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Entre el placer y el miedo...

en Grandes Relatos

Llevábamos dos días disfrutando de Madrid a tope, museos, monumentos, gastronomía, shopping, espectáculos… y también sexo, mucho y muy variado sexo, incluyendo un salvaje magreo mientras nos comíamos a besos en el asiento trasero de un taxi y un polvo rápido en los probadores de un gran almacén.

Nos alojábamos en una preciosa habitación con unas vistas impresionantes en un lujoso hotel muy céntrico con todas las comodidades. La pieza estrella de la estancia de nuestra habitación era un jacuzzi, el cuál habíamos disfrutado juntos con auténticas maratones de buen sexo.

El plan para nuestra última noche en Madrid consistía en cenar con los dos mejores amigos de mi novio, a quienes les había prometido llamar, para verse. Carlos y Luis se presentaron en el restaurante del hotel y junto con ellos disfrutamos de una deliciosa cena. Bebíamos y reíamos a carcajadas. El alcohol nos había desinhibido y hasta podía notar las miradas de ellos concentradas en el pronunciado escote del vestido que llevaba esa noche, y que no está por demás decir que pese a la insistencia de mi novio para que lo usara, a mí, me parecía bastante atrevido.

La idea era salir de fiesta tras la cena, pero el tiempo pasó volando y era tarde. Habíamos tomado demasiado y saldríamos a primera hora de regreso a Barcelona, así que para cerrar la noche los invitamos a subir a la habitación con la idea de mostrarles la magnífica suite en la que nos alojábamos y saborear el champán francés y las delicatesen de chocolate que Luis y Carlos me habían obsequiado a su llegada al hotel.

Luis y Carlos alucinaron con el jacuzzi y sin pensarlo dos veces les dije desafiante -A que no se atreven a probarlo-. Se miraron sin saber qué decir, pero al notar el consentimiento de mi novio decidieron aceptar la propuesta. 

Mientras ellos nos esperaron en el salón, nosotros fuimos a ponernos la ropa de baño. Nos desnudamos completamente, me abrazó dulcemente y me preguntó-¿Lo estás pasando bien, amor? -Mucho, cariño- Esas fueron las únicas palabras que intercambiamos. Salimos del dormitorio y nos metimos al jacuzzi.

Carlos y Luis se quedaron en ropa interior y nos acompañaron. Brindamos, nos reímos y después de otra botella de vino fue que comenzó todo…

- ¡A que no hay cojones de sacarse la ropa! - dijo mi novio- Aunque extrañada, les dije que no me molestaba, se deshicieron de los taparrabos y comenzaron a corear mi nombre animándome para que yo también me deshiciera de la ropa -¡Ni loca! Eso sí que no- pero siguieron coreando y gritando cada vez más fuerte.

-¡Schssssssssssssss! por favor, nos van a llamar la atención!-, exclamé, sin que me hicieran ningún caso. Así que para que se callaran de una vez, dije: ¡Está bien, lo haré pero dejen de gritar, por Diosss!”.

Me sumergí un poco más para que no se viera nada, solté la parte de arriba de mi bikini y lo deje fuera del jacuzzi.

-¡Lo de abajo, lo de abajo, lo de abajo...!-, coreaban como chiquillos. Un poco enrabietada apoyé la cabeza en el borde del jacuzzi, agarré la braguita del bikini por los lados, y mientras levantaba el trasero del fondo de la bañera haciendo fuerza con los pies, me lo saqué -¿Satisfechos?- Debo confesar que el comportamiento de mi novio me tenía un poco extrañada, parecía no importarle que yo estuviera ahí desnuda frente a sus amigos, podría asegurar que más bien lo disfrutaba.

Habíamos superado ampliamente nuestro umbral de tolerancia al alcohol, pero nos esforzábamos en aparentar normalidad. Carlos se acercó a nosotros para llenarnos la copa, nos sirvió e hizo el gesto de retirarse un poco para no estar tan cerca de mí, por si nos podía incomodar, pero mi novio, que había pasado su brazo por detrás de mi cuello, apretó su hombro en un gesto claro para que no se distanciara y comenzó a besarme apasionadamente en la boca mientras acariciaba mi pecho. Tras unos segundos de sentirme observada, superé mi pena ajena y me entregué a los besos y caricias. Sin darme cuenta mi novio subió mi pecho para que emergiera del agua quedando a la vista unas milésimas de segundo, ese fue el desencadenante…

Tomó mi mano derecha y por debajo del agua la puso encima de la pierna de Carlos. La retiré y mi novio volvió a ponerla. La volví a retirar, entonces tomó la mano de Carlos y la acercó a mis senos. Empezó a acariciarme torpemente, evitando los pezones. Volvió a poner mi mano en su pierna y ésta vez ya no la retiré…

Me sentí tan extraña que mire a mi novio con los ojos llorosos y medio tambaleante mientras continuábamos besándonos, me miró fijamente y asintió con la cabeza para que yo supiera que todo aquello no era casual ni accidental, estaba maliciosamente premeditado por él.

