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Mis inicios lesbicos 7

en Sexo Oral

Macarena era una chica de 19 años, de pelo ondulado y castaño, de ojos pardos y mirada alegre. Su familia tenía una buena situación y vivía en la capital, donde su padre ejercía de médico cirujano en una clínica de renombre. Su madre había muerto de cáncer gástrico hace unos años, a pesar de los enormes esfuerzos y recursos desplegados por su propio marido. Ese fue el motivo principal que llevó a Macarena, Maca como la llamaban sus amigas, a estudiar medicina. Alejarse lo más posible de los tristes recuerdos fue lo que la llevó a elegir universidad en la zona Norte del país.

Lamentablemente para ella, el nivel de estudios era muy alto y se le hacía difícil mantenerse a la par de sus compañeros. Al término del tercer semestre enfrentaba un examen difícil y requería obtener una nota alta para aprobar. Tras largas noches en vela estudiando y concentrándose para el examen, decidió hacer trampa y arriesgar todo su futuro usando un “ayuda memoria” durante el examen. Lo que no sabía Macarena era que por disposiciones académicas las aulas donde se rendían los exámenes escritos estaban siendo monitoreadas por cámaras de audio y video de alta resolución ubicadas estratégicamente en los muros y cielos rasos.

Cuando recibió un correo electrónico de la secretaría docente que le solicitaba urgentemente presentarse en las oficinas del vicerrector académico, jamás imaginó Macarena las razones y el vuelco en su vida que darían los acontecimientos.

Tras golpear la puerta una voz firme le ordenó entrar y sentarse. La vicerrectora era una mujer hermosa, de cuerpo firme, cabello rubio teñido en moño, vestida con una blusa blanca que contrastaba con una falda negra hasta la rodilla, lentes ópticos y tacos altos. Era difícil pensar que había entrado en sus 40s.

Siéntese señorita Bermúdez, ordenó. A continuación giró y ubicó sobre su escritorio de cristal, frente a Macarena, una hoja con membrete de la universidad y ordenó nuevamente. –Lea.

Macarena leyó el corto texto y su rostro pálido se transfiguró cuando la sangre lo enrojeció, la mandíbula cayó y sus ojos se enrojecieron de miedo y vergüenza.

“…expulsada de la universidad, conforme al artículo…” leía una y otra vez.

Macarena no supo nunca si lo que más vergüenza le dio fue que la hubiesen pillado haciendo trampa, o que la vicerrectora la viera llorar.

Tome, séquese los ojos, señorita Bermúdez. –Ofreció la vicerrectora, acercándole una caja de Kleenex.

Por favor. –Suplicó Macarena. Por favor, le suplico no me expulse. Se lo suplico. Esto es un error. Un grave error.

Claro que es un grave error…suyo –Argumentó la vicerrectora con voz queda y firme. Tenemos registros audiovisuales que prueban fehacientemente su actuar durante ese examen.

¿Quiere verlos? –Ofreció.

Sin esperar respuesta, apretó una tecla y girando el monitor sobre su escritorio se vio la imagen clara y nítida de Macarena extrayendo un papel desde su manga durante el examen. El zoom de la cámara permitía ver incluso lo que estaba escrito en el mismo.

Lo siento. –Gimió entre hipos Macarena. Perdón. Haré lo que sea para evitar la expulsión. Sólo pídamelo y lo haré. Lo que sea.

Usted no sabe lo que dice, Bermúdez. Aunque pudiese hacerlo, ocultar la evidencia, las consecuencias para usted serían peores. Piénselo.

Se lo suplico, -Dijo nuevamente. Por favor no; no. Le ruego me ayude…haré lo que sea pero no me expulse. –Sollozó.

En un hipotético caso en que lleguemos a un acuerdo señorita Bermúdez, lo cual dudo mucho que se concrete, incumplir mis deberes académicos pone en serio riesgo mi propia permanencia en la universidad y mi meta como rectora de esta casa de estudios. Tendría que ser una situación absoluta y totalmente conveniente a mis intereses y deseos para que aceptase siquiera a considerar la situación.

