ahí empezó a armarse la última parte del plan.

Fuimos a un bar, en donde ya había arreglado que uno de mis chongos, un flaco con el que solía tener relaciones cuando no estaba de novia, me estaría esperando. Se lo propuse a él porque era particularmente perverso, me trataba como una putita en la cama, se re calentaba penetrándome por todos lados, acabándome donde quisiera, atándome, tirándome del pelo, diciéndome cosas sucias, chanchas, y él sabía que yo contra eso no podía hacer nada, ya que era lo que más loca me volvía: ser tratada como una puta.

En el bar, nos dedicamos a observar chicos para ir a proponérselo, eligiendo, descartando, discutiendo, analizando pros y contras, hasta que lo fui llevando a hacerle creer que elegiría a ese chico en particular por una cuestión del azar. Fuimos, se lo propusimos y luego de algunas condiciones, el chico aceptó venir con nosotros.

Las condiciones que puso eran por un lado, que una vez empezado no podíamos parar por nada; y por otro lado, que mi novio tendría que permanecer atado a una silla observando todo, pero amordazado, como para no poder decir nada ni frenar nada de lo que hiciéramos. Le rogué que lo acepte, que luego yo me iba a desinhibir mucho más, que de a poco haría todo lo que él quisiera y no sé cuántas cosas más. Obviamente, terminó aceptando, y fuimos a la casa de mi novio.

Y empezó así el día en que tuve el mejor sexo de mi vida. Después de semanas de aguantarme hacer las cosas que me encantan, venía muy atrasada y bastante caliente. Pero me contuve al comienzo porque el plan era justamente arrancar tímida con él, justamente como con mi novio. Atamos a mi novio a la silla, lo amordazamos, y parados, delante de él, muy cerca de la silla, el chico comenzó a besarme en la boca y a acariciarme el cuerpo. Le dije que en la boca, que tenía novio, y me dijo, “esta noche no tenés novio, aunque el cornudo esté acá al lado nuestro, hoy no es tu novio, hoy estás soltera, hoy sos mi putita”. Obviamente mi novio comenzó a moverse inquieto en la silla, pero sin poder hacer más que eso. Se empezaba a notar cómo me iba calentando, la manera en que no podía despegar mi cuerpo del suyo, sin que haga falta actuar para ello.

Luego de mirarme fijo como para marcar quién mandaba en esa situación, me dijo que le lama los labios. Y lo hice. Me lancé sobre él lamiéndole los labios, la lengua cuando abría un poco la boca, el cuello, y empecé a bajar hacia el pecho. Él me dijo “controlate putita, sólo te permití lamerme los labios”. Y agregó, “sacate la remerita y la pollera”. Así lo hice, quedando sólo en ropa interior, una tanguita muy chiquita negra y un corpiño del mismo color, y los tacos con los que había salido. Me hizo dar una vuelta admirándome, hablando como para sí mismo acerca de lo buena que estaba, según decía, y prometiendo que me iba a hacer gritar como a una putita en celo. Mi novio, a todo esto, cada vez más inquieto. Yo creo que no sólo por cómo me trataba el chico, sino también por lo puta que había resultado su novia con un desconocido, mientras que con él era una aburrida.

Me llevó a la cama, me tiró boca arriba, y empezó a acariciarme todo el cuerpo, dejando que me vaya calentando cada vez más, jugando con mi respiración a medida que se hacía más ruidosa, e incrementando mis gemidos con el recorrer de sus dedos. Cuando los tres sabíamos que no aguantaría mucho más, me corrió la tanga para un costado, y comenzó a tocarme la conchita y el clítoris, con los dedos, con la mano, y enseguida, con la lengua. Yo agarraba el acolchado con ambas manos, apretándolo fuerte, con los ojos cerrados, respirando de una manera casi salvaje, esperando el momento en que por fin, todo explotara. Y mientras el chico tenía la lengua muy profundamente metida en mi conchita, y con su labio empujando mi clítoris, la explosión llegó. Grité, me sacudí, gemí, contuve la respiración, volvía a gemir, y me relajé. Y ahí empecé a temblar, mientras se me pasaba toda la locura que le llega al cuerpo cuando es invadido por un orgasmo brutal. Mi chongo se levantó mientras todavía yo estaba recostada con los ojos cerrados, y dándose vuelta para mirar a los ojos a mi novio, le dijo “así se trata a una putita, como esta que tenés por novia. Ahora va a ver lo que es bueno”.

En ese momento me levantó del pelo y me dijo “putita, te hice llegar con la boca, ahora quiero lo mismo de vos”, mientras yo quedaba arrodillada delante suyo, con el pantalón delante de mi cara. Las sacudidas de mi novio se volvieron repentinamente incontrolables; se desvivía por intentar decir algo, que de todos modos no llegaríamos a entender, ni nos interesaba descifrar. Lo miré unos segundos a mi novio en ese inútil intento de mostrar su desacuerdo, pero volví a mirar a mi chongo a los ojos, para decirle que sí, que haría lo que él me pidiera. Pero readvertí que nunca lo había hecho, tal como se lo había hecho saber a mi novio, aunque mi chongo supiera que esa era una mentira más grande que China.

Me dijo “yo te voy a enseñar, a una putita como vos, adicta a la pija, hay que enseñarle a ser más putita”. Me ordenó que le desabroche el pantalón y que se lo saque. Luego que le baje el boxer. Y enseguida que le huela la pija. Que le pase la nariz muy cerca del tronco de la pija, de la cabeza, de los huevos, del ano. Y me preguntó olor a qué sentía. Le dije que a hombre, volviendo a mirar a mi novio por un segundo, que a esa altura estaba inmóvil sin poder creer lo que veía. Y llegó el momento. Me tomó del cabello, y me empujó la cabeza hacia su pija, generando que al principio me resista un poco, pero obligándome a abrir la boca para que la pija al final entre hasta el fondo. Y ahí me desaté, me solté, me dejé llevar. Hacía semanas que deseaba chupar una pija y por fin llegó el momento. Se la chupé mucho, la lamí, me la metí entera, me la saqué y la masturbé, me la volví a meter, y le lamí la cabeza hasta que muy rápidamente, mi chongo comenzó a sacudirse, a gemir, hasta que descargó la leche en mi boca. Dejé que un poco llegue a mi boca, pero enseguida me la saqué para masturbarla delante de mi cara, con la cabeza apoyándola en mis labios, en mi cara, en mis cachetes, recibiendo la leche en cada una de esas partes, y gimiendo como una verdadera adicta a la leche. Mi chongo gritó de placer y mirándome me dijo: “no puedo creer lo bien que lo hiciste, sos una putita en serio!”.

Yo, todavía agachada y ronroneando como una gata, mientras lo miraba y lo escuchaba decir eso, me llevaba con mis dedos toda la leche a la boca, lamiendo mis dedos para limpiarlos de ese delicioso néctar.

Y ahí fue donde empezó la peor parte para mi novio, pero la mejor para nosotros..

Continuará..