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Un fin de semana en Gualeguaychú VI

en Sexo Oral

Fuimos en el auto de Facundo con todos los chicos al boliche en donde se realizaría la fiesta de la espuma, y como éramos seis personas en total, cinco chicos y yo, tuve que viajar en la parte de atrás, sentada sobre los tres que iban en ese asiento. Obviamente, me fueron tocando todo el viaje, me hacían sentar de tal manera que me quedaran las piernas abiertas, para que desde el espejo me vieran todo lo que pudieran mientras yo trataba todo el tiempo de resguardarme cuanto pudiera.

En un momento pasamos cerca de un patrullero, y los chicos dijeron que me esconda para que no vean que íbamos muchos adentro del auto. Me hicieron bajar la cabeza y uno de los que no conocía, a quien vi por primera vez recién esa noche, me tomó de mi cabeza y me la retuvo contra sus regazo. Los otros dos me acomodaron las piernas para que quede bien escondida, pero a partir de esos movimientos que me obligaron a hacer, se me levantó la pollerita dejando prácticamente todo al descubierto. Enseguida intenté volver a bajarla –una vez más-, pero me retenían los brazos y la cabeza diciendo que me quede quieta, que la policía podía llegar a verme. Por un lado, sé que tenían razón, que podíamos tener problemas por ir medio borrachos y con demasiada gente en el auto, pero por otro lado, la risa perversa de los chicos me hacía pensar que un poco me estaban mintiendo, sólo para seguir haciéndome cosas degeneradas. El chico que sostenía mi cabeza era el que más reía, mientras me refregaba la cara a la parte del pantalón que le cubría sus partes. Obviamente, comencé a sentir cómo se le paraba el pene en muy poco tiempo, y con el pantalón de por medio, su pija dura fue quedando apoyada sobre parte de mis labios y el costado de mi cara. Luego de unas cuadras pedí que me suelten y por fin pude acomodarme más o menos.

Cuando estábamos por llegar, Facundo me dice que en realidad él tenía una tanguita para mí, pero que tenía que ganármela. Ante mi desesperación, sólo atiné a preguntar sin poder esconder mi necesidad:

- Y qué tengo que hacer?

- Hacerme un pete desde allá atrás, desde el asiento ése, sentada sobre los chicos. Si me la chupás bien, hasta el final, hasta hacerme acabar, y si después te tragás todo, te doy la tanguita así no vas tan expuesta como estás ahora.

Sabiendo que con estos chicos no tenía ninguna otra opción más que la que ellos me daban, de que sin plata y sin mi ropa estaba a merced de lo que ellos dispusieran y de que ya me habían muchas cosas como para echarme atrás a esta altura accedí, pero pidiendo que se retiren todos y que nos dejen solos.

- Jajajaja, pero si todos saben que sos una putita petera y cola fácil, qué te molesta??? Los chicos se quedan a ver cómo la chupás, si no, la tanguita queda en mi bolsillo.

Ni siquiera respondí, me incliné rápidamente hacia delante y me esperé a que se saque la pija afuera, para comenzar mi  tarea. Ya la tenía dura, por lo que comencé a chuparla bastante enérgicamente para que todo esto dure poco. Por supuesto que al inclinarme hacia delante, quedé expuesta porque la pollerita volvió a levantarse. Y comencé a sentir manos que me recorrían mis partes. Durante unos minutos traté de sacarme las manos de encima pero desistí, en parte porque no podía, y en parte porque tantas manos sobre mí –una vez más- volvía a calentarme bastante. Unos gemiditos se me escaparon, debo confesarlo, y eso fue un error terrible. Envalentonó a todos, Facundo me tomó la cabeza con sus manos para hacerme tragar la pija más todavía, Lucas, en el asiento del acompañante comenzó a tocarme las tetas, y los chicos de atrás empezaron a meterme los dedos en la concha y a masturbarme el clítoris. Para cuando Facundo estaba por llegar, yo estaba tratando de retener mi orgasmo para evitarme la humillación de darles ese gusto. En ese momento una oleada de semen saltó en mi boca, y las manos de Facundo me impidieron alejar mi cabeza. Todo fue a parar a mi garganta, con lo cual tuve que tragar o si no me atragantaría. Y aprovechando la situación, uno de los chicos sobre los que fui sentada, no sé quién, me masturbó mucho más intensamente en el clítoris, con lo que sólo pude quedarme quieta esperando el inminente orgasmo. Llegó por fin, pero no sólo por la masturbación, sino también porque otro de los chicos aprovechó mi momento de vulnerabilidad para meterme de golpe un dedo bien mojado en la cola. La boca llena de leche, la pija todavía entre mis labios, las manos de Facundo en mi cabeza, los pezones siendo pellizcados por Lucas, la masturbación en mi clítoris por un desconocido y un dedo en la cola de alguien que nunca volvería a ver, fue demasiado como para resistirme. El orgasmo llegó, arremetió y me sacudió. Me estremecí, gemí, temblé y me ruboricé, mientras todos reían y repetían comentarios sobre lo puta que yo era.