Entienda Bermúdez que una persona en mi situación no puede permitirse el lujo de exponer sus “deseos” y “gustos” abiertamente. Sólo teniendo el control total sobre el “sujeto” en cuestión posibilitaría dar rienda suelta a mis preferencias sin temor alguno a desbordes o indiscreciones. ¿He sido lo suficientemente clara? –Arguyó.

Una pequeña luz de esperanza brilló en la mente de Macarena. ¿A qué referiría con sus “preferencias”? ¿Qué podría ser más terrible que la expulsión? ¿Cuánto costaría costear esas preferencias? Aunque la suma de dinero fuese muy alta, estaba segura que su padre la apoyaría para salir de ese predicamento.

Haré lo que usted quiera, vicerrectora. Lo que quiera.

¿Está segura de lo que me ofrece, señorita Bermúdez? ¿Puedo pedirle lo que quiera y usted obedecerá sin chistar? –Preguntó.

Bueno. –Dijo pensando la hermosa joven. Si está dentro de ciertos límites no tendría problema alguno en realizarlo.

La vicerrectora se irguió en su asiento, molesta:

Necesito que firme el documento en señal de acuso de recibo. –Declaró, entregándole una lapicera Montblanc. Le entregaré un original del mismo y deberá dejarme su credencial y hacer abandono de las instalaciones de inmediato.

Pídame lo que quiera, señora. –Reiteró. Mi padre es un med…

Silencio. –Exclamó la vicerrectora. Este es su problema. No se atreva a incluir a terceras personas en este juego.

Macarena se derrumbó. ¿Qué sería de ella si no estudiaba medicina? ¿Qué dirían sus amistades? ¿Su padre? Medicina es la razón de mi vida; encontrar la solución a la enfermedad de mi madre, pensó.

¿Y si lo que me pide es de carácter sexual? ¿Será que la vicerrectora es una de esas mujeres con inclinaciones lésbicas? ¿Y si me pide que me acueste con ella? ¿Será que eso es lo que tiene en mente? Nunca he estado con una mujer y el solo hecho de imaginarse en eso con ella le produjo a Macarena una animadversión que se tradujo en un rictus bucal. ¡Qué asco! –Pensó. Pero quizá sólo quiera acotarse conmigo un par de veces. De seguro que encontrará a otra estúpida estudiante a quien chantajear.

Usted gana. –Susurró Macarena. No pongo condiciones. Haré lo que me ordene. Lo que sea.

Los ojos de la vicerrectora brillaron intensamente. Tenía a esa bella mujer en sus manos. Buscó una llave y abrió una gaveta en un mueble lateral, extrayendo una hoja de papel impresa y la dejó frente a Macarena.

Este documento. –Habló con voz calma- es un documento en el cual usted, señorita Macarena Bermúdez, reconoce haber hecho trampa en el examen del día martes pasado. Léalo y escriba abajo su nombre completo, fecha, RUT y firma. También debe estampar su huella digital. –Ordenó, pasándole un tampón. Esta es la garantía que tendré que usted habla con la verdad y que se entregará a mis deseos sin condiciones.

Macarena tomó la lapicera y escribió todo lo que se le solicitaba, sin leer siquiera el documento. ¿Con qué fin? La vicerrectora la tenía en sus manos. Un estremecimiento le recorrió de arriba abajo por su espina dorsal.

La vicerrectora sonrió al tener en sus manos el documento. Una vez resecada la tinta con el secante, tomó el documento, lo metió en una funda plástica y lo guardó junto con la carta de expulsión en la gaveta. Pero qué estúpida es. –Pensó. Qué fácil es para un Ama someter a sus presas voluntariamente.

Ahora, estúpida –Ordenó la vicerrectora. Veamos si es cierto lo que has prometido. ¡Desnúdate!

Macarena no podía dar crédito a lo que oía, pero la mirada impaciente de la vicerrectora no permitía dudas al respecto. Por un segundo pensó en rebelarse, es levantarse y salir huyendo de allí, en denunciarla, pero recordó el video, la carta en que se inculpaba y en sus estudios, y, lentamente se puso de pie y comenzó a desvestirse, quedando solamente con sostén y calzón.

