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¿Felpudo sí, o felpudo no?

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Sé bien que, contra la estupidez, hasta los dioses luchan en vano. Pero habrá que luchar…

En el proceso de evolución, el ser humano he ido perdiendo el pelo de todo su cuerpo, salvo en dos lugares: la cabeza y el pubis. De hecho, la aparición del vello púbico ha sido desde siempre considerado como el indicio de un mínimo de madurez sexual. Quien aún no lo tiene es ‘impúber’, y se considera que aún no está apto para el sexo, y quien lo tiene, es que ya ha alcanzado la ‘pubertad’. Impúber, púber, pubertad, derivan de pubis (de si tiene o no pelo en él).

Ahora, desde hace pocos lustros y sin otra razón que la estupidez, se ha impuesto la moda de afeitarse el pubis, sobre todo las mujeres, a imitación de los actores porno. En la industria del porno, la depilación se dio por dos motivos: primero, para inducir la sensación de que la chica era todavía impúber, creando así un aura de morbo pedófilo; y segundo, para tratar de acotolar los ‘bichitos’ inherentes a la promiscuidad sexual (vulgo ladillas).

Dicen que en la posguerra española era común rapar al cero la cabeza de los niños con piojos, como único remedio para acabar con ellos. El rapado del pubis tiene los mismos efectos con las ladillas; por eso se impuso entre los actores porno. Cuando veo un pubis afeitado, además de sentir un repelús anti-pedófilo, no puedo evitar la impresión de que su dueña debe ser una guarra que lo hace porque, si no, tendría unas ladillas como centollos… Lo siento, ya sé que no es muy políticamente correcto, pero es así: no lo puedo evitar.

Al afeitarse esa zona, es obvio que momentáneamente aumenta la sensibilidad de la piel, pero cualquier dermatólogo (o cualquiera con sentido común) nos dirá que con el continuo afeitado no hacemos más que curtir la piel, con lo que a medio plazo, lo único que conseguiremos será el efecto contrario: la insensibilización de la zona curtida. ¡Fabuloso!

Los genitales femeninos son cualquier cosa menos bonitos, afeitados o no: eróticos, excitantes, lo que se quiera, pero no estéticos. La última pseudo razón para afeitarlos es que la ropa íntima femenina (y la no tan íntima ropa de baño) se ha vuelto tan exigua que en ningún caso tapa el vello púbico, con lo que éste acabaría siendo visible, si no se afeitara.

Nuestro tatarabuelos, a finales del XIX, se ponían como motos espiando ¡los tobillos! de las jovencitas cuando subían a los tranvías de mulas de la época. Ahora, que es ‘normal’ que niñas impúberes lleven tangas a cual más diminuto, las mujeres adultas enseñan en cualquier playa o piscina su anatomía prácticamente al completo con toda naturalidad; es decir: sin causar ninguna excitación extraordinaria en la población masculina.

Y es que la saturación del estímulo lleva siempre aparejada la insensibilización, a medio plazo. Por eso, la mujer ha necesitado ir enseñando cada vez más partes de su anatomía para conseguir excitar al hombre… durante un tiempo. Lo malo es que ya no le queda nada más que enseñar, con lo que la inhibición de la libido masculina, por saturación de estímulos, está demasiado cercana como para no pararse un poco a meditar.

Soy cualquier cosa menos moralista, pero ¿realmente hace falta una ropa íntima (y no tan íntima) tan exigua que exija afeitar el vello púbico? En algún momento habrá que detener esta insensata carrera hacia ninguna parte. Pero, como he dicho al comienzo, sé bien que, contra la estupidez, hasta los dioses luchan en vano…