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Un buen día

en Sexo con maduras

Debo admitir que el uso de internet y el mundo de la informática no era mi fuerte, todas mis amigas me contaban de lo maravilloso que era encontrar a muchas personas en salas de chat, que conocían gente de todo el mundo y como muchas de ellas hablan inglés, conocían aun más.

Hasta hace dos años. Una de ellas que me convenció para inscribirme en el mismo curso de inglés que estaba tomando. Cuando me inscribí, también lo hicieron cinco personas más y en total el grupo se extendió a diecisiete personas.

Entre todos los que entramos había un joven que llamó i atención, la mayoría de los alumnos éramos muy extrovertidos, charlábamos a la hora del almuerzo, participábamos activamente en clase, pero él no, era completamente introvertido.

Un día hicimos una clase en pareja y la maestra nos permitió elegir nuestro compañero, muchas amigas me pidieron que las eligiera, pero cuando me preguntó con quien formar el equipo lo elegí a él.

Para mayor mi conveniencia, la maestra indicó que permaneciéramos así durante las clases siguientes para no confundir temas, ya que cada pareja tendría uno distinto y al final haríamos una representación ante la clase para mostrar lo aprendido. Ya estando juntos, le pregunté su nombre, debido a que la maestra siempre usaba los apellidos para llamarnos y él siempre se iba a otro lugar a almorzar y al terminar las clases se iba sin despedirse.

Su nombre era Fernando* y estaba a punto de hacer su examen para entrar a la universidad. Me molestó un poco que sus respuestas fueran muy directas y cortantes, pero logré entablar una buena charla con él.

Al terminar la clase le invité a tomar un café y seguir practicando la lección del día, pero se negó explicando que siempre debía llegar a casa a la misma hora. Le pedí prestado su teléfono celular y escribí mi número y lo guardé, le dije que no dudara en llamarme si es que podía salir más tarde.

No fue hasta las siete de la noche que recibí su llamada.

-Hola, ¿señora Adela?, soy Fernando, de las clases de inglés.

-¡Hola Fernando!, ¿cómo estás?

-Bien, mi padre me dio permiso para salir y quería saber si podemos tomar ese café que me invitó en la tarde.

-¡Claro que sí!, no sé si te quede cerca pero hay uno cerca de la escuela, podemos ir a ese.

-Sí, si me queda cerca. Entonces nos vemos allá en media hora.

-Ahí estaré.

Fui a cambiarme de ropa rápidamente, me puse una blusa holgada, jeans azules y zapatos negros, llevé mi suéter de cuello de tortuga en mano debido a lo fresca que se sentía la noche. Salí hacía el café y llegué más o menos en diez minutos.

Él llegó cinco minutos después, entramos al café y ordenamos nuestros favoritos, ya en la mesa le pregunté más acerca de él.

-Quiero estudiar administración, por eso haré el examen el próximo sábado, pero mi papá es muy duro conmigo, él quiere que siga el negocio familiar, pero a mí no me gusta, es por eso que estoy un copo deprimido. Cuando le dije del examen, se molestó y no me alentó en lo más mínimo.

-Puedo decirte que tu padre no acepta que salgas adelante, él quiere tener un ayudante gratuito de por vida, es por eso que quería que aprendieras el negocio familiar. También puedo decirte que aunque él no esté orgulloso de ti, otras personas lo están. Entonces será el sábado… obviamente no te acompañará, ¿cierto?

-Para nada, ni siquiera quiso decirme donde quedaba la escuela donde lo haría, tuve que preguntar a mis amigos.

-A eso me refiero, sé que es horrible que tu padre no te apoye, pero todos tus amigos si lo hacen, es más, yo ya te considero mi amigo y te deseo la mejor de las suertes y espero tú también me consideres tu amiga.

Sonrió y noté que su rostro se ruborizaba, también sonreí y le acaricié su mano.

-¿A qué hora será el examen?