¿Qué parte de DESNUDATE no entiendes, perra? –Masculló. ¡Toda la ropa!

Macarena alzó sus brazos por atrás y desabrochó el sostén que dejo caer al suelo. Sus pulgares se hundieron en los laterales de la última prenda que protegía su intimidad y se deslizaron hacia abajo, quedando totalmente desnuda.

Manos tras la nuca, codos atrás, piernas abiertas, mirada al frente. –Ordenó.

Macarena hizo lo que se ordenaba. Al tomar dicha posición notó que sus pezones apuntaban desafiantes hacia adelante, y su sexo quedaba expuesto.

La vicerrectora se paseó en torno a ella observando y disfrutando de ese bello cuerpo joven que se ofrecía indefenso para sí.

Separa más las piernas y recuesta el torso sobre el escritorio. –Ordeno.

Más, abre más las piernas, más, más –Mandó.

Unas nalgas rosadas y firmes se exhibían frente a sus ojos. La abertura forzada de las piernas permita ver los labios de la vulva abiertos y rosados.

¡No te atrevas a moverte! –Casi gritó, suspirando de emoción y de morbo.

Cogiendo su teléfono celular del escritorio se dedicó a filmar y fotografiar a la hembra así ofrecida y dispuesta.

Pero que hermoso ejemplar de puta eres. –Sonrió para sí. Estoy segura que pronto seré tu nueva mejor amiga.

¿Te atraen las mujeres? –Preguntó. Vamos, responde cuando se te pregunte algo.

No, señora. –Respondió Macarena con un estremecimiento. Me gustan sólo los hombres.

Mucho mejor para mí. –Ironizó la vicerrectora. Prefiero domar a chicas heterosexuales y volverlas bisexuales. Ya verás. Ya lo disfrutarás- Dijo riendo.

¿Eres virgen?

No, señora. Dejé de serlo hace un año.

¿Eres virgen por el culo? –Volvió a preguntar la mujer.

Macarena arrugó el rostro y con enojo respondió: Qué asco! Eso es anti natura.

Asco debiera darte hacer trampa en un examen, zorra. Pero mejor para mí, ya lo verás.

Decidió que era hora de iniciar la educación de la estudiante. Tomó una regla y ubicándose al lado de la muchacha, instruyó:

A partir de ahora, cada vez te pregunte algo, vas a responder rápida y claramente. Cada vez que te dirijas a mí, lo harás con respeto, terminando con la palabra “Ama” ¿está claro?

Si. –Contestó rápidamente Macarena.

PLAF!!! Sonó la regla al hacer contacto con su glúteo izquierdo.

El golpe pilló a Macarena desprevenida, y un grito sordo salió desde el fondo de su garganta. Intentó erguirse, pero una mano firme la mantuvo recostada contra el frio cristal.

No te atrevas a moverte, puta –Masculló entre dientes, y agregó ¿Cómo debes responder, estúpida?

Tomando aire, y venciendo las ganas de acariciarse el trasero, Macarena respondió:

Si, Ama. Está claro…Ama.

Este escarmiento es por haber hecho trampa en el examen, zorra. Cada vez que la regla golpee en tu culo vas a contar en voz alta y a agradecérmelo ¿está claro?

Está claro, Ama. Debo contar y agradecerle, Ama.

PLAF!!!

Uno, gracias Ama.

PLAF!!!

Dos, gracias Ama.

Macarena no podía dar crédito a lo que estaba ocurriendo. Estaba siendo violentada voluntariamente por una desconocida, desnuda y expuesta, fotografiada y filmada. Los golpes eran cada vez más dolorosos y se alternaban en ambos glúteos. A veces caían en sus muslos interiores lo que era particularmente doloroso y la tenían al borde del llanto. Los últimos golpes fueron dados en el entrepiernas, directamente sobre su vulva abierta.

