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Te va a gustar

en Voyerismo

—¿Me quieres follar a mí o a mi hermana? —preguntó Leo alzando una ceja.

Prue se mordió el labio. Le avergonzaba aceptar que le gustaba Liz. La observó a lo lejos, coqueteando con un chico rubio.

Dos semanas luego de aquello, y las fantasías de Prue con respecto a los dos hermanos no paraban. La curiosidad de nuevo había hecho efecto en ella, y un día cualquiera, dispuesta a comprobar si el rumor de las duchas era cierto, se escaqueó de su clase de educación física y fue hacia el dichoso lugar. El sonrojo le llegó a las orejas al observar a Liz a cuatro patas y a Leo cogiéndosela con fuerza por detrás.

Desde ese día había imaginado a Liz en todas las posiciones posibles, llegando a una curiosa conclusión: Más que el sexo con ellos, disfrutaba de la imagen de alguien cogiéndose a Liz. Le iba lo voyerista.

—Quiero ver cómo te la follas—dijo finalmente a Leo.

Él alzó una ceja y sonrió maliciosamente.

—Te gustó, ¿eh? Ven a nuestro cuarto entonces.

—No—negó de inmediato—. En un sitio diferente.

—¿Qué propones?

—No sé… ¿Mi cuarto?

—Vale.

La conversación terminó allí. Prue se acercó a la hermana luego de esta haber terminado de charlar con aquel muchacho.

—¿Tienes sexo con él?

—¿Quién?

—El rubio de ahora—dijo Prue en voz baja.

Liz soltó una sonora carcajada que no pasó desapercibida por los que estaban a su alrededor.

—Vamos, tía, es mi primo. La familia no se toca—le guiñó un ojo. Prue supo que la estaba vacilando.

Cuando entró a biología quince minutos más tarde encontró que Liz estaba ausente. Leo, que se sentaba dos puestos más allá a su izquierda, se encogió de hombros, señalando el puesto vacío donde, ahora recordaba, se sentaba aquel muchacho rubio.

A Prue le entró la ansiedad… ¿Estarían ellos…? Se mordió el labio, joder, se moría por verles hacerlo. Pero ni siquiera tenía idea de dónde se encontrarían.

—Profesor, Prue no se siente bien, ¿la puedo llevar a la enfermería?

Alzó la mirada encontrándose con Leo a su lado, quien le extendía la mano.

—Vamos—susurró.

La tomó sin meditarlo ni un segundo más y apresurados salieron de la habitación.

—¿A dónde vamos?

—Qué más da. Te gustará.

La dirigió hacia el ala vieja del internado. Hacia uno de los salones que era usado de trastero.

—Aquí—se había detenido frente a una puerta, entreabriéndola un poco y la animaba a mirar por la rendija—. Deléitate.

Prue tragó saliva ante la imagen de aquel chico rubio follándose a Liz sobre un viejo escritorio.

—Pero ellos son primos.

—Y yo soy su hermano, ¿no te jode? —habló Leo socarrón. Se había posicionado detrás de ella y le magreaba las tetas. —. ¿Te gusta lo que ves?

—Mucho—soltó Prue con la garganta reseca, más por la vista de Liz gimiendo con la cara contraída del placer que por las manos de Leo.

—A ella le gusta que Paul se la folle… No más de lo que yo, por supuesto—soltó una risita.

Dentro, Liz era sostenida por ambos brazos por Paul, quien, enterrando la cara en el hueco de su hombro y cuello se la clavaba con fuerza. Liz ni siquiera se había preocupado en quitarse las bragas, se las había corrido a un lado y el elástico de estas le rozaba la polla al rubio.

—Uhm, se ha de sentir sensacional—susurró Leo en su oído mientras restregaba su dureza contra sus nalgas.

Se sacó la polla y la metió entre ambos muslos de ella, comenzando a moverse hacia delante y hacia atrás. Sumata.  A Prue le daba igual, se encontraba jadeando, tocándose el coño por encima de las bragas.

—Mírale las braguitas, están empapadas—efectivamente, tanto por los fluidos de él como de ella, las bragas de la hermana estaban mojadas—. Qué magnífica vista.

Prue estaba de acuerdo. Apretó más las piernas para complacer mejor a Leo, quien, olvidándose de la imagen frente a él, dejó caer la cabeza sobre su hombro y se concentró en su propio placer.

Paul salió de Liz, el semen chorreando por su coño. Ella se volteó y lo abrazó, pellizcándose la mejilla con los dientes. Sacó un clínex de su mochila y se limpió, se acomodó las bragas y se agachó frente al muchacho, dispuesta a mamársela un rato.

—Le encanta hacer sexo oral—habló entonces Leo—. Ugh—se corrió por fin y se guardó la polla en los pantalones—. Venga, ya es suficiente—la tomó del brazo.

—Quiero verla tragándoselo.

Oyó su suspiro y sonrió satisfecha al ver que se quedaría un rato más. Observó cómo Paul la empujó hasta que su cabeza pegó al borde del escritorio y se dedicó a follarle la boca. Una perfecta irrumación. Liz soltaba gemiditos, complaciendo sus oídos.

—Ya está—habló Leo cuando su hermana hubo terminado, limpiándose la boca antes de mancharse la ropa—. Vamos.

Prue no entró a la siguiente clase, ni la siguiente a esa. Se encerró en su cuarto y se dedicó a masturbarse toda la tarde con la imagen de ambos primos teniendo sexo en la cabeza.