Carlos continuó magreando mis tetas con mucha más decisión hasta encontrar uno de mis pezones y jugar con él; lo estiró, retorció y apretó hasta que un gemido mío provocó. Pensé que aquello no era justo, busqué su entrepierna y agarré su pene medio erecto masajeándolo con suavidad desde la base hasta el extremo como si le hiciera una paja. Entonces fue él quien gimió.

Al percatarse de esto, mi novio bajo su mano izquierda desde mi otra teta hasta el coño, separé las piernas instintivamente para facilitarle la operación y comenzó a frotarme los genitales como bien sabía que me gustaba.

Luis grababa todo con una videocámara que teníamos, desde la penumbra, en silencio, justo enfrente de nosotros, al otro lado del jacuzzi. Para buscar otro ángulo decidió sentarse en el borde de la bañera quedando a la vista sus atributos justo enfrente de mí.

Para entonces mi novio y Carlos ya estaban completamente pegados a mí, tanto, que lograron que me incorporara más y que mis tetas quedaran a la vista por encima del nivel del agua burbujeante. De medio lado, pegados a mí, sobándome con fuerza las tetas mientras yo recorría sus pollas de arriba abajo. Una con cada mano. En muy pocos minutos tenía yo dos pollas durísimas agarradas con fuerza. Miré al frente y me percaté que Luis grababa la escena con la mano izquierda y que con la derecha se estaba pajeando.

 

La situación me superó, me desconecté por completo, se fundieron las conexiones, se apagaron los mecanismos… -¡Alto, alto, alto! lo siento, lo siento de veras pero no puedo hacerlo. Nunca lo hice antes, no estoy preparada, no va a funcionar. No soy capaz de hacerlo, hay que dejarlo aquí- mientras decía todo eso miraba fijamente a los ojos de mi novio, cubrí mis pechos, cerré las piernas y me sumergí en el agua hasta que el nivel me llegara al cuello.

-Está bien muchachos. Se acabó la fiesta. Vestíos y esperadme en el bar del hotel, bajaré a despedirme en unos minutos - dijo mi novio. Así lo hicieron, sin rechistar, ni decir una palabra. Salieron del jacuzzi sin que yo dejara de mirar hacia las burbujas de aire con la cabeza agachada. Me besó en la frente y me abrazó en silencio.  Nos fundimos en un tierno abrazo mutuamente y casi ni nos percatamos de que sus amigos salieron de la habitación.

-Debo bajar a despedirme, no tardaré- me dijo. -¿Querías que lo hiciera?- le respondí. -Sabes bien que sí, que era mi mayor fantasía de siempre, pero no te sientas mal. Entiendo que no puedas hacerlo, me basta con que lo hayas intentado, ¿vale? Me tomo la última copa con ellos y subo enseguida amor, ve acostarte si quieres, no tardo nada.

Salí del jacuzzi sollozando…-no llores por favor. Se ha intentado y no ha podido ser. Ya está. No dramatices las cosas. Ya pasó todo- me dijo. -Pero es que ha sido tan mágico…hemos pasado unos días tan intensos, tan diferentes…incluso hoy con tus amigos, lo estábamos pasando todos tan bien, nos hemos reído tanto…Me sabe muy mal que todo acabara tan bruscamente, no quiero defraudarte pero de verdad que no puedo hacerlo. Es demasiado para mí. Incluso sabiendo que era lo que más deseabas que sucediera, pero llegué a mi límite- fue mi respuesta. Me miró y antes de salir me dijo -solo debías dejarte llevar, y sobre todo no dejar de mirarme nunca a los ojos, pasara lo que pasara, nunca dejar de mirarme a mí, yo lo tenía todo controlado, debiste confiar en mí. Pero ya te he dicho que no pasa nada. No has podido y ya está. Insisto en que me halaga que al menos lo intentaras.