Macarena lloraba y suplicaba que el castigo cesase, pero tenía la precaución de mantenerse contando y agradeciendo, para no enojar más a la académica.

Finalmente los golpes cesaron.

Macarena se desplomó sobre el escritorio y no tuvo conciencia que nuevamente la vicerrectora estaba sacando fotos y filmando su rojo trasero.

La vicerrectora respiraba agitada. Estaba excitada y húmeda al término del correctivo. Se dirigió a su cartera y extrajo una crema de manos humectante. Depositó una abundante cantidad en sus dedos y se dedicó a esparcirla en las rojas nalgas de Macarena. Oh, que suave y caliente su piel. –Pensó. Lentamente acarició una y otra vez sus nalgas, diciendo en voz queda: Ya pasó lo peor, mi niña. Tranquila. Esta crema impedirá que queden marcas. En un par de días no lo recordarás. Tranquila. Los dedos húmedos de crema no dejaron rincón sin acariciar. Incluso se dedicaron a acariciar el borde y orificio del ano de la bella joven.

Macarena, molesta, intentó impedírselo, pero otra vez sintió el peso de la mano en su espalda y recordó que había dado su consentimiento para salvarse. Se dejó hacer. Se sintió molesta consigo misma por haber sido tan estúpida. Ahora no tengo de que quejarme, pensó. Estoy literalmente en sus manos. De pronto sintió que la mano se dedicaba a encremar el interior de sus muslos. Las ministraciones estaban produciendo un efecto raro en ella.

Por favor, Ama. –Dijo.

No te atrevas a hablar sin que se te haya pedido, estúpida. –Ordenó la vicerrectora, y continuó con sus tocaciones.

Ahora Macarena sentía la mano cada vez más cerca de su sexo. Oh, no. –Pensó. ¿Qué me ocurre? Me estoy excitando.

La vicerrectora captó el cambio de ritmo en la respiración de la muchacha y sonriendo, se dedicó a encremar los labios externos de la vulva. La mano siguió acariciando y encremando por fuera y por dentro, y Macarena respiraba y suspiraba cada vez más. De pronto se sorprendió al escuchar unos quejidos que escapaban de su garganta. Sin proponérselo, Macarena separaba cada vez más las piernas, para facilitar las caricias de la vicerrectora. Ésta ahora se dedicaba directamente a masturbar a la joven con mano experta. Encontró el clítoris duro y enhiesto y lo apretó entre sus dedos.

Ahhhhh. –Exclamaba Macarena. AAGGHHH,  AAAGGGHHH Se quejaba.

La vicerrectora notó que la muchacha estaba casi a punto del orgasmo. Siguió apretando, palmeteando y acariciando la concha húmeda, al tiempo que le decía.

¿Qué te pasa? ¿Estás a punto, zorrita?

Siiiii.

Un palmazo seco en su concha le recordó cómo debía comportarse.

Si, Ama.

La mano seguía acariciando cada vez más suave, hundiendo los dedos alcanzando el punto G. No te atrevas a acabar si mi permiso, zorra. –Ordenó la vicerrectora.

AAAHHH. –Exclamó la chiquilla. Por favor, Ama. Por favor….Ama.

No te atrevas, puta –Gritó. Pero siguió con sus tocaciones. Un dedo de la otra mano de la vicerrectora recogió algo de crema y fue a introducirse en el ano de la muchacha. Luego fueron dos, los que entraban y salían de su culo. Eso fue demasiado para la niña, y repentinamente sintió que una descarga que nacía desde el fondo de su ser, crecía y explotaba en oleadas continuas, sin control.

AAAAGGGGHHHHHHH, aaaaaghhhhhh, aaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh. –Exclamó Macarena cuando el orgasmo explotó en su interior. Las caricias de la vicerrectora continuaron hasta que la muchacha perdió la conciencia tras alzarse y desplomarse sobre el escritorio.

Cuando despertó, estaba recostada sobre él sofá de la oficina de la académica, desnuda y abierta de brazos y de piernas. Un pequeño parpadeo fue detectado por su visión periférica. Giró la cabeza y observó en el monitor mural su imagen en alta definición. En el sillón frente a ella estaba la vicerrectora sentada, desnuda, abierta de piernas, sonriéndole.