-Temprano, a las ocho de la mañana.

-¿Cuánto tiempo durará?

-Van a dar tres horas para completarlo, espero terminarlo antes.

-Te voy a proponer algo, para celebrar que hayas terminado el examen, te invito a comer, porque sé que es muy desgastante.

-No sé si mi papá vaya a dejarme.

-Simplemente dile que ya hiciste el compromiso y que no puedes posponerlo.

-Veré qué puedo hacer.

-En cuanto salgas del examen háblame al celular y yo iré por ti.

Sí, está bien.

Seguimos charlando de las clases de inglés, de la música que nos gusta y de un sinfín de otros temas, terminamos nuestros cafés y lo llevé a su casa.

La semana pasó rápidamente y al fin el sábado había llegado, me levante temprano para bañarme y vestirme lo mejor posible. Elegí una falda y saco rosas, blusa color melocotón, pantimedias color salmón, y zapatos rosas también.

Comí el delicioso desayuno que Martha me hizo y después me dispuse a esperar la llamada de Fernando.

A las diez y media recibí su llamada y en cuanto colgamos salí hacia la escuela que me había indicado. Llegué en media hora ya que no era muy lejos de donde vivía, le llamé para indicarle dónde estaba y varios minutos después estaba tocando la ventanilla del carro.

-¡Hola, espero te haya ido bien! ¿Estuvo difícil?

-Hola, gracias. Sí estuvo un poco difícil, sobre todo los temas que no estudié bien, pero tengo confianza en que lograré entrar.

-¡Así se habla, piece of cake! Bueno, cerca de aquí hay un centro comercial, veamos que restaurantes hay ahí.

-Bien, vamos.

Tomé un retorno y llegamos en cinco minutos al centro comercial, pero la distancia en realidad es un poco mayor, a pie tomaría alrededor de veinte minutos llegar. Salimos del estacionamiento y buscamos el área de comida en el mapa, ya que era la primera vez que ambos estábamos en ese lugar.

Antes de ir le sugerí pasear y ver las tiendas, caminamos hasta el otro extremo y mientras los hacíamos noté que muchas personas nos miraban. A mi cabeza legó un pensamiento travieso, me acerqué más a él y le tomé la mano. Al sentir mi mano, la apartó un poco, pero después la tomé firmemente. Yo miraba las tiendas para disimular y después de pasar tres voltee a verlo, estaba completamente rojo, y volteaba hacia todos lados tratando de ocultar su timidez.

Me detuve a contemplar un escaparate de una tienda de ropa y disimuladamente veía a las personas que pasaban. Muchas bajaban la vista, era obvio que miraban nuestras manos.

Subimos hasta el tercer piso donde estaba el área de comida, todo el tiempo agarrados de la mano y no dejábamos de atraer las miradas. Decidí comer en el área pública y mientras esperábamos por volvimos a conversar.

-Fer, supongo que un chico tan guapo como tú trae locas a las chicas.

-No, no tanto. Una vez tuve una novia, pero cortamos a las dos semanas.

-¿Y eso por qué?

-Pues me dijo que a fin de cuentas yo no era su tipo.

-Así estuvo bien. Y después de ella, ¿no has tenido otra novia?

-No, ninguna. Hay varias chicas de mi escuela que me gustan, pero nunca tuve el valor de acercarme y decírselo.

-Fer, vive tu vida, no como reza el dicho, no hace falta que sea tu último día, pero vívela con más emoción, haz cosas espontáneas, no organices tu día. Haz eso también con las chicas, acércate a alguna amiga tuya e invítala a comer, lo peor que pueda pasar es que te diga que no.

Sonrió y terminó su plato. Contempló a su alrededor evitando cruzar mirada conmigo.

Minutos después terminé mi comida también, pedí la cuenta y volvimos a recorrer el centro comercial, esta vez el segundo piso.