No me convencieron sus palabras y le dije -ya lo entiendo, tenía que ser hoy o nunca verdad… era la situación ideal. Lo estudiaste todo con detenimiento ¿cierto? Tu y yo estamos mejor que nunca, tus mejores amigos de total confianza; el lugar es una maravilla... una experiencia irrepetible e inolvidable. Debiste habérmelo consultado, ¿no crees? -¿Bromeas? Sé cuál hubiera sido tu respuesta y lo sabes. Además, ya te lo estoy comentando ahora. De hecho creo que aún estamos a tiempo. Piénsatelo. Prometo que si lo haces, mi fantasía queda resuelta y no te lo pido nunca más. Y si no accedes, ya no volveré a intentarlo jamás. Debo bajar, dejo el celular con el número de Luis preseleccionado por si te decides. – Se fue.

Tras cerrar la puerta, el silencio inundó la habitación. La cabeza no dejaba de taladrarme con tanto pensamiento. Me dirigí a la cama, me puse una bata, me metí bajo las sábanas y ahí en posición fetal, lloré como una niña deseando solo su abrazo. Las preguntas seguían surgiendo, ¿por qué quería compartirme con sus amigos?, ¿cómo podría yo verlos a los ojos? ¡Cómo podría yo verlo a los ojos otra vez! Por qué no fui capaz de cumplir sus deseos, me dejaría de querer, no fui suficiente para él. Quería encontrar el botón que apagara mi cabeza.

Mientras más pasaba el tiempo y mientras más tardaba en volver, más cosas venían a mi mente, acaso era yo una puta, en qué momento cedí y por qué cedí, la respuesta la sabía, pero no quería aceptarla, tenía miedo. Tenía mucho miedo de perderlo.

Era muy complicado, yo no podría imaginar siquiera a otra mujer besándole porque me hervía la sangre de celos, sin embargo parecía que para él era todo lo contrario, quería verme en los brazos de otro y me volvía a preguntar por qué, acaso no me quería y después yo misma me decía basta, es solo una fantasía como muchas que yo he tenido, no debería significar nada, pero lo cierto es que no era así.

Sé que quiere que lo haga, y sé que odia que le diga “No” a nada... seguro se molestará. Si no lo hago hoy, no lo haré nunca; jamás volverán a reunirse estas condiciones, debo confiar ciegamente en él, me protegerá, sabrá poner el límite. No me dejará sola. Podría ser cualquier otra, pero ésta es su fantasía y soy la elegida para llevarla a cabo. ¿Qué más puedo hacer? Me prometió que solo sería una vez, que solo debía mirarle a los ojos y dejarme llevar por sus indicaciones. Así todo irá bien. Pero sé que nada conseguiré si me muestro fría y distante. Si no logro convencerle de que lo estoy disfrutando, mis esfuerzos por complacerle y consentirle no habrán servido de nada. Todo será inútil. Se enojará más todavía... No quiero perderlo, no por esto. No por no acceder a su fantasía.

Me levanté por un poco de agua y vi el teléfono, aquél que con solo presionar una tecla cambiaría el curso de las cosas, aquel que haría su fantasía realidad. Presioné la tecla y con voz temblorosa le dije –suban, si así lo desean-. Me peiné, repasé un poco mi maquillaje y puse brillo en mis labios, sin saber exactamente si deseaba que se abriera la puerta o no.

La puerta se abrió a los pocos minutos, entró primero él sigilosamente mientras sus amigos se quedaron en la penumbra. Al no verlos, pensé que todo había terminado. Intenté preguntarle por ellos pero sello mis labios con un tierno beso -Schssssssss.... no mi vida, no digas nada... Solo confía en mí, y déjate llevar ¿de acuerdo? Y sobre todo, nunca dejes de mirarme, pase lo que pase- me dijo. Asentí con la cabeza y suspiré profundamente un par de veces buscando relajarme un poco.

Me tomó de la mano y me llevó a uno de los sillones de la sala. Sus amigos entraron tímidos, sin embargo el alcohol que habían consumido toda la noche parece que los mantenía un tanto relajados y se sentaron frente a nosotros.

