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El porno, ¡qué gran invento!

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Antes de nada, debo aclarar que no soy sexólogo, psicólogo o sociólogo: soy ‘nadólogo’ (o todólogo, como dicen con sorna en Centroamérica). Simplemente, tengo cierta edad y aún creo conservar cierto sentido común.

Antaño, la información sobre el sexo era algo tabú, de lo que nunca se hablaba abiertamente (se fá, ma non se dice), y uno debía procurarse información como buena o malamente podía.

Hogaño, las cosas han cambiado, ¡ya lo creo! Hoy, cualquier adolescente de 13 o 14 años sabe muy bien cómo follan Nacho Vidal, Silvia Saint y otros muchas estrellas del porno. Y esos vídeos porno que han visto es, de hecho, la única información ‘completa’ de que disponen porque, como lo más normal es que nunca hayan visto follar a sus padres, no saben cómo follan papá y mamá. ¿Piensan realmente que, cuando los hicieron a ellos, papá y mamá hicieron algo parecido a lo que han visto en esos vídeos?

¿Llegan a darse cuenta de que sus padres nunca pagarían por ver a otros hacer lo que ellos ya hacen siempre? ¿Alcanzan a entender que lo que ven en esos vídeos es justamente lo que sus padres no suelen hacer (o no hacen nunca) y por eso les da morbo verlo? Aunque la respuesta sea afirmativa, lo cierto es que esos vídeos son su única fuente de información real, así que, cuando les toque a ellos entrar en acción, va a ser el único referente al que van a poder aferrarse para saber cómo comportarse.

Con lo que la conducta sexual de los vídeos porno pasa a convertirse, de hecho, en su estándar de comportamiento sexual. Para ellos, lo ‘normal’ no es lo que papá y mamá hicieron cuando los encargaron (que desconocen), sino lo que hacen los actores porno. ¡Mucho más sano que el oscurantismo de antes, dónde va a parar! (para los muy cortitos: estoy siendo irónico).

Basta con leer la mayoría de los relatos de esta página para darse cuenta de que es así. Los comportamientos descritos se ajustan, la más de las veces, al guión de una peli porno. Y lo que es más lastimoso: las actitudes, también.

¿A ninguna chica le dan asco las mamadas? ¿Ni un poquito? ¿O se lo aguanta y procura poner buena cara porque, en los vídeos que ha visto, eso es lo normal, y reconocer que no le gusta podría interpretarse como que ella no es muy ‘normal’? Leyendo los relatos de esta página, podría asegurarse que una felación es el sueño dorado de cualquier chica, y el preludio indispensable de cualquier contacto sexual que se precie. ¿Hay algún estudio serio sobre a cuántas chicas les mola de verdad (sin presiones) el sexo oral? Conste que tan ‘aceptable’ me parece que a una chica le guste como que no. Es su opción y la respeto, sea cual sea; simplemente, dudo que en muchos casos sea una opción libremente asumida.

También parece muy corriente, según los relatos leídos, que ‘les ponga’ que las llamen “zorra”, “puta asquerosa” y otras lindezas similares. Si yo fuera tía, creo que ya me habrían matado a ostias, porque el “eso lo será tu puta madre” (más alguna ‘caricia’, y el final de la función) sería inmediato. Si tu chico no te hace sentir como una guarra, cambia de chico; pero si te lo llama, dale una ostia. Por supuesto, para gustos están los colores, pero si luego el chaval se vuelve un maltratador, no protestes. El que te falta al respeto en la cama, te lo acabará faltando fuera de ella. Cambiando el género de los famosos versos: Pues ¿para qué os espantáis / de la culpa que tenéis? / Queredlos cual los hacéis / o hacedlos cual los buscáis.

Camus definía el absurdo como la contradicción, dolorosamente sentida, entre los deseos y aspiraciones humanas y el silencio irreverente del mundo. Como existencialista irredento, sé muy bien percibir y apreciar la rebeldía ante el absurdo que se esconde tras ‘el sexo por el sexo’, cuando de verdad lo hace. “Hurgad bajo la piel de un cínico, y hallaréis el nervio dolorido de un sentimental”. Sé ver la desesperación que puede ocultarse tras una fachada de banalidad, si la hay.

Pero tras ‘el sexo por el sexo’ de la mayoría de los relatos, sólo percibo la estupidez de unos descerebrados haciendo uso de su sacrosanto derecho a disfrutar de su sexualidad como mejor les parezca, ¡faltaría más!

Si quieres vivir tu vida como si fueras a morir antes de los 18 (o los 20, los 25 o los 30), recuerda morirte de verdad antes de esa fecha; luego, tu vida puede resultarte muuuy laaarga… y muy vacía.

El sexo es algo natural, por supuesto (¡sólo faltaría que fuera artificial!), pero no es algo trivial. Echar un polvo no es tan trivial como tirarse un pedo, lo diga quien lo diga. De hecho, todas las sociedades civilizadas han puesto siempre cautelas en torno a él, que adquieren la forma de convenciones sociales, preceptos religiosos, etc. La trivialización del sexo ha sido siempre uno de los indicadores más fiables de la decadencia de una civilización. Y está claro que la nuestra está en fase terminal…

Como dijo Marilyn, “para adquirir conocimientos, uno debe estudiar; pero para adquirir sabiduría, uno debe observar”. No me refiero a Marilyn Monroe, ni a Marilyn Manson, sino a Marilyn vos Savant, la persona viva con mayor cociente intelectual conocido. Si alguien como ella recupera la antigua distinción entre conocimientos y sabiduría, por algo será. El problema del porno y los adolescentes parece ser el mejor ejemplo de que nunca antes habíamos tenido tantos conocimientos… y tan poco conocimiento.

(Incidentalmente: por edad, tengo interiorizado el ‘usted’ y me gusta usarlo; he tenido muy buenas amistades y sentido gran cariño (y algo más) por personas a las que jamás he tuteado. Y me revienta que me digan “¡Oye! ¡No me trates de ‘usted’, que no soy tan vieja!”. Antaño, cuando se sabía distinguir entre conocimientos y sabiduría, a los viejos, por serlo, se les reconocía sabiduría, fueran cual fuesen sus conocimientos, y por eso a ellos se les trataba siempre de ‘usted’, porque se consideraba que su sabiduría merecía respeto. Pero ‘usted’ no ha sido nunca un tratamiento “de viejos”, sino un tratamiento “de respeto”. Si te ofende que te traten con respeto, por algo será…).

Para concluir, tengo la sensación de que hemos pasado de una generación a la que nos daba igual ocho que ochenta y Juana que su hermana, a otra de ignorantes que creen realmente que 'ocho' es igual que 'ochenta' y Juana que su hermana, porque, como a nosotros nos daba igual, nunca nos hemos molestado en enseñales la diferencia. Y la hay.