Volví a tomarle la mano, pero ahora también iba recargando mi cabeza en su hombro. Las miradas de las personas, en especial de las mujeres, no podían ser más evidentes. Sinceramente admito que me gustaba imaginar los pensamientos de mujeres y hombres: “Asalta cunas” “¿Qué le vio a ese mocoso?” “Niñato con suerte” “¿Ese mocoso con esa mujer?”

Me senté en una banca y me quité un zapato. Le pedí que me diera un pequeño masaje. Lo pensó unos segundos, pero después se hincó frente a mí y comenzó a acariciar mi pie. La tela de las medias sonaba cada vez que sus manos se movían, apretaba de vez en cuando mi pie.

Me puse el zapato de nuevo y le dije que era hora de irnos, asintió y de pronto me dio un beso en la mejilla.

-Me gustó pasar este tiempo con usted, Adela.

-Fer, no voy a dejar que te vayas sólo. Además recuerda lo que te dije, hay que vivir el momento. Vamos al carro y te explico mejor.

Bajamos al estacionamiento y antes de subir al carro, le tomé la cara y le di un beso en la boca. Al terminarlo vi de nuevo que se había puesto tan rojo como cuando tomé su mano, aun más de hecho.

-Hay que ser espontáneos, recuérdalo- dije susurrando a su oído mientras le agarraba la entrepierna y sentía el bulto que palpitaba dentro.

Conduje hasta mi casa y ya en ella le indiqué a Fer que fuera a la sala.

-¡Martha, Dulce, Verónica, vengan por favor!

>>Gracias por bajar, les voy a dar el resto del día libre, no es necesario que terminen las tareas que estaban haciendo. En cuanto terminen de cambiarse vayan a la biblioteca para hablar conmigo de nuevo.

Minutos después, las tres estaban en la biblioteca, les di un sobre a cada una y les dije que podían regresar el lunes al medio día.

Fui a la sala y me senté junto a Fernando.

Tomé su mano y la puse en mi muslo, él la contemplaba, pero no la movía, comencé a moverla en su lugar, lo hacía de adelante hacia atrás, suavemente. Separé mi mano y el siguió acariciando mi pierna, de nuevo el sonido de las medias invadía la sala, al fin volteó y me miró fijamente, el rubor de su cara no disminuía.

Me acerqué para besarlo, al principio alejó su cabeza, pero el respaldo del sofá le impidió seguir haciéndolo, comencé a buscar su lengua. Metí mi mano bajo su camiseta, su respiración aumentaba, su cuerpo estaba ya muy caliente.

Él seguía acariciando mi pierna, sin dejar de besarlo tomé su mano y la subí a mi pecho.

De pronto él se alejó, se levantó, pero alcancé a tomarlo del brazo.

-Discúlpame, Adela, no puedo hacerlo, no debemos.

-Shhh, no te preocupes de nada, es por eso que dejé ir a mis empleadas, estamos solos en la casa.

-No, no es eso, es que, usted es…

-¿Qué soy?

-Más…

-¿Grande? Eso no es impedimento.

-¿Y si llega su esposo?

-No lo hará, ni siquiera está en el país. Recuerda, déjate llevar por el momento, además, creo que tu amigo allá abajo piensa distinto a ti.

Se agarro la entrepierna ocultándola.

-Anda, no desperdicies la oportunidad, podremos matar dos pájaros de un tiro, tú aun estás estresado por el examen y yo al fin cumpliré mi cometido de tenerte dentro de mí.

Subimos a mi habitación, lo desnudé lentamente y al fin vi su pene erecto, sin dudarlo lo tomé con una mano y comencé a masturbarlo. Estaba muy caliente, cuando detenía la mano sentía sus palpitaciones. Lo jalaba lentamente, jugaba con su prepucio, lo estiraba y cubría toda la cabeza, después lo jalaba descubriéndola toda. Mi mano se humedeció por el líquido pre-seminal. Comencé a jalarlo rápidamente, su pene brillaba, se puso de un color casi morado, estaba completamente hinchado.