Mi novio pasó su brazo por detrás de mi cuello y empezó a besarme dulcemente, acarició mi rostro y mi pelo. Poco a poco siguió comiéndome la boca y el cuello. Metió su lengua en mi oído, se activaron todos mis sensores. Mi lengua jugaba con la suya fuera de nuestras bocas. Me mordió el labio inferior con fuerza, empezó a magrearme las tetas por encima de la bata, yo deshice el nudo mientras él la abrió con fuerza quedando mis tetas al descubierto. Subió su mano desde mi rodilla a lo largo de todo el muslo acariciándolo suavemente primero y apretando con fuerza después, haciendo que se subiera la bata y mis piernas aun entrecruzadas, quedaran a la vista. Busqué su polla y la froté con fuerza por encima del pantalón. Desabroché el botón y justo cuando iba a bajar la cremallera, el se levantó y se colocó frente a mí. Tiré de su pantalón y comencé a pajearlo con firmeza, su polla estaba gorda y dura. Noté que sus amigos nos veían y se tocaban, los ignoré y comencé a lamerle y chuparle el pene como le gustaba mientras el sostenía con sus manos mi cabeza, guiándola.

Me pidió que me pusiera de pie, me tomó la mano y me llevó a donde sus amigos, me miró a los ojos y repitió una vez más – no olvides mirarme, esa es la clave, ve mis ojos- Mientras decía estas palabras tomó una de mis piernas y la elevó hasta que logré apoyar uno de mis pies en el brazo del sillón, posición que permitía que mis genitales quedaran totalmente expuestos, se deslizó hacia abajo besando mi cuerpo hasta llegar a mi coño, lo lamió un par de veces y en seguida con un movimiento de su cabeza invitó a sus amigos a acercarse, mientras él se retiraba y se colocaba detrás de mí.

Comenzaron a lamerme el coño, se turnaban. Giré mis brazos hacia mi espalda para que mis manos se encontraran con la polla de mi novio, él me besaba los labios mientras sostenía mis tetas con sus brazos. En realidad, me sostenía toda, mi cuerpo temblaba y no podía casi estar en pié, había una extraña mezcla de placer y miedo inundando mi ser.

Retiró mis manos de su polla y les pidió a sus amigos se colocaran junto a mí, tomó mis manos y las puso en sus entrepiernas para que acariciara sus genitales por encima de los pantalones. Él asentía con la cabeza. Desabroché el botón y bajé la cremallera del pantalón de Carlos y lo pajeaba suavemente. Repetí la operación con Luis mientras Carlos  se deshacía de sus pantalones. Luis hizo lo mismo.

Me contemplaba dando placer a sus amigos y parecía sentirse orgulloso pues me sonreía plácidamente.  Se acercó y me susurró al oído – Sigue por favor, me excita mucho verte así-, bajó un poco mi bata dejando mis hombros y tetas al desnudo, esto acabó por empalmar definitivamente a sus amigos y temiendo que cualquiera de los dos pudiera acabar antes de tiempo volvió a intervenir. Me despojó de la bata y me dijo –Ahora cielo, quiero ver cómo te follan- Se sentó en la butaca y contempló en silencio la escena.

Uno de sus amigos me tomó por la espalda y amasó mis tetas fuertemente mientras besaba y lamía mi cuello. El otro volvió a mi coño. Con fuerza lo chupaba, lo succionaba, metía su lengua por mi vagina. Metió un par de dedos en ella y comenzó a estimular el punto G, sabía hacerlo, al mismo tiempo lamía mi clítoris, parecía que quería prepararme para un gran orgasmo. Comencé a excitarme, a pesar de no estar convencida de lo que hacía, las sensaciones físicas eran demasiadas y un leve gemido se escapó, eso los puso como animales y la delicadeza con que me trataban se acabó.

Me tumbaron en el piso y Carlos me penetró fuertemente, solo se escuchó un grito y un par de lágrimas rodaron por mi rostro, lágrimas que mi novio no pudo ver pues Luis me follaba fuertemente la boca.

Luego intercambiaron lugares. Luis se tumbó sobre el piso y me pidió lo montara, mis tetas se balanceaban al compás de cada una de las penetraciones. Botaba sobre él, por primera vez dejé de mirar a mi novio, levanté la cabeza en dirección al techo con los ojos cerrados y comencé a gemir de placer. Estaba cachonda como una perra, tanto que busqué por detrás de mi espalda sus huevos y los sobé con ansias. Estaba excitada y disfrutaba de la penetración pero esas sensaciones no duraron mucho. Cesaron cuando Carlos se acercó por un costado y me metió la polla en la boca tan fuerte y tan adentro que solo se escucharon mis arcadas mientras la saliva escurría por los costados de mi boca. Busqué los ojos de mi novio, no olvidaba sus palabras, tenía que verlo a los ojos pues me volvía a sentir invadida, abusada, casi violada.