Se bajaron del auto y como pude, mendigué mi tanguita, que tanto me había costado ganar. Facundo, antes de bajarse, la sacó de su bolsillo y me la tiró en la cara, estando yo todavía recostada con mi cola en el asiento de atrás, y mi cuerpo en el de adelante, pasando por entremedio de los dos asientos delanteros. La situación era medio humillante, pero más complicado hubiese sido entrar al boliche con una minifalda tan corta y sin nada debajo. Pero la sorpresa comenzó cuando vi en qué consistía la tanguita: no tenía ni un mísero triangulito de tela. Era sólo hilo, tanto adelante como atrás. Me la puse de todos modos, pero no cubría nada, terminaba en T tanto en la parte delantera como en la de la cola. El hilo se me metía bien adentro de la cola así como de mi amiguita. Me bajé del auto viendo cómo se reía Facundo de mi decepción, pero sintiendo también lo bueno que estaba tener un hilo metido tan adentro, rozándome toda con cada paso que daba.

Hicimos la cola para entrar al lugar, y tuve que aguantarme callada y medio escondida los comentarios desubicados de los chicos, que duraron prácticamente todo el tiempo que estuvimos esperando para entrar. Bastaba que alguien se acercara o estuviera más o menos a una cierta distancia en que pudiera escucharlos para que empezaran a gritar frases como “qué olor a leche que hay, quien hizo un pete y no se lavó los dientes?”, “al boliche se viene a tomar alcohol pero no leche!”, “a quién le gusta tomar la leche del pico?”, y frases por el estilo. La mayoría me miraba ya que todos reían y me miraban, llegando a veces a señalarme, en el medio de esos comentarios. Por suerte se terminó la espera y pudimos entrar.

Al entrar, largaron los primeros chorros de espuma, que nos mojaban a todos, manteniendo un nivel de espuma en la pista del boliche que nos llegaba más arriba de la cintura. En ese momento entendí el porqué de la camisa blanca, finita, de algodón sin corpiño. Los malditos pretendían que se me noten los pezones toda la noche, sin que pueda hacer nada para cubrirlos. Lamentablemente no pude hacer nada para evitarlo, y tuve que aguantarme a partir de ahí, las miradas lascivas y libidinosas de todos los hombres del boliche y la mirada de odio y desaprobación de todas las mujeres.

Ya jugada, sabiendo que nunca podría volver a Gualeguaychú después de la imagen de puta que me hicieron, les pedí a los chicos que me compren algo de tomar. Parece que hubiesen estado esperando ese momento para decirme que no iban a dar así no más algo. No estuvieron con vueltas, y me hicieron saber que tenía que sacarme la pollerita mientras durara la espuma, y así sólo en tanguita, debía hacerles un pete a dos de ellos debajo de la espuma. Los miré como haciéndoles notar que estaban propasándose, pero ellos me devolvieron la mirada como diciendo “la que quiere tomar algo sos vos”. Como la espuma me llegaba al ombligo, no lo demoré más y me saqué la pollerita. Me quedé con las botas, la tanguita que no cubría nada, la camisita que era una trasparente telita blanca, y el sombrero. Los chicos que estaban cerca notaron los movimientos que me estaban haciendo hacer y comenzaron a gritar y a silbar, a lo cual me metí debajo de la espuma para comenzar el primer pete. Noté que otro de los chicos se me puso al lado, y abrió su bragueta, teniendo entonces dos pijas delante de mí, en el medio de la pista del boliche, y rodeada de gente, de la cual la mayoría no estaba al tanto de lo que allí sucedía.