Después de jalarlo varias veces comenzó a palpitar fuertemente y al fin su cálido semen salió disparado hacía mí y cayó en mis senos. Solté su pene y comencé a tocar el semen en mis senos, comenzaba a formarse una mancha húmeda en mi blusa.

Le indiqué que me desnudara también. Así lo hizo, pero estaba tan nervioso que sus manos temblaban como si tuviera frío. Dejó caer mi blusa, me puse de espaldas a él y desabrochó mi sostén, me lo quité y se lo di en las manos. Lo olió un poco y lo dejó caer a un lado. Ahora sí tomó la iniciativa y me acercó a él, me abrazó y después bajó sus manos bajando el cierre de mi falda y jalándola para después dejarla caer.

Acarició mis nalgas enfundadas en pantimedias y bajó acariciando completamente mis piernas. Me senté en la cama para que me quitara las pantimedias, pero no las bajó completamente, las dejó en mis rodillas, bajó mis pantaletas también y abrí mis piernas, todo lo que mis pantimedias me permitían.

Tocaba mi vagina con su pene, pero no me penetraba.

-¿Qué pasa, Fer?- dije jadeando un poco por lo nerviosa que estaba.

-Es que… Yo…

-¿Eres virgen?

-Sí…- dijo evitando verme a los ojos.

-No te preocupes lindo, para eso estoy aquí-. Tomé su pene y torpemente comencé a meter la cabeza. –Así, ahora empuja-. Le susurré al oído.

Comenzó a empujar, penetrando al fin, lo hizo una vez y dejó su pene dentro, al parecer se estaba acostumbrando a la sensación de tener el pene dentro de una vagina.

Después bombeaba lentamente, le dije que tomara mis piernas para mejor apoyo y así lo hizo, seguía bombeando lentamente pero con fuerza. Me levanté y le dije que se recostara en el piso, así lo hizo y después me senté en su pene, apoyé las manos en el piso y comencé a dar de sentones. Lo hacía rápidamente para que ambos sintiéramos rico, su pene era un poco delgado. Seguía sentándome en él cuando de pronto sentí varios espasmos, sabía que se estaba viniendo, no me detuve y deje que descargara todo lo que debía.

Me levante al baño y traje un paquete de condones, le puse uno aprovechando que su erección no había desaparecido. Después me puse en cuclillas, coloqué mis manos al los costados y me apoyé en el piso de nuevo, le dije que comenzara a bombear pero que esta vez lo hiciera rápidamente. Obedeció sin dudarlo y comenzó a penetrarme tan rápido que con cada empujón hacía sonar mis nalgas.

Después de varios minutos así, me coloqué en posición de perrito. Ahora me penetró casi a la primera y bombeaba rápidamente. Me agarró de la cadera y comenzó a acariciar mis nalgas, después estiró los brazos y acarició mis senos, tocaba mis pezones reconociéndolos, no dejaba de masajearlos y apretarlos.

Descansamos unos minutos y después bajamos a mi despacho, escombramos el escritorio y me recosté en el, abrí las piernas, las coloqué en sus hombros, mientras el agarraba mis muslos, volvió a penetrar, lo hacía lentamente, metía todo el pene en cada oportunidad, al acercarse le dije que se quedara así y tomé su cabeza, la acerqué a mis senos y comenzó a mamar uno de ellos, succionaba y lamía.

Subió el ritmo del bombeo, de nuevo con cada empujón sonaban mis nalgas, me movía estrepitosamente, las patas del escritorio rechinaban con cada empujón.

Al final se agotó y dejó de bombear, el condón mostraba todo el semen que había eyaculado. Después nos besamos de nuevo y subí mis pantaletas y mis pantimedias, fui a ponerme ropa y él se puso la suya.

Ya iba a anochecer así que decidimos que lo mejor era que él volviera a casa, no sin antes pasar a tomar una taza de café.