Carlos sacó su polla de la boca, la golpeó contra mis labios un par de veces y se puso detrás de mí, me empujó la espalda hacia el frente, mis labios quedaron frente a los de Luis, me quiso besar pero volteé mi cara. Estoy segura que se molestó, pues con fuerza empujó su cadera para penetrarme fuertemente y hacerme gritar de dolor.

Mi culo estaba totalmente expuesto frente a Carlos, escupió en mi ano y quiso penetrarme, ¿una penetración doble? Pensé, la desconexión volvió, ¿qué estaba haciendo? ¿A costa de qué? ¿Porque no quería perderlo?, de nada servía pensarlo era demasiado tarde, Carlos había empuñado su polla dentro de mí, estaban los dos dentro, follándome a su antojo sin que yo pudiera hacer más nada.

En apenas quince embestidas Carlos explotó dentro de mí. Con los ojos llenos de agua, miré a los ojos de mi novio, el disfrutaba de la escena haciéndose una paja. Entre sollozos le dije –basta ¡por favor! No puedo más, es demasiado, me están lastimando- En ese momento reaccionó, se levantó del sillón, apresuradamente se dirigió al centro del saloncito y los alejó de mi. Exigió que se detuvieran, que se vistieran y se fueran por favor. Me levantó del pisó y me llevó al dormitorio.

Rumbo a la habitación me sentí liberada, la cabeza me iba a estallar y pese a todo sentí que lo había defraudado. Necesitaba saber que las cosas estaban bien entre nosotros. Al pie de la cama, me tomó entre sus brazos y se me quedó mirando, me besó en los labios y yo me prendí de ellos. Lo besé con fuerza, no quería dejar de hacerlo, comenzó a besarme en el cuello tiernamente y yo le susurré al oído que me hiciera el amor, que necesitaba sentirlo a él.

Me tumbó en la cama y recorrió mi cuerpo con sus manos y lo llenó de besos. Recorrió mis pezones con su lengua y metió sus dedos en mi boca y los aplicó completamente empapados con mi saliva en el clítoris. Lo frotaba despacio pero con firmeza, con calma, haciéndome sentir suya, haciéndome sentir que era mío.

Se subió sobre mi cuerpo y me dijo al oído – lo has hecho muy bien, me has vuelto loco. Ahora me toca a mí- llevó mi mano a su polla para que la guiará por mi coño hasta que estuviera dentro de mí, me detuve unos momentos en mi clítoris, masturbándome con la cabeza de su miembro, me gustaba sentir lo suave que era, luego lo llevé hasta la entrada, me penetró despacio y poco a poco aumentó la intensidad y la fuerza con la que lo hacía hasta correrse dentro. El silencio y la paz en aquella habitación hicieron presencia mientras nos quedamos dormidos.

Después de tanta intensidad, de haber tomado bastante, de aquellas emociones fuertes a la mañana siguiente, él se despertó antes que yo, miraba como dormía profundamente. La luz de un sol brillante y sus caricias me despertaron, estaba rodeada por sus brazos, lo miré directamente a los ojos, me besó la frente, sonrió y me dijo –Debes quererme mucho para hacer lo que hiciste, soy el tipo más afortunado, hiciste mi mayor fantasía sexual realidad y no era cualquier cosa…nunca creí que fueras capaz de cumplirla. Me siento un monstruo, estoy enfermo, debo ser un pervertido u obseso sexual, un degenerado…ofrecerte a otros. Pero debo confesarte que me gusta mirarte, Me encantas disfrutando conmigo, sola o con otro, pero disfrutando. A veces pienso que eres demasiada mujer para mí, haces que me corra en menos de cinco minutos si te lo propones y enseguida quedo satisfecho. En cambio tú, puedes pajearte durante horas, correrte cinco o hasta seis veces de forma casi consecutiva. Eso me da miedo, no dudo de mi masculinidad, pero a veces no me siento capacitado para colmarte. Lo peor de todo es que me fascinó mirarte excitándolos, me sentí orgulloso, feliz y satisfecho de ti. Ahora me siento mal pero no me arrepiento, pienso que fue un juego atrevido, pero al fin y al cabo un juego más como tantos que hemos practicado…no lo sé, quiero saber cómo te sientes-. Lo miré a los ojos, sonreí y me acerque a su oído –te amo- susurré.

Mis temores se habían disipado, no lo había defraudado y lo mejor, no lo he perdido, es mío y hoy me siento más suya que nuca. Me escondí entre sus brazos y me volví a quedar dormida junto con él.