Me pasé de una pija a la otra, para hacerles llegar lo más rápido que pudiera, y comencé a mover mis piernas, haciendo que el hilo de la tanguita me roce lo máximo posible el clítoris. La sensación era nueva y me estaba excitando bastante, mucho más de lo que hubiese imaginado. Luego de un rato de estar chupándosela al segundo de los chicos, me levantó desde las axilas, me acercó a él y me hizo una aclaración:

- Escuchame una cosa nenita chupapijas, tenés que hacernos llegar en tu boca pero sin tragar ni escupir, mantené todo en tu boca, está? Si no, no hay tragos en toda la noche.

Mientras asentía con la cabeza, me desató la camisa de un tirón, dejándome los pechos al aire, y me puso la mano en la cabeza para hacerme arrodillar nuevamente. Antes de desaparecer en medio de la espuma, llegué a escuchar nuevos alaridos de los desconocidos que tuvieron la fortuna de presenciar el improvisado espectáculo. Una vez abajo seguí chupando un rato para luego volver a pasarme a la primera. Y así estuve, de una a otra, en el medio de los gritos de esos chicos del boliche que habían llegado a notar lo que pasaba. Logré hacer llegar al primero, y manteniendo la leche en la boca, tal cual me lo habían pedido, me dirigí a la segunda. La apoyé en mi lengua y comencé a masturbarlo rápidamente, hasta sentir el nuevo aluvión de leche, que terminaba de llenar mi ya cargada boquita. Me levanté con la leche en la boca, atándome nuevamente la camisa, viendo cómo la espuma iba desapareciendo y todos nos íbamos secando. Hice gestos para que me devolvieran la pollera y Facundo, con la pollera en la mano, me dijo:

- Te la damos si dejás caer la leche desde tu boca, dejándola chorrear por la cara, el cuello y el cuerpo.

La risa generalizada de los muchachos me hicieron saber nuevamente que no tenía opción. Abrí la boca y dejé caer la leche. Sentí todo el calor de los fluidos mezclados, la leche, la traspiración, la espuma, mi saliva, todo junto por mi cuerpo. Los aplausos y los silbidos no se hicieron esperar. Quedaron algunas partes más espesas en las mejillas y en el cuello pero no me permitieron tocarlos ni sacarlos. Me dieron la pollera y me la puse rápidamente, ya que la espuma que bajaba estaba empezando a dejar ver todo. Nos dirigimos a la barra para pedir algo de tomar y los chicos me miraron y me recordaban una vez más lo puta que era, que nunca vieron una petera que le guste tanto la pija, que no hay chicas que sean tan fanáticas de la leche y cosas así. Yo no les contestaba y sólo esperaba nuestro turno, pensando que mi novio Gastón nunca hubiera hecho un comentario así, ya que no me veía de esa manera, no creía que yo pudiera hacer esas cosas. Y de hecho, antes de conocer a estos chicos, yo tampoco lo creía!

Como no podía ser de otra manera, me hicieron pedir las bebidas a mí, con toda la cara llena de leche. El barman me miraba extrañado, confundido por ver una chica muy jovencita, linda, vestida como una puta, con las tetas casi a la vista, y con la cara llena de algo que parecía ser leche, pero pidiendo como si nada unos tragos. Me apoyé contra una pared, con mi trago en la mano. Le di unos sorbos mientras disfrutaba de la noche, de cómo estaba vestida, de cómo calentaba a los chicos que me miraban, de la sensación de bronca y envidia que les generaba a las chicas, y del olor a semen que me salía de la boca, del cuello y de las tetas. No tenía ganas de limpiarme, sólo de sentir ese olorcito, que siempre me había parecido tan repugnante, pero que ahora me estaba excitando tanto. El alcohol me tranquilizó un poco, y me hizo recordar que a pesar de haber comenzado a disfrutar algunas cosas, ya en un rato se terminaría todo y volvería a la normalidad con mi novio. Que sólo quedaba esa noche y luego, al otro día, podía ir al sanatorio a ver a Gastón, quien obviamente no podía enterarse de nada de lo sucedido. Pero todavía me quedaba una situación más para atravesar antes del amanecer…