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Un fin de semana en Gualeguaychú III

en Hetero: Infidelidad

Salí del baño de las chicas muy ofendida por la actitud del tatuador, de hacerme un tatuaje que yo no le pedí, así sea temporal. Llegué a la casa rodante que funcionaba como local de tatuajes, entré derecho y me encontré a Javier sólo, ya que el amigo de mi novio y el otro chico se habían ido ya. De todos modos le dije que su comportamiento había estado muy mal. Se rió como si no le importara nada y me dijo que me arregle con mis amigos, ya que habían sido ellos quienes eligieron el tatuaje. Pero que de alguna manera yo tendría que pagarlo, porque ellos no lo habían hecho. Me cambió la cara porque nuevamente me dejaban en deuda y yo seguía sin plata. Le dije que no tenía dinero conmigo y que hasta la noche no lo vería a mi novio, que era el único que podría dármelo. Entonces me dijo:

- Bueno, podés pagarme posando como modelo para hacer publicidad de mi trabajo. Sólo te sacaría de espaldas para que se vea bien el tatuaje y no tu cara. Borramos el número de teléfono celular y listo. Las fotos sólo estarían en mi blog, te podés quedar tranquila.

La verdad es que me sentí tentada por la propuesta, ya que me permitía resolver esto sin tener que pedir dinero a nadie. Y a mí no me complicaría en nada, ya que nadie podría identificarme. Le dije que sí, pero que las saquemos rápido porque se estaba haciendo de noche y tenía que pasar por la casa de Facundo para ver si mis cosas estaban secas y limpias.

- Date vuelta así te saco bien la cola, las piernas y la espalda. Dejate la bikini puesta así se puede apreciar ese hilo dental tuyo de puta que estás usando.

- No es de puta! Y no es mío, es lo único que pudieron conseguirme, le respondí.

Empezó a sacarme fotos como sin replicar mi respuesta. Luego de algunas tomas, me dice que me saque la parte de arriba de la bikini así se me veía toda la espalda desnuda, lo cual le daba un aire más de eroticidad o algo así. No me pareció tan mal si no se iban a ver mis pechos, por lo que accedí. Me sacó varias fotos así, sólo con la tanguita, mientras yo posaba sacando la cola para afuera, abriendo las piernas, inclinándome, y en todas las poses que Javier me decía. En un momento me dice:

- Sacate la tanga, total por lo que te tapa, es lo mismo. Yo saco desde lugares en los que no se te vea nada.

Le dije que me parecía mucho y me dijo que haga lo que quiera, pero amenazó con cobrarme el tatuaje en dinero para evitarse complicaciones si yo no accedía a estas fotos. Sin decir más nada me bajé la tanga y quedé completamente desnuda delante de este muchacho que no conocía hasta hacía media hora, mostrando mi cola sin nada que la cubra y con un tatuaje que decía “COLA FÁCIL”. No sé por qué, pero la situación, un poco me calentó.

Luego de tomarte más fotografías desnuda, me dijo que ahora venían las últimas y terminábamos. Me explicó que dado que mi tatuaje expresaba lo fácil que era probar mi cola, lo mejor que podíamos hacer era sacar las tomas finales con semen en mi ano, de manera de dar la impresión de que verdaderamente mi cola era muy accesible. Le dije que nunca me habían penetrado por atrás, que no lo haría con él, pero me tranquilizó diciendo:

- No te pongas loca, que así desnuda y tatuada como estás no podés tener ninguna autoridad. No te voy a penetrar por la cola, sólo te pido que me masturbes, que me ayudes a llegar, te abrís la cola, y te acabo sobre la colita, nada más.  

- Bueno, si es así, y si con esto terminamos, hagámoslo ya que me quiero ir. Él seguía con la cámara en las manos, por lo que me pidió que le desate la malla, y que comience a masturbarlo mirándolo a los ojos, ya que según me explicó, de esta forma se calentaba mucho. Por lo tanto, empecé a masturbarlo de ese modo, mirándolo, un poco incómoda, pero deseando que todo pase lo más rápido posible.

- Ahora agachate y apoyátela en la lengua como si desearas que te acabe en la boca, así termino rápido nena. Lo hice. – Ahora tocate vos, mientras me pajeas a mí, si tenés la conchita mojada las fotos salen más reales. Lo hice principalmente por no cortar todo ese clima que me permitiría salir de ahí muy rápido. Pero también en parte porque la calentura que me estaba agarrando por permanecer casi desnuda delante de tanta gente, de recibir tantas miradas y de estar tocando y chupando dos pijas desconocidas en tan poco tiempo, me hacía casi necesitarlo. – Ahora metete los dedos en la concha, mojalos bien, y después metete un dedo en la cola, así se va dilantando y en la foto parece que fuiste penetrada por la cola. Me pareció razonable y la calentura me hizo animarme a probar eso que nunca había hecho: meterme un dedo en la cola. Y confieso que me perdí. Me olvidé del clítoris y sólo me importaba seguir metiéndome despacito el dedo en la cola cada vez más. Casi automáticamente seguías masturbando al tatuador con su pene apoyado sobre mi lengua, pero ya no tenía en cuenta si estaba cerca de llegar o no. Incluso me pidió que ya que estaba así, se la chupe un poco. Obviamente lo hice sin pensar. Sólo me importaba mi cola, y lo que me estaba haciendo sentir.

De repente, Javier me sacó de mi placer y me dijo que me pare y me dé vuelta. Me apoyé sobre la mesa, con las manos me abrí la cola, y sentí su cabeza apoyándome, moviéndose enérgicamente. Enseguida sentí la leche que comenzaba a salir a borbotones entre medio de mis nalgas, todo alrededor de mi ano. Fue una sensación increíble, aunque traté de disimularlo lo máximo posible. Me pidió que me quede quieta, abriéndome la cola mientras me fotografiaba. – Qué abierta te dejaste la cola, parece que el tatuaje no estaba tan errado, jajaja.. Sólo atiné a sonreírme y asentir completamente avergonzada. Mientras sacaba las últimas fotos desde distintos ángulos, se escucha que golpean la puerta. Era el próximo cliente.

- Bueno, ponete esa bikini de putita que usás y andá no mas, nena. Tengo seguir trabajando, dijo mientras se limpiaba el pene con un pañuelo descartable.

- Pero me tengo que limpiar! Le dije.

- Ponete la malla que abro la puerta, te limpiás afuera, en el río, o en el baño del bar, donde vos quieras, ya estás grandecita para elegir, dijo mientras se acercaba a la puerta. Me apresuré a ponerme la malla. La parte de arriba primero y luego la de debajo de la bikini, por sobre la leche que tenía en la cola. Justo cuando terminaba a duras penas de acomodarla para cubrirme bien mis partes íntimas, se abrió la puerta y entraron tres chicos de unos treinta años que no disimularon nada las ganas que tenían de hacerme cosas, ya que así lo manifestaron desvergonzadamente mientras me iba de la casa rodante con la cabeza gacha, rogando que no se dieran cuenta que estaba toda encastrada de semen.

Cuando me encontré a los chicos, enseguida me dijeron muy malhumorados:

- Dónde te metiste nena? Nos tenemos que ir! Seguro que te estabas chupando una pija por ahí.

- No, no… Atiné a decir, y no pude agregar nada más, porque por lo demás era cierto. Me dijeron que teníamos que irnos, ya que había que pasar por la casa de Facundo a buscar mis cosas, y porque además, debíamos prepararnos para la noche. Según me adelantaron, iríamos a un boliche, a una discoteca a la que concurre mucha gente de nuestra edad. Así que me puse la musculosa y nos fuimos.

Al llegar a la casa, Facundo llamó por teléfono para preguntar por mis cosas, pero resulta que en la lavandería a la que las habían llevado confundió los pedidos y las habían mandado a otra dirección. Recién podría recuperarlas mañana. Era un nuevo golpe para mí, ya que seguía dependiendo de estos depravados que gozaban con humillarme y hacerme pasar por un putita. Y por supuesto, la nueva humillación no tardó en llegar. Se me acercó Lucas y me dijo al oído que me bañe y que vaya sólo con la toalla a una habitación que me señaló, diciendo que tenía algo que mostrarme y que quería hablar conmigo de ese asunto. Me sorprendí un poco porque no tenía idea a qué hacía referencia, pero pronto lo averiguaría.

Me bañé, lavé mi micro bikini, la colgué en el baño y me envolví en una toalla. Fui a la habitación en la que Lucas me esperaba y allí estaba él, sólo con la malla, con una cámara digital en la mano. Me ordenó secamente que me sentara en la cama al lado suyo, y me exigió que le preste atención a su cámara. En ella pude ver imágenes muy chocantes: era yo misma haciendo acabar a Javier sobre mi ano, filmado desde una de las ventanas de la casa de rodante.

- Qué pasaría si estas imágenes fuesen vistas por tu noviecito? Se enojaría mucho, no?

O se pondría triste? Lo más probable es que se separe de vos… Porque lo que pasó conmigo fue un favor que me hiciste de mala gana, pero acá se ve a la legua que gozabas como una puta.

Al ver mi cara de susto y mis ojos llorosos, expresó lo que en realidad quería plantearme: - Si mantenés mi calentura a raya, haciéndome descargar como yo te pido, va a estar todo bien, ni bien terminen estas vacaciones borro el video y te olvidás de todo esto. Sólo atiné a decir que sí, que haría cualquier cosa con tal de no poder en riesgo mi relación.

- Bueno, entonces me vas a tener que cumplir una fantasía. Sos perfecta para esto. Traje unas tobilleras y unas muñequeras, además de un antifaz y una sorpresita. Te ponés todo y te recostás sobre la cama, boca arriba. Yo me quedo parado adelante tuyo. Quiero que me masturbes con los pies hasta hacerme acabar sobre tu cuerpo. Quiero que me hagas una paja con esos piecitos inocentes que tenés…

Al no tener otra opción, accedí. Por lo menos esto quedaría dentro de cuatro paredes. Dejé la toalla sobre la cama, y quedando completamente desnuda, me puse las tobilleras, que consistían en una fina correa de cuero negro con tachas plateadas, y una delgada cadena también plateada que se extendía por sobre todo el empeine hasta un anillo que se colocaba en el dedo que está al lado del mayor. Las muñequeras, de un estilo similar, también tenían unas cadenas, sólo que más anchas y que terminaban en un gancho. Cuando otras correas fueron abrochadas alrededor de mis muslos, entendí la función de las cadenas de las muñequeras: se enganchaban a las correas de los muslos, inmovilizando ambas manos al mantenerlas ceñidas a los costados de mi cuerpo. El antifaz fue lo penúltimo que me colocó. Aunque todavía no entendía por qué no las enganchaba, en pocos segundos lo comprendería, ya que me hizo dar vuelta y colocar mis manos sobre el colchón de la cama, manteniendo mi cola erguida. Todavía necesitaba que use mis manos, para sostenerme mientras llegaba la parte más complicada, pero también la más excitante. Sentí un gel que iba embardunando mi ano hasta dejarlo completamente aceitado con la ayuda de su dedo, al mismo tiempo que me explicaba que había quedado trastornado luego de verme gozar tanto por el sólo hecho de tocar mi cola. Y a continuación, sentí como un pequeño dilatador anal iba siendo introducido en mi ano. Fue una sensación inigualable; entre la calentura que ya tenía y lo fácil que entraba con el gel lubricante, no podía resistirme. Una vez introducido, y después de que mi esfínter anal se cerrara sobre su sección más delgada -manteniendo la más gruesa dentro de mi colita, y un pequeño anillo de silicona afuera-, Lucas me ordenó que me irguiese, me encadenó las manos a las correas de los muslos y me empujó para que cayera boca arriba sobre la cama. Me tomó los pies y se los acercó a su pene para que comience a masturbarlo. A partir de allí, transcurrieron algunos pocos minutos en los que yo movía mis pies sobre su pene, pero en los que toda mi atención estaba centrada en mi cola. En un momento, sin sentirlo venir, sentí la leche cayendo sobre mi estómago, mis pechos, mi cuello e incluso algunas gotas sobre mi cara, al mismo tiempo que el amigo de mi novio resoplaba excitado por haber llegado a un orgasmo que tal vez anhelaba desde hacía mucho tiempo. Bajé los pies y le pedí amablemente que me desatara. Me dijo cruelmente que primero quería bañarse, y que tenía dos opciones: o pedía ayuda o lo esperaba así como estaba. De todos modos no me dio tiempo a responder y oí sus pasos alejándose por la habitación. Segundos después, la ducha abriéndose, y a continuación, su voz que le refería a Facundo que iba a llenar la bañera para hacer un buen baño de inmersión allí.

Inmediatamente me puse de pie y supe que tendría que recurrir a su amigo, con toda la humillación y vergüenza que ello implicaría: estaba desnuda, esposada y llena de leche. Pero fui de todos modos, serían sólo unos segundos y luego ya podría taparme. Comencé a llamarlo por su nombre y al llegar él a la habitación, no pudo ocultar su sorpresa al verme de esa manera.

- Yo escuché que eras media rapidita y que nunca decías que no, pero esto no es demasiado? Es el amigo de tu novio!

- Por favor, no preguntes nada y desatame. Después te explico todo.

- Bueno, vení, recostate sobre mí en el sillón.

Me llevó hasta donde estaba sentado mirando televisión, y me hizo acostar boca abajo a lo largo del sillón, con mi estómago sobre sus piernas, y me dijo que de ese modo podría desenganchar más fácilmente mis manos. Pero eso hizo que quedara expuesta mi cola, y obviamente, el juguetito que de él sobresalía

- Ah, y encima tenés un consolador en el orto! No lo puedo creer, qué puta que sos nena, no lo puedo creer…

Instantáneamente, su mano se dirigió a él, y comenzó a moverlo lentamente. De nada sirvieron mis pedidos iniciales para que sólo lo quitara y me liberara, seguía jugando con él con una de sus manos. Con la otra comenzó a acariciarme el clítoris. Y allí surgió una nueva situación de éxtasis y voluptuosidad. La mezcla de sensaciones de estar atada, con los ojos tapados, llena de leche, con un juguete en mi cola y unos dedos en mi clítoris, hacía que comenzara a llenarse toda mi entrepierna de fluidos vaginales. No podía disimular de ninguna manera mi excitación, por lo que sólo me dejé llevar. Además, hacía días que no tenía un orgasmo, y con todas las vivencias últimas, ya lo estaba necesitando. El juego de las manos siguió unos minutos, mientras de fondo oía expresiones por lo bajo que casi siempre hacían referencia a lo puta que yo era, a lo linda que estaba, al hambre que tenía mi cola, y cosas por el estilo. No tardaron en comenzar a llegar algunas nalgadas que impactaban en mis nalgas, generando una especie de electricidad que se trasladaba por todo mi cuerpo, y que casi mágicamente reverberaban al interior de mi cola producto del choque de las vibraciones con el juguete de mi ano. Por fin, luego de algunos instantes, comencé a sentir los temblores y las sensaciones previas a un orgasmo. Pero cuando llegó, fue una explosión increíble que me paralizó de cuerpo entero, sólo perturbado e incrementado por nalgadas que caían espaciadas sobre las carnes de mi cola. Retuve el grito que hubiese necesitado dejar salir, y lo reduje sólo a algunas respiraciones ruidosas. Le mojé muchísimo la pierna a Facundo, y naturalmente, parte del sillón. La forma en que lo viví, no puede compararse con ningún otro en mi vida. Tanto el dilatador de mi ano, que se mantuvo en movimiento a lo largo de toda esa explosión, como las nalgadas que me propinaba, potenciaron todas las sensaciones conocidas que sobrevienen con un orgasmo, pero también despertaron otras inimaginables que nunca había experimentado.

Consideradamente, me esperó durante un breve lapso de tiempo hasta que vuelva en mí y luego me dijo:

- Me calentaste mucho pendeja. Dejame levantarme, date vuelta y abrí la boca. Quiero probar esa boquita que todos dicen que sabe chupar muy bien. El estado de estupor que todavía continuaba producto del terrible orgasmo, no me permitió discutir mucho la propuesta, por lo que sólo me di vuelta luego de que él se levantase y espere a sentir un nuevo pene (el tercero en dos días) en mi boca. Se introdujo y comencé a lamerlo, a chuparlo, a jugar con mis labios sobre su cabeza, esperando lo inevitable. Y lo inevitable llegó, junto con algunas indicaciones.

- Mantené la cabeza de mi pija adentro de tu boca, quiero que me succiones bien el pito, así no se escapa nada de semen, putita. Y cuando termine, te lo tragás todo, sabés?

- Mmmmmmmm… Dije. Una vez más, era lo máximo que podía expresar con un pene llenando por completo mi boquita. Luego de chupar y chupar, comenzó a agitarse, a insultarme obscenamente y por fin se mantuvo en silencio mientras la leche pasaba casi directamente a mi garganta, por la fuerza con la que salió. Sólo tuve que lamer la punta de su pija mientras salían las últimas gotas. Tragué todo como me había pedido, respiré un poco más aliviada, y esperé a que por fin, luego de tanto esfuerzo, me liberara.