Te ganaste otro castigo por haber acabado sin mi permiso, zorra. –Le dijo. Pero no por ahora. Ven, acércate en cuatro patas y permite que yo también goce, puta.  

Macarena giró sobre el sofá cayendo a su costado sobre sus manos y rodillas. Así, desnuda como estaba avanzó hasta el sillón de la sonriente vicerrectora.

Ponte de pie a mi lado, como ya sabes que debes hacerlo. –Ordenó la mujer.

La muchacha se irguió y puso sus manos tras la nuca y separó sus piernas. La vicerrectora acarició las tetas hasta  poner los pezones duros como piedra. Luego, con una mano acarició las nalgas y con la otra se dedicó a jugar con los labios y el clítoris de Macarena. Ésta se mantuvo firme, sintiendo poco a poco como su cuerpo se excitaba y respondía a los toqueteos e intrusiones de los dedos. Su ano y concha fueron acariciados y penetrados por esos dedos expertos. Unos instantes después la vicerrectora vio como la belleza respondía cada vez que la penetraba con sus dedos. Los quejidos de su boca eran cada vez más graves y su respiración cada vez más profunda. Atacó las tetas, culo y concha de la muchacha hasta que la llevó al límite del orgasmo. Ahí se detuvo y le ordenó: -Ahora vas a chuparme y lamerme la concha Bermúdez, hasta hacerme acabar. Si lo hacer bien dejaré que tú también acabes. De rodillas –Ordeno. A lamer!

Macarena no daba más. Sentimientos encontrados se apoderaron de su ser y sin dudarlo cayó de rodillas enfrente de la vicerrectora. Se sentía pequeña y vulnerable, desprovista de voluntad. Debía hacer lo que se le ordenase.

Acercando sus labios hasta el sexo abierto pudo apreciar el extraño aroma que se introducía por su nariz y garganta. Justo antes de que su lengua hiciera contacto miró hacia su izquierda y sin saber por qué, le sonrió al botón rojo palpitante que inmortalizaría su primer cunnilingus.

Primero besó el sexo de su Ama. Besó sus muslos interiores y alrededor de la vulva húmeda que se encontraba totalmente depilada. Luego sacó la lengua y comenzó a acariciar con ella la zona de los labios exteriores e interiores lamiendo y tragando los jugos de la vicerrectora. No era tan terrible como llegó a pensar. Si me esmero, podría hacer que llegase al climax rápido y terminar pronto con esta pesadilla. –Pensó. No hay mal que dure cien años.

Se dedicó a lamer y a chupar, imaginando lo que le gustaría que le hicieran a ella. Pronto los líquidos de la mujer fueron cada vez más abundantes y copiosos. Mojó en ellos sus dedos y los introdujo suavemente en el culo de la vicerrectora.

La académica estaba en el paraíso. La putita sabe cómo dar placer, es natural. –Meditó, pero no pudo pensar en nada más porque las caricias, penetraciones anales y vaginales y los mordiscos y lamidas en su clítoris la llevaron pronto a otra realidad.

AAAHHH, aaaahhhhhh. –Sigue así, puta, vamos, sigueeeeeee. Como lames mi conchaaaaaa. Y eso que no eras expertaaaaaa. –Gritó. 

En la pantalla del ordenador se podía apreciar con un par de segundos de diferencia las imágenes que iban siendo grabadas provenientes de la vicerrectoría. Una bella y desnuda muchacha estaba lamiendo, mordiendo y chupando de rodillas el sexo de la vicerrectora, mientras que ésta se apretaba los pezones y orgasmeaba una y otra vez.

Veo que la perra por fin aprendió a cazarlas –Pensó la dominante. Tener en mi poder a la vicerrectora me permitirá completar mi plan antes de tiempo.

Macarena es la mejor amiga de Laura, por lo que controlándola me ayudará a cazar a la hija de edAJ.