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Mis inicios lesbicos 3

en Dominación

-¿Cómo funciona el sistema? ¿Seguro que funciona con poca luz? –Preguntó al dependiente la bella joven de ojos almendrados.

-Seguro, está garantizado. Respondió el vendedor. –El sistema consta de dos pares de cámaras gran angular con tecnología “i-nite” que permite grabar aún en noche obscura, obteniendo imágenes a todo color y con calidad 3D. Las imágenes se procesan en esta caja y son transmitidas a YouTube o a la red. Se incluyen 8 pares de micrófonos auto-direccionales que en forma automática ubican la fuente del sonido y transmiten el audio a la misma caja. Incluye antena y modem 4G. La instalación está incluida en el precio.

- ¿Dónde quiere que lo instalemos? –Preguntó el vendedor, al tiempo que alternaba la vista desde los ojos almendrados hacia los pezones marcados.

-Dos al interior hacia al asiento del acompañante –Dijo la belleza, y agregó: -los otros en el exterior enfocados a 5 metros del radiador. Tengo que domar a una perra y necesito registrar su sumisión. 

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Me encontraba en la sala de ventas haciendo el cierre de las promesas de fin de mes y como siempre, debía quedarme hasta casi la media noche para poder cumplir con dicho trámite que permite entre otras cosas calcular mis comisiones mensuales. Había sido un mes muy movido y el tedio del tiempo extra que debía gastar se transformaba en alegría cuando por fin obtenía la cifra. Sobre todo si era jugosa. De pronto, el sonido impertinente del celular me desconcentró y una maldición escapó de mi garganta. Miré la hora: eran las 22h47 ¿Quién podría ser? El visor del celular indicaba un número desconocido.

- Aló? –dije, esforzándome por no mostrar enfado en mi voz.

- ¡Esa no es forma de contestarle a tu Ama, zorra! –Me dijo una voz aterciopelada y algo afectada al otro lado de la línea. Te he dicho que cuando te dirijas a mi debes llamarme “mi Ama” o “Ama Isabel” Acaso se te ha olvidado algo tan simple, ¡perra estúpida!

¡Era la joven dominante! ¿Cómo habría obtenido este número? Un escalofrío recorrió mi columna y sentí pararse todos los vellos de mi cuerpo. ¿Cómo debía contestarle?

Yo sabía cómo. Pero era imposible hacerlo. Imposible. ¡Tendría que contestar “buenos días, Ama Isabel” o “buenas noches, Ama Isabel” a cualquier número que fuera desconocido! ¿Y si no fuese ella quien llamase? Recibo decenas de llamadas diarias de clientes que se interesan en adquirir propiedades y son todas desde números desconocidos. Que humillación más grande sería contestar, sometiéndome, a alguien que no fuese mi Amo o la joven Isabel.

-Lo siento, Ama Isabel, lo siento –Dije en un hilo de voz. –Si usted me da su número personal no tendría problema en nombrarla como se merece.

-¿Te atreves a imponer condiciones, zorra estúpida? –Rugió. ¡Ya verás el castigo que tendrás que pagar por tu insolencia! Por de pronto, quiero que estés lista para mí en media hora –Dijo, y colgó.

Me apresuré y logré concluir mi trabajo en forma inexplicable. Subí al departamento piloto del edificio, en donde aproveché de darme una rápida ducha y a cambiarme de ropa. Una blusa, una falda. Maquillaje. Justo estaba cerrando la sala de ventas cuando mi celular mi hizo saltar.

- ¿Ama Isabel? – Dije, rezando porque fuera ella.

- Termina de cerrar y dirígete al vehículo que está estacionado con las luces encendidas – Me ordeno. Al llegar vi que su nave era un todoterreno con asientos de cuero y aún con olor a nuevo. Isabel estaba imponente. Vestía como modelo. Su corte de pelo, su cuerpo delgado, su maquillaje, su perfume, su carácter, la hacían verse distinguida. Especial. Sus ojos almendrados me taladraron con tal fuerza que me obligaron a bajar la mirada. Una seña casi imperceptible bastó para que me subiese y ocupase el asiento del acompañante. Aun cuando yo soy algo más alta que ella, su presencia y actitud me hacían sentir completamente opacada. Se acercó a mí para besarme en los labios y pude oler de cerca el perfume embriagador de su cuerpo.

Los recuerdos se agolparon en mi mente. La última vez que estuvimos juntas fue en presencia de mi Amo JAde durante la última visita de negocios de él a mi ciudad. En dicha oportunidad la joven dominante me atrapó en sus redes y descubrí por vez primera la pasión y la sensualidad que se siente al estar con otra mujer. Desde ese instante, mi percepción por las mujeres cambió radicalmente. Ella hizo algo más que ofrecerme el disfrute del sexo lésbico. Y me lo había advertido. Esa noche logró hacer de mí una bisexual. SU sumisa bisexual, que es lo que soy ahora. Desde entonces cuando camino por la calle o atiendo a mujeres en mi trabajo las miro con otros ojos. Me pongo a pensar cómo sería estar en los brazos de una u otra. Ello me produce una gran turbación. En cualquier caso debo reconocer que no logro ubicarme en el papel de dominante. En mi trabajo y mi vida cotidiana actúo sin complejos ni temores, exigiendo lo que corresponda a la situación sin sentirme temerosa, acomplejada o disminuida. No sé cómo explicarlo, pero en el plano sexual se produce en mí una catarsis que gatilla mi comportamiento sumiso y que me ocasiona una gran carga de erotismo. Inexplicablemente mientras más apocada y sin posibilidad de dominar la situación estoy, me excito más y más. Por eso mi Amo me obliga a usar el triskel. Para que alguien que conozca del tema sepa que tiene al frente a una sumisa, una esclava. Yo adoro a mi Amo y por el luzco el collar con el pendiente bien expuesto, y cada vez que atiendo público lo tomo con mis dedos jugando sutilmente a mostrarlo. Si alguien lo nota y me pregunta que significa el símbolo, debo decir que es la marca que usan las sumisas. Debo ser explícita en aclarar a quien me pregunte, que la persona que use dicho pendiente significa que tiene dueño, que es una esclava que obedece todo lo que su amo le pida. Y para garantizar que se ha entendido la respuesta debo preguntarle a la persona si me cree o no, si preferiría que mi Amo se lo explique telefónicamente, que lo podría llamar de inmediato. Por suerte, nadie hasta ahora me ha preguntado el significado del pendiente. Me moriré de vergüenza si ello ocurre.

- ¡Estas muy sabrosa, zorrita mía! Te he echado de menos –dijo Isabel trayéndome a la realidad, y acomodándose en su asiento arrancó el vehículo. Mientras manejaba con una mano, con la otra iba acariciándome lentamente. Metió un par de dedos por el escote de mi blusa hasta encontrar un pezón duro como una piedra.

- Veo que a la putita le excita el juego –Dijo estallando en carcajadas, al tiempo que apretaba el pezón sin ninguna consideración. El dolor era tan grande que tuve que hacer esfuerzos por no gritar auxilio. La mano siguió apretando por otro instante hasta que salió y fue bajando hasta penetrar entremedio de mis piernas.

- Ábrete más – Ordeno. Abrí mis piernas todo lo que pude y la mano siguió su camino de investigación, hasta rozar mi sexo desnudo.

-¡Ajá! –Dijo la domina, veo que no llevas ropa interior. ¿Por qué, cerdita?

- Después de que usted me llamó, Ama, terminé rápidamente mi trabajo y subí a ducharme y a cambiarme para estar más presentable para usted jovencita –le dije. Me sentía humillada teniendo que darle explicaciones a la bella dominante, y más aún al voluntariamente reconocerle que había pensado en ella y en cómo debía agradarle. -Incluso me apliqué algo de maquillaje pensando en que así mi Ama lo querría, y por lo mismo no me puse ropa interior- rematé.

- Pero que puta eres, como te entregas, como permites que una mujer te domine, una jovencita que podría ser tu hija, que te castigue y controle lo que hagas, totalmente. –Me humillaba al tiempo que me acariciaba las tetas y me golpeaba la concha. -Y mientras más te controlo más te mojas, zorra. Abierta de piernas, con el coño desnudo y las manos en la espalda. ¿Sabes? me dijo, filmaré tu entrega para que tu Amo vea lo puta y suelta que eres. Para que pueda mostrarlo a quien él quiera. Seguro que lo subirá a Internet. Así que sonríe y dile a la cámara lo que eres y qué te gusta.

Temblaba. No sabía si era de excitación o miedo. Quería cerrar mis piernas y cubrirme y escaparme de allí. ¿Qué diría mi familia si vieran un video conmigo así? ¿O mis conocidos? ¿O mi jefe? Sería mi ruina. La tenaza se cerraba más y más en torno a mí y yo no podía hacer nada por evitarlo. Sale! Huye! Me decía a mi misma, pero no lograba reaccionar. La mano hurgaba alternativamente mi ano y coño y subía para introducirse en mi boca que se abría obediente para chupar los dedos. Isabel estaba muy cerca de mí. Podía sentir sus labios a milímetros de mi boca. Suavemente, deslizó su lengua por mis labios a la vez que comenzó a chupar y morder mi labio inferior. Yo me dejé hacer. Sabía que no debía hacer ni decir nada hasta que la joven me lo ordenase. ¡Cómo había cambiado mi vida! Debía obedecer a una mocosa…y por propia voluntad. Isabel me acarició el rostro y mirándome, me dijo:

- Dílo!

- Soy una mujer dueña de casa que nunca ha engañado a su marido. No sé cómo he caído en esto, pero lo hago para satisfacer a mi Amo a quien adoro. –dije con convicción.

-Respuesta incorrecta, estúpida perra. Ya verás como gozarás esta noche.

Estábamos desplazándonos por un camino de tierra y podía sentir en mis fosas nasales el fresco olor del mar y en mis oídos el sordo murmullo de las olas a lo lejos. Me dediqué a observar el paisaje en silencio, mientras la pendex manejaba el volante y mi vulva a su antojo. Me tenía sentada con las piernas abiertas y mis manos detrás de mi espalda, con la falda arremangada. Isabel tenía acceso completo a mi coño depilado a laser. Manejaba y me acariciaba lentamente, frotándome los dedos húmedos sobre mi clítoris en movimientos lentos y circulares. De vez en cuando me daba pellizcos en los labios vaginales y me torturaba el clítoris. Yo la dejaba hacer. Me sentía humillada y sometida pero inexplicablemente caliente. La mina me tenía a mil y lo sabía porque se entretenía mojando sus dedos y metiéndomelos en la boca para dejarlos limpios de mis propios fluidos vaginales que manaban copiosamente. ¿Cómo se lo permitía? ¿Qué embrujo ejercía sobre mí esta hembrita capaz de controlarme a su antojo y con mi consentimiento?

- Sabes que puedo parar cuando me lo digas –Me dijo, pareciendo adivinar mis pensamientos. –Una hembra que se entrega por obligación no tiene ninguna gracia. Ni para tu Amo, ni para mí. Lo verdaderamente excitante es poder hacer lo que queramos contigo con tu pleno consentimiento. Obtener tu sumisión total. Y poder hacerte lo que queramos, lo que se nos ocurra. Incluso exhibirte o prestarte, o prostituirte. Ni tienes ni la más remota idea de lo que vamos a hacer contigo. Por de pronto te haré mi hembra particular, mi querida. Voy a “educarte” tan bien y tan profundamente que tu antigua vida heterosexual será cosa del pasado, del recuerdo. No conocerás más sexo y placer que el que una hembra te pueda brindar. Serás toda una lesbiana. Incluso cambiaré tu forma de vestirte y de comportar. No puedes ser una verdadera bi si no se nota. Frecuentarás locales bi, tendrás amigas bi y leerás relatos y verás películas de lesbianas. Respirarás lesbianismo hasta por tus poros. Se acabó el sexo con tu marido o con otro hombre, salvo el que tu Amo te quiera prodigar.

- No fuiste tan dura de doblegar después de todo. Tú no lo sabías pero en tu interior subyace una esclava. Alguien que necesita entregar el control. Una puta fina. ¿O me equivoco, zorrita?

- No mi Ama, no te equivocas –susurré. –Mi Amo es un macho dominante que disfruta por sobre todo con mi entrega, mi sumisión. Yo lo amo y le obedezco todo lo que me pide, por fuerte y molesto que sea. Me he puesto en sus manos…y ahora estoy en las suyas. Y debo obedecerle Ama. Haré lo que usted me pida. Los dedos húmedos de movían y viajaban desde mi coño empapado hasta mi ano. Se detuvieron allí y empezaron a luchar por entrar. Un quejido se escapó de mi boca.

-Perra estúpida! Cómo te oiga hablar o quejarte sin mi permiso otra vez te daré de correazos en tu zorra hasta hacerte sangrar. Relájate! Es una orden. Me esforcé lo más que pude y los dedos lograron entrar sin oposición. Entraban y salían, volvían a mi coño y nuevamente al fondo de mi agujero. Me sentía violada, usada, sucia, pero inexplicablemente excitada. Ahora era yo quien movía las caderas acompasando el vaivén de su mano. Sentía que estaba dando otro paso en mi rendición. Me costaba aceptar que una mujer me diese placer, me excitase. Pero mi mente no había contado con que podría sucumbir a una joven dominante de magnetismo animal cuya belleza andrógina facilitaba las cosas. Mi Amo tenía razón. Debía probar el sexo integral. Debía hacerme lesbiana. Oh, mi Dios, quería que él me amara. Que ella me amara. Quería hacerme lesbiana para ella! La idea fue fugaz pero bastó para encender la chispa del orgasmo, que se extendió como un temblor por todo mi cuerpo, fue subiendo y amplificándose hasta que al punto de acabar la mano se quedó quieta. La mano. Oh Dios, que siga, oh, por favor. La mano siguió quieta por un instante infinito tras lo cual volvió a moverse a su ritmo. A poco andar se escucharon unos suaves gemidos y posteriormente brotó un “por favor, por favor, Ama” de mi boca. “Por favor, déjeme correrme, por favor, por favor” Mi mirada lánguida buscó la suya y al cabo de unos segundos detuvo el vehículo dejando las luces encendidas.

- ¡Bájate del jeep y desnúdate! -me ordenó. Vacilé por un segundo. Abrí la puerta y apoyé un pié sobre la arena húmeda. Me dolían las piernas por la posición forzada en que me había encontrado. Mi sexo palpitaba sediento del orgasmo inconcluso. El cielo tenía un leve color ambarino producto del reflejo de las luces de la ciudad contra las nubes bajas. Estaba oscuro. Caminé hasta situarme frente a las luces del jeep. Mirando a la bella joven me fui quitando la blusa y la falda hasta quedar completamente desnuda, salvo por los altos tacones. Coloqué las manos atrás de mi espalda, levantando mis pechos y separando mis piernas. Bajé la cabeza y me dejé caer de rodillas sobre la arena, en actitud ofrecida y sumisa.

- Pero que puta eres – exclamó sonriente. – toda una puta ofrecida. –dime ahora lo que quieres y por qué lo quieres, y quizá te lo conceda. Habla alto para que pueda escucharte sobre el ruido de las olas.

-Mi Ama Isabel –dije en voz alta- Quiero que sepa que soy su sumisa, su esclava. Puede hacer conmigo lo que quiera. Soy una puta que le suplica, le implora, que le permita acabar. Por favor Ama. ¿Qué más quiere? Me tiene en sus manos. Como mi Amo. Y yo obediente obedeceré lo que ustedes me pidan. Me ordenen. Por favor…Ama.

Isabel caminó en círculos mirando al suelo hasta que se detuvo para recoger unas algas. Las cortó de un tirón dejando unas ramas húmedas y largas. Se acercó a mí por detrás. Sentí un fuerte dolor en mi nalga derecha y acto seguido en el izquierdo. A continuación la joven domina se entretuvo castigando mi culo, mis tetas, mis muslos y mi entrepierna sin contemplaciones. Dedicó un tiempo extra para azotarme el clítoris y mis labios, ambos hinchados y expuestos. Yo sabía lo que debía hacer. Quedarme quieta y agradecerle tras cada latigazo recibido.

- Gracias, Ama Isabel – comencé.

- Gracias de nuevo, mi Domina, gracias, gracias Ama.

- El ejercicio cruel sobre mi hizo que el aroma del cuerpo de Isabel se desprendiera y llenara el ambiente. Que dolor. Que placer. La hembrita siguió fustigando una y otra vez mi cuerpo adolorido hasta que se detuvo jadeando.

- Gracias Ama, dije en un susurro.

Al fin Isabel cayó rendida en la arena, sus pechos enhiestos oscilaban al vaivén de la fuerte respiración. Me acerqué lentamente y sin mediar una orden comencé a desvestirla, hasta que su joven y bello cuerpo quedó totalmente desnudo y a mi merced. Sus tetas firmes y menudas estaban perladas de un sudor que brillaba a la luz de los focos del vehículo. Su sexo completamente depilado despedía un dulzor extraño, olor a hembra virgen, aroma a tierra. No fueron necesarias las palabras. Debía someterme completamente. Voluntariamente. La miré a los ojos y comencé a besarla tiernamente, a abrazarla, a acariciarla, primero con mis manos, mi boca y mi lengua. Lamí y sequé cada gota de sudor que cubría su bello torso. Eso fue suficiente para que mi bella Ama reaccionara y comenzara a su vez a besarme y morderme suavemente los labios.

No fueron necesarias las palabras. Ambas nos fundimos en un abrazo tierno y sexual mientras nuestras lenguas se enredaban y perseguían y nuestros dientes mordisqueaban y nuestras bocas gemían, y nuestros dedos penetraban las humedades de nuestros sexos.

En Santiago, un hombre miraba fijamente el monitor de su notebook. Tuvo que liberar el miembro de su encierro, a punto ya de explotar. Las imágenes y sonido habían sido recibidas y almacenadas con lujo de detalles en el servidor.

-Estás casi a punto. –Dijo en